Es complejo presentar un libro de un magnífico intelectual que ya no está con nosotros; que partió de una manera trágica, víctima de la intolerancia. Su pecado fue no poder soportar el dolor de su patria, de las víctimas de las masacres, de los desplazamientos internos forzados, de los que no tenían oportunidad.
Siguiendo a su gran maestro, el sociólogo Orlando Fals Borda, dedicó todo su conocimiento al desarrollo de una sociología comprometida en la que los resultados de sus investigaciones debían llegar a las personas y a las comunidades.
Alfredo Correa de Andreis como investigador se consideraba solo un mediador que ayudaba a desenterrar del pasado las tradiciones más arraigadas del hombre del Caribe y sus luchas por el progreso.
Cómo no mencionar su investigación para la obtención del título de magíster en Desarrollo Social. Recorrió el Caribe recogiendo la mayor cantidad de versiones de la Leyenda del Hombre Caimán, y mediante metodologías cualitativas, a partir de cada uno de los relatos extraía elementos fundamentales de la cultura caribe: sus creencias, sus prácticas, sus costumbres, su música y todos los rasgos culturales que hacen que los hombres del Caribe colombiano tengan una identidad tan poderosa, más fuerte que su identidad nacional.
Este libro es una excelente compilación, hecha por el sociólogo Jair Vega Casanova, de las diversas áreas científicas en que se movía el pensamiento del intelectual Alfredo Correa de Andreis.
Podríamos decir brevemente que la sociología, profesión de Alfredo, tiene por objeto de estudio el contexto social. Sus orígenes surgen de las revoluciones políticas, especialmente de la Revolución francesa y de la Revolución Industrial, como también del nacimiento del capitalismo y del socialismo. Paradójicamente, sus primeros pensadores —como Augusto Comte (1798-1807), Herbert Spencer (1820 -1903) y Emile Durkheim (1851-1917)— fueron los grandes impulsadores del ‘orden social’.
Es difícil encontrar una ciencia social tan llena de ideas como la sociología. No solo las ideologías políticas aportan al desarrollo de esta nueva ciencia, sino también otros fenómenos sociales, como el feminismo, la urbanización, los cambios religiosos, y especialmente las grandes transformaciones sociales —derivadas del crecimiento de la ciencia y la tecnología—, que han ocupado y profundizado su objeto de estudio con grandes ideas que vuelcan sobre las cuestiones sociales más importantes y que tienen enorme alcance. Podríamos decir que así como avanza y se complejiza la sociedad, la sociología está obligada a profundizar y complejizar su objeto de estudio.
La sociología en América Latina tiene una larga tradición, que no ha incidido suficientemente en el desarrollo de nuestras realidades. Autores como Andrés Bello, Domingo Faustino Sarmiento, Mario Góngora y Jaime Jaramillo son algunos nombres destacados que deben figurar en la lista de cualquier examen sobre el pensamiento de las ciencias sociales en Latinoamérica. Colombia, aunque no ha sido un gran generador de pensamiento social, tiene una buena tradición de intelectuales, como: Luis Eduardo Nieto Arteta, Antonio García, Ernesto Guhl, Virginia Gutiérrez de Pineda, Juan Guillermo Gómez; y la lista privilegiada de intelectuales del Caribe, donde, entre muchos otros, se destacan Orlando Fals Borda, Jesús Ferro Bayona, Gustavo Bell Lemus, Eduardo Posada Carbó, Salomón Kalmanovitz y Alfredo Correa de Andreis.
Es difícil ubicar la obra de Alfredo Correa de Andreis en una escuela sociológica clásica del pensamiento. Por esto, nos atrevemos a clasificarla a partir del paradigma sociológico integrado. A nivel macrosubjetivo, su interés científico se desarrolla alrededor de los temas de la cultura, las normas, los valores y la participación. Y a nivel microsubjetivo —como se observa en este libro—, todo su trabajo se desenvuelve en el campo de las percepciones, las creencias, las costumbres y las diferentes facetas de la construcción social de la realidad, a partir de las culturas locales.
Uno de los aspectos que apasionaba a Alfredo Correa de Andreis era la sociología de la cultura y su relación con la participación ciudadana y el desarrollo social. Entre sus valiosos aportes de ideas está todo su estudio sobre cultura popular, en el que expone el papel que juegan los movimientos culturales como agentes de cultura política democrática, especialmente a partir de proyectos socioculturales autogestionados. Para Alfredo, ciertas manifestaciones de la cultura popular, como la narrativa, la pintura, las danzas y los bailes, van perfilando una nueva cultura política, basada en la participación y en la complejidad de la multiculturalidad nacional.
