“El carnaval de Barranquilla de 1959 era antes que nada el primero realizado bajo el Frente Nacional: el liberal Alberto Lleras Camargo había asumido la presidencia el 7 de agosto de 1958 en el marco del sistema bipartidista y Colombia parecía entrar en una era de paz: el carnaval podía representar la reconciliación. Obviada por la Violencia, la ciudad se holgaba de ser una excepción al plan nacional (…) Conforme a su pasado y a su porvenir, el carnaval de 1959 también ostenta el sello de las circunstancias nacionales”.
De esta manera despega el admirable trabajo de Jacques Gilard sobre el reinado de la más destacada narradora colombiana de todos los tiempos, la reina del Carnaval de Barranquilla Marvel Moreno Abello, Marvel Luz 1ª. Esto nos da, de entrada, una idea de la dimensión épica de la gran fiesta popular barranquillera este año, con el país sumido en plena violencia. El investigador europeo se ha fijado detenidamente en el agónico forcejeo de la reina defendiendo a capa y espada su fiesta, la del pueblo, ante una amenaza de la que la élite criolla ha intentado borrar todo vestigio. De una parte, intentando en vano ocultar la brillante luz de la obra literaria de la reina rebelde. En Barranquilla no se edita su obra aun hoy, antes se la mira de soslayo con un justificado temor: el de las señoras bien a la vista de la efigie contestataria que había sido expulsada del colegio conventual de Nuestra Señora de Lourdes al preconizar en el aula, ante una monja y sus compañeras de clase, la teoría evolucionista de Charles Darwin.
Afirma Gilard que “lo que la prensa dice del carnaval trasunta el control oligárquico”, detalle ostensible en el Diario que desde el nacimiento de Marvel Moreno (1939) llevara doña Berta Abello, “modelo de mentalidad colonial criolla en el corazón de una cultura costeña marcadamente afroamericana” y cuyo dictatorial molde haría estallar en mil pedazos la reina combativa, cerebro visible de la generación de barranquilleras que la siguió en la publicación bimensual Nosotras (cuatro números) que fundara contando apenas 17 años de edad.
A Marvel Moreno le tocó en suerte ser la reina de un instante álgido de la historia de Colombia. A unas cuantas millas, Fidel Castro acababa de tomarse el poder; el Frente Nacional intentaba aplicar un draconiano esquema de apropiación del poder repartido entre dos colores de la misma hegemonía de derechas. En tal escenario, la reina del Carnaval de Barranquilla debía desempeñar un papel acorde con estos intereses. La reina “debía no sólo saber sonreír y bailar sino también hablar: en el ambiente del Frente Nacional en cierne ella tendría que ser abanderada de una estrategia ‘nacional’ (…) El reinado se inscribía en una trama compleja movida por intereses, presiones y expectativas; más compleja aún por el proyecto coyuntural que inspiraba la situación del país”. La incautación de la democracia es evidente en la fiesta por definición del pueblo: “nuestros materiales ofrecen un impresionante florilegio de presiones, intrigas y conflictos, fútiles, pero muy reales, que muestran desde un ángulo inesperado que la fiesta es siempre una tramoya y que el poder está siempre en el corazón del festejo”, dice Gilard refiriéndose al Diario de Berta Abello y demás apoyo documental de este trabajo. Hay disputas (dos reyes en Montecristo) de que la reina era carne de blanco sensible: el 5 de febrero, el día de la coronación en Montecristo, disidentes cortaron la luz y la Policía debió intervenir para garantizar la integridad física de la reina, cosa que no se lograría el 22 en otro barrio donde «le tiraron una piedra a Marvel (porque la candidata que iba a visitar, no la querían en el barrio) y le hicieron una heridita en la mejilla” (Diario de Berta Abello.)
