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Mitología de un animal real

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Domingo, Mayo 22, 2016 - 00:01

Juan Villoro sostiene que la crónica es el ornitorrinco de la prosa, porque toma elementos de varios géneros como el cuento, la dramaturgia, el ensayo y, por supuesto, el periodismo. Ahora que leo El proletariado de los dioses pienso en la afirmación de Villoro, en su descripción de ese artefacto narrativo de la realidad, en esa criatura cuyo equilibrio biológico depende de parecerse a muchas cosas pero no ser ninguna de ellas. Pienso en el ornitorrinco, sí, pero también en que Brito propone y crea un animal incluso más extraño, que no solo tiene en su ADN los trazos de los géneros ya mencionados, sino que también abreva en la filosofía.

En las 14 historias que componen el libro, la voz del cronista se convierte en la del filósofo. Paul convierte el detalle en el argumento, edifica catedrales en lo mínimo y nos plantea una mirada que no solo resulta distinta, sino que también está dotada de una enorme belleza: unos levantadores de pesas que, como Sísifo, cada día pelean contra la gravedad; unos relojeros que corrigen los engranajes del tiempo y se vuelven los obreros cósmicos de la eternidad; un orfebre que, al darle forma al metal, hace de lo microscópico la inmensidad; unos músicos que raspando la guacharaca se conectan con la tierra; el mundo privado de sus padres, de su barrio, de las manías, del tiempo.

Ese animal narrativo que Paul dota de vida es una criatura que mira hacia afuera pero también mira hacia adentro, como si nos propusiera un juego de pestañeos, de abrir y cerrar los ojos para capturar realidades a veces inasibles, otras veces mínimas, pero que siempre se descubren y crecen con una prosa reflexiva y poderosa.

Una prosa en la que además de la mirada, también se vale –y mucho– del oído, un sentido que el mismo Paul confiesa que es el que tiene más disminuido y que, quizá por eso mismo, aparece con insistencia. En la que además de los espacios en los que suceden sus relatos, se ocupa con obstinación del tiempo, que siempre parece transcurrir de una manera diferente. Dice Brito en “Ensayo sobre la sordera” que «mientras la vista está apoyada en el espacio y por lo tanto se mueve en extensión, el oído, al ser un sentido que descansa prioritariamente en el tiempo, actúa en intensidad y profundidad».

Oído y tiempo vinculados en una escritura cincelada, en una criatura extraordinaria que si bien está anclada en la realidad, hace honor al mitológico origen de su nombre: El proletariado de los dioses.

P ¿Por qué tus personajes parecen experimentar el tiempo de una manera distinta y tu misma escritura recrea una atmósfera en la que el tiempo transcurre de otra forma?
R  Para mí el tiempo lo es todo. Me obsesionan las fechas, las edades. No puedo ver ninguna película sin saber el año de su producción ni hablar con alguien sin sentir la necesidad de adivinar su edad. Ese interés por el tiempo se intensifica en mis propias creaciones y con más razón en las crónicas, pues estas tienen la marca de Cronos en su misma raíz y tratan precisamente de atraparlo. Ahora bien, no tiene gracia narrar solo el aspecto superficial del tiempo, su carácter secuencial y mecánico. No tiene mérito ceñir la narración a la lógica de los relojes, sino al ritmo propio e interno de los temas y de sus protagonistas. Desde mi punto de vista, la meta de una crónica es hallar ese momento continuo en que una persona se lo apropia y lo conecta con lo intemporal o lo eterno.

P  Normalmente los escritores construyen sus textos con detalles, pero tú los edificas sobre el detalle mismo. ¿Cuál es la importancia de lo mínimo en tu obra?
R  Creo que todas las cosas que me interesan como escritor fueron las mismas que me interesaban cuando niño: las que en esa época me sorprendían y me siguen sorprendiendo hoy. Una de esas cosas fue descubrir, en una clase de matemáticas, que al infinito no solo se podía llegar por medio de lo inmenso sino también de lo ínfimo, de lo infinitesimal. Por supuesto, tanto un niño como un ser humano sensato son conscientes de su pequeñez en el universo y se identifican más con lo minúsculo que con lo enorme, porque sus ojos están a la altura de eso. De ahí que me haya quedado ligado para siempre al mundo de los pequeños detalles. De hecho, el mundo de un niño y de un escritor está hecho de cosas pequeñitas como las hormigas y las letras.

