En la última reunión de mi tertulia literaria de los sábados hablamos de amigos desaparecidos. Uno de ellos empezó a hablar de un libro que alguien muy conocido había intentado hacer. Ante la pregunta de por qué decía eso, solamente nos confirmó con sus sospechas: Mauricio Boiseau lo había fatigado pidiéndole libros sobre ocultismo.
Ocultismo y poder es un libro que acaba de publicarse. ¿O sería –pensé– que alguien quería escribir una historia sobre el ocultismo en la Costa? Decidí poner mi grano de arena en la conversación.
En los años veinte, el político y periodista Julio Gómez de Castro, uno de los directores de Voces, en un editorial dijo lo siguiente: «estamos en el siglo XX, en el de la teosofía y el espiritismo con su rebaño allankardequiano, de la eugenesia con su formidable Dempsey, de la agonía del positivismo cinetista y de la CCT, novísima divinidad tiránica y omnipotente…»
En mis indagaciones sobre la época, conocí que también se hablaba de la fabulosa biblioteca ocultista de Diofante Peña, tal vez una de las más completas del país. Infortunadamente, como después me dijo su hijo Diego en una conversación informal, al morir su padre cerraron la biblioteca
y, dos años después, el comején había
acabado con todo.
Para las mismas fechas, Fanny Mery, seudónimo de Ninfa María Emiliani Imitola, natural de Piojó, publicó una revista ocultista llamada Lumen. La revista alcanzó los doce números.
Hay el antecedente de Abraham Zacarías López-Penha, quien publicó la novela La desposada de una sombra, en 1903, donde la protagonista se enamora de un personaje que está en una comparsa de carnaval; en realidad la persona no existe, sino que se trata de una proyección ectoplasmática. La novela
termina con la muerte de la heroína
esperando por su amado gaseoso.
Se habla de una novela de Fanny Mery llamada Los últimos días de Lemuria. Algunos de sus pocos lectores me dijeron que estaba emparentada con She, de Ridder Haggard. En esta novela, la protagonista es una mujer que ha logrado la inmortalidad, pero al querer traspasársela a un oficial inglés, su amante, y volver a tomar el líquido inmortal, se va desvaneciendo y volviéndose cenizas: nadie puede tocar dos
veces los arcanos.
En Lumen se nos habló de la fotografía tomada al espíritu de María Ducondroit, el cual posaba al lado de una niña desconocida. La fotografía está en el tratado Hipnotismo e hipnoterapia, de J. Camilo Galicia, y la foto fue tomada en 1913. El comité editorial de la revista decidió invocar a Ducondroit para preguntarle quién era la de la foto. El espíritu respondió que era ella misma y que había aparecido así porque uno de los que la invocaba, la recordaba como niña.
Todo esto aparece en la colección de Lumen que alguna vez tuve en mis manos, prestados por Gómez Zurek, pero hoy no hay forma de encontrar estos textos.
En Ciénaga, una figura interesante fue Gilberto García González, quien publicó muchos libros que, según sus familiares, están desaparecidos. Sin embargo, Raymond Williams encontró El clérigo y el hombre. Otros lectores hablaban de que la mayoría de estos libros eran ecológicos y de higiene, antes de que estos temas se pusieran de moda. A García lo recordaba Germán Vargas Cantillo como un hombre de cabellos largos, con báculo y camisas de estilo hindú caminando por el Paseo Bolívar, tratando de venderle a alguien sus libros.
En este tipo de búsquedas siempre he afirmado que ni siquiera a los diccionarios se les debe tomar al pie de la letra.
Domingo, Septiembre 10, 2017 - 00:00
Ramón Illán Bacca
sumario:
Puntos de Bizca
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