Domingo, Enero 22, 2017 - 14:57
La primera vez que escuché acerca de Patti Smith fue hace casi diez años en un capítulo de la serie documental “Seven Ages of Rock” (Siete Eras del Rock), transmitida por el canal VH1. La apodaban 'La madrina del punk' y destacaban su particular forma de mezclar poesía, rock and roll y rebeldía años antes de que los Sex Pistols y los Ramones agitaran al ritmo de sus indisciplinadas canciones las calles de Londres y Nueva York.
La más reciente noticia que tuve respecto de Patti fue su emotiva (y dos veces interrumpida) interpretación del clásico de Bob Dylan A Hard Rain’s a-Gonna Fall en la ceremonia de entrega del Premio Nobel de Literatura a dicho cantante, el pasado 10 de diciembre. “Me disculpo. Lo siento. Estoy muy nerviosa”, dijo ella ante el público de Estocolmo tras haber olvidado la letra de la canción para luego pedir gentilmente a la orquesta comenzar de nuevo. Ese traspié durante su presentación, lejos de restarle seriedad al homenaje, probablemente lo hizo más real y sentido para quienes, como ella, encontraron en la música y las palabras de juglares como Dylan el coraje y el sentido consagrar su vida a la creación artística.
Y es que Patricia Lee Smith, nacida en Chicago hace 70 años, a diferencia de otros ídolos contraculturales de su generación que percibimos intocables y distantes en medio de su grandeza, ha ostentado siempre un perfil accesible a pesar de haber alcanzado el estatus de leyenda viva por haber plantado el germen de un movimiento tan importante en la historia del siglo pasado como lo fue el punk. Lo cierto es que hasta la fecha, artistas que van desde Kurt Cobain hasta Lady Gaga, han sido influenciados por su fiereza.
De cualquier modo, quizá lo que más se conozca de su obra es la polémica frase inicial de su canción Gloria, que dice en español: “Jesús murió por los pecados de alguien, pero no míos”. Al final de aquella primera estrofa de Gloria, Patti reza: “Mis pecados son míos, me pertenecen a mí”. Es al interiorizar esa frase que se comienza a comprender un poco mejor la importancia de su mensaje, porque ella nunca ha sido una rebelde sin causa.
No era una nihilista, ni trataba de ser profana. De hecho, en recientes entrevistas aclara que nunca ha pretendido ser punk y que su música en realidad no se ajusta para nada a los parámetros de ese género, al ser más bien una experimentación entre los límites de la interpretación/improvisación poética y el rock. Lo que ella no puede negar es que con su inusual voz –que desde su primer álbum suena espontáneamente salvaje y desgarrada–, construyó un puente entre dos eras.
Lo trascendental entonces en su obra (tanto literaria como musical), es el hecho de que buscó romper paradigmas antes que meramente incitarnos a romper cosas. Guiada por una gran sensatez, tuvo desde su juventud la convicción que responsabilizarnos por nuestras acciones es el primer acto de empoderamiento, probablemente uno de los más liberadores de nuestra conciencia.
“Yo aspiraba a ser honesta, pero no me sentía así. ¿Por qué dedicarme al arte? ¿Para realizarme o por el arte mismo? Parecía autocomplaciente contribuir a un sector ya saturado a menos que se ofreciera la iluminación”, también menciona en uno de los pasajes de Just Kids (uno de sus libros autobiográficos) al referirse a las constantes reflexiones que tuvo cuando decidió mudarse a Nueva York para encontrar su vocación. Lo que hizo durante los siguientes años fue explorar diferentes disciplinas hasta fusionarlas y afirmar su independencia. Aferrarse en el poder transformador del arte, que en últimas se convirtió en su único credo y su mayor legado.
Por otra parte, y lejos del cliché de la estrella de rock arrogante, hedonista y con problemas de adicción a las drogas, Patti Smith confiesa haber conservado un carácter reservado y haberse mantenido alejada del abuso de estupefacientes, tan común en el ambiente en que la rodeaba en Nueva York. Tampoco idealizaba tales excesos y de hecho, en algunos pasajes de Just Kids denuncia los estragos de los narcóticos en su entorno durante los 60s y 70s. Así se refiere a la clientela de Max’s (restaurante entonces frecuentado por la élite de Andy Warhol, Janis Joplin y demás íconos del momento):
“Max’s tenía un glamour tan enigmático como cabía desear. Pero por su arteria principal fluía la sustancia que terminó acelerando su mundo y derribándolos a todos, el speed. Las anfetaminas exacerbaron su paranoia, los despojaron de algunas de sus facultades innatas, les robaron su seguridad e hicieron estragos en su belleza”.
Su visión de la escena artística entonces está más abocada a la entrega de un mensaje, antes que simplemente ejecutar un show para su audiencia y convertirse en una atracción más. Estuvo, desde sus comienzos, en contra de convertirse en un personaje excéntrico tan solo para ganar adeptos, de modo que su sencilla consigna ha sido ser plenamente libre, ser ella misma sobre el escenario, sin necesidad de alter egos.
También dejó huella en la historia a través de la universalmente célebre andrógina portada de su disco debut Horses, que la muestra con una camisa blanca, tirantes y chaqueta negra en el hombro, emulando a Frank Sinatra. Esa sugestiva imagen se trataba tanto de un homenaje al cantante, como de un retrato mediante el cual Patti se mostraba ambigua y enigmática, ayudada de la mano talentosa de su amigo Robert Mapplethorpe, quien tomó esta fotografía. Igualmente, continuaría entregando himnos inspiradores como People Have The Power, publicada en medio de la guerra fría entre Estados Unidos y la Unión Soviética.
La llamada ‘madrina del punk’, entonces, nunca ha sido irreverente del modo dramático y tradicional, sino a través de un sofisticado lenguaje que es a la vez poético y muy terrenal. Hoy, siendo ya madre y abuela, sigue dando shows, publicando libros, ejerciendo como una figura iconoclasta y llena de sabiduría. Es preciso celebrarla como una de las primeras mujeres que brilló con luz propia sobre los escenarios del ambiente rockero, tradicionalmente dominado por hombres. Aunque, de cualquier forma, su manera de abordar su naturaleza femenina ha sido tan peculiar y poderosa que se podría decir que justamente uno de sus mayores logros es que ha sido demasiado auténtica para ser definida por su género sexual o musical.
Laura Camargo
sumario:
Perfil de una de las más legendarias sacerdotisas del rock.
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