P  En tus crónicas está muy presente la mirada filosófica. ¿Hace parte de tu formación o es una forma particular de narrar?
R  Hace parte de mi formación autodidacta y he tratado de volverlo una forma particular de narrar, de acuerdo a mi propia visión de la realidad, y no solo un conocimiento o un recurso más. Las grandes preguntas de la vida son filosóficas: ¿qué es un ser humano?, ¿para qué estamos aquí?, ¿por qué vivimos, por qué morimos? Y creo que no hay ningún tema periodístico y literario, por más banal que sea, que no esté atravesado por una de esas grandes preguntas universales. La tarea de un escritor y de todo periodista literario no es responder solamente a las preguntas específicas de un tema en particular, sino enmarcar su investigación en una búsqueda mayor y definitiva: ¿Qué hay más allá de cada acción y del tiempo en que se desarrolla?

P  En tu libro saltan a la vista las historias íntimas, donde se revelan aspectos muy personales de tu vida. ¿Cómo manejas el pudor y cómo universalizas esos temas privados?
R  Así como un conferencista debe erradicar la timidez, un escritor debe eliminar su pudor, solo así podrá meter en sus creaciones algo más que su intelecto: podrá inyectarles su sangre, enhebrarles las fibras de sus emociones, imprimirle el temblor de su cotidianidad. La manera de universalizar esas historias personales, ya sea describiéndolas directamente o, en el caso de la ficción, fabulándolas, es conectarlas con el pudor ajeno, o sea, con esas cosas que el lector también tiene escondidas y no se ha atrevido a mostrar siquiera a sí mismo.

P  ¿Cuál fue la primera crónica que escribiste y de qué forma está presente en todas las demás?
R  La primera crónica del libro es la primera que escribí en mi vida: una que versa sobre el viento. Cuando el editor (ahora director) de El Malpensante, Ángel Unfried, me la propuso un día de 2009, yo solo había escrito hasta entonces cuentos, poemas, intentos de novela y, por el lado periodístico, artículos, columnas y entrevistas. Al principio pensaba que era una especie de broma de iniciación, pues se trataba de un tema literalmente inasible. Por más que lo intentaba, no encontraba forma de capturarlo en una crónica. Hasta se lo reproché a Ángel: «Ahora sí, en serio, proponme un tema que se pueda retratar en una crónica». Cuando al fin conseguí seguirle la pista al viento, mi esfuerzo se volvió una pauta para las demás crónicas: encontrar lo intangible detrás de cada tema y de cada personaje, buscar lo que hay más allá de lo visible, de lo evidente.

**Paul Brito
Ha publicado los libros de narrativa: ‘Los intrusos’, Premio Nacional de Libro de Cuentos (UIS, 2007); ‘El ideal de Aquiles’, ‘101 minicuentos para alcanzar a la tortuga’ (2010) y la novela ‘La muerte del obrero’ (2014). Ha colaborado en EL HERALDO, ‘El Tiempo’, ‘Semana’, ‘Arcadia’, ‘El Espectador’ y en publicaciones españolas como ‘Clarín’, ‘El Ciervo’ y ‘Lateral’, entre otras. Es editor de la revista ‘Actual’.


José María Suárez es uno de los pesistas aficionados más extravagantes que conozco. Durante los entrenamientos usa una capa al estilo de los superhéroes, unos zapatos de suela gruesa (es de baja estatura), una camisilla de malla y una pañoleta en la cabeza. Cuando está fuera del gimnasio es un tipo tranquilo, formal y de hablar pausado. En el gimnasio se acelera, se torna infantil y eufórico. «¡Soy un monstruo!», grita a cada momento alzando los hombros y abriendo los brazos como si no le cupieran los dorsales.
Me le acerco y le digo que quiero hacerle unas preguntas para una crónica sobre fisicoculturismo que estoy escribiendo. Me dice que tiene mucha hambre, que ya se han completado tres horas desde su última comida, que mejor lo acompañe a su casa a almorzar. Lo conozco desde que abrieron este gimnasio hace cinco años, pero no conversamos mucho. Nuestra amistad se limita a las paredes del gimnasio, a alguna que otra broma y a una mano amiga cuando necesitamos ayuda con las pesas. 

* Escritor y periodista, autor de los libros ‘Ondas expansivas’ (cuentos) y ‘Alucinación o barbarie’ (crónicas). En el 2009 ganó el premio Rey de España en la categoría Don Quijote por la crónica “Atlas es chocoano”. 

Julián Isaza
sumario: 
‘El proletario de los dioses’ es el nuevo libro de Paul Brito, quien le responde al prologuista de su obra sobre la manera como construyó esta obra, compuesta por 14 historias.
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