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Historias en las Favelas

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Domingo, Agosto 7, 2016 - 00:00
Antonio Lacerda y Fernando Maia (EFE)
El asentamiento de poblaciones de muy bajos recursos económicos es un fenómeno que se repite en la geografía latinoamericana y en muchos otros territorios. Bajo la denominación de favelas, en Brasil sobresalen a manera de cerros, ante el desmesurado y moderno crecimiento urbano de sus alrededores. En Vidigal, por ejemplo se concentra una de las mayores organizaciones del crimen organizado de Río de Janeiro y según algunos se puede observar a la distancia la vivienda del futbolista David Beckman. Pero en medio de la lucha por la supervivencia en estos lugares persiste la búsqueda de la superación. Estos relatos son de periodistas de la agencia Efe, a propósito de la mirada que tienen puesta en la Nación carioca y sus Juegos Olímpicos 2016.
 
La otra «villa olímpica»
Vidigal, como su vecina Rocinha —una de las favelas más populosas de Río de Janeiro—, está bajo el control de Amigos de los Amigos, una de las mayores organizaciones de crimen organizado de la ciudad;
Aleixandre tiene 17 años. Entrena en la «villa olímpica» y le habría gustado ser futbolista pero ahora ni siquiera aspira a acercarse a alguna de las estrellas de las Olimpiadas de 2016 porque su cancha está en la favela de Vidigal, en el Río de Janeiro que no verán los «olímpicos».
 
Como Aleixandre, más de 1.500 niños y adolescentes de Vidigal entrenan en la «villa olímpica» de la favela, una modesta instalación deportiva de la Alcaldía de Río de Janeiro con espacio para practicar una decena de deportes, desde fútbol a atletismo pasando por baloncesto y voleibol.
 
La «villa olímpica» de Vidigal, en uno de los puntos más altos de la favela, es la única de las 22 construidas por la administración municipal en «comunidades» (favelas o zonas marginales) que está en un morro (montaña).
 
Abierta en 2012, en los terrenos que ahora ocupa el recinto, los niños y jóvenes de esta zona jugaban al fútbol años antes. Un narcotraficante local se ocupó de limpiar la maleza y abrir un espacio al deporte para los adolescentes, pero murió durante un tiroteo y la prefectura lo convirtió en un polideportivo. En esta «villa» empezaron a pegarle al balón jugadores locales que luego pasaron al Flamengo, al Botafogo y al Corintians y se formó también algún baloncestista y una atleta profesional.
 
A la entrada, un cartel ubica al visitante: «Villa Olímpica de Vidigal». A un lado, una impresionante vista al mar. Al otro, un basurero, calles a medio asfaltar y, a pocos metros, un puesto de la policía, que se instaló de forma permanente desde que se pacificó la favela, en 2011.
 
«Es una instalación modesta, pero los padres saben que aquí sus hijos pueden estar tranquilos, pueden hacer deporte y estar seguros, es importante para sus vidas y para que puedan ser buenas personas», explica a Efe Tiberio, que se ocupa de la coordinación del recinto.
 
Aleixandre se siente seguro en la villa olímpica. Al menos más que en las calles, aunque Vidigal está considerada una de las favelas más ordenadas. Tanto que en los últimos años ha vivido un «boom» alimentado por la llegada de extranjeros atraídos por su extraordinaria ubicación —sobre el acomodado barrio de Leblon y con una vista espectacular de Río— y por los vecinos «ilustres», como David Beckham.
 
«Beckham tiene una casa aquí, en la parte de abajo» presume Aleixandre, que sabe muy bien cómo actuar en caso de disturbios en la favela: «Hay que correr, esconderse y tirarse al suelo», dice como si relatara un hecho cotidiano. Su amigo Ariel, de 17 años, asiente con la cabeza. «Correr y tirarse al suelo» repite.
 
La presencia policial no evita los tiroteos y los enfrentamientos con los «bandidos», como los vecinos se refieren a los narcotraficantes.
 
Pocos adolescentes quieren hablar del tema y de la presencia de la policía en el barrio. «La policía es peor que los bandidos. Todos son corruptos. A algunos ya los conocemos y ayudan, pero la mayoría es ruin», se atreve a comentar uno de los jóvenes que entrena en la «villa».
 
