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‘Trainspotting 2’, el triunfo de la nostalgia

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Domingo, Abril 30, 2017 - 12:47

El reciente estreno de Trainspotting 2 ocurre durante un momento donde todavía resplandece la estela de nostalgia audiovisual provocada por La La Land. Aunque Trainspotting 2 orienta su efecto concretamente a un sentido generacional, ambas obras no difieren al instante de generar un sentimiento común: la añoranza.

Su director, Danny Boyle, retoma el universo del escritor británico Irvine Welsh, basándose libremente en la novela posterior a Trainspotting, titulada Porno. Lo que pudo haber sido una adaptación independiente pasa a ser una película autorreferencial que se observa a sí misma desde un retrovisor. Boyle aparenta no conseguir desprenderse totalmente del espectro cultural generado en los años noventa a causa de la primera entrega.

Y no es para menos. Trainspotting fue un fenómeno pop esencial para entender la vida británica a mediados de los 90. El presuroso retrato de una generación decadente producto del thatcherismo. Danny Boyle se burla indiscriminadamente del cine social imperante en el Reino Unido y crea una sátira que mezcla las drogas con la música popular y la denuncia política. Valiéndose del estilo visual de los videoclips musicales, despierta mayor empatía entre los jóvenes que los dramas marginales realizador por Ken Loach.

El propósito en Trainspotting 2 es más conmovedor que transgresor. Mira el presente desde los ecos del pasado e intenta recordar a cada momento que el tiempo ha transcurrido y cobrado las duras decisiones tomadas en la adolescencia. La nostalgia radica en la incapacidad de los personajes de desprenderse de los errores cometidos en una vida anterior. La historia arrastra su foco a la reconciliación y el remordimiento. Pero imprime también dosis habituales de humor que transfieren al relato la agilidad necesaria para sobrellevarlo. 

El director acierta eligiendo el estilo visual: evita el frenetismo y reduce los ritmos desenfrenados característicos en la original. Contrario a esto, refleja los estados anímicos actuales de los personajes imprimiendo un montaje mesurado.

En definitiva, parece que Danny Boyle intenta cerrar forzosamente el final abierto planteado en la primera película y que además solo busca resolver sus propios interrogantes generacionales saldando viejas deudas.

Héctor Romero
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