«Ser libre no es simplemente deshacerse de las cadenas que lo atan a uno, sino vivir de una manera que respete y mejore la libertad de los demás». La anterior frase, escrita por Nelson Mandela, el gran luchador por la libertad de su pueblo, recibe a los visitantes en el muro de entrada del Museo del Apartheid, en Johannesburgo, Sudáfrica. El sentido profundo de la libertad que encierra ese pensamiento es un preámbulo de lo que el visitante encontrará en el interior del Museo, que abrió sus puertas en el 2001.
Al ser este un museo de la memoria, en él se exhiben fotografías, videos, documentos, paneles de texto y objetos que ilustran los acontecimientos y las historias humanas que forman parte de la terrible historia, conocida como apartheid.
Un conjunto de 22 salas de exposiciones individuales lleva al espectador a través de un dramático viaje emocional que cuenta la historia de un sistema instaurado por el Estado en el 201 sobre la base de la discriminación racial y la lucha de la mayoría del pueblo sudafricano para derribar esa tiranía. Las exposiciones fueron organizadas y montadas por un equipo multidisciplinario de curadores, directores de cine, historiadores y diseñadores.
Al salir al patio el visitante se topa con siete columnas que tienen inscritas las siguientes palabras: democracia, igualdad, reconciliación, diversidad, responsabilidad, respeto y libertad. Son siete pilares que integran el corazón de la nueva Constitución de Sudáfrica, elaborada por el primer parlamento plenamente democrático, entre 1994 y 1996, después de la caída del apartheid. El museo es un faro de esperanza que muestra al mundo cómo Sudáfrica está llegando a un acuerdo con su pasado opresivo y trabaja por un futuro que todos los sudafricanos puedan llamar suyo.
Vista general del Museo del Apartheid, en Johannesburgo, Sudáfrica.
Como el ejemplo anterior, los museos de la memoria son creados por diferentes países donde han existido conflictos y sucesos históricos que han desembocado en violencia, opresión, torturas, asesinatos y toda clase de violación a los derechos humanos.
Se erigen por la necesidad de visibilizar la magnitud de las tragedias vividas y para examinar, reflexionar y debatir sobre las causas y circunstancias que desencadenaron los conflictos y crímenes. Los museos de la memoria deben verse como lugares donde los ciudadanos puedan hallar claves para leer críticamente su pasado y para que se genere la conciencia del respeto por los derechos humanos y de la participación en la construcción de un mejor futuro para todos.
Son muchos los museos de la memoria que existen en diversos lugares del planeta. Además del Museo del Apartheid, que ya mencioné, hay otros emblemáticos como el Museo Memorial de la Paz, de Hiroshima, que honra la memoria de los que perdieron la vida durante el bombardeo atómico estadounidense contra Hiroshima y Nagasaki, y el Museo Yad Vashem, que es un monumento a los judíos que perecieron en el Holocausto.
En Latinoamérica no son muchos, y sus fechas de creación son más bien recientes. En México D.F. existe uno pequeño, el Memorial 68, que descubrí accidentalmente cuando fui a visitar el complejo arqueológico de Tlatelolco, el año pasado. Fotografías, noticieros de TV, manifiestos, documentales, películas y otros archivos dan fe de la tristemente célebre matanza de Tlatelolco, donde murieron centenares de personas, mayoritariamente estudiantes universitarios, a manos del ejército y la policía, el 2 de octubre de 1968, en la Plaza de las Tres Culturas.
Estos eventos se consideran parte de la época de la Guerra Sucia mexicana, cuando el gobierno utilizó sus fuerzas armadas para suprimir la oposición política. La matanza se produjo 10 días antes de la apertura de los Juegos Olímpicos de 1968 en la Ciudad de México. Más de 1.300 personas fueron detenidas por la policía de seguridad del Estado. Todavía se siguen conociendo documentos que clarifican verdades sobre los responsables de la masacre. Aunque algunos calculan que fueron 300 los masacrados, todavía no hay consenso sobre cuántos murieron ese día en el área de la plaza.
Conceptos como injusticia, violencia institucional, derechos humanos, protesta pacífica, presos políticos o democracia son algunas de las preguntas que señalan el camino hacia la construcción de la memoria colectiva sobre la historia reciente del país.
Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, de Chile
Es una entidad creada y facultada para dar visibilidad a todas las violaciones a los derechos humanos cometidas por el Estado durante la dictadura de Augusto Pinochet entre 1973 y 1990, que produjo más de 40 mil víctimas de ejecuciones, desapariciones y torturas, según los Informes Rettig y Valech.
Este museo muestra, mediante una innovadora propuesta visual y sonora, un conjunto de objetos, documentos y archivos en diferentes formatos y soportes, que dan cuenta de la historia chilena de aquellos aciagos años, como el golpe de Estado, la represión de los años posteriores, la resistencia, el exilio, la solidaridad internacional y las políticas de reparación.
Situado en Barrio Yungay, de Santiago, fue inaugurado en enero del 2010 –por la entonces presidenta Michelle Bachelet– con el fin de promover iniciativas educativas, que inviten a los chilenos al conocimiento, la reflexión y la promoción de una cultura de respeto de la dignidad de las personas. El museo respalda la dignificación de las víctimas y sus familias, estimula la deliberación y el debate sobre la importancia del respeto y la tolerancia, y garantiza que esos terribles hechos no se vayan a repetir jamás.
