Pocos negarían que gran parte del encanto de la música costeña está en la cadencia contagiosa de sus compases, mensajeros de nuestro preciado legado multicultural. Tal vez sea por esto que cuando pensamos en melodías caribeñas no pensamos en términos de ritmos sintetizados. Pero los tiempos cambian, y ya inmersos en décadas de progreso tecnológico, los artistas nacidos en cercanía de nuestro Mar Caribe han encontrado en las herramientas digitales un medio para crear paisajes sonoros.
Si nos damos a la tarea de revisar la cosecha de artífices que coquetean con el género electrónico en las costas colombianas, exponentes como el dúo Mitú, los Systema Solar, Humberto Pernett y Bomba Estéreo, se cuentan entre los más populares. Pero una mirada a fondo al espectro musical nos permite encontrarnos con un sello independiente dedicado a esta corriente musical. Se trata de Dale! discos, iniciativa del joven productor Óscar Alford, barranquillero radicado en Bogotá desde hace algunos años.
En el catálogo de Dale! discos se encuentran los Son Broders, dupla conformada por José Rebimbas, cuyo estilo oscila entre el latin- techno y el pop. Actualmente el dúo promociona Time to Dance, su segundo EP lanzado a comienzos del presente año, cuyas canciones fueron grabadas con un teclado Casio y que rememoran historias de la pista de baile que nacieron en la costa Caribe.
Con una onda más minimalista, el barranquillero DJ Juan Álvarez, conocido promotor de la escena emergente con festivales como ‘Control’, el cual difunde a representantes locales del sonido electrónico, nos entrega A Signal Outer Space, publicado con el sello Cubek. Se trata de untrabajo en solitario lleno de melodías sencillas y adictivas, ideales para disfrutar de madrugada junto al mar. De igual manera, su coterráneo Oscar Alford –que ha trabajado a nivel de producción con Sidestepper, Ghetto Kumbé y Pedrina y Río–, se vale del formato del Disc Jockey para adentrarse en la selva caribeña, tejiendo una estética que enaltece la magia de lo aborigen. Con una admirable capacidad para construir texturas y atmósferas hipnóticas, Alford atrae, a pesar de apartarse por completo de las estructuras típicas del pop.
Otro que también se vale de sintetizadores para dar forma a su concepto inspirado en lo ancestral es José Marulanda, que usa el alias de El Traste y se vale de samples de percusión (tambores), que mezcla con arreglos hechos por computadora para entregar un híbrido entre el acid house y el techno-ghetto, también nutrido por la cumbia. Su experimento, que él mismo denomina Colombian acid, bien puede leerse como una versión actualizada –e incluso futurista– de ritmos folcloricos. De hecho su reciente EP se titula Música Criolla y fue publicado en 2016 a través del sello Etoro
Una de las propuestas más novedosas de este listado es quizá la de Wav Gon, DJ costeño que se enfoca en la resignificación de manifestaciones de la cultura popular, tomando la champeta y las cadencias africanas, y mezclándolas con efectos sonoros como el auto-tune, la distorsión y algunos toques de psicodelia digital. No tiene aún un álbum publicado, pero sus presentaciones en vivo resultan divertidas y memorables e invitan a revisitar himnos que marcaron el devenir de estas latitudes tropicales.
Entre los proyectos apadrinados por Dale! discos se encuentra Samādhi Soundsystem, nombre bajo el cual el joven percusionista y compositor Sebastián Marenco combina la música autóctona con corrientes de la música electrónica como el Trance. Su EP titulado Cuatro Elementos –conformado por las canciones Tierra, Agua, Aire y Fuego–, sugieren una búsqueda por reproducir la esencia de cada uno de estos elementos terrigenas a través de un acercamiento lisérgico, orientado por una marcada espiritualidad que pretende hallar sintonía con el cosmos.
Por su parte, el cartagenero Federico Rodríguez, conocido como Driado, cierra esta selección de artífices costeños de la escena electrónica. Experimentador melódico, aunque se autodefine más bien como un autor multimedia, pues también es ilustrador y editor audiovisual, Driado nos presenta un universo visual cargado de colores alegres y una fauna de personajes que incluyen animales tropicales, una estética similar a la de su música que invita a la desinhibición y en apariencia simula el caos, pero que encierra un trasfondo optimista y lleno de vida.
Después de bosquejar este abanico de jóvenes propuestas que desvanecen los límites entre los sonidos ancestrales y los ideados por medio de máquinas, y cuyas canciones pueden explorarse de forma gratuita en redes sociales y en plataformas en línea como Soundcloud, Youtube o Bandcamp, es pertinente cuestionarnos qué tanto soporte y atención reciben los nuevos músicos de parte de los entes gubernamentales encargados de fomentar la cultura en las ciudades del Caribe colombiano; cuán dispuestas están, por ejemplo, las emisoras radiales a considerar sus canciones y eventualmente incluirlas en sus programaciones habituales; y qué tan abierto o interesado se encuentra el público en general por conocer la labor de tales artistas. Para que el acontecer creativo de una región prospere y siga evolucionando no basta solo con las ganas y el esfuerzo de quienes están dispuestos a representar el imaginario colectivo, algunas condiciones mínimas, tanto logísticas como humanas, son necesarias para que las ideas lleguen a buen puerto y continúen su expansión. La anterior descripción de la movida electrónica de nuestro Caribe, nos deja como conclusión que más que una falta de artistas exponentes, la escena de la vanguardia electrónica costeña se encuentra huérfana de apoyo y escenarios de difusión.