Domingo, Septiembre 11, 2016 - 00:00
En el año 1993 tuvimos la oportunidad de conocer a Justo Almario en el Festival de Jazz Bajo la Luna que se celebró durante los días 16,17 y 18 de diciembre en Cartagena. Luego de eso Justo ha continuado regresando en repetidas ocasiones a Colombia. Recordamos que la presentación de un grupo conformado por jazzistas colombianos residentes en el exterior, el cual lideró Almario en un histórico concierto en el Teatro Amira de la Rosa el 7 de septiembre de 1995 y que fue la semilla que germinó dos años más tarde como el Festival Internacional Barranquijazz.
Lógicamente, Justo Almario estuvo en la primera versión de Barranquijazz en 1997 en compañía del pianista Edy Martinez y el trompetista puertorriqueño Luis Perico Ortiz recordando los días en que hicieron parte de la banda de Mongo Santamaría.
Para el año 2000 los organizadores de Barranquijazz decidieron realizar un reconocimiento formal a este prestigioso embajador musical de Colombia, que para la ocasión vino acompañado por importantes músicos residentes en Los Ángeles entre los cuales se encontraban legendarias figuras del jazz como el bajista Al McKibbon y el conguero Francisco Aguabella. Completaban la nómina el veterano pianista Phil Wright, el timbalero chicano Ramón Banda y el joven trombonista Isaac Smith. Fue un justo y positivo homenaje a quien honores se merece, en esa tercera noche del Barranquijazz 2004 en el Salón Jumbo del Country Club, la vice-ministra barranquillera Katia González entregó la distinción otorgada por el Ministerio Nacional de Cultura.
Más recientemente en Barranquijazz 2006, Justo Almario actuó junto a su hermano musical el percusionista peruano Alex Acuña, el bajista cubano Carlitos del Puerto y el pianista bogotano Héctor Martignon. En una amena e informal conversación nos contó que el primer disco de jazz que escuchó en su vida lo escuchó en Barranquilla, cuando vivía con el maestro Jorge Rafael Acosta, padre del gran saxofonista de la orquesta de Pacho Galán, Alex Acosta ‘El Muñecón’.
«El Muñecón mandaba a traer discos de los EEUU y de vez en cuando le llegaban, porque era muy difícil en esos tiempos y recuerdo que una vez le llegó uno de Cannonball Adderley. Cuando lo escuché me alegré muchísimo. Se escuchaba el saxofón como a un pájaro al que le abrieron la jaula y sale a volar libremente. Eso fue como en 1955 y que ahora tengamos en Barranquilla un festival de jazz y que su nombre sea Barranquijazz, eso es un regalo de Dios. La primera música de jazz la escuché aquí en Barranquilla. Me alegra muchísimo saber que ahora los jóvenes barranquilleros tienen un espacio para conocer el jazz. Esa importante labor que viene desarrollando la organización del festival, no solo presentando los conciertos, sino ofreciendo talleres, «clínicas» y brindando la oportunidad para que esos grupos de jóvenes participen en el festival, es una importante motivación que impulsa a los muchachos a prepararse para participar. Eso, antes no sucedía y me halagan ser parte de este proceso, haber hecho mi pequeño aporte y espero que dentro de unos años me inviten nuevamente y vengan con mi bastoncito o en silla de rueda y el presentador diga: aquí Justo Almario otra vez con nosotros en Barranquijazz. En mi juventud no tuvimos esa oportunidad y nos toco emigrar a los Estados Unidos. Es difícil dejar la patria, es un sacrificio estar lejos de la tierra que uno quiere y añora. Ahora los niños y jóvenes tienen la oportunidad de conocer el jazz aquí mismo».
Radicado desde 1982 en Los Ángeles, Justo Almario es considerado uno de los pioneros de la fusión de la música colombiana con el jazz. Con alegría, recuerda sus pininos musicales.
«Me acuerdo de la orquesta de Pello Torres con los hermanos Montes. Ellos venían a tocar a mi casa y desde ese momento se me pegaron las cosas melódicas que tocaban. Esos porros, esas cumbias se me quedaron impregnadas para siempre y eso es lo que le da el estilo a mi música».
Desde muy pequeño, Justo dio muestras de su amor por la música, motivo por el cual su padre el percusionista Licho Almario se preocupó por su formación artística. «Mi padre me compró un flautín pequeño que le costó 40 centavos. A través de la amistad de mis padres con el maestro Jorge Rafael Acosta es cuando comienza mi educación musical. Me trajeron a Barranquilla a la casa del maestro Acosta. Él se da cuenta que me encanta la música y que tengo cierta aptitud, entonces me empieza a dar clases, ejercicios para que practique y se esmera en que estudie, que no pierda el tiempo».
