Domingo, Noviembre 27, 2016 - 00:00
Ha sido el doctor José Gregorio Hernández, un hombre rana, panadero gore, hombre de dolores, drag vampiresca, una florida farota, Santa Teresa de Jesús, o pieza de arte transportada en maquinaria pesada. El momposino Alfonso Suárez, padre de la performance caribe, regresa con un remake de su clásica pieza ‘100 por ciento frágil’, una puesta en escena que nos lo devuelve luego de ser etiquetado, rechazado, restaurado, anulado –como una mercancía deteriorada– por diferentes puertos del mundo. La misma muerte se resigna a no haber obtenido esa pieza de arte en la que Suárez se ha convertido a lo largo de los años. Luego de sortear los embates del cáncer, llega a esta Latitud para contarnos acerca de su esperado regreso.
Alfonso Suárez, camaleón performático.
P: Estuviste ausente de la escena artística debido a problemas salud. ¿Cómo fue este periodo y de qué forma influyó en tu percepción artística?
R: A finales de 2013 concluí mi tratamiento y en febrero de 2014 estrené una nueva performance. Durante La Carnavalada fui el artista homenajeado e invitado para la temporada de Carnaval. Ese corto periodo me permitió sensibilizarme más, fueron momentos fuertes, dosis de angustia que afloraron más ese arte que me habita. Reinterpreté mis clásicas performances, como ‘Visitas y apariciones’, donde me transformo en el médico José Gregorio Hernández, quien ahora se apropia del discurso sobre el cáncer que padecí. En pocas palabras, el arte me estimula, me sana, reconforta, me reanima y me alimenta… alimento que no nutre, no es alimento.
P: Regresas con una propuesta performática titulada ‘Vitrinazo No. 1’, pero en algunas imágenes promocionales agregas la frase “100% frágil”, ¿tiene que ver con tu clásica ‘performance’ del mismo nombre?
R: ‘Vitrinazo No. 1’ corresponde a ‘100% frágil’, el cual fue premiado en el XII Salón Regional de Artistas del Museo de Arte Moderno de Cartagena, y se estará realizando dentro de un espacio desocupado. El espectador o el transeúnte, si le interesa, lo podrá observar a través del vidrio del lugar. Se repartirán unos collages que corresponden al trabajo ‘100% frágil’, como también unos poemas del escritor barranquillero Rubén Darío Mejía, inspirados en la performance.
P: ¿En qué consistía tu intervención ‘100% frágil’ y en qué se diferencia de esta nueva propuesta?
R: Lo explico: yo voy introducido en una bolsa traslúcida de algodón, muy fina, de esas bolsas elaboradas para exportar e importar carne de res. Antes de ser metido dentro de la bolsa ya estoy envuelto y ajustado en 50 metros de cáñamo. En ese instante se me corta la respiración, luego se presenta un leve mareo y quedo desorientado. Tres personas ayudan a que ese cáñamo quede adherido a mi cuerpo. Me embalan como a un objeto, me etiquetan con sellos y estampillas de aduana. Estoy listo para ser transportado a la maquinaria, me convierto en una especie de mercancía. Los sellos portuarios dicen: entregado, recibido, rechazado, anulado, restaurado, urgente, cancelado, me transformo en algo 100% frágil. Es la denuncia viva del atropello ominoso del hombre contra el hombre. La época en que vivimos, inmersos en la corrupción y el caos, está aquí convertida en dolor vivo, en alarido. No solo denuncio, también exorcizo.
P: Tú trabajas con el cuerpo, que es materia frágil, ¿podríamos afirmar que esta ‘performance’ refleja tu estado actual?
R: Sí, esta performance refleja mi fragilidad corpórea. Refleja una experiencia que viví en Mompox a la edad de 6 años, cuando estuve atado de pies y manos en una silla, y tratando de escapar caigo sobre una pesada potera que me deja una marca para toda la vida en mi mentón. El golpe fue tan fuerte que las ataduras se aflojaron. En ‘100% frágil’ experimento el dolor, la angustia, la privación de la libertad. Me armo de una coraza corpórea y me convierto en un eco doloroso.
