Domingo, Noviembre 27, 2016 - 00:00
![Peñaloza en la trompeta, magia del Caribe sonoro. Archivo.](http://revistas.elheraldo.co/sites/default/files/styles/606x330/public/2016/11/26/articulo/p2.jpg?itok=DvWJDCdL)
El próximo 25 de diciembre de 2016 se cumplen 100 años del nacimiento, en Plato, Magdalena, del trompetista, director de orquesta, arreglista y compositor Antonio María Peñaloza.
Peñaloza será eternamente recordado en cada Carnaval de Barranquilla ya que su composición Te olvidé se convirtió en el himno de esta magna fiesta. Hay que señalar que dicho tema fue menospreciado inicialmente por varias casas disqueras, al punto que Curro Fuentes se resistía a grabarla por considerarla muy larga.
Por los registros de prensa sabemos que Te olvidé salió prensado en disco para unas fiestas novembrinas en Cartagena y se impuso en el Carnaval de 1954 al lado del merengue dominicano A lo oscuro, de Ángel Viloria. Desde aquel carnaval de 1954 Te olvidé se mantiene vigente en la gran fiesta currambera.
Pero leamos el cuento como se lo contó el Maestro Peñaloza a Pepe Enciso para el documental titulado ‘Peñaloza, para que nadie… te olvide’.
«Un día en Bogotá me encontré con ese muchacho Curro Fuentes y me dijo que quería que yo le hiciera los arreglos de una música de José Barros. ¿Cuánto me cobra?, me preguntó Fuentes. Acordamos mil, o quinientos pesos, no recuerdo bien. Yo le hice cinco melodías y entonces él me contó que estaba un poco fallo de plata. Me dijo: ‘Oye, Peñaloza, ¿tú de casualidad no tienes por ahí un numerito tuyo?’ Yo le dije que sí. Cogí el tambor y le presenté el tema. Me dijo ‘Hombe, Peñaloza, eso no va. Eso es más largo que el himno nacional, eso no se lo aprende nadie’. ‘Bueno, no va, no va’, respondí. Como a la semana regresó al apartamento donde yo vivía y me preguntó si tenía otra cosa que no fuera ‘Te olvidé’. Le dije que eso era lo que había. Después añadió: ‘Lo que pasa Peñalosa es que tú eres muy fregao. Contigo no se puede. Si no tienes algo más entonces graba esa porquería’, fueron sus palabras finales. Al tiempo conozco a un señor español que era poeta, se llamaba Mariano San Ildefonso, y me dijo: ‘Maestro, yo por ahí tengo unas letricas’. Leí algunas de sus cosas, versitos, cositas así corticas y más bien ‘flojongas’, en pocas palabras, Ildefonso no era buen poeta porque yo le percibí muchos errores, pero había una cosa que me gustaba, aquel verso revelado me mostraba el anverso y el reverso de la vida, me gustó esa frase de ‘yo te amé con gran delirio de pasión desenfrenada, te reías del martirio de mi pobre corazón».
Te olvidé fue grabado por un combo que dirigía el mismo Peñaloza, quien hizo ese inolvidable solo de trompeta que identifica la versión original. El cantante de este clásico de la música popular fue Alberto Fernández, y contó con el respaldo rítmico del trío panameño de jazz Set Rose Cerros, y en la segunda trompeta el cucuteño Jorge Jiménez, más conocido como ‘Cantabonito’ por la belleza de su toque. Esa grabación fue realizada para el sello del cartagenero José María Curro Fuentes, quien se había desplazado a Bogotá, en 1953, buscando material de grabación para su pequeña industria fonográfica. En esas vueltas se encontró con Peñaloza y lo contrató para que le hiciera unos arreglos.
