Sábado, Octubre 22, 2016 - 13:09
Lo que más impresiona en la obra de Alberto del Castillo es su interés en desentrañar para la imaginación el misterio de esos paisajes cósmicos que tanto han interesado a los seres humanos desde tiempos inmemoriales. De igual modo, su amor y respeto por la naturaleza, parecería que su pintura quisiera lanzar un salvavidas a los manglares y humedales, siempre en peligro de extinción por la voraz ambición de políticos inescrupulosos y urbanistas en busca de una rápida ganancia.
Del Castillo es un artista consagrado con una larga trayectoria que se remonta a sus primeros años cuando, ya egresado de la Escuela de Bellas Artes de Barranquilla, empezó a experimentar con grabados y cajas. Es sin duda un pionero en la utilización de la copia Xerox, cuando la mayoría de los artistas estaban aún explorando las disciplinas convencionales. Por medio del fotocopiado pudo divulgar sus dibujos, los cuales también intervenía para dar mayor significación a su trabajo gráfico.
Por aquella época enfocó el enigma de las cajas. Eran cerradas con elementos en su interior que despertaban la curiosidad de los observadores por las siluetas y sombras que se movían o insinuaban a consecuencia de sus efectos de luz. Además, esos vidrios esmerilados o corrugados eran la cortina que impedía detectar de manera precisa las figuras misteriosas que ocupaban aquellos espacios herméticos y silenciosos.
Pero ha sido sin duda la pintura la que ha reclamado con mayor intensidad su atención y disciplina. Tiene una secreta y complicada técnica para abordar sus obras. No es la tradicional de pinceles y caballete, sino que utiliza el engrudo y el monotipo para dar vida a sus composiciones. Durante una etapa significativa de su carrera artística la dedicó a una pintura de vistas espaciales, astros y astronautas que vagan en el espacio rodeados de planetas, asteroides y satélites en una vorágine de jirones, ráfagas, huracanes de colores y hasta ojos
que escudriñan el espacio sideral en busca del sentido de la vida.
Se podría especular que sus visiones galácticas son un pretexto para explayarse en esas corrientes cromáticas donde predominan el azul, el rojo y el blanco, en matices y combinaciones abstractas que sugieren la misteriosa inmensidad de la bóveda astral. Del Castillo quiere aprehender a través de esas interpretaciones el misterio del universo que siempre ha sido escurridizo para científicos y personas del común, logrando desde un punto de vista artístico, despertar nuestra admiración por la enérgica vitalidad que emana de sus pinturas cósmicas.
Una faceta reveladora de su pintura es aquella que se detiene en la Naturaleza. No se trata de paisajes sustentados por un realismo preciosista, sino por visiones que van del apocalipsis a la exaltación de la biósfera tropical. En algunas de ellas enfoca los manglares, esas franjas de agua salobre entre el río y el mar, refugio de fauna marina para desovar y reproducirse, verdaderas fábricas de vida en peligro de extinción.
En estas pinturas de sobrio colorido, Del Castillo denuncia a los depredadores que queman y destruyen esta densa barrera de contención natural que sirve para albergar a moluscos, cangrejos, ostras y mejillones. Los troncos y su complejo tejido de ramas y hojas de recia textura resisten las olas embravecidas de las tormentas marinas y el sol canicular de la zona tórrida. En estas obras, de vocación ecológica, el artista defiende el frágil equilibrio natural que sustenta la existencia humana y animal en nuestro planeta.
El artista cartagenero (1948) que vive y trabaja en Barranquilla desde 1970, también se interesa por esos humedales caribeños de rico sustrato orgánico que alimentan una vegetación silvestre de gigantescos árboles, entre ellos, el roble amarillo como generoso símbolo de resistencia ante las adversidades climatológicas en una época de calentamiento global y sus lógicas consecuencias. En ocasiones, lindando con la abstracción, se observan composiciones de rugosidades y nervaduras de un terreno volcánico propicio para la conservación del agua en medio de accidentes topográficos y masas cromáticas de sensuales matices y texturas.
La pintura de Alberto del Castillo ha sido invitada a participar en numerosos exposiciones colectivas e individuales, y recompensada con valiosos galardones y menciones, entre ellos, y quizás el más importante, el Primer Premio en el XXVII Salón Nacional de Artes Visuales en Bogotá por Alacena con zapatos, propuesta pionera del arte conceptual en Colombia, como integrante del grupo de arte experimental El Sindicato en 1978.
- De arriba a abajo, ‘Oasis azul en Calajarí’ y ‘Vertiente montañosa’, obras de 2004, autoría del pintor, nacido en Cartagena.
Eduardo Márceles Daconte: escritor, curador de artes visuales e investigador cultural, es autor de ‘Los recursos de la imaginación: Artes visuales del Caribe colombiano’ y de ‘Los recursos de la imaginación: Artes visuales de la región andina de Colombia’ (2010), libros de investigación plástica, así como de la novela ‘El umbral de fuego’ (2015).
Eduardo Márceles Daconte
sumario:
Un recorrido por la obra del artista Alberto del Castillo, a propósito de su muestra ‘Visiones sin fronteras’, expuesta en el Museo de Antropología de la Universidad del Atlántico .
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