El 31 de febrero, Diario del Caribe publica un cruce de cartas entre Marvel Luz y la candidata Alfa. Escribe la candidata: “... he llegado a la conclusión de que es inútil luchar contra la incomprensión de una Junta Seccional visiblemente decidida a obstaculizar mi candidatura”. Otra niña (hija del batidor “espontáneo” –un funcionario departamental que presidía en su moto con sirena las apariciones públicas de Marvel Luz) deseaba hacerse coronar Reina de la Simpatía de Olaya y Delicias. El carnaval de los barrios este año era, pues, manipulado por la élite. Gilard cita cómo en la edición de 1959 de la revista Carnaval de Barranquilla, Simón Martínez Fuenmayor escribe: “El Carnaval es una fiesta democrática, es la fiesta de la convivencia y en ella habrá que ver uno de los elementos que con mayor eficacia ha disciplinado a Barranquilla dentro de la norma de fraternización que se distingue a través de las clases sociales. Disfrazado el aristócrata más susceptible de su rango, no es distinto del bracero que tiene encima su vestido de “torito”. Pueden alternar de igual a igual porque las llamadas clases sociales se han desvanecido. Así, en un salón, el señor de la casa puede bailar una cumbia con quien le lava la ropa”. El carnaval, para Alfredo de La Espriella, “es el evento tradicional de regocijos públicos en el cual participa toda la comunidad sin diferencia de clases, desde hace más de siglo y medio”, ponderando el “buen comportamiento del pueblo barranquillero, digno exponente de sus propias virtudes cívicas” que, no obstante, acata sumiso las diferencias sociales. “La gente del pueblo respetaba su posición”, revela don Alfredo.
Gilard, estoca: “el aristócrata de Martínez Fuenmayor bailaba al aire libre (en un salón burrero) con su lavandera, pero ésta no tenía cabida en sus clubes”. Acopia, en esta misma entrega de la revista aludida, de un tal Dr. Argos: “Lástima grande que esta fiesta tradicional, típica y folclórica, con el tiempo vaya perdiendo su encanto por culpa de (...) la oligarquía barranquillera (…) Lo que ayer se hacía a pleno sol o a la luz de la romántica luna, hoy se hace en salones exclusivos donde el pueblo paga los platos rotos (…) Se ha fraccionado por falta de imaginación de sus dirigentes y organizadores, que poco les importa la vida de nuestro pueblo todo el año sudoroso y en espera de esta su grande fecha o efemérides que le hace la existencia menos sórdida”.
Pero la joya de la corona del reinado este año es el asunto feo de la “reina nacional”, Gloria Crespo Manzur, de Bogotá. La ciudad se solidarizaba con “los hermanos del interior, cuya tragedia como consecuencia de la violencia política hemos tenido que sufrir cuando menos por medio del espíritu”, según Arturo Rodríguez en El Nacional del 21 de enero, así que propone “barranquillizar el país”. Eso quiere, naturalmente, el Frente Nacional, y para ello, ¡tenga!, el carnaval “Nacional”. Cita Gilard: “‘Carnaval de Colombia’, ‘fiesta de la nación’ (EL HERALDO, 16 de enero); ‘carácter nacional’ (El Tiempo del 22 y 23); ‘de un especialísimo carácter de celebración nacional’ (Graficarte del 24, EL HERALDO del 24); ‘categoría nacional ante el resto de América’”, etc. Para ello, ¡Bogotá nombrará una reina “nacional” que estará por encima de la reina barranquillera!
Irritada, más adelante la escritora Marvel Moreno dirá tener “la impresión de haber formado parte de una estafa” el día de su coronación. Ella, definida sin embargo por comités barriales y demás como la reina más popular. “Adolescente enamorada de las fiestas, era también una autodidacta lectora de Sartre que chocaba a sus interlocutores
–con gran desesperación de su madre. Y perdió la fe en una lógica racional que metía en camisa de once varas a un predicador español, limitado a aconsejarla que leyera a San Agustín. Bien podía celebrar la fiesta las primeras semanas y desmitificarlas luego de su entronización”. Marvel Moreno, que un principio siguió con sumisión a la Junta y reaccionó ante el adefesio de una reina nacional. Berta Abello, escribe: “La noche de la coronación de la Reina Nacional el Dct Julio Tovar Quintana quiso que fuera Marvel a saludar a la Reina, Gloria Crespo Manzur, pero Marvel le dijo: ‘No, es ella quien tiene que venir donde mí’. ¡Y así tuvo que ser! Ya las Princesas estaban dispuestas a abandonar el escenario, con Marvel, en solidaridad con ésta”. El Sábado de Carnaval abandonó el recorrido a medio camino en la Batalla de Flores. El martes se excusó de ir a la Conquista; en cuanto al Country, no asistió al baile de clausura y en marzo boicoteó su torneo de tenis. Así reaccionó nuestra reina de la fiesta confiscada. Escribe su madre: “los de aquí y ya nombrados quisieron los honores para Gloria Crespo Manzur, porque les interesaba para su “Carnaval Nacional” inventado por ellos, el turismo, etc.etc. que redunda en favor de sus bolsillos”.