Dentro del anecdotario de Te olvidé se conoce que el cantante señalado para hacer la grabación era el valluno Tito Cortés, pero por cosas de la vida, ese día Cortés amaneció volando sin poder aterrizar, producto de una prolongada parranda la noche anterior. El sustituto fue entonces el cantante vallenato Alberto Fernández, quien años más tarde alcanzaría renombre nacional como primera voz del famoso trío Bovea y sus Vallenatos. El mismo Fernández nos recuerda algunos detalles de esa histórica grabación:
«En esa placa no hay timbaletas ni timbales, para que lo sepan. Lo que se oye son dos tumbadoras, ‘hembra’ y ‘macho’. La tumbadora ‘hembra’ tenía más volumen que la tumbadora ‘macho’ y mucha más profundidad en el sonido, como decimos nosotros, y es porque está tocada con las yemas de los dedos. Por eso ese sonido tan pastoso, tan bonito, cuando los músicos entran al inicio de la canción. Y se tocó así, con los dedos, porque Peñaloza era enemigo del palitroqueo, del uso de los palos y de esas cuestiones. El maestro marcaba el ritmo tocándolo en cualquier superficie de madera y los muchachos lo copiaban inmediatamente, él era un músico de oído. Recuerdo una vez que nos íbamos a presentar en el mismo escenario que Celia Cruz, quien visitaba por primera vez Bogotá acompañada por la orquesta de don Américo y sus Caribes, quizá una de las mejores orquestas que ha habido en Colombia. Antes de esa presentación, Peñaloza, pensando lucirse, le dijo a los trompetistas que se aprendieran el tema ‘Te olvidé’. Me dijo, ‘Fernández, apréndete esta canción, ve cantándola por estrofas’. Le dije que claro, pero que para grabarla la tenía que saber completa. Yo digo que las canciones de antes son más alegres que las de ahora porque se grababa música y letra de un solo. En cambio hoy las cosas se graban por sesiones, primero canto yo, luego se meten las trompetas, después el saxofón, después una que otra ‘carajadita’ por ahí, seguido viene el clarinete… así se hace todo hoy, mientras que ‘Te olvidé’ lo grabamos en un solo micrófono, y mire todos los instrumentos que están ahí presentes. El único que tenía un micrófono aparte era la percusión, el resto fue grabado con un solo micrófono, incluso mi voz. Para el solo de trompeta, Peñaloza mandó al resto de músicos a que le bajaran al sonido para darle relevancia a la trompeta cuando iba a hacer ese solo».
Antonio María Peñaloza fue un personaje polémico, de carácter recio, severo y exigente profesionalmente, una persona que por su carácter no podía pasar desapercibido, como afirma Mirta Buelvas, socióloga e investigadora del carnaval. Algunos lo apreciaban, otros le temían por sus juicios musicales implacables. En lo que sí se equivocan sus detractores es en menospreciar su genialidad musical. Allí yerran los necios que descalificaban a Peñaloza e ignoraban su valor sin conocer su formación musical. Era un formador de talentos al que recuerdan con cariño los músicos que tuvieron la oportunidad de contar con su tutoría, como era el caso del gran cantante Nelson Pinedo:
«Recuerdo que en un carnaval hicimos un par de presentaciones en el Country Club y en el Club Barranquilla. Acabó el carnaval y nos quedamos varados, ustedes saben cómo es el cuento aquí. Al tiro aparece un señor alemán llamado Juan Danielson, quien vino de Bogotá buscando a Peñaloza porque se lo quería llevar a lo que según él sería el mejor bar bogotano, el sitio se llamaba La Casbah, y deseaba tener al maestro para su lanzamiento. Peñaloza quedó encantado con la propuesta y le sugirió al alemán que para poder viajar tenía que ser acompañado por su bajista, un baterista y un cantante, ese sería yo. Entonces el alemán le propuso llevar al bajista y al baterista, ya que él disponía de varios cantantes en Bogotá, entre ellos un francés, un ruso y una chica argentina. De ahí nace esa anécdota hermosa que tengo con Peñaloza y que se la he contado a periodistas en el mundo entero, ya que él, sin pelos en la lengua, le dijo al alemán: ‘Si no va el carajito este –refiriéndose a mí–, yo no subo hasta allá’. Eso fue Peñoloza conmigo, además de su genio, cómo no estar agradecido con él infinitamente por su amistad. Peñaloza me hacia cantar en inglés, francés, italiano y portugués».
Igualmente complacido, el saxofonista Justo Almario reconoce que tuvo la fortuna de encontrar en su camino al Maestro Antonio María Peñaloza y, al igual que Nelson Pinedo, evoca con mucho afecto y agradecimiento su estancia con la orquesta del controvertido músico caribe.