P: En retrospectiva, ¿cómo ves tu trabajo artístico?, ¿crees que se le ha dado a tu trabajo el reconocimiento que merece?
R: Está siendo reconocido, lentamente, pero está siendo reconocido. Nunca es tarde.
P: ¿Sigue siendo la ‘performance’ un arte ‘underground’, una rareza en el panorama del Caribe?
R: Todos quieren hacer performance, ya dejó de ser una rareza. Es una palabra que se utiliza para todo.
P: ¿Qué mensajes o qué intenciones guardan tus trabajos escénicos?
R: Establecer un lenguaje corporal que se comunique e identifique con el espectador. Atrapar al público, tal vez con el asombro, y entrar a dialogar con él.
P: Además de tus ya conocidas representaciones, elaboras piezas a las que llamas, sencillamente, “objetos”. ¿Qué relación guardan estos objetos con tu obra?
R: ‘Pesadillas de un hombre rana’, ‘100% frágil’, ‘El rivereño’, estas performances tienen objetos ensambles, incluyendo dibujos, y guardan coherencia con cada uno de ellos. Los objetos son los suvenires emocionales de la performance.
P: ¿Cuáles son tus referencias a la hora de intervenir algún espacio?
R: La referencia varía de acuerdo al tema de la performance. Por ejemplo, en ‘Visitas y apariciones’ los espacios que utilicé son netamente populares, muchas veces malolientes como el Caño de la Auyama. Una performance o acción artística es una muestra escénica muchas veces con un importante factor de improvisación en el que la provocación o el asombro y el sentido estético están presentes, jugando un papel principal. Esto se ha dicho muchas veces y yo lo reconfirmo: soy un cuerpo parlante.
P: ¿Qué es más frágil, el cuerpo o permanecer en el campo del arte?
R: Estamos en un momento en el que debemos saber pisar firme y con mucha seguridad. En el campo del arte con mucha más razón. Si te debilitas, si no crees en ti, estás aniquilado. Hay fragilidad hoy en día por todas partes, evitarla es la clave, ¿pero cómo? Cada uno lo sabrá.
P: ¿Qué nuevos trabajos preparas, qué hay en el horizonte?
R: Mucho en el horizonte y mucho en el ocaso. Una retrospectiva de performances, un libro de poemas llamado Prochis de luna y
decirle adiós, muy emocionado, a la fragilidad.
Suárez, en días pasados, en medio de su ‘performance’ ‘100% frágil’.
P: Estuviste ausente de la escena artística debido a problemas salud. ¿Cómo fue este periodo y de qué forma influyó en tu percepción artística?
R: A finales de 2013 concluí mi tratamiento y en febrero de 2014 estrené una nueva performance. Durante La Carnavalada fui el artista homenajeado e invitado para la temporada de Carnaval. Ese corto periodo me permitió sensibilizarme más, fueron momentos fuertes, dosis de angustia que afloraron más ese arte que me habita. Reinterpreté mis clásicas performances, como ‘Visitas y apariciones’, donde me transformo en el médico José Gregorio Hernández, quien ahora se apropia del discurso sobre el cáncer que padecí. En pocas palabras, el arte me estimula, me sana, reconforta, me reanima y me alimenta… alimento que no nutre, no es alimento.
P: Regresas con una propuesta performática titulada ‘Vitrinazo No. 1’, pero en algunas imágenes promocionales agregas la frase “100% frágil”, ¿tiene que ver con tu clásica ‘performance’ del mismo nombre?
R: ‘Vitrinazo No. 1’ corresponde a ‘100% frágil’, el cual fue premiado en el XII Salón Regional de Artistas del Museo de Arte Moderno de Cartagena, y se estará realizando dentro de un espacio desocupado. El espectador o el transeúnte, si le interesa, lo podrá observar a través del vidrio del lugar. Se repartirán unos collages que corresponden al trabajo ‘100% frágil’, como también unos poemas del escritor barranquillero Rubén Darío Mejía, inspirados en la performance.
P: ¿En qué consistía tu intervención ‘100% frágil’ y en qué se diferencia de esta nueva propuesta?
