Se ha considerado por algunos que es a Lucho Bermúdez a quien se le debe la siembra pionera en Bogotá de la música costeña. Pues bien, para aclarar y comprender mejor esa dinámica, hay que tener en cuenta eventos previos y simultáneos: de finales de los años veinte hasta más o menos promediar los años cuarenta desfilaron también otros exponentes de las músicas que, difundidas por medio de emisoras, hoteles y otros escenarios de toque y baile en localidades de la región interandina de nuestro país, vinieron a renovar los repertorios de la música popular hecha en Colombia.
En los carnavales estudiantiles de Bogotá alumnos costeños conformaron murgas afines a la música que llegaba de las Antillas y a la del litoral Atlántico. En junio de 1928, a poco tiempo de comenzar los festejos del Carnaval Estudiantil, se llevó a cabo en el Salón Olympia una velada a cargo del Centro Departamental de Estudiantes; el programa incluyó piezas de sabor costeño, sobresaliendo las populares cumbias y danzones.
A mediados de los años treinta Pascual del Vecchio era dueño de un almacén de ropa que se llamaba Barranquilla, situado en la almendra comercial de Bogotá –calle 14 con la carrera séptima, que él mismo promocionaba en la prensa como ‹consulado costeño›–; de su iniciativa parte otro influjo: la fundación en 1936 del Centro Social Costeño que vino a acoger a los oriundos de la Región que estaban ya asentados en la capital y algunos que recién llegaban a estudiar una vez que los gobiernos liberales de la época introdujeran reformas en la educación pública, las cuales ampliaron la llegada de estudiantes de provincia a cursar estudios superiores. El club privado Centro Social Costeño se fundó con subvenciones del departamento del Atlántico y de Barranquilla. Su primera sede estuvo localizada en el barrio Santa Fe, calle 22 con la carrera 5ª. A finales de 1943 fue mudada a la calle 23 No. 6-24 y después, a mediados de los años cincuenta, ya con nueva razón social (Club Caribe Ltda.), se trasladó a la calle 22 No. 8-40, duró en operación hasta 1962-1963, al parecer. En el club solían presentarse los músicos costeños que pasaban por Bogotá, con tertulia bailable los domingos. Entre otros, fueron socios los hermanos Alfonso y Saúl Senior, Enrique Ariza Ramírez, Roberto Carbonell y Enrique López Herrera. Se conocen dos grabaciones, anunciadas en 1946, autoría ambas de José Barros, cantadas por él mismo y acompañado por la orquesta del Club Costeño de Bogotá. Es factible que existieran otras grabaciones realizadas por los elencos que se presentaban allá, no en discos comerciales, pero sí en acetatos radiales.
Una reveladora fotografía en un recorte de prensa –periódico ni fecha identificados–, pero cuyo pie de página da pistas, nos muestra a Lucho Bermúdez –al extremo derecho– como uno de los nueve integrantes de la Suramérica Jazz Band (1933-1938), grupo que se presentaba en el grill Le Lido. El repertorio de esta orquesta, sumamente interesante y variado, proporcionaba a los aficionados al baile, programas atractivos.
Esta agrupación figuró en la escena capitalina con presentaciones por las emisoras HJN, HKF, en el hotel Granada, en el teatro Faenza –velada que tuvo lugar en enero de 1934 en homenaje a Carlos Julio Ramírez, donde también se presentó el Trío Matamoros– y en el citado grill. El pie de foto de la imagen no identifica la plantilla, pero dice que aparece el director –se logra identificar al italiano Alfredo Squarcetta, el más alto, al centro–. Tras la muerte del maestro Alberto Castilla en junio de 1937, el llamado a reemplazarlo en el Conservatorio de Música de Ibagué fue Squarcetta. Lo anterior permite datar la imagen entre 1936 y el primer semestre de 1937.
