Domingo, Marzo 19, 2017 - 13:26
«Yo le quiero pedir permiso», dice la actriz cartagenera Aida Bossa, antes de caracterizarse dentro de la piel de ‘la Niña’ Emilia Herrera.
Esa frase es clave para entender el universo de la realización de Déjala morir, la miniserie creada para honrar la obra y memoria de Juana Emilia Herrera. Y que el dramatizado se mezcle con lo documental de esa manera –en la que vemos a la misma actriz que da vida a la cantadora hacer una especie de ritual de inmersión en el personaje en compañía del actor Ramsés Ramos– es una particularidad de la narración de la serie realizada por el canal regional Telecaribe, con la dirección de Alessandro Basile.
La decena de episodios dedicados a la existencia de una mujer caribe –con las particularidades de una cantadora de bullerengue como lo fue ‘la Niña’ Emilia– están llenos de momentos de fina coquetería audiovisual del trópico rural colombiano, un espejo televisivo que llena espacios antes ocupados por las producciones realizadas desde el centro del país. Un espejo fiel, además, a los gestos, dichos y entonación de la época y región. De manera episódica, Déjala morir construye en nuestro imaginario la imagen de una ‘Niña Emilia’ siendo, ciertamente, una niña. Y a medida que la narración transcurre, vemos crecer a la adolescente nacida en Evitar, y madurar en la figura de la mujer poderosa, picante y excéntrica que conocemos hoy.
Con Déjala morir, Juana Emilia Herrera, en la piel de la actriz Aida Bossa, se va transfigurando ante nuestros ojos en una mujer que hizo las cosas de manera diferente a como lo dictaban las costumbres de la época. Su vida, y ese retrato lo logra completar la miniserie de Telecaribe, es la de una mujer, cantadora, hija y madre, que sortea las consecuencias del abandono masculino en un entorno machista, sin ocultar que ‘la Niña’ Emilia era dueña de una sexualidad deliberadamente natural que más tarde conoceríamos a través de su música y su performance.
En una de las secuencias más sugestivas y palpitantes dentro de la narración de ‘la Niña’ Emilia, ella se reconoce a sí misma como una mujer llena de magia, y explora el camino de la adivinación, los procesos intuitivos, las yerbas, el tabaco. Coincidencialmente con este momento en su vida, aparece ‘el Diablo’ –llamándose a sí mismo Manuel Blanco–, quien de frente le dice que ha venido a quitarle su voz y su alegría, y a sumir a toda la región en la miseria y la pobreza. Cuando llega el momento de enfrentarle con lo que mejor sabe hacer, su canto y su música, ‘el Diablo’ huye despavorido ante el galillo sabroso y poderoso del bullerengue de Emilia. No hay leyenda musical del Caribe si no enfrentaste al Diablo con música y le venciste.
Déjala morir es un acierto narrativo para la televisión regional y la que se hace en el centro del país, y allana el camino para que más dramatizados originales sean producidos en una región en la que existe el talento para emprender estas aventuras creativas.
Como telespectadores costeños resulta inevitable sentirnos emocionados por este retrato audiovisual de un ícono del folclor del Caribe colombiano. Que nuevas generaciones puedan entretenerse con Déjala morir, mientras recorren la vida de nuestro Caribe rural y los orígenes raizales de un estilo de música que no pasará nunca de moda, dan muestra de cómo una miniserie es capaz de decantar y poner en efervescencia el conocimiento ancestral y la tradición popular, «de la misma forma en que el afrecho y el arroz se fermentan con panela».
Estefanía Mejía
sumario:
Miniseries e identidad regional, una reflexión.
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