R: Lo explico: yo voy introducido en una bolsa traslúcida de algodón, muy fina, de esas bolsas elaboradas para exportar e importar carne de res. Antes de ser metido dentro de la bolsa ya estoy envuelto y ajustado en 50 metros de cáñamo. En ese instante se me corta la respiración, luego se presenta un leve mareo y quedo desorientado. Tres personas ayudan a que ese cáñamo quede adherido a mi cuerpo. Me embalan como a un objeto, me etiquetan con sellos y estampillas de aduana. Estoy listo para ser transportado a la maquinaria, me convierto en una especie de mercancía. Los sellos portuarios dicen: entregado, recibido, rechazado, anulado, restaurado, urgente, cancelado, me transformo en algo 100% frágil. Es la denuncia viva del atropello ominoso del hombre contra el hombre. La época en que vivimos, inmersos en la corrupción y el caos, está aquí convertida en dolor vivo, en alarido. No solo denuncio, también exorcizo.
P: Tú trabajas con el cuerpo, que es materia frágil, ¿podríamos afirmar que esta ‘performance’ refleja tu estado actual?
R: Sí, esta performance refleja mi fragilidad corpórea. Refleja una experiencia que viví en Mompox a la edad de 6 años, cuando estuve atado de pies y manos en una silla, y tratando de escapar caigo sobre una pesada potera que me deja una marca para toda la vida en mi mentón. El golpe fue tan fuerte que las ataduras se aflojaron. En ‘100% frágil’ experimento el dolor, la angustia, la privación de la libertad. Me armo de una coraza corpórea y me convierto en un eco doloroso.
P: En retrospectiva, ¿cómo ves tu trabajo artístico?, ¿crees que se le ha dado a tu trabajo el reconocimiento que merece?
R: Está siendo reconocido, lentamente, pero está siendo reconocido. Nunca es tarde.
P: ¿Sigue siendo la ‘performance’ un arte ‘underground’, una rareza en el panorama del Caribe?
R: Todos quieren hacer performance, ya dejó de ser una rareza. Es una palabra que se utiliza para todo.
P: ¿Qué mensajes o qué intenciones guardan tus trabajos escénicos?
R: Establecer un lenguaje corporal que se comunique e identifique con el espectador. Atrapar al público, tal vez con el asombro, y entrar a dialogar con él.
P: Además de tus ya conocidas representaciones, elaboras piezas a las que llamas, sencillamente, “objetos”. ¿Qué relación guardan estos objetos con tu obra?
R: ‘Pesadillas de un hombre rana’, ‘100% frágil’, ‘El rivereño’, estas performances tienen objetos ensambles, incluyendo dibujos, y guardan coherencia con cada uno de ellos. Los objetos son los suvenires emocionales de la performance.
P: ¿Cuáles son tus referencias a la hora de intervenir algún espacio?
R: La referencia varía de acuerdo al tema de la performance. Por ejemplo, en ‘Visitas y apariciones’ los espacios que utilicé son netamente populares, muchas veces malolientes como el Caño de la Auyama. Una performance o acción artística es una muestra escénica muchas veces con un importante factor de improvisación en el que la provocación o el asombro y el sentido estético están presentes, jugando un papel principal. Esto se ha dicho muchas veces y yo lo reconfirmo: soy un cuerpo parlante.
P: ¿Qué es más frágil, el cuerpo o permanecer en el campo del arte?
R: Estamos en un momento en el que debemos saber pisar firme y con mucha seguridad. En el campo del arte con mucha más razón. Si te debilitas, si no crees en ti, estás aniquilado. Hay fragilidad hoy en día por todas partes, evitarla es la clave, ¿pero cómo? Cada uno lo sabrá.
P: ¿Qué nuevos trabajos preparas, qué hay en el horizonte?
R: Mucho en el horizonte y mucho en el ocaso. Una retrospectiva de performances, un libro de poemas llamado Prochis de luna y
decirle adiós, muy emocionado, a la fragilidad.
John Better
sumario:
‘Performance’, fragilidad y regreso. Una entrevista al artista momposino, con motivo de su retorno a las lides del arte.
No