
Marvel Moreno utiliza a las damas de Barranquilla, mujeres casadas, y a veces viudas, apéndices de cónyugues, integrantes de la clase dirigente de la ciudad, como fuente de inspiración. Es una escritora que se obsesiona por describir la fragilidad femenil y el sistema que las aniquila, pero esta estrategia le permite crear y perpetuar el mundo mítico en el que ellas viven y a la vez presentar las tretas que desarrollan para sobrevivir.
En diciembre llegaban las brisas, novela publicada hace treinta años, tiene como escenario la ciudad de Barranquilla y Puerto Colombia/Pradomar, lugar de asueto de los privilegiados, durante los primeros 50 años del siglo XX. El mundo que se representa está restringido a personajes de la clase alta y los lugares que frecuenta la sociedad de Barranquilla: el barrio El Prado donde viven, el Country Club donde se encuentran y el Hotel El Prado, donde llegan los extranjeros, todos ilustres y adinerados.
Es obvio, en toda su narrativa, el afán por describir el mundo anquilosado en el que se mueven las mujeres. Todas ellas viven vidas restringidas por las reglas de la sociedad, y tarde o temprano se adaptan. Están llenas de miedos, lo que les impide salir de las cuatro paredes de algodón donde las han colocado físicamente padres, maridos y madres castradoras en su labor de guardianas. Ese confort físico que gozan está acompañado por un cerco emocional de alambre de púas que las macera.
Moreno coloca a casi todos sus personajes femeninos en papeles clásicos y tradicionales. Muchas son «reinas del hogar», con hijos cuidados por otras mujeres, sin mucha educación formal, no mucho más allá de la escuela superior, de donde salen para ser presentadas en sociedad y «cazar» un marido acaudalado que las cuide. Con plata, viajes y vestimentas necesarias para existir en ese limbo cultural y social, las mujeres se tuestan al sol, como iguanas. Todas buscan y se entregan «al amor» como meta final de sus vidas, amor que se distorsiona muy rápidamente después del matrimonio por los comportamientos de sus consortes. Todas se oponen a dejar el marido infiel, al marido que les pega y las humilla. Las razones son varias: o por el «qué dirán», o porque dicen amarlos a pesar del abuso doméstico, o por miedo a estar solas, o por razones económicas, o porque el divorcio es una desgracia social, o finalmente, por el ostracismo de una «divorciada».
Ese mundo frustrante en el que viven sus personajes femeninos se convierte en un mundo mítico que la autora quiere perpetuar. La ciudad que se representa es casi utópica, suspendida en el tiempo como La Habana de los cincuenta. Hay una dicotomía dentro de ese mundo cómodo, casi perfecto, que paulatinamente se pudre con la palabra de los personajes y que a la vez se salva límpido en la memoria. Una memoria colectiva de la ciudad que queda viva y pulsante como una nube negra antes del aguacero.
Pero a pesar de toda esa represión patriarcal, en el Caribe colombiano existe una sociedad matriarcal cerrada que defiende las fortalezas básicas tradicionales. Los objetivos se consiguen a través de la paciencia, la sumisión aparente, la infidelidad, los secretos y la mentira. El rencor, odio y la venganza invaden a la mayoría de los personajes, hombres y mujeres. En una primera lectura parece que Moreno intentara describir un mundo donde la mujer es víctima del patriarcado, pero la trama es mucho más profunda. Existe la complicidad de una clase, la cual le otorga el poder público y social al padre, mientras se tejen redes de poderes femeninos que rigen hogares donde imperan privilegios y donde se crean poderosas alianzas. Son privilegios de doble filo, las mujeres son ricas y se posesionan del oro en/de la jaula que las encierra.
La autonomía femenina se alcanza dentro del mundo marveliano a través de dos elementos, la liberación sexual y el dinero. La exploración sexual de sus protagonistas se lleva a cabo sin culpa y en búsqueda de satisfacción. La transgresión sexual es aceptada y en este sentido sí hay una afirmación de los derechos femeninos, el derecho al placer. Cuando llegan a placeres intensos, siempre hay personajes «salvajes», indios o negros, que logran empujarlas al éxtasis. Obviamente son placeres efímeros, temporales y prohibidos que se deshacen muy pronto. No parece existir plenitud sexual femenina, sino transgresiones castigadas y olvidadas paulatinamente.
En la novela En diciembre llegaban las brisas la autora atribuye a su protagonista Dora una alta sensualidad por «la sangre revuelta» que trae. Como lo explicó su madre, Doña Eulalia del Valle, casada con «un pediatra cuya madre mestiza vivía todavía descalza en Usiacurí, un pueblo polvoriento: …el destino se había ensañado con ella al llevarla a mezclar su sangre a la de una raza condenada por la Biblia, transmitiéndose a su única descendiente los oscuros y lascivos demonios contra los cuales de nada servía la religión, la vigilancia o su propio ejemplo, porque allí estarían siempre esperando la primera brecha, el primer descuido para salir insidiosamente arrastrando a Dora a la perdición». (Pág. 34)
Lo interesante de la cita anterior es que Moreno no solo toca la opresión femenina en esa ciudad de su infancia, sino que también quiere demostrar la complicidad de las madres castradoras perpetuando hijas sumisas. Dora está condenada desde su concepción por su madre, por tener sangre mestiza, como si eso la predeterminara a llevar comportamiento lascivo. Por ello, cuando Dora se enamora y pierde la cantaleteada virginidad, su madre asume que su perdición es parte de su tara sanguínea.
La transgresión puede ser castigada como si fuera el pecado original, o puede ser olvidada si la joven se somete.
No hay rebeldía abierta en ninguno de los personajes femeninos de Marvel Moreno. Entre las abuelas, pitonisas latentes de la tercera edad, y las jóvenes soñadoras, Marvel Moreno nos da una gama de mujeres en el proceso de la vida. El infierno que enfrentan en su recorrido se reduce al marido y a la provincia intolerante en las que le tocó vivir. La salida conlleva una ruptura producida ya sea por la viudez y/o el traslado al extranjero. La salida rompe los hechizos y abre la puerta de la torre bombardeada. Las mujeres de Moreno se hacen libres cuando logran controlar su patrimonio, cuando son independientemente ricas, cuando no hay un hombre que las controle. Ellas viven como Woolf, con la necesidad de un cuarto propio y una estabilidad económica.
Todas las protagonistas de Marvel Moreno parecen aparentemente concebidas desde una visión patriarcal y occidental de lo femenino. Pero como dentro de ese mundo patriarcal occidental ellas también son definidas como carencia y ausencia sexual (Freud, Lacan), es curioso que las mujeres de Marvel consigan su poder a través de la sexualidad, engrandeciéndola a Mayúsculas. Al poner énfasis en el placer sexual femenino se contradice todo el mundo femenino freudiano y lacaniano que concibe a la mujer como la carencia del falo, el hueco donde no se proyecta el deseo, el ser que no tiene instrumento para la escritura.
A cambio, sus protagonistas buscan su complacencia sexual aun transgrediendo las normas establecidas por la sociedad en la que viven. La fortaleza de la mujer marveliana está en su carácter sexual; es un ser sexuado que no acepta la castración. No es de extrañar entonces que Moreno coloque el arma femenina en lo que «ellos» dicen que no existe (el placer sexual sin falo). Ellas se establecen merecedoras del placer sexual, lo que Marvel Moreno hace soterradamente a través de la llamada «treta del débil». Presentando un mundo femenino, aparentemente tradicional, de mujeres casadas y dóciles que logran invertir los papeles de poder y arrastrar a sus cónyugues a la locura o muerte.