Domingo, Octubre 9, 2016 - 00:58
La expectativa por su inminente llegada a La Habana tenía orígenes diferentes: Martin Fox, dueño del cabaret Tropicana, sabía que haber logrado contratar al cantante más popular en Estados Unidos en ese momento representaba además de un remarcable esfuerzo económico, un escalón superior en el camino ascendente del cabaret más exitoso entonces en toda Cuba: Tropicana. Los músicos amantes del jazz, que llevaban más de una década adorándole y siguiendo sin cesar las noticias de todo lo que hacía, sabían que tendrían la posibilidad –algunos– de verle en directo, y otros, al menos, saberle compartiendo el mismo espacio en el globo terráqueo al menos por unos días. Ninguno negaba la influencia que les hacía deudores de Cole, en primer lugar, la ejercida sobre los cantantes del feeling, como Leonel Bravet –a quien llamaban el Nat King Cole cubano–y José Antonio Méndez, y en pianistas como Samuel Téllez y Virgilio ‘Yiyo’ López, entre otros. Pero no solo Cole, sino también sus músicos impactaban con sus estilos respectivos a sus colegas cubanos. De modo que todos sabían que sería un hecho histórico.
Pianista extraordinario, Cole era desde hacía mucho un peso pesado en el género. Hasta que en febrero de 1956 la prensa comienza, insistente, a anunciar la inminente presentación del crooner en el cabaret Tropicana.
Póster que anunciaba la serie de presentaciones de Nat King Cole en el cabaret Tropicana.
Viajó acompañado de su esposa María Ellington Cole, su hija Natalie, que entonces tenía cerca de seis años, los técnicos de luces y sonido, y los músicos de su trío.
Cole ensayó en horario diurno a puertas cerradas con la orquesta de Tropicana, dirigida por Armando Romeu, y reforzada con violines sinfónicos.
El debut de Cole en Tropicana ocurrió el 2 de marzo de 1956. Cuentan –y las fotos lo atestiguan– que Cole entró a la pista de impecable smoking blanco con solapas negras. Dicen que cantó dieciséis canciones y descargó al piano, haciendo gala de su excelencia en el instrumento. Fue todo un éxito; la revista Show, especializada en el espectáculo, la calificaba como “inolvidable y de un impacto sin precedentes”. Solo un incidente parece haber empañado la brillantez del debut del King en La Habana: la elección de su alojamiento. Por su categoría, le correspondía el mejor hotel de la ciudad, pero esta vez –otra vez– el Nacional perdió la oportunidad de tener entre sus huéspedes de ese año al mítico jazzmen y cantante: era negro y allí no cabía.
Ante el éxito de su debut habanero, la gerencia de Tropicana no tardó en proponerle un nuevo contrato, y ya tan pronto como en septiembre del mismo 1956 se anunciaba en algunos medios el retorno triunfal de Nat King Cole al cabaret Tropicana, lo que se materializaría en febrero de 1957.
Al comenzar el año 1958 la situación en el país se tornaba ya complicada para el gobierno de Batista y los combatientes clandestinos, en particular, mantenían en vilo a las fuerzas policiales en la capital. Sin embargo, la prensa intentaba ignorar el estado de cosas y mostraba continuamente la cara amable de una Habana que aparentaba cantar y bailar alegremente, pero en realidad lo hacía sobre un polvorín a punto de estallar en un escenario donde aumenta la represión y el miedo.
Cole cumplía una agenda intensa, pero lo mejor estaba por venir. Ciertas fuentes afirman que fue durante un cocktail en Hollywood cuando Ramón Sabat, presidente y dueño del sello cubano Panart –concesionario de la Capitol–convenció al cantante para grabar en La Habana un disco completo en español, incluyendo algunos temas cubanos. Otras, que fue el propio Cole el de la iniciativa. Lo cierto es que el lunes 17 de febrero, en jornadas en que el cabaret recesaba sus funciones, Nat King Cole encaminaría sus pasos hacia el estudio Panart, de la calle San Miguel, entre Lealtad y Campanario, en el corazón del hoy barrio de Centro Habana, para iniciar el registro fonográfico de una serie de temas que devendrían clásicos en su discografía. Los músicos serían los mismos de la orquesta de Tropicana, guiados por la sabia batuta de Armando Romeu –¡así los habría impresionado estos ases en sus respectivos instrumentos!– y también lo acompañaría en los coros el excelente Cuarteto de Facundo Rivero (Los Rivero), a quienes Cole habría escuchado en sus intervenciones en el “show” de Tropicana.