El Museo de la Memoria y los Derechos Humanos es un espacio dinámico e interactivo que rescata la historia reciente de Chile y se reencuentra con la verdad. Cuenta con un rico patrimonio y archivística que atesora documentos jurídicos, testimonios orales y escritos, relatos, fotografías documentales, producción literaria, cartas, material de prensa escrita, audiovisual y radial, largometrajes y material histórico.
Este museo se ha convertido en una institución cultural de primera importancia en la ciudad de Santiago, porque además de sus amplias instalaciones para la Muestra permanente posee espacios para exposiciones temporales, una plaza de 8.000 metros cuadrados, un auditorio y obras de arte en el espacio público, que visualmente se integran a su arquitectura.
El Espacio Memoria y Derechos Humanos, de Argentina
No es propiamente un museo a la manera convencional, sino un conjunto de espacios regidos por varias instituciones de derechos humanos. Está ubicado en la Avenida del Libertador, emblemática arteria al norte de la ciudad de Buenos Aires, en el mismo lugar donde funcionó la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) durante la dictadura militar (1976-1983), que fue uno de los tenebrosos centros clandestinos de detención, tortura y exterminio, donde fueron desaparecidas alrededor de cinco mil personas.
La que hoy se conoce como ex Esma, es uno de los sitios de memoria más importantes de Latinoamérica. El Sitio de Memoria está ubicado en el ex Casino de Oficiales, complejo arquitectónico del alto mando de la Marina que fue declarado Monumento Histórico Nacional en 2008 y constituye un testimonio material de los crímenes que allí se cometieron y que todavía hoy investiga la justicia argentina.
Uno de los más aberrantes fue el funcionamiento de una sala clandestina de maternidad, donde nacieron al menos 34 bebés de detenidas desaparecidas, y la mayoría de ellos fueron posteriormente apropiados.
El Espacio Memoria y Derechos Humanos (ex Esma) trabaja por el reconocimiento y homenaje a las víctimas, al mismo tiempo que condena los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la dictadura.
Es uno de los espacios más importantes de referencia nacional e internacional de políticas públicas de memoria, de fomento de los valores democráticos y de salvaguardia de los derechos humanos.
El visitante que llega percibe el lugar como un centro de intercambio cultural y de reflexión sobre el terrorismo de Estado y la experiencia genocida, un espacio de debate sobre la historia política reciente del pueblo argentino. Mediante visitas guiadas, congresos, programas educativos, actividades culturales de distinto orden y la producción de contenidos se cumple con el objetivo básico de preservar la memoria y defender los derechos humanos.
Museo Nacional de Memoria Histórica de Colombia
La Ley 1448, de Víctimas y Restitución de Tierras creó en su artículo 146 el Centro Nacional de la Memoria Histórica, CNMH, como establecimiento público del orden nacional, adscrito al Departamento Administrativo de la Presidencia de la República, con el objetivo de reunir y recuperar todo el material documental, testimonios orales y por cualquier otro medio relativo a las violaciones de los derechos humanos a las víctimas del conflicto armado colombiano. Según el CNMH, 220.000 personas fueron violentamente asesinadas y casi siete millones de víctimas ha dejado la violencia en los últimos 34 años.
Una de las funciones del CNMH es diseñar, crear y administrar un Museo de la Memoria, destinado a lograr el fortalecimiento de la memoria colectiva acerca de los hechos desarrollados en la historia reciente de la violencia en Colombia.
Así nace el Museo Nacional de Memoria Histórica como un lugar para reflexionar y debatir sobre las causas y condiciones que desencadenaron el conflicto armado, lo degradaron y lo prolongan en la actualidad. También para que se reconozcan y fortalezcan lugares e iniciativas de memoria que se construyen en todo el país, portadoras de sueños por un buen vivir.
Hasta ahora el Museo es un proyecto que será ejecutado según diseño de MGP Arquitectura & Urbanismo, de Colombia, y Estudio Entresitio, de España, por 3.200 millones de pesos. El edificio se construirá en Bogotá, en un terreno colindante con la calle 26 y carrera 30. Tendría tres funciones básicas: Una reparadora: reconocer y dignificar a las víctimas; una función esclarecedora: aportar al conocimiento y análisis crítico de la violencia contemporánea y de las graves violaciones a los derechos humanos; y una pedagógica: aportar a la construcción de una cultura del respeto por la diferencia, diversidad y pluralidad que contribuya a establecer las bases para las garantías de no repetición.
Según se desprende de sus objetivos, en la etapa del postconflicto, el Museo Nacional de Memoria Histórica juega un rol preponderante ante la imperiosa necesidad de movilizar el pensamiento crítico frente a la construcción de democracia y promover un lugar en donde se estimule el debate, la reflexión colectiva y la controversia; un lugar donde se valore la pluralidad, la diferencia y se reconozca la alteridad.
Asimismo, debe dar cabida a las múltiples narrativas existentes en el país y recibir la confluencia de voces para propiciar una conversación entre diferentes versiones de la verdad que disputan su legitimidad. En esa disputa es deber del museo manifestar su respaldo a las víctimas y a los sectores subalternos, silenciados y excluidos durante décadas.
Fuentes y fotos: páginas web oficiales y otras consultadas de los museos en mención.
*Artista visual, docente investigador (Grupo Videns) de la Universidad del Atlántico.