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Una cuestión de representación

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Domingo, Septiembre 25, 2016 - 00:00
“Tanto el Oriente como el Occidente son de Dios.”
 Corán, azora de la vaca, 115. 
 
Las calles de Estambul en invierno esperando ser recorridas en medio del silencio. La nieve y el barro que recubren las mezquitas y hacen del Bósforo un lugar más helado. La novela de Orhan Pamuk Me llamo rojo, publicada en 1998, nos sitúa de inmediato en el límite entre Oriente y Occidente en los tiempos del Imperio Otomano. Hace frío y desde las primeras líneas un muerto nos habla desde el más allá y relata su asesinato. La muerte de este hombre que fue iluminador de miniaturas para los libros del Sultán, desencadena el temor en los talleres de ilustración y coincide con el inicio de una investigación para hallar a su asesino. Al parecer, el estilo pictórico de los infieles está detrás de este homicidio y tres ilustradores más son sospechosos. 
 
Portada de la novela de Orhan Pamuk. Trad. Rafael Carpintero. Bogotá: Debolsillo, 2015. 611 págs.
 
Pamuk, novelista turco, recibió el Premio Nobel de Literatura en 2006 consagrándose como uno de los escritores contemporáneos más destacados de Oriente. Su obra se desenvuelve en el constante diálogo entre las dos culturas del mundo, aquellas que el Corán dice, pertenecen a Dios. Esta novela plantea la discusión alrededor del arte y, en especial, de la pintura, donde la tradición de los maestros antiguos (pintores persas, chinos y mongoles) seguida por los otomanos, se enfrenta con la tradición de los maestros francos (pintores venecianos). Para los musulmanes está prohibido representar el mundo tal cual como se ve, pues sería igualarse con la omnipotencia de Dios; en ellos no es posible la perspectiva ni la ilustración realista de la figura humana, todo debe pertenecer a las grandes historias fundacionales. Para los francos, por el contrario, la forma prevalece ante el significado, existe un estilo único en cada pintor y los ídolos aparecen plasmados en los lienzos. 
 
La historia del arte siempre ha sido pensada desde Occidente, pero con estas páginas sale a la luz un rostro que durante mucho tiempo ha estado oculto. Pamuk no nos defrauda al elegir la novela como forma de creación.
 
Sus personajes se construyen desde la individualidad a través de monólogos internos que van conectando la historia uno a uno. En este modo de narración existe la particularidad de ser interpelado y observado por ellos.
 
La línea aparentemente irrelevante entre escritor y lector se difumina. Seküre, Aceituna, el Diablo y el Perro, son personajes que reconocen al lector.  Este elemento metaficcional se hermana con la historia dentro de la historia al estilo del Quijote o de Las mil y una noches. Algunos de sus personajes toman historias de la tradición otomana y árabe para ejemplificar algunos de los temas centrales como el estilo, la muerte, el tiempo
y la ceguera. 
 
Me llamo rojo es la comprensión de Oriente y Occidente en una novela, la reflexión filosófico-poética sobre la pintura. Es observar los trazos delicados de los ilustradores con laminilla de oro, verse frente a frente con palacios erigidos sobre la sangre de los caídos, y también observar a lo lejos las mujeres morenas del  harem investidas de joyas por todo su cuerpo. Es una novela que deja un sabor de victoria al comprender la totalidad de sentidos que hacen de la literatura un universo. Oriente y Occidente no son tan distintos; finalmente nos congrega la condición humana. Todos sentimos amor, dolor, y miedo; entre nosotros existe la traición y la envidia. Sea cual sea el lugar donde hayamos nacido, o a la tradición cultural y religiosa a la que pertenezcamos, somos hombres capaces de imaginar y sentir. 
Ezequiel Quintero Gallego
sumario: 
Me llamo rojo, una reseña de la novela esencial del Nobel turco Orhan Pamuk.
No

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