Aun así, todos presumen de Vidigal. «Es legal demais (es demasiado)», dicen. Y aseguran que quieren vivir para siempre en la favela. Andreia, sin embargo, no ve el momento de salir. Se casó con 16 años y a sus 42 tiene tres hijos. «No quito el ojo de encima de ellos. Los llevo y los traigo del colegio. Les acompaño cuando bajan a jugar y a hacer deporte. Me da miedo que alguien se los lleve o que les pase algo», reconoce. Andreia esquivó las balas perdidas de un tiroteo en su propia casa y no quiere que sus hijos vivan una experiencia similar. «La favela ha mejorado mucho, pero aquí no hay expectativas de futuro, no hay salida», se lamenta.
 
Empieza a caer la tarde y Moisés, de 13 años, se acerca a la «villa olímpica» de la mano de su hermano de 4. Moisés tiene instrucciones claras sobre cómo cuidar de su hermano y reaccionar ante un incidente: «Si encuentro a una persona con un arma no tengo que correr porque me puede disparar, tengo que seguir andando».
 
Cuando se le pregunta quién puede llevar un arma no lo duda ni un momento: «La policía va con armas. De ellos hay que tener miedo. El bandido es bueno»
 
Niños corren en la pista de atletismo en la villa olímpica de Vidigal.
 
Un milagro en la favela mayor
Cambiar la vida a miles de niños de Heliópolis, la mayor favela de Sao Paulo, al crear hace dos décadas una orquesta que ha llegado a tocar para el Papa es el «milagro» obrado por Silvio Baccarelli, inspiración del brasileño Sérgio Machado para su nueva película, El profesor de violín.
 
Por eso y aunque, según confiesa en una entrevista con Efe, se tomó «algunas libertades», el cineasta —nacido en Salvador de Bahía en 1968—, se basó en la conmovedora historia de Baccarelli (1931) para crear a Laertres, el protagonista del filme.
 
El profesor de violín, parte del momento en el que, en la década de los 90, el joven Laertes es rechazado por la prestigiosa Orquesta Sinfónica del Estado.
 
«Era una persona con miedo que pensaba que no iba a poder dedicarse nunca más a lo único que sabe, la música, y esta es la historia de cómo consigue cambiar», explica Machado.
 
La «evolución interna» del profesor, su capacidad de superar sus miedos y lo que «aprende» gracias a la experiencia de la creación de la orquesta juvenil actúan como ejes de la historia, así como los «cambios» que su acción provoca en la «comunidad», asegura el realizador.
 
Pero esta tierna y emotiva historia, que recuerda por momentos a Los chicos del coro y Billy Elliot, refleja también la dureza de la vida en las favelas brasileñas a la que Laertes tratará de imponerse a través del poder transformador de la música y el fuerte vínculo que le unirá a sus alumnos.
 
Una de las «libertades» que se tomó Machado en El profesor de violín fue convertir a Baccarelli en un hombre negro, al que da vida el también brasileño Lázaro Ramos, actor, presentador, cineasta y escritor de literatura infantil muy popular en su país.
 
El director también conversó «en cantidad de ocasiones» no solo con el profesor y sacerdote — quien se ha emocionado «mucho» al ver su historia en la gran pantalla— sino también con algunos de los «poco más de 20» miembros de la primera generación de la orquesta Baccarelli.
 
«Fue muy importante el contacto con Graciela —una de las chicas—, que es hija de un traficante de Heliópolis que, después de haber tenido una vida muy difícil, se convirtió en una importante violista», cuenta el director.
Y es que, según Machado, una «gran parte» de los jóvenes de Heliópolis son hoy músicos profesionales gracias a la formación recibida en las orquestas del Instituto Baccarelli, que, además de haber actuado en el festival Rock in Río y compartido escenario con «los mejores músicos del mundo», ofreció un recital para el Papa Benedicto XVI en 2014.
 
Ante el inminente comienzo de los Juegos Olímpicos en Río de Janeiro, Sérgio Machado admite que es para él un «misterio» si su país «superará o no esta» prueba: «La población está mucho más preocupada por la situación política y no sé lo que va a ocurrir», confiesa.
 
«Hasta ahora la gente no ha prestado mucha atención ni se ha implicado con los Juegos porque es un momento en el que todo se centra en los problemas económicos y políticos», asegura este brasileño que, dice, se ha dado cuenta al igual que sus compatriotas de cómo el Congreso de su país es «aún más corrupto» de lo que creían.
 
