Domingo, Abril 16, 2017 - 12:31

El año entrante, durante tres semanas entre julio y agosto, Barranquilla concentrará el foco de atención de todo el continente y buena parte del resto del mundo con ocasión de los Juegos Centroamericanos y del Caribe. Cerca de 10 mil visitantes extranjeros
–entre deportistas, dirigentes, periodistas y turistas– vendrán a fraternizar so pretexto
de las muy diversas disciplinas del deporte.
No debe escapársenos, sin embargo, que ser anfitriones de un evento de tal impacto y alcances –que implica la representación y convivencia temporal de 39 naciones de la Gran Cuenca– es, per se, también un reto inmenso y grandísimo suceso desde las dimensiones de lo cultural.
Durante el foro ‘Pensando el Caribe’, que tuvo lugar en Barranquilla en noviembre pasado, Alberto Montaner –periodista de Cuba y contradictor político de su régimen–, dijo que «integrar el Gran Caribe requiere determinar los elementos que unirán a los países de esta región, como se hizo cuando se conformó la Unión Europea”.
Solo la población hispanoparlante integrada en el bloque del Gran Caribe rebasa los 100 millones de personas.
Hasta ahora «no ha sido sino un conjunto de islas que han vivido de espaldas unas a otras, culturas con distintos orígenes y un territorio continental que ha vivido aislado» –añadió Montaner. Y poco más adelante afirmó esto: «Una ciudad como Barranquilla, que es grande y tiene muchas ventajas, pudiera ser el corazón educativo de ese Gran Caribe que se visiona».
Por su ubicación, «Barranquilla es el enlace del país con el mundo, por lo tanto es plataforma de integración con las diferentes culturas» –agregó luego, por su parte, el gobernador Verano De la Rosa.
Poco antes, en la VII Cumbre de la Asociación de Estados del Caribe, en La Habana, se dijo una vez más que «definir la llamada cultura caribe, la de la cuenca del Gran Caribe, resulta siempre harto complicado por su condición multiétnica, hibridez intensa, su sincretismo y otras características propias determinadas por el constante proceso de transculturización que ha vivido la región a lo largo de su historia».
Y según el cineasta cubano Rigoberto López Pego, director de la Muestra Itinerante de Cine del Caribe, «la unidad del Caribe habrá de ser una reconquista cultural que pase, entre otros temas, por reconocernos en una identidad caribeña por encima de cada territorialidad local».
Sin embargo, sigue siendo la cultura el elemento definitorio de una identidad caribeña «capaz de superar las brechas existentes por razón de la variedad idiomática», de la cual también se nutre esa riqueza cultural del Gran Caribe.
Para el diplomático dominicano Joaquín Gerónimo, este tipo de encuentros regionales de alto nivel y/o extensa convocatoria son una «ocasión especial para proyectar el reforzamiento de los vínculos culturales porque, en definitiva, la cultura es el crisol que nos une como Gran Caribe, la que nos define y resalta a nivel global».
Es un reconocimiento mundial hacia la cultura caribeña, que se expresa en el hecho de que la región cuenta con 12 premios Nobel, la mitad de ellos correspondientes al ámbito literario, con nombres tan universales como los de García Márquez y Derek Walcott.
Walcott en Barranquilla
En mayo de 2001, el barranquillero de padre cubano Gustavo Bell Lemus era vicepresidente de Colombia y, en ejecución de un proyecto de su llamado Plan Caribe, promovió que se realizara en Barranquilla la Primera Feria Internacional del Libro de la Gran Cuenca del Caribe.
La figura central del cuerpo de escritores e intelectuales invitados de los países caribeños fue el gran poeta moderno de la lengua inglesa, el antillano Derek Walcott, Premio Nobel de Literatura en 1992, exactamente 10 años después del Nobel colombiano, caribeño como aquel, nuestro Gabriel García Márquez.
Derek Walcott –artista integral, grandísimo poeta, también dramaturgo y pintor– murió semanas atrás, a su 87 años. Mulato de espigada estampa, cabellos cobrizos y ojos azules, había nacido allí, en la anglófona Santa Lucía, isla de Barlovento entre las Antillas Menores, en 1930.
Su presencia en Barranquilla fue ni más ni menos el suceso cultural de ese 2001 –así reconocido el hecho, por lo menos en todo el Caribe colombiano–.
El paso de Walcott por Barranquilla fue relatado –en una deliciosa crónica para golosos, por lo inacabable– por el investigador Ariel Castillo Mier, fue publicada en la revista Aguaita, del Observatorio del Caribe, haciéndose merecedora al Premio Simón Bolívar a la mejor Crónica de la Prensa nacional en ese año, y de la cual se reproducen apartes a continuación.
Sigifredo Eusse
sumario:
¿Puede Barranquilla en 2018 ser la ciudad llamada a aglutinar en una misma plataforma la cultura de la Cuenca del Caribe?
No