Domingo, Septiembre 4, 2016 - 00:00
Un festival musical podría ser estrictamente lucrativo. Podría no preocuparse por modificar su entorno. Podría abandonarse a la inercia y a la rutina. Podría fijarse solo en cierto público.
Hay, desde luego, otra opción, mucho más audaz. Las preocupaciones serían otras, y girarían en torno a palabras puntuales: inclusión, construcción, proceso. Estimular un proceso, acompañarlo, pero también pensar en la inclusión, en el acceso mayoritario. En el aprendizaje libre. En la necesidad de decir —tocar, hablar— otro tipo de cosas. AtlantiJazz creyó con acierto en la segunda opción.
Desde su tercera edición, el maestro Guillermo Carbó, su director (y decano de la facultad), apostó con firmeza al riesgo. De un día de concierto ha llegado a tener cuatro días de conciertos en diferentes lugares del Departamento del Atlántico.
En principio, habría que reparar en ciertos detalles. El evento fue gratuito, es decir, abierto, e incluyó —forjó, desafió— a un público interesado. Ese público agradeció la programación, que fue tradición y ruptura, y la vocación académica del festival, que estuvo mucho más allá del apunte técnico. Y algo cambió. Algo pareció sacudirse. No solo entre la gente inquieta (la mitad de ese público), sino también entre los propios músicos.
En AtlantiJazz han encontrado la posibilidad de mostrar sus propuestas grupos nacionales como Puerto Candelaria, Monsieur Piriné, Auditrópico, Asdrúbal, Suricato, Pacho Dávila; que además de conciertos dieron talleres y compartieron experiencias con los jóvenes músicos locales, sembrando nuevas inquietudes. Mostrando que el efecto no debía ser solo técnico sino actuar como catalizador de nuevos proyectos. Esos músicos jóvenes del público, que asistien con curiosidad, con expectativa, deben salir pensando distinto.
Igualmente AtlantiJazz ha servido para que grupos locales como Trombones del Caribe, el quinteto que dirige Eucaris Guerra, mostrara en el 2009 que desde la ortodoxia, también se puede ser atractivo, recordemos que la entrada del grupo fue curiosa: subieron al escenario tras caminar, un trombonista detrás de otro, por el pasillo derecho del Teatro de la Facultad de Bellas Artes. Esa entrada amable les permitió romper el hielo y ofrecer un concierto libre, en el que hubo cruces, hibridez e intercambio. Tocar la soltura del swing, el bronce sucio de una pelayera, el lamento feliz de una marcha. Tocar con cierto academicismo, pero también con alegría.
En varias versiones hemos tenido la fortuna de apreciar el afinque de la Atlántico Big Band con sus invitados especiales como Francisco «Pacho» Dávila y Kent Biswell. Así como el crecimiento de grupos locales como Ábrete Jazz, La Bandita, Dave Pacheco Band y un largo etcétera que se puede apreciar en los Miércoles de Jazz de La Cueva.
Han sido 10 fructíferos años, luchando y saliendo adelante a pesar de las precariedades logísticas, un plausible esfuerzo del Grupo deInvestigación de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad del Atlántico, Sapiencia, Arte y Música (SAM); que ha sabido irrigar la semilla jazzística, cuyos frutos ya empezamos a saborear. AtlantiJazz es la entrada ideal para el gran mes del Jazz en nuestra ciudad. Luego vendrá la gran fiesta internacional de Barranquijazz.
Sin duda AtlantiJazz, es el evento abierto y gratuito que nos debía la Universidad Pública, a quien sí le corresponde generar este tipo de espacios. Finalmente, es la prueba de que a Barranquilla le hacen falta más festivales
musicales.
Manuel Dueñas Peluffo y Rafael Bassi Labarrera
sumario:
En AtlantiJazz las palabras claves son: inclusión, construcción, proceso
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