El jazz colombiano, o hecho por colombianos, ha recorrido un largo trecho desde la conformación de la Jazz Band Lorduy, en Cartagena, considerada como la primera en el país cuando en 1923 fue fundada y dirigida por Francisco Lorduy Benito-Revollo, dedicada a interpretar música norteamericana hermanada con el jazz y ritmos cubanos. Le seguirían otras orquestas ‘tipo jazz band’ como la Jazz Band Bolívar, la de Emisoras Fuentes, en Cartagena; la Sosa Jazz Band, de Luis Felipe Sosa, y la Emisora Atlántico Jazz Band, de Barranquilla; la Orquesta A No. 1, en Cartagena, de José Pianeta Pitalúa; la Jazz Nicolás, en Medellín, de Nicolás Torres; la Ritmo Jazz Band, en Bogotá, de Alex Tovar…
Estas bandas primigenias de formato jazz band fueron agrupaciones de clubes burgueses y programas de radio, con poco o nulo interés de grabar, siendo escasas o inexistentes las grabaciones de jazz en sus años de formación. Lo importante fue que estructuraron el género en el país y demostraron que se podía hacer jazz con buenos músicos y buenos arreglos. Las big bands de la década del cincuenta en la época de oro de estas en Colombia –Lucho Bermúdez, Pacho Galán, Edmundo Arias, Alex Acosta, Antonio María Peñaloza, Adolfo Mejía– no grabaron jazz pero muchos de sus arreglos eran completamente jazzísticos, aunque en sus presentaciones tocaban estándares de jazz.
El lenguaje del jazz no les era extraño a líderes de bandas de porro más raizales como Clímaco Sarmiento, Rufo Garrido, Pedro Laza, Manuel Villanueva, Pello Torres, Alfonso Piña y Rubén Darío Salcedo. Esto se puede escuchar claramente en las grabaciones cuando utilizan pasajes antifonales –de llamado y respuesta–, propios de la estructura primigenia del jazz.
La magia de Al Escobar
El primer colombiano que grabó un álbum completo de jazz, en este caso de jazz afrocubano, sería el barranquillero Al Escobar, cuando en 1957 grabó en Nueva York el larga duración Escobar’s Rhythmagic - Al Escobar Afro-Cuban Orchestra (Cadence CLP-1021) con artistas internacionales. Regresaría en 1969 liderando ‘El nuevo sonido de Al Escobar’ con la orquesta de Tito Puente.
Siguiendo esta cronología debemos mencionar la grabación de 1961 del sexteto del español Luis Rovira –Philips 631807– que contó con la participación del colombiano León Cardona en la guitarra eléctrica.
En la misma década el pianista barranquillero Juancho Vargas, director artístico de Sonolux, grabó los álbumes Colombian brass (Sonolux LP 12-540) y Cumbias espaciales (RCA Victor LPC 53-102). El primero fue una adaptación al estilo de la Tijuana Brass, de Herb Alpert, de clásicos –¡en 1965!– de la música colombiana como La banda borracha, de Rafael Sánchez; Prende la vela, de Lucho Bermúdez, Guepa… je, de Edmundo Arias; Momposina, de José Barros, y más. Por su parte, Cumbias espaciales fue grabado con una big band de 20 músicos y coros, y presentó cumbias y temas internacionales con arreglos de jazz.
Antes de estas grabaciones, y como una muestra para los productores de la RCA Víctor, el Maestro Vargas organizó Juancho Vargas y su piano, con Armides Benítez en la batería y Jesús Zapata en el bajo. Este trío luego se volvió quinteto con Álvaro Rojas en el saxofón tenor y Fabio Espinosa en la trompeta, y grabaron en 1960 un sencillo titulado El jazz en Colombia (RCA Victor EP 56-061).
Es de destacar que la disquera Sonolux, durante estos años, publicó un álbum de Jaime Llano González y su Orquesta (Sonolux IES-63) con una versión rumba jazz de El cumbanchero, de Rafael Hernández, además con estándares de Woody Herman y Morton Gould, así como mambos, merecumbés y pasillos con una singular y dinámica influencia de jazz, que ahora se denominaría latin jazz.
En 1980 el trompetista, compositor, arreglista y maestro Antonio María Peñaloza, con el formato de banda de vientos, grabó para Sonolux un disco donde él mismo tocó todos los instrumentos a excepción del clarinete, que fue tocado por Omar Cañate. En el álbum Siete sabrosuras bailables y una vieja serenata costeña, se percibe una fuerte intención jazzística con complejas estructuras armónicas y rítmicas. El disco terminó siendo el legado musical de Peñaloza, considerado por muchos como el músico más importante en la historia del jazz en Colombia.