La recuperación de la historia y la cultura de los sectores populares son base para la construcción de una nueva sociedad, más inclusiva y más democrática.
Otro de los temas sociológicos que atraía a Alfredo Correa de Andreis es la convivencia y la participación ciudadana. Y en esta área encontró un espacio propicio mediante el estudio del Movimiento Ciudadano, que lideraba el exsacerdote Bernardo Hoyos; proyecto político que gobernó a Barranquilla durante 16 años.
El destino de los que ostentan el poder no se evalúa por sus éxitos y desaciertos, sino por sus triunfos y sus derrotas. En regímenes autoritarios, los cambios del poder se hacen por medio de las armas; en las democracias, mediante el voto de la ciudadanía.
El Movimiento Ciudadano en sus inicios rompió los esquemas de la política tradicional de la ciudad. Los esfuerzos conceptuales de Alfredo por sistematizar los procesos sociales que se vinculaban en el naciente Movimiento Ciudadano sucumbieron. Porque sus ideas contrastaban —usando el pensamiento de Max Weber— con el ejercicio del poder carismático (por la gracia de Dios) de su líder, que inhibió la participación ciudadana y no aportó bienestar a sus gobernados.
Para Alfredo Correa de Andreis la verdadera participación existe cuando se genera un clima que propicie el ejercicio de derechos y libertades ciudadanas; y donde el Estado crea los caminos formales e informales de participación de la sociedad civil.
Según su concepción, la participación solo era posible fortaleciendo las organizaciones de la comunidad, donde el ciudadano pudiera afianzar su identidad social. Y esto solo es factible en una cultura política democrática, en la que se privilegian valores como la solidaridad, la igualdad de oportunidades, el respeto a la diferencia y la tolerancia. Para reforzar esta idea, el autor hace referencia a la sentencia de Estanislao Zuleta: «La democracia es un camino bastante largo y propiamente indefinido». En síntesis, la participación ciudadana es la mejor manera de transitar de nuestra democracia restringida hacia una real apertura democrática.
Esta antología es una lluvia de ideas sobre los grandes temas de la Sociología de la Cultura. Aquí se vislumbra la estatura intelectual del autor, dejándonos llenos de inquietudes cognitivas que marcarán una huella en las próximas generaciones de científicos sociales.
Este libro será lectura obligatoria para quienes quieran conocer la historia del Caribe colombiano desde la sociología de la cultura, desde lo cotidiano, desde los conflictos y problemas sobre los cuales, mediante la investigación, Alfredo Correa de Andreis pretendía no solo evaluar su realidad social, sino también proponer alternativas para que los ciudadanos fueran consolidando su vocación democrática y participativa en la vida de su comunidad.
Alfredo Correa de Andreis, ingeniero agrónomo, sociólogo y magíster en desarrollo social, era una persona de calidad humana excepcional. Un liberal en su manera de pensar, con un inmenso respeto al ser humano y sus derechos, amante de la argumentación, con un profundo compromiso con las personas socioeconómicamente desfavorecidas.
No hay dolor más intenso que la muerte inesperada. Los últimos días de Alfredo fueron muy angustiosos. Eran días muy tensos en el país. Primero, su detención mediante una falsa acusación, como comprobó la justicia. Salió libre, volvió a la universidad. Había expectativa sobre qué expresaría. Entró al salón y con una gran serenidad inició: «Como dijimos en la última clase», y retomó sus compromisos académicos ante la admiración y el respeto de sus alumnos.
Digamos, por último, que este libro es un homenaje póstumo de Alfredo Correa de Andreis a sus padres y a su familia, especialmente a su hija Melissa.
Preferimos recordarlo con su alegría de siempre, con su afecto casi infantil que contrastaba con su gran estatura. Siempre leyendo un nuevo libro que le recomendaba su último maestro, Edgar Morin, creador del pensamiento complejo.
Recordamos que cuando ingresaba al aula de clases, siempre abarrotada de alumnos, se explayaba con la magia de su discurso con ideas de gran profundidad y con apuntes de humor extraídos del sentido común, llenos de anécdotas de los pueblos de las riberas del río Magdalena.
Este hombre, oriundo de Ciénaga, ocupará siempre un puesto en la historia de la región Caribe por su calidad humana, por su producción intelectual y por su osadía para señalar públicamente verdades que duelen.
*Profesor-investigador de la División de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad del Norte.