La velocidad desdibuja el verde de afuera.
Ya no quedan los bosques en que tú y yo jugábamos.
Ahora están hechos a medias en la artificialidad.
La luz nos encandila mientras llegamos, mientras Roma se nos acerca.
El agua del río se ha crecido a pesar de la luz de verano y el agua que no cae de arriba.
La luz de la vida asusta al que se me declaró como enemigo, y yo sin saberlo antes.
Los chorros de agua saltan a presión en las fuentes.
La paja se recoge en verano.
Las ruedas con las que jugábamos tú y yo ya no están.
La casa ahora se cae.
El techo ha dejado de sostener las aguas de afuera.
Las paredes destilan moho.
Los recuerdos ya no nos aguardan dentro.
Los gritos de mamá ya no se escuchan dentro.
Ya no están nuestras miradas que secundan nuestros secretos.
Ya no estamos juntos.
Ya dejamos de estarlo hace tiempo.
La Plaza Vittorio Emanuele no nos recibe en nuestros domingos de paseo.
El nombre de nuestro padre sigue sonando con entonación.