El siguiente artículo contiene gran cantidad de ‘Spoilers’ (adelantos) de la popular serie Game of Thrones (Juego de tronos). Hace un par de décadas esta advertencia no era realmente relevante para ninguna serie, no era grave enterarse por adelantado del destino de algunos personajes televisivos. Sin embargo, cuando se trata de Game of Thrones, revelar o no la información de un capítulo puede ser un asunto de vital importancia. La popularidad y compromiso de los fanáticos de esta serie de HBO supera el fanatismo previo hacia cualquier otro producto televisivo. La serie dejó de ser un programa de TV que reinventa las clásicas historias de caballería, para convertirse en un fenómeno cultural masivo en una industria multimillonaria que en cada emisión supera récords de audiencias y ventas en todo el mundo.
Desde su estreno en abril de 2011, Juego de tronos ha sido galardonada con 38 premios Emmy, convirtiéndose en la serie más premiada de la historia de la televisión norteamericana. Como si fuera poco, es un producto aclamado por la crítica que a su vez goza de un rating descomunal: la sexta temporada de la serie fue vista por casi 26 millones de espectadores, convirtiéndose en la serie más vista en toda la historia del canal. El estreno de la séptima temporada arrancó con una sorprendente cifra de 16.1 millones de televidentes, rompiendo otro récord para la cadena estadounidense. Fue tal la demanda del capítulo que las plataformas de internet de HBO colapsaron ante la cantidad de espectadores que intentaron verla el día del estreno. De esta manera, la serie basada en la saga de libros Canción de hielo y fuego de George R.R. Martin, se ratifica como un producto de calidad que además cuenta con la aprobación de una audiencia masiva, una combinación cada vez menos común.
Explicar el éxito de Game of Thrones no es tarea sencilla. Se podría pensar fácilmente que su popularidad radica en sus escenas de batalla, los efectos especiales o en las altas dosis de sexo y violencia. Sin embargo, lo más probable es que el secreto de la serie radique en el diseño de sus personajes y en la escritura de los guiones. En una historia en la que hay dragones, muertos vivientes, árboles mágicos y sangrientas batallas, el eje del relato sigue siendo sus cautivantes protagonistas y la lucha por el poder. En ella hay una gran cantidad de personajes, tanto principales como secundarios, que abarcan media docena de familias con sus aliados y enemigos. Sin embargo, lo que podría ser una confusa amalgama de nombres y escudos, se convierte realmente en una historia polifónica que engancha al telespectador por medio de cualquier personaje que ocupe el centro del relato, aunque sea de manera pasajera. Cada personaje está tan bien escrito y creado, que a veces bastan pocos minutos de figuración en la trama para que el público se identifique; y durante semanas, o incluso meses, piense en su destino.
Entre los elementos que hacen narrativamente eficientes a los protagonistas de la serie es que todos tienen un objetivo claro. Para la mayoría, se trata de reclamar el Trono de hierro y gobernar los siete reinos; para otros es la venganza, el reconocimiento, ganar un lugar más cercano al poder o simplemente la supervivencia. Esta claridad en las motivaciones de los personajes hace que sea fácil para el público convertirse en aliado o enemigo de los clanes en discordia. Inmersos profundamente en su lucha, a los espectadores de la serie les cuesta trabajo juzgarlos cuando incluso los personajes favoritos deben acudir a sus peores pasiones para sobrevivir. Es en esas situaciones extremas estos personajes se vuelven realmente complejos e interesantes, ya que todos se ven obligados a apelar a una escala de valores única en la que nadie es totalmente bueno y nadie es totalmente malo (con claras excepciones, como los despreciables Ramsey Bolton y Joffrey Baratheon).
Game of Thrones pone en constante crisis la tradicional división entre “buenos” y “malos”. Todos los personajes se mueven de un lado a otro en un vaivén moral y emocional que mantiene a la audiencia atornillada a su silla.
Personajes adorados por la audiencia, como Tyrion Lannister, son culpables de actos tan terribles como el asesinato de su propio padre; por su parte, Arya, la menor del clan Stark, se ha convertido en una asesina a sangre fría empeñada en vengar la muerte de su familia. Roles odiados por el público como el de la temible Cersei Lannister o Theon Greyjoy, han resultado empáticos al enfrentar situaciones como la muerte de sus seres queridos o la tortura a manos de peores villanos. Incluso, personajes menores que consideramos “desagradables”, como El Sabueso o la bruja Melisandre, han adquirido relevancia y complejidad al mostrar inesperados momentos de heroísmo.
Otra característica importante de los personajes de Juego de tronos es su constante posibilidad de evolución. Hasta hace algunos años las historias de la televisión se basaban en sujetos unidimensionales que no cambiaban mucho con el paso del tiempo. Enfrentaban semana a semana un nuevo reto, pero se mantenían inmutables ante las situaciones que debían superar. Sin embargo, en la series contemporáneas los protagonistas se ven afectados por diferentes situaciones, y tal como ocurre en la vida real, deben verse compelidos a cambiar para seguir adelante. La evolución de los personajes ante los ojos del espectador genera un grado de empatía insospechado. De lobos a ovejas, villanos como Jamie Lannister, un claro antagonista desde los primeros capítulos, se ha transformado poco a poco un favorito del público a pesar de sus pecados del pasado.
Cuando esta posibilidad de evolución se mezcla con elementos de los géneros clásicos de caballería y fantasía, aparece otro gran acierto de Juego de tronos: la posibilidad de subvertir y romper eficientemente los arquetipos del género. Es así como la princesa inocente, encarnada por Daenerys, se ha convertido en una violenta reina. El enano, destinado a ser el bufón de la corte, ha sobrevivido las pruebas más duras para transformarse en una pieza clave de la lucha por King’s Landing. Todos estos elementos construyen un complejo espectro de emociones que mantiene a la audiencia comprometida con la serie, deseosa de saber qué va a pasar. En ese sentido, la complejidad de los personajes, su evolución y la manera en que se alejan de las ideas tradicionales del bien y el mal, le aportan algo único a la historia y a sus protagonistas: la abrumadora sensación de que cualquier cosa les puede pasar. En Juego de tronos es imposible saber hacia dónde va la historia, es una serie en la que la incertidumbre es su mayor fuerza narrativa. Los constantes giros dramáticos, las traiciones, las alianzas inesperadas, e incluso, los errores que han cometido algunos de los protagonistas, hacen imposible anticipar cualquier desenlace.
Mientras en otros shows televisivos los héroes o ciertos personajes relevantes son intocables, en la serie de HBO nadie tiene el futuro asegurado y cada vida parece pender de un hilo. Desde la decapitación de Ned Stark al final de la primera temporada hasta la muerte de todo el clan Frey en la séptima, esta serie ha comprobado una y otra vez que nadie está seguro en la lucha por el Trono de hierro. Solo resta entonces seguir acompañando a estos personajes en sus vicisitudes y triunfos, odiándolos y amándolos, rogando por la venganza o la redención y esperar que los favoritos de turno superen un capítulo más para seguir luchando por sobrevivir al juego de tronos.