Domingo, Enero 22, 2017 - 15:12
A La Isla se puede llegar en canoa, en bicicleta, en carro o a píe. El viaje siempre será más corto en canoa, y al ritmo del agua, como suele viajarse a las islas. Por tierra, aunque cerca, hay que dar varias vueltas entre las trochas antes de llegar.
La Isla no queda muy lejos de los edificios representativos de Barranquilla. Está justo ahí en el límite con el río Magdalena. Sin embargo, no es el lugar que prefieren los habitantes de Barranquilla, o los turistas. No es un sitio que despierte admiración o que aporte reconocimientos a la capital. No es motivo de orgullo alguno. Es una isla diferente. Triste. Casi invisible.
En contraste, las sonrisas de los niños, la humildad sincera de cada rostro, el sonido alegre de los juegos infantiles y la amabilidad de sus gentes, hablan de la humanidad de La Isla, de aquellos campesinos de la ciudad que viven en medio del río Magdalena, el caño de La Auyama y el caño de Los Tramposos.
Allí, habitan más de 130 familias desplazadas de distintas regiones del país. Hay hogares de Bolívar, Magdalena, Sucre, Córdoba, Santander y el Eje Cafetero que llegaron a este sector desplazados de sus territorios.
Casi todo hace falta en La Isla. Desde servicios básicos hasta alimentos para los niños. Desde puertas con cerradura hasta camas para dormir. Desde vacunas hasta salud. Desde empleo hasta padres de familia. Por fortuna, lo que no falta en La Isla, gracias al trabajo inspirador de una bibliotecaria pública, son lecturas para vivir y para soñar: allí –por lo menos cada ocho días– hay libros, hay lectores, hay talleres artísticos, hay juegos, hay letras, hay biblioteca pública, gracias a Rosiris Reyes.
Rosiris es la coordinadora de la Biblioteca Infantil Piloto del Caribe. Una bibliotecaria con más de 11 años de experiencia al servicio de la biblioteca pública. De sus ideas han surgido múltiples programas de promoción de lectura y de extensión bibliotecaria porque es una convencida de que “las bibliotecas no son esos cuatro muros que encierran libros en un espacio intocable, sino instituciones que deben salir y atender las necesidades de sus gentes y de sus barrios vulnerables”.
La Biblioteca Infantil Piloto del Caribe, que pertenece a la Biblioteca Piloto del Caribe, es vecina de La Isla. Están separadas –isla y biblioteca– por el caño de La Auyama y por el barrio Barlovento, en plena Comuna 10 de la ciudad. Desde hace siete años –y sin falta– esta Biblioteca visita semanalmente La Isla en un servicio de extensión bibliotecaria en la que se destaca la calidad humana y social.
“Érase una vez una Loma, una Isla”, en Barranquilla
Un día, cuando llevaba cuatro años al frente de la biblioteca y al ver que estaba rodeada de población vulnerable, Rosiris se hizo a la idea de salir de su espacio, de ingresar a La Isla y de crear un programa para esta comunidad.
“Yo me enteré, que existía una isla en Barraquilla donde vivían personas en condiciones muy tristes. Supe que esta población no tenía nada y que esa también era mi responsabilidad. Nuestra biblioteca estaba muy cerca de La Isla y no estábamos haciendo nada por sus habitantes”, recuerda.
Desde aquel entonces, y gracias al apoyo de un líder comunitario, cada ocho días, con libros, juegos, títeres, imágenes, historias, danzas, manualidades, pinturas, meriendas, psicólogos, docentes y promotores de lectura, Rosiris lleva la biblioteca pública a las “playas de La Isla”, en el marco del programa institucional “Érase una vez una Loma, una Isla”.
“Érase una vez una Loma, una Isla” ha querido escribir –desde hace siete años– una historia distinta con estas dos comunidades. El propósito de Rosiris es escribir muchos cuentos de ilusiones con los otros barrios vecinos de la Biblioteca Infantil Piloto del Caribe: Barlovento, Barrio Abajo, Montecristo, Villanueva, Rosario y Brisas del Río.
Durante las primeras semanas de su proyecto, Rosiris viajaba a La Isla con libros para todos los niños y actividades lúdicas, recreativas y de promoción de lectura. Con el tiempo, no solo eran los niños quienes participaban del programa, sino los jóvenes, las madres, y los más adultos.
Paso a paso convenció a unos y a otros de la importancia de esta historia que estaba escribiendo. La Universidad del Norte y una importante empresa de alimentos de Barranquilla se vincularon al proyecto de la Biblioteca Infantil Piloto del Caribe en La Isla. Esta iniciativa cuenta por ello con practicantes que apoyan en labores de promoción de lectura, recreación, docencia y atención psicosocial, y con meriendas para cada niño participante.
Además, muchos amigos personales de Rosiris Reyes se han sumado a esta causa: sillas, cobijas, materiales para talleres, mesas, alimentos y hasta vacunas han llegado a La Isla gracias a su solidaridad.
Al programa asisten 85 niños, de los cuales cuatro pertenecen al Semillero de Lectura de la Biblioteca Infantil Piloto del Caribe, por sus capacidades intelectuales y por su sensibilidad humana: Álex, Juan, Norma y Sheila hacen parte de un este selecto grupo de niños entre los 10 y los 12 años que aman las letras y las artes y que promueven la lectura en hospitales, cárceles, ancianatos, parques y otros barrios vulnerables de la capital del Atlántico, bajo la tutoría de Rosiris Reyes.
Durante estos siete años de extensión bibliotecaria, Rosiris ha vivido desde los momentos más felices hasta los más tristes de su trabajo en este lugar, recibiendo las mejores lecciones como bibliotecaria pública y como persona; este lugar seguramente no saldrá nunca ni de su corazón y ni de sus pensamientos. Rosiris, como Marini –el protagonista de La isla a mediodía–, “supo sin la menor duda que no se iría de la isla, que de alguna manera iba a quedarse para siempre en la isla”.
Henry García Gaviria
sumario:
En la única isla de Barranquilla, una biblioteca pública desarrolla hace siete años un programa de extensión bibliotecaria que lleva lecturas a los niños y las familias que habitan esta zona vulnerable de la ciudad.
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