«Un día el maestro me hace llegar la invitación para que me vaya a San Andrés Islas con él. Fue una gran experiencia, me uní a su formación que por entonces era bajo, batería, piano, trompeta, saxofón y un cantante. Tocamos en el hotel El Dorado, de la isla. Con ‘Peña’ aprendí mucho porque él era muy exigente en la música. Él me decía: ‘yo sé que tú sabes leer música, pero quiero que toques de oído…’ y pobre de ti si te equivocabas al interpretar alguna melodía que él te sugiriera porque el regaño era implacable, pero el maestro siempre me trató con mucho cariño, aprendí mucho con él y siempre me dio grandes consejos».
En junio de 1935 llegó Peñaloza a Barranquilla. Inicialmente tocó en burdeles del popular Barrio Chino, hasta que tuvo la oportunidad de entrar a formar parte de la famosa Orquesta Sosa y más tarde de la Orquesta Filarmónica de Barranquilla, bajo la dirección del Maestro Pedro Biava. Estudió en el Conservatorio de Música del Bellas Artes y conoció los secretos de la composición y los arreglos jazzísticos.
«Yo me metí al jazz de lleno, quizá fui el primer músico en Colombia que tocó jazz. Solía escuchar a grandes del género como Glen Miller, Benny Goodman o Tommy Dorsey, aprendí mucho de ellos, fueron una gran influencia para mí», recordaba Peñaloza.
La obra musical de Peñaloza se encuentra dispersa en discos de 78 rpm que con el paso de los años se han convertido en auténticos tesoros de colección. Valdría la pena que alguna institución cultural se diera a la tarea de recopilar sus grabaciones o apoyara la recreación de la música de Peñaloza con una gran banda de estrellas colombianas. Peñaloza era tan perfeccionista que sus últimas grabaciones, llevadas a cabo en los años 80 para Sonolux, fueron hechas prácticamente por él solo. Hay un larga duración titulado Siete sabrosuras bailables y una vieja serenata costeñas, que merece ser estudiado en las academias de música del país. Allí Peñaloza ejecutó casi todos los instrumentos y grabó pista por pista. Era un excelente narrador oral que recordaba diálogos relacionados con su peregrinaje artístico, pero lo que más le gustaba relatar era su llegada a Barranquilla y el ambiente musical que se vivía en la ciudad en esa época.
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Peñaloza (centro) protagonista y testigo de la época dorada de la música costeña.
«Yo viví en muchos pueblos del Caribe y traía mucha influencia de la música de los lugares donde había vivido, pero en ciertos círculos era una música que no se tocaba, se consideraba inmoral, de mal gusto. La sociedad barranquillera, por ejemplo, prefería bailar inclusive música cubana. No tocábamos porros porque era considerada música de negros, música para la plebe, lo cual era una estupidez completa. Se me viene a la memoria un carnaval en que vino la orquesta Casino de la Playa a una de esas famosas fiestas de los clubes. En una de esas orquestas invitaron a una comitiva del Club Cartagena, y en esa comitiva traían una formación cartagenera con marimbolas y trompetas, y ellos tocaron porro en ese baile de carnaval, tocaron el porro ‘La vaca vieja’ y después tocaron ‘Vicentico Martínez’, un porro de Lucho Rodríguez Moreno, eso fue lo primero que se oyó esa vez en Barranquilla».
En un conversatorio celebrado en la Casa del Carnaval, el día 6 de febrero de 2014, resaltaba el profesor Libardo Berdugo el carácter social de algunas composiciones del Maestro Peñaloza, entre las cuales se cuenta la satírica Media vaca, en la que Peñaloza, en un relato irónico y descarnado, se burlaba de los alcaldes de los pueblos Zapata y Mulatos, apenas separados por una pequeña quebrada y que grabada en la voz de Matilde Díaz con la orquesta de Lucho Bermúdez, por los años 50, fue un gran éxito: “El Alcalde de Zapata / en uso de facultades legales / y considerando que al pueblo de Zapata / le basta con media res / resuelve: artículo único / mátese media vaca. Y al Alcalde de Mulatos lo ridiculizaba: El Alcalde de Mulatos / en uso de facultades legales / y considerando que un Tigre se pasea / de noche por la región / resuelve: artículo único / mátenlo como sea”.