Justo nació en Sincelejo el 18 de febrero de 1949. Luego de vivir en Barranquilla, siguió su formación en Medellín, donde llegó a fundar a los 15 años el grupo Los Bachilleres del Rítmo y a los 16 estuvo en el famoso Combo Dilido, cuna de músicos que años más tarde liderarían el desarrollo sonoro en Colombia, como Francisco Zumaqué.
«Llegue a Medellín y mi padre me inscribió en el Bellas Artes. Empiezo a estudiar con el gran maestro Gabriel Uribe. Al mismo tiempo hago presentaciones con la Italian Jazz orquesta en que trabajaba mi padre, en los intermedios. Allí fue que me entró la atracción por la música americana. Ellos tocaban temas de Glen Miller, Artie Shaw y me gustaban todas esas melodías y los músicos me querían muchísimo. Se esmeraban en enseñarme y llegaba a la casa a practicar. A mí me encantaba el instrumento, podía pasar con mi instrumento todo el día».
La primera vez que Justo Almario escuchó notas de jazz fue en Barranquilla, hacia 1955 en discos que llegaban de EEUU.
En el año 1965, Justo viajó por primera vez a los Estados Unidos haciendo parte de la orquesta Cumbia Colombia que iba a Miami a tocar varios conciertos. «Tenía 16 añitos y me invitaron a participar en una big band para varias presentaciones en Miami. Allí estaba Joe Madrid, que era un músico muy inquieto, un innovador. Ya para esos días él hacia unos arreglos estratosféricos, recuerdo un ... Se va el caimán bien jazzeado. Un músico empírico, un gran genio. Fuimos a Miami, tocamos y nos fue bastante mal. Lo bueno de ese viaje es que a los músicos nos dieron las tarjetas de residencias, al caerse el proyecto muchos de los músicos se quedaron. Yo me regresé, era muy joven. Pero siempre tenía la mira de estudiar jazz en los Estados Unidos».
Desde muy niño, sintió una atracción especial por los instrumentos de viento a los que asociaba con el canto de los pájaros. Justo se emociona al rememorar como se enamoro del saxo y como empezó a seguir seriamente la música de jazz. «A mí siempre de pequeño me gustaron los instrumentos que veía. Pero me llamaban más la atención: la flauta, el clarinete, el saxofón porque primero que todo era un sonido agudo y sobretodo el flautín, aunque estuviera la trompeta tocando y los tambores sonando ese flautín resaltaba. Recuerdo que Alex Acosta importaba discos de Charlie Parker y otros saxofonistas, en esos discos escuchabas el saxofón tocando como un pájaro, bien libre».
Complacido Justo reconoce que tuvo la fortuna de encontrar en su camino al Maestro Antonio Maria Peñalosa y al igual que Nelson Pinedo evoca con mucho cariño y agradecimiento su estancia con la orquesta de Peñalosa. «Cuando conocí a Peñalosa eso fue lo máximo en mi vida. Eso fue después del paseo con la Cumbia Colombia por Miami. Peñalosa era un gran maestro, exigente, muy estricto, no tenía la paciencia para la gente que no era seria con la música. Peña tocaba la trompeta con mucho sentimiento. Tocaba con un gran corazón, cuando tocaba era como si el cielo se abriera. Lástima que en el país, nunca se le dio el reconocimiento como trompetista. Fue uno de nuestros primeros jazzistas que podía improvisar como si fuera un norteamericano. Cuando conocía a Peñalosa ya tenía como 50 años. El Maestro Peña me decía Justo, tú tienes que irte, estás joven, te gusta, tienes condiciones. Vete a los Estados Unidos».
Haciendo honor a su nombre, Justo es justo en el reconocimiento a sus mentores e inspiradores regionales. «Siempre tuve grandes maestros: Juan Rafael Acosta, Antonio María Peñalosa, Pello Torres en Sincelejo. Nadie se hace solo, Dios te da el talento, pero lo mejor es que te manda las personas que te sirve de inspiración y guía».
La brillante carrera artística de Justo Almario es un ejemplo para nuestros jóvenes músicos. Al talento hay que unir pasión y disciplina para saber aprovechar las oportunidades cuando se presentan.
En 1971 cuando con todas las ganas del mundo se dedicaba a conocer los secretos del saxo en la prestigiosa Berklee School of Music, recibió una llamada de Mongo Santamaría, quien buscaba un saxo alto para una presentación en el Jazz Workshop Boston 71. «Al año y medio de estar viviendo en Boston, recibo una llamada de Mongo Santamaría que venía a Boston y necesitaba un saxofonista. Me invita a trabajar con él esa noche.
