A los setenta y un años de la muerte de Hitler, los libros sobre este funesto personaje se multiplican. El terminar la prohibición de editar Mi lucha, en Alemania, (que se dio con unas tres mil quinientas notas explicativas, y que, como se advirtió, «persigue fines pedagógicos»), dio como resultado que al publicarse el libro arrasara en ventas. Se advierte que ya estaba en Internet. Las biografías de A. Bullock, S. Haffner e I. Kershaw, entre otras, han tratado de descifrar cómo Adolfo Hitler pudo arrastrar al pueblo más culto de Europa, a sus ideas, a su dictadura, a la guerra y a su derrota.
El escritor alemán y oficial del ejército durante la ocupación de Francia, Ernesto Junger, dijo una frase que es una respuesta: «Hitler fue la cerilla que le faltaba al polvorín alemán».
No han faltado los libros especulativos como el del periodista y ahora novelista Eric Frattini ¿Murió Hitler en el búnker?, como también del otro periodista especializado en conjeturas, Carlos de Napoli, con su libro El pacto Churchill – Hitler publicado en forma póstuma en el 2015.
Estos días de insomnio por las celebraciones del carnaval he tenido tiempo para darle un vistazo a este último libro. De Napoli tiene una visión, compartida por mucha gente, de ser la historia un gran complot. Así pues, nos enteramos de que Hitler le permitió a Churchill que retirara sus tropas acorraladas en el puerto de Dunkerke en los miles de barcos, lanchas, veleros y botes que mandó para su rescate. Si los alemanes hubieran empleado todo su poderío, los británicos no hubieran podido echar el cuento. ¿Qué pasó? Un historiador, John Willard Toland, nos dice que fueron errores de Goering, pero De Napoli sabe que fue el guiño de Hitler a Churchill intentando lograr un acuerdo para poder finalizar el ataque a Francia. Había dentro de la élite británica muchos partidarios de hacer un armisticio porque consideraban la guerra perdida, el zorro de Churchill le hizo creer a Hitler que eso era posible. Pero lo que hizo fue ofrecerle a su pueblo «sangre sudor y lágrimas» hasta la victoria final.
El capítulo sobre “el enigma Hess” es el clásico misterio envuelto en un enigma. Rudolf Hess, amigo y confidente del Führer, voló piloteando su propio avión desde Augsburgo hasta Escocia, cerca a la propiedad del Duque de Hamilton, un aristócrata con simpatías de extrema de derecha, miembro del Right Club.
Hess pensaba que el duque lo llevaría ante el rey, cambiaría a Churchill como primer ministro y la tregua o paz con Alemania se daría. Así Alemania podría invadir a la Unión Soviética sin tener dos frentes. Churchill en sus memorias relata que no le prestó atención a Hess y que lo mandó a una cárcel muy segura. De Nápoli dice que se debatió el acuerdo y que es uno de los secretos mejor guardados de la Segunda Guerra Mundial.
Churchill relata que Stalin estaba muy intrigado con esa presencia de Hess en Inglaterra, y que sospechaba había habido una negociación fracasada entre Alemania e Inglaterra en la guerra emprendida contra la URSS.
El libro de De Napoli da varias fuentes, entre ellas las de Jorge Antonio, un magnate argentino que sabía mucha letra menuda. Su libro Y ahora qué, de la editorial Verum et Militia, es clave en su bibliografía.
De todas estas lecturas sobre Hitler y la Segunda Guerra Mundial, la inquietud que no ha cesado de rondar a todos los historiadores y a la gente pensante en general no es tanto Hitle sino Alemania.
¿Cómo fue posible que un ser semejante llegara al poder, no a una nación insignificante sino de un pueblo que ha inventado la imprenta y nos dio a un Bach y a un Kant con su Crítica de la razón pura?