Otra importante composición de Peñalosa es la opereta Chambacú. Berdugo, compañero de lides sociales del Maestro Peñaloza, afirmaba:
«Para hablar del Maestro Peñaloza hay que hacerlo desde diferentes facetas. Mucha gente lo recuerda como el músico irreverente, el personaje crítico, inquieto, pero él fue mucho más que eso, fue ante todo un artista, un autor, un compositor. También tenía sus ideas políticas y su pensamiento sobre la realidad colombiana, no era un músico cualquiera. Sabemos que Lucho Bermúdez se codeó con las élites sociales colombianas, al igual que Rafael Escalona. El Maestro Pacho Galán no lo hizo porque no quiso hacerlo, tal vez por su manera de ser, pero Peñaloza no lo hizo por conciencia social. Era muy consciente, un crítico del sistema social colombiano.
Esa posición la manifestaba en Sayco y en el seno del profesorado de Bellas Artes. Y desde el punto de vista musical tengo que señalar que Peñaloza era un completo multi-instrumentista. No solo tocaba bugle y percusión, también le jalaba a la tuba, al bombardino, al corno, piano, guitarra, lo que le permitía moverse con autoridad al criticar a cualquier intérprete. Era muy sensible con las interpretaciones de su obra. A pesar de que no estudió pedagogía, Peñaloza era un pedagogo, y lo demostró cuando entró a laborar en el Bellas Artes. Él cambió la historia del conservatorio porque en ese entonces no se permitía tocar música folclórica, los estudiantes no podíamos tocar porro, o cumbia… se estudiaba con métodos alemanes, y con Peña eso cambió pues comenzamos a estudiar folclor y nos inculcó que teníamos que vestir nuestra música de frac».
En ese conversatorio, el Maestro Arlington Pardo nos recordó al Peñaloza investigador de las músicas tradicionales, proyecto que había iniciado con el pianista Joe Madrid en los tiempos de la orquesta La Secreta, cuando recorrieron los pueblos ribereños para beber directamente de las fuentes folclóricas.
«A Peñaloza lo conocí en el año 1985, cuando llegué todo desorientado a Bellas Artes. Venía tocando tambores y me tropecé al Maestro Peñaloza, que era el único que hablaba de cosas diferentes en el conservatorio, ya que los demás profesores solo hablaban de música clásica. Se convirtió en mi salvador. Encontré en Peñaloza un gran valor humano, una persona generosa, preocupada todo el tiempo por la música y la cultura de nuestro país. Tuve la fortuna de acompañarlo, desde La Guajira hasta Montería, recopilando material para el proyecto “Las músicas del Caribe colombiano”, que buscaba preservar nuestra memoria musical tradicional».
Genio y figura, hasta la sepultura. Peñaloza, a pesar de su edad, fue hasta el día de su partida un hombre lleno de ideas. Los que tuvimos la fortuna de compartir con él siempre lo recordaremos más allá de su carácter explosivo e irreverente. En esta conmemoración del centenario de su natalicio solo nos resta agradecer al Maestro por ese himno del carnaval y que tenga la seguridad de que los auténticos espíritus carnavaleros nunca lo vamos a olvidar cantando, hasta la ronquera el inmarcesible Te olvidé.
«El pueblo de Colombia, a nivel musical, tiene derecho a comerse un ‘filet mignon’, una langosta a la termidor, unas ancas de rana a manteles largos, y no darle arroz, yuca y ñame, que es lo que le estamos dando al pueblo».
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Antonio María Peñaloza, con la ministra de Cultura Araceli Morales, en un homenaje realizado al maestro.
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Antonio María Peñaloza y su esposa, en el centro de Bogotá, en una foto del álbum familiar.
Rafael Bassi Labarrera
sumario:
Una semblanza a varias voces sobre este genial músico, fundamental para comprender la modernidad musical de nuestro país, en el primer centenario de su natalicio.
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