En  Recantus de Belford Roxo, uno de los barrios  más pobres y violentos de la zona metropolitana de Río, los aros olímpicos fueron hechos con llantas viejas.
 
La realidad de Ciudad de Dios
En 2002, el director brasileño Fernando Meirelles mostró al mundo la realidad que se vive en las favelas de Brasil con la película Ciudad de Dios, una comunidad que pronto volverá a las pantallas con el documental CDD50. Esas son las siglas de Ciudad de Dios 50 años y se refieren al medio siglo que tiene esta favela situada en la zona oeste de Río de Janeiro.
 
La película, que conquistó a la crítica, mostró al mundo a inicios de la década del 2000 la violencia, la corrupción policial y el narcotráfico en esta favela de más de 47.000 habitantes.
 
No obstante, el documental CDD50, que comenzó a ser producido en 2011, quiere mostrar también el lado más amable de esta comunidad, el de sus vecinos de toda la vida.
 
Bruno Rafael, uno de los directores del documental destacó que la película Ciudad de Dios ayudó a impulsar la favela, la cual hoy en día es recorrida por turistas y brasileños e incluso 
ha si sido visitada por el presidente de Estados Unidos, Barack Obama.
 
Sérgio Leal, conocido como TR, es otro de los directores del documental y ayudó en la producción de la película que adoptó como título el nombre de esta barriada carioca.
 
«Yo ayudé en las investigaciones de la película. Tengo 44 años y llegué aquí con 11 meses de vida. Ayudé con informaciones para la película de Fernando Meirelles: la música, el lenguaje de la época, la ropa, los coches. Intenté reunir la realidad de tres décadas», subrayó.
 
 
Menores de Heliópolis, la mayor favela de Sao Paulo participan en una orquesta que dirige Silvio Baccarelli. Muchos son hoy día músicos profesionales.
 
«Yo también lo quiero»
Dos conjuntos de aros olímpicos hechos con neumáticos usados instalados en una de las ciudades más pobres de Río de Janeiro reclaman que los beneficios de los Juegos Olímpicos lleguen también a las zonas más desfavorecidas de la metrópoli brasileña.
 
Los aros, uno formado por ruedas de automóvil y otro de camión, extraídos de un vertedero, fueron montados y pintados por Janio Feitosa de Oliveira, un vecino del barrio Recantus de Belford Roxo, una de las urbes más pobres y violentas de la zona metropolitana de Río.
 
Los símbolos olímpicos de goma recauchutada están apostados en una calle polvorienta, transitada por camiones, coches de caballos y rebaños de cabras, a orillas del contaminado río Botas, una vía fluvial que desprende un intenso olor acre y que desagua en la bahía de Guanabara, la sede de las pruebas olímpicas de vela.
 
Oliveira asegura que pretende llamar la atención de las autoridades para atraer más inversiones para su barrio que, según él, ha recibido «muy poca ayuda» en las últimas tres décadas.
 
«Yo estoy aquí para ayudar al pueblo, para hacer una ciudad diferente. Del mismo modo que ellos están cambiando allá la ciudad (por los Juegos Olímpicos), yo también la quiero cambiar aquí», explicó Oliveira en entrevista a Efe.
 
El creador de los aros de goma, que es pastor evangélico, se cansó de esperar la ayuda gubernamental y se ha encargado de realizar con sus propias manos obras en su barrio, como varias paradas de autobús o un parque infantil, y también tapa los agujeros que se abren en la calle con el paso de los camiones.
 
También puso una red para capturar la basura que flota por el río y la recolecta él mismo, para evitar que acabe en la bahía de Guanabara.
 
«Todo lo que ellos tienen allá, lo quiero también aquí. Si ellos tienen parada de autobús o autobús con aire acondicionado, yo también lo quiero», comentó.
 
Oliveira no cuestiona la realización de los Juegos Olímpicos,  tan solo pide que, del mismo modo que los responsables de los Juegos Olímpicos se gastan «cien millones por segundo», dediquen un poco de dinero con el que se puede hacer «mucho» por mejorar la calidad de vida en Belford Roxo.
 
Teniendo como fondo grafitis en la antigua sede del Regatas do Flamengo, en Río fue instalada una pieza artística inspirada en el atleta Mohamed Younes. La  obra, del francés JR está  hecha con andamios de construcción 
y lona.

 

Redacción Revistas
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