En las diferentes orquestas en las que trabajó tuvo a su lado a Pacho Galán, Nelson Pinedo, Leonor González Mina, Luis Uribe Bueno, Gabriel Uribe, Juancho Esquivel, Clímaco Sarmiento y Alex Tovar, todos reconocidos como grandes en la música colombiana y además lo recuerdan siempre como un gran maestro. Francisco Zumaqué, Justo Almario y Joe Madrid trabajaron en sus agrupaciones, y de una manera u otra lo reconocen como su padre musical.
Posteriormente, en 1984, llegó otra innovación con el álbum Macumbia, de Francisco Zumaqué, con la participación de jóvenes asignados a cambiar la escena jazzística colombiana de los próximos años: Antonio Arnedo y Juan Vicente Zambrano. Representó el punto de arranque de las nuevas tendencias que a través del jazz podía alcanzar la música popular nacional.
Una discografía reciente
Para continuar con esta reseña recurrimos a la Discografía del Jazz Colombiano, de Luis Daniel Vega, que entrega la cronología de grabaciones desde 1975 hasta 2016. En la fecha inicial nos presenta una grabación desconocida realizada por Polydor (2404323) llamada Mr Bugle - Letucce Salad, que contó con Eduardo Maya (trompeta, bugle), Gabriel Rondón (guitarra), Jorge Guarín (piano, órgano), Gustavo Castelar (bajo), Antonio Nieto (percusión) y Henry Castro (percusión).
Esta discografía de Luis Daniel Vega continúa con Macumbia, de Zumaqué, y se pasea por un listado de 193 grabaciones de jazz realizadas en Colombia en los últimos 40 años. Y a partir de 1984 algo comenzó a gestarse. El mayor investigador apareció en los noventa en la figura del saxofonista bogotano, graduado en el colegio de música de Berklee, Antonio Arnedo. Recreando la música de las dos costas colombianas con el jazz, su labor ha sido reconocida ampliamente. Sus versiones de cumbias y sus propias composiciones con conceptos vitales para el jazz impulsaron a que muchos músicos contemporáneos y jóvenes hurgaran en la tradición para lanzarse a la vanguardia con sus álbumes Travesía (MTM 018037- 2), Orígenes (MTM 018062- 2), Encuentros (MTM 018094- 2) y Hay otra orilla (BAU Records 1162).
El jazz afrocubano encontró revitalización en el país en 1995 con el regreso del pianista pastuso Edy Martínez después de un periplo de más de 20 años en Estados Unidos en el mundo del jazz, del jazz latino y de la salsa. Inició con Ray Barretto, prosiguió con Gato Barbieri, Eddie Palmieri y muchos más… Entre los jazzistas ha laborado con Dizzy Gillespie, Ron Carter, Billy Cobhan, Paquito D’Rivera, Arturo Sandoval, Chico O’Farrill… Según sus propias cuentas, ha participado en más de 200 producciones discográficas. Su álbum Privilegio marcó el inicio del jazz afrocubano y desde entonces son muchos los que se han aventurado por esos solares rítmicos.
Aunque no ha vivido por muchas temporadas en el país en las últimas décadas, Justo Almario, el saxofonista sincelejano, ha tenido una influencia notoria por su virtuosismo. Estudió en la prestigiosa escuela de música Berklee, de Boston. Se inició en el mundo afrocubano con Mongo Santamaría y ha trabajado con Tito Puente, Paquito D’Rivera, Cachao, Ismael Rivera y sus Cachimbos, Freddie Hubbard y muchos más. Sus obras Andeando, Street sax y Cumbiamba, que grabó con su grupo Tolú, junto al percusionista peruano Alex Acuña, son representativas de las intenciones de Almario para construir un nuevo jazz colombiano.
Con Zumaqué, Arnedo y Almario nació todo un movimiento musical que buscó crear un jazz colombiano enraizado en el folclor nacional. Y, en cierto sentido, esto se está logrando por caminos separados.
Lo que fue un comienzo tímido entre pioneros raizales ahora representa una fuerza asociada, agremiaciones, con festivales de jazz y grabaciones que se van consolidando y que pueden llegar a un promedio en los últimos días de 15 álbumes por año.