Domingo, Febrero 5, 2017 - 10:15
“El más grande poeta del siglo XX en cualquier idioma”, decía García Márquez de Pablo Neruda. “Un gran mal poeta”, lo definía el poeta español y premio Nobel de Literatura Juan Ramón Jiménez, calificativo que repetía el profesor y periodista cultural Campo Elías Romero en su columna “La próxima”. Y aunque es un personaje que suscita encontradas opiniones sobre su persona y posiciones políticas, no es así sobre su poesía. Lo que está claro es que con Gabriel García Márquez y Jorge Luis Borges, este poeta es uno de los tres nombres universales de la literatura latinoamericana.
Por eso la película Neruda, del director chileno Pedro Larraín, concitó tanto interés y hubo una gran presencia del público para verla. El film se encuentra nominado para el Óscar. Al salir de la proyección hubo opiniones diversas. Que la historia fuera contada por el policía que perseguía al poeta era un logro –en una gran actuación de Gael García–; que el mejor momento fue cuando el cantante de ademanes afectados le decía al policía que él no podía entender la comunicación entre los artistas; que la persecución era ideada por el mismo poeta, como le dice Delia del Carril al perseguidor (una especie de cuento borgiano como “Tema del traidor y del héroe”). Y así, toda clase de interpretaciones se dieron en los corrillos de un público entusiasta. En la película se presenta a un poeta sibarita, amigo de la buena vida, sensible y conmovido ante la miseria, comunista
convencido, y ya para ese momento un hombre cuarentón, famoso y senador en el parlamento chileno.
Las presencias en el filme de dos de las esposas nos indica hitos en la vida del poeta. Con la primera, la neerlandesa María Antonieta Haagenar –Maruca para el poeta– tuvo una hija enfermiza que murió niña, y con Delia, la Hormiguita, se casó después en México. Uno de los cargos que el gobierno de Gabriel González Videla trató de emplear contra el poeta fue el de bígamo. Maruca, a quien el régimen trató de utilizar, en el film, al contrario de lo pedido, hace por la radio una declaración de amor al poeta. Era una mujer de casi dos metros, dicen los que la conocieron. Roberto Ampuero, escritor chileno, en El caso Neruda, una novela policíaca, habla de un posible hijo del poeta en un lance amoroso en México. El detective contratado por Neruda descubre en la novela que la hija es una bailarina de ballet en la Alemania Oriental (tuve que explicarle a mi sobrina nieta de qué país estaba hablando).
Delia del Carril, al parecer mayor que él, aparece en el film y lo fue, como alguien que lo acompañó en las verdes y las maduras. En su huida, el dueño de la estancia al sur del país –en la vida real amigo del presidente González Videla– lo ayudó a huir. También se dice que el servicio secreto sabía de todos los pasos del poeta, pero la orden no era detenerlo sino hostilizarlo. En algún momento estuvo a un paso de ahogarse al pasar por un lago, lo que se muestra en el film. Uno de sus biógrafos comentaba lo gordo que estaba para entonces y sugería que podía haber escrito “Confieso
que he comido”.
En el exilio, y aún sin separarse de la Hormiguita, se empareja con Matilde Urrutia. Escribe Los versos del capitán, sin firma, y da paso a miles de comentarios sobre quién podía ser ese gran poeta desconocido. En los círculos del Grupo de Barranquilla se comentaba que, al traducirse y publicarse al italiano, Néstor Madrid Malo, nuestro embajador en Italia, decidió traducirlo al español.
Neruda sigue siendo noticia, y Larraín demostró por qué es uno de los directores más interesantes hoy en día.
Ramón Illán Bacca
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