
Antes ahora antes ahora antes
cumplo con la absurda ceremonia
de escindir mi ciudad en dos mitades
en un rostro ritual y otro crispado
en dos rumbos contrarios
en dos tiempos
y sin embargo es útil recordar
que el ahora estaba germinando
en el antes
que el ahora integral solo pudo formarse
con pedazos de antes
y de antes de antes…
Mario Benedetti
Las ciudades son ahora entendidas por medio de sus interconexiones e interdependencias, todo a partir de «la apuesta moderna contemporánea por la reconstrucción del conocimiento, del pensamiento y religazón de la cultura científica, humanística y tecnológica en términos de la interdisciplinariedad y multidisciplinariedad», según expone Bonnet en su libro Barranquilla: lecturas urbanas.
Siguiendo con Bonnet, dentro de esta apuesta de reformulación del pensamiento, el hombre y la sociedad forman un tejido conjunto al hallarse en lo conceptual y lo global, «donde el ser humano y el conocimiento racional, empírico y técnico se complementan y se conjugan con lo mágico, mítico, simbólico y poético». Estos elementos distinguidos y conjugados de esta forma son justamente los que permiten entender la ciudad y al individuo, «no solo en lo tangible y prosaico sino en lo imperceptible y poético». Con lo que ahora las ciudades asumen esa dinámica de manifestación contemporánea de la vida.
No existen respuestas únicas frente a qué son las ciudades, puesto que la interacción de saberes sirve como expresión de diálogos, que a su vez forman un sistema abierto para que converja en conocimiento. «Conversar la ciudad es una provocación a pensar, habitar y construir, en términos de Heidegger: es un aprender a pensar en la complejidad para aprender a habitar, pues no habitamos por haber construido sino que construimos y tenemos edificaciones en tanto que habitamos y somos habitantes».
Las ciudades, entonces, como interacciones contemporáneas de la sociedad demandan que se democratice el conocimiento sobre ellas para que puedan adquirir sentido en un ámbito territorial, esto buscando obtener un reconocimiento de su identidad cultural, social, simbólica y ambiental.
Todo esto es solo posible gracias al lenguaje. Es por ello que la discusión, reflexión, argumentación, etc. son piezas fundamentales. Sin que se pueda discutir no es posible llegar a un acuerdo y, por tanto, no hay lugar para la creación. Cuando el lenguaje no se usa como instrumento para la discusión, es cuando se toman otras acciones como la violencia.
Las ciudades son los lugares de la comunicación, del lenguaje y la reflexión, por lo que son habitadas por hombres, con lo que la condición atribuida previamente por Aristóteles de denominar a los seres humanos como animales políticos, es decir, como seres que interactúan, se extiende hasta la ciudad.
Entonces, todo esto se hace necesario para a partir de los múltiples pensamientos construir una identidad que vaya más acorde con las distintas ramas de opinión que pueden intervenir en un mismo lugar. La reflexión es necesaria pues es un instrumento para dar sentido y profundizar sobre un tema que de una u otra manera toca a todos, pues cada persona en cierta medida está trazada por el lugar que habita o habitó.
Los edificios son contadores de historias
Hay dos caminos posibles al hablar de las ciudades: uno en el que se borra por completo la nostalgia del pasado, y otro en el que es imposible hablar del presente sin pensar en el pasado que lo precedió. Las edificaciones son testigos silenciosos de la historia. A las que toca hacerles preguntas, que quizás son las claves para entender en gran medida lo que hoy es la urbe.