Cuando estabas en la adolescencia, ¿recuerdas las razones por las que te rebelabas? Tal vez querías que prohibieran las corridas de toros, que las mujeres tuvieran igualdad de derechos o simplemente que el uniforme de tu colegio no fuera tan estricto.
Sí, claramente es una edad en la que las personas tienden a irse contra el orden en el cual han crecido. Pero, ¿te imaginas un joven que, por el contrario, manifiesta su inconformidad contra la sociedad liberal en la que se crió?
De esto se trata la película del director ruso Kirill Serebrennikov El discípulo, que llegará a las salas de cine el próximo 31 de agosto.
Veninamin es un estudiante de colegio que encontró en el cristianismo ortodoxo un modelo de vida. En medio de su conversión, le empieza a cuestionar a su familia, compañeros y profesores las conductas sociales que lo rodean.
¿Deberían las niñas tener permiso de utilizar bikinis? ¿Es correcto brindar educación sexual en los colegios? ¿Es apropiado enseñar la teoría de la evolución en la clase de ciencias naturales? En últimas, ¿por qué tener un estado laico cuando existe la palabra de Dios?
Su director, quien es budista, explicó en una entrevista que el propósito de su película es crear una reflexión en torno al fanatismo. La religión da respuesta. «El arte consiste en hacer preguntas», señaló.
Como él mismo explicó, su posición personal es en contra de cualquier tipo de oscurantismo, el cual se ve reflejado en su protagonista, que siempre viste de negro, mientras los demás se quedan en blanco y colores claros.
Pero, ¿por qué organizar la historia de esta manera? Básicamente porque en su concepto refleja la situación de países como Rusia y Estados Unidos, que si bien se consideran laicos, cuentan con la fuerte presencia de la Iglesia en diferentes niveles de la sociedad, especialmente en la educación.
En ese orden de ideas, Veninamin se convierte en un reflejo de esa ironía: después de luchar por la libertad de pensamiento, ¿podrían resurgir jóvenes que deseen volver a los tiempos más conservadores?
Así es la historia que plantea la película, un caos en el microcosmos de un adolescente, muy similar al de cualquier otra persona, pero esta vez a favor de la Biblia.
Sin embargo, aunque es clara la posición crítica del autor; muy al estilo de A sangre fría, del periodista Truman Capote, la delicadeza de su rodaje mantiene a los espectadores en constante confusión frente a quién es el héroe y quién el antagonista, puesto que logra posicionarse en los zapatos de una persona que se encontró en la religión. Sin criticarlo, sin justificarlo.
El guion está basado en una obra de teatro de Marius von Mayenburg, y nace del descubrimiento del autor original de que los pasajes de las Escrituras podrían ser malinterpretados si se leen fuera de contexto.
Por esta razón, la tensión de la película se hace más fuerte cuando vemos que los argumentos religiosos utilizados por el protagonista comienzan a tener sentido en las personas que lo rodean. Su madre, sus compañeros y sus profesores se quedan sin respuesta frente a la claridad con la que expone sus ideas y lo comienzan a apoyar, mientras que su profesora atea, defensora de la ciencia, queda como una ignorante.
La pregunta es: ¿tiene sentido lo que dice? Si los convenció a ellos, ¿puede que tenga algo de razón? El mayor logro de esta obra es el llevarnos a cuestionar las cosas que aparentemente tienen sentido en nuestro contexto actual.
Aunque, más allá de las reflexiones, lo que te mantendrá pegado a tu asiento durante la película es ver hasta dónde llevarán las creencias extremistas a Veninamin, pero para eso tendrán que llegar hasta el final de la cinta.