“Llegábamos a las nueve y media. Entonces [Nat sugería]:“[Tomemos…] jugo de naranja con vodka”. Empezábamos una hora y media después… Nos pagaron 40 dólares [por sesión y por ensayo]; en esa época […]” –contó Bebo Valdés a su biógrafo sueco Mats Lundahl.
Según los registros documentales de los archivos de Capitol, ese primer día grabaron los temas María Elena, Lisboa Antigua (en inglés) y Acércate más (Come closer to me) (también en inglés). Al día siguiente Nat se sentó al piano para grabar en versión instrumental Tú mi delirio, uno de los clásicos de César Portillo de la Luz. Luego tocó el turno al chachachá El Bodeguero, y dos tomas de Come to the Mardi Gras. En una tercera sesión, jueves 20, registró, con el mismo acompañamiento, Te quiero dijiste, Arrivederci Roma y Quizás, quizás, quizás (de Osvaldo Farrés), con arreglo de Armando Romeu. El resto de los arreglos estuvieron a cargo de Dave Cavanaugh, siempre según la citada fuente sobre la discografía de Nat King Cole, ese mismo día grabarían también en La Habana y en los estudios Panart los temas mexicanos Las Mañanitas y Adelita, con el Mariachi de Alfredo Serna.
Bebo Valdés con Sarah Vaughan y Nat King Cole en Tropicana.
El King y su esposa, y la pareja de baile Ana Gloria y Rolando, junto al avión de Tropicana en los años 50.
Del trabajo con Nat King Cole en Tropicana y de las sesiones de grabación en La Habana, Bebo Valdés retendría en su memoria una anécdota que contó a su biógrafo, el sueco Mats Lundahl, que hoy deviene testimonio de primera mano: “Yo le decía: ‘Mira, Nat, tú tienes que decir Cachito’. Y nunca lo dijo. Dijo “Cachi-dou”. Le costaba mucho decir “Cachito” […] Siempre “Cachi-dou” y nunca “o”, sino “ou”.Esta observación de Bebo Valdés sugiere la posibilidad de que el tema Cachito se haya grabado por la orquesta de Romeu en La Habana y que finalmente la voz del King haya sido grabada de nuevo semanas después en Los Ángeles, como consta en los registros de la Capitol.
El disco Cole Español salió al mercado en 1958 con los temas grabados en La Habana. Su éxito aseguró a los productores la posibilidad de reeditar la experiencia un año más tarde, con la grabación del disco A mis amigos; y unos años después, en 1962, el tercero de esta suerte de serie latina: More Cole Español.
Bebo Valdés, otro grande, dejaría para todos nosotros sus impresiones acerca de aquel encuentro y aquellas noches de Tropicana junto al King:
Una de las cosas más grandes que yo he sentido en mi vida fue cuando Nat quería cantar en español […] La primera vez que llegó a Tropicana hicimos los primeros ensayos. Yo no toqué […] porque él tocaba su piano. [Cuando él cantaba] cogí las partes del piano […], pero a la hora del show yo no tocaba. Tocaba él”. “[…] No necesitaba introducción de orquesta […] Entraba allí cantando y después caía la orquesta”. “Tenía oído absoluto, que fue lo más grande que yo he encontrado en mi vida. Cantaba algo, cantaba, no me acuerdo, creo que “Route 66”, pero sin introducción alguna. Era un cambio de ‘A’ bemol a otro tono […] muy distante. Después habló y presentó a los músicos, y cantó completamente en el tono. No hacía introducciones en el espectáculo. El terminaba de cantar, aplaudían y empezaba directamente a cantar otra pieza en el tono que fuera… otro número sin… error, ni un cuarto de tono, ni arriba, ni abajo. Era clavadísimo, perfecto”. […] El artista
más grande con quien he trabajado.
Rosa Marquetti: investigadora y escritora cubana experta en la historia de la música de la isla. Ha participado en la investigación de las películas Chico y Rita, de Fernando Trueba, y del documental Old Man Bebo.
Rosa Marquetti
No