Es importante la casi desconocida actividad de Juan Abarca Rovira (Ciénaga, 1904 – Bogotá, 1974), quien llegó al altiplano en abril de 1934 como parte del elenco de la Jazz Band Orozco –de Efraín Orozco, de la cual hacía parte el trompetista cubano Esteban García–. A mediados de 1936 se sitúa en Medellín, donde se da a conocer con un grupo de unos siete músicos: Juan Abarca y su Pandilla. En 1937 figurarán también Los Negritos, el peruano Ricardo Romero (‹Negrito Jack›) que tras desvincularse de la Orquesta Sosa se hizo cargo a mediados de 1940 de la batería y los timbales. Tres rumbas costeñas graba Abarca entre 1940-1941 para el sello RCA Victor, figurando como Conjunto Rítmico: María Teresa, (Vi-83390-B, acoplada ésta a El Soplete, Polka-Marcha, autoría de Abarca), La Sabrosa (Vi-83392-B) y La Traviesa: (Vi-83393-B).
En octubre de 1943 Abarca se vinculó al elenco de Juan Manuel [Valcárcel] y sus Vagabundos –que venía de contar con José María Peñaloza y Alex Tobar durante parte de 1942–. Estuvo él presente en la escena musical de Medellín hasta más o menos 1945, luego se residenció en Bogotá. Aproximadamente en abril de 1947 lleva al disco un par de piezas de José Barros: RCA Victor 23-0577 (Decepción, tango / No sé qué pensar, tango) y RCA Victor 23-0585 (El Suicida, tango / Mira lo que has hecho, vals), cantadas por el compositor –en los marbetes figura con el respaldo de Juan Abarca y sus muchachos–.
Documentada una partitura, Cariñito –letra de Enrique Arizú, música de Ismael Tobar, el padre de Alex Tobar–, editada por Ed. BINI en septiembre de 1937. Se trata de una cumbia colombiana: particularidad que, hasta ahora, la convierte en la más remota pieza documentada de música bailable del litoral Atlántico compuesta por un músico del interior del país.
Es agosto de 1938 un mes importante por los eventos que tuvieron lugar en Bogotá en el marco de la celebración del cuarto centenario de su fundación. Aparte de la música docta se le dio espacio a músicas populares. Además de artistas nacionales y extranjeros, acudieron veinte murgas pueblerinas, varias participaron en un concurso celebrado en el Colón, entre ellas un grupo de gaiteros de María la Baja (Bolívar). José Joaquín Jiménez hacía la semblanza de un gaitero y transcribió la letra de uno de sus cantos. En un medio escrito se incluye una crónica sobre el folclor del litoral pacífico, acaso en lo corrido del siglo y a lo largo de la entrante década, el único texto de su tipo que se llegó a publicar en el país ‹central›: El perejú, pasaporte de negros en un país de zambos y mestizos.
En la función de gala de apertura del Festival Iberoamericano, que tuvo lugar en el Teatro Colón el 6 de agosto de 1938, Adolfo Mejía Navarro estrena su Pequeña Suite –al conjugar en las estructuras de la música erudita nacional, música del litoral Atlántico con aires de cordillera, obra pionera–. Consta de A. Bambuco, B. Canción, C. Torbellino y Marcha, D. Cumbia. Mismo escenario donde se verá el día 19, con coreografía de Jacinto Jaramillo Jaramillo, un grupo de danza de cuatro parejas que interpretaron cuadros de bambuco y cumbia y que un mes antes se había presentado en el coso de la Santamaría en el marco de un variado festival artístico; un anuncio describió la cumbia como «baile típico».
Fue un trampolín que también posibilitó la gira y le da significado a la presencia en el país central de la Orquesta Sosa, con plantilla de 14 músicos. En la capital se presentó del 23 de julio al 28 de agosto de 1938, alternó con la Orquesta Swing Boys, la Orquesta Centenario y el Conjunto de Johnny Rodríguez. La Sosa estuvo en Medellín del 8 al 19 de septiembre, e incluyó en su repertorio ‹bailes típicos de la costa, estilos afrocubanos y fox-trot con ritmo moderno›. Esta es la única gira por el interior que se ha logrado documentar, pero parecería que en otras oportunidades habrían visitado más localidades del país central si nos atenemos a unas palabras de Pacho Galán: «Teníamos contratos permanentes, especialmente en el interior. Viajábamos casi siempre por el río…»
Igual habían pasado por Bogotá: Gabriel Escobar Casas (1939), el portador de un mensaje de arte del pueblo del Atlántico, padre de Al Escobar, tolimense con corazón costeño que se presentó en la emisora HKF; el dueto de los Hermanos Valencia (1939); Los Canarios de la Costa (1939, conjunto de cuatro integrantes); y Esther Forero Celis quien hizo su primera gira nacional entre 1939-40.