Eso fue a las 6 de la tarde y la presentación era a las 9 de la noche. Yo asustado. Se suponía que iba a tocar una sola noche, pero Mongo me pidió que me quedara toda la semana. Recuerdo que Edy Martínez era el pianista del grupo. Como era verano me fui con Mongo a Nueva York con el compromiso de regresar a Berklee, pero no regresé».
Con el conguero Mongo Santamaría grabo varios discos como director musical de su banda, llegando a presentarse en el famoso concierto de salsa del 24 de agosto de 1973 en el estadio de los Yankees de Nueva York.
Vale la pena señalar que el pianista era el cartagenero Joe Madrid. Entre los álbumes que grabó Justo con Mongo Santamaría, encontramos: Fuego (1973); Live at Yankee Stadium (1974); Ubane (1976); Mongo, Mongo (1978); Images (1980).
Luego de separarse de la banda de Mongo Santamaría, tocó con Freddie Hubbard, Willie Bobo, Charles Mingus, Machito y la cantante brasileña Tania María. Un dato valioso es que Justo asesoró a Mingus en la preparación del álbum Cumbia and Jazz Fusion.
CONQUISTANDO EL SALVAJE OESTE
En 1982 Justo se trasladó a California y se unió a la banda Koinoia conformada entre otros por el bajista mexicano Abraham Laboriel y el baterista peruano Alex Acuña. La palabra Koinoia significa comunión, grupo de amigos afines espiritualmente, en este caso motivados por dejar fluir su cristianismo a través de la música. El grupo Koinoia grabó tres exitosos discos y realizó seis giras por Europa.
Otro importante proyecto liderado por Justo Almario y Alex Acuña es el grupo Tolú, nombre que lógicamente se refiere a la playa situada a 30 millas del pueblo natal de Justo. La banda Tolú es una deliciosa reunión panamericana que incluye músicos de origen colombiano, peruano, puertorriqueño, cubano, venezolano y norteamericano, organizada en 1983 con e los jóvenes músicos Luis Conté, Óscar Cartaya, Humberto Ramírez, Michito Sánchez, John Peña, Joe Rotondi, quienes para esos tiempos se abrían caminos en el ambiente musical angelino. En 1998 grabaron su primer álbum Rumbero ‘s Poetry para el sello Tonga. Vale la pena destacar que el tema Giant Steps de John Coltrane que abre esa grabación se incluye en el disco compacto que acompaña al libro Latin Jazz La Combinación Perfecta editado por el Smithsonian Institution.
En su segundo trabajo discográfico titulado Bongó de Van Gogh, Justo y Alex vuelven a reunir a la crema nata de los músicos latinoamericanos que residen en Los Ángeles: Luis Conte (congas, cajón); Harry Kim (trompeta fluge); Ricardo Tiki Pasillas (timbales y percusión menor); John Peña (bajo); Joe Rotondi (piano); Michito Sánchez (bongo y percusión mayor y menor) y Arturo Velasco (trombón), para demostrarle definitivamente al oyente, en 11 temas, lo que es latin jazz.
El disco compacto Bongó de Van Gogh es una impecable producción, mayormente instrumental, que estuvo nominado a los Premios Grammy Latino 2003 en la categoría Mejor Álbum de Jazz Latino.
Justo Almario sigue siendo uno de los músicos más solicitados para grabaciones y grandes giras internacionales, acompañando a estrellas como Plácido Domingo, Luis Miguel y Jennifer López. Además, ha aportado música para las bandas sonoras de muchas películas, como Dirty Dancing y Mambo Kings. Su lista de colaboraciones en grabaciones cristianas es interminable.
La espiritualidad que irradia la música de Justo Almario emociona y contagia a las personas que tienen la fortuna de asistir a sus conciertos. Instrumentista de elevado nivel técnico que toca con lujo de competencia: saxo soprano, saxo tenor, clarinete y flauta, talentoso arreglista y jacarandoso interprete, entiende claramente que la principal función de la música es brindar alegría.
La última vez que estuvo Justo en Barranquijazz fue en 2011 cuando se presentó como invitado especial de la Atlántico Big Band en la noche inaugural y también acompaño al pianista brasilero Joao Donato.
Ahora regresa a la gran celebración de los 20 años de Barranquijazz con un tremendo escuadrón musical bautizado con justa razón como Latin Jazz Masters L.A. que está conformado por Justo Almario, dirección, saxo, flauta; Abraham Laboriel, bajo; Pete Escovedo, percusión; Julio Padrón, trompeta; Jimmy Brandley, batería; Airto Moreira, percussion y Kiefer Shackelford ,piano. Un auténtico All Stars. No se lo pierda.
Rafael Bassi Labarrera
sumario:
Barranquijazz recibie a este músico sincelejano con su proyecto Latin Jazz Masters L.A. donde se reúne con el bajista Abraham Laboriel, los percusionistas Pete Escovedo y Airto Moreira.
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