Para encontrarle más sentido a lo anterior –y a lo que vino después– hay que tener también presente el programa radial La Hora Costeña y dos lugares de toque y/o baile, uno el Café Palacio situado en la llamada ‹zona cafetera›, de obligada cita para tertulias y música en vivo –foco de atracción de bogotanos y costeños que se estimulaban con la trompeta de [José] Acosta Calderón–, y El Romedal, un dancing popular caracterizado por hacer sonar solo aires negros frecuentado por personas de diferentes procedencias sociales.
Del Vechio con la colaboración de Juan Zapata Olivella había concretado la idea de alquilarle a Manuel J. Gaitán un espacio en su emisora La Voz de la Víctor. Lo que posibilitó que las actividades de la colonia costeña se complementaran con difusiones radiales de su música. La Hora Costeña comenzó a transmitirse el 23 de marzo de 1942 y desde septiembre de 1948 en adelante por la emisora Mil Veinte; Ariza Ramírez, que se había vinculado a la emisora a finales de 1940, y haría su programación con algunas de las tempranas grabaciones de Discos Fuentes –quien había publicado sus primeros ‹acetatos› en 1939 y no desde 1934 como ha hecho carrera–, con discos instantáneos de otros poseedores de cortadoras de acetatos y con fonogramas de la RCA Victor –con la Orquesta Emisora Atlántico Jazz Band- y la Odeón– en ediciones especiales para La Voz de los Laboratorios Fuente, también con porros de Emilio Sierra Baquero.
Gustavo Enrique Fortich Morales, que había comenzado su vida artística en Barranquilla en 1935, viajó a Bogotá entre 1937-1938 a estudiar música en el Conservatorio. Fortich y Valencia –Fortich Morales y Roberto Antonio Valencia Serna– estando ambos trabajando en diciembre de 1940 en el Club Deportivo Social de Honda con sus respectivos grupos –Fortich y su Conjunto y La Orquesta Valencia– volverán a ejemplificar esta mutua influencia entre lo costeño-antillano y lo andino: poco después de conformar su dueto se distinguirán por incorporar a su repertorio la Rumba Criolla y retomar la propuesta del Trío Carlos Andrade y sus Muchachos: costeñizar el bambuco. En 1940 habían cantado a dúo por La Voz de Antioquia Valencia Serna y Luis Carlos Meyer.
Lo costeño en el cine nacional de los años 40
1) En Allá en el trapiche (dirigida por Roberto Saa Silva, producción de 1942 estrenada el 8 de abril de 1943), Pedro Caicedo acompañado por un conjunto dirigido por Alberto Ahumada, canta de José Macías el ‹porro cartagenero›. Mario Fernández; interpreta otro tema, compuesto por Ahumada para la película, Cumbia Negra.
2) En Antonia Santos (dirigida por Miguel Joseph y Gabriel Martínez, producción de 1943, estrenada en 1944) uno de los cuatro números musicales es La queja del boga de José Barros, interpretada por Maruja Yepes (sonido grabado en disco y luego sincronizado).
3) En Golpe de gracia –su título provisional fue Apariencias que engañan– (dirigida por Emilio Álvarez C. y Oswaldo Duperly A. Estrenada el 12 de julio de 1944), Fortich y Valencia interpretan Porro Bogotá. También, Ricardo Romero (‹El Negrito Jack›) y Luis Carlos Meyer, cantan –Meyer interpreta un porro–. La pareja conformada por Lucina Valencia –esposa de Antonio María Peñaloza y hermana de Roberto Valencia– y José Perea Mosquera bailan ese ritmo y probable que acompañaran el del citado porro –Perea Mosquera estableció una exitosa academia de baile en la ciudad–. Cinco emisoras se vincularon a la filmación: Nueva Granada, La Voz de Bogotá, Emisora Suramérica, Radio Continental y La Voz de la Víctor (se hace una representación emulando el programa de La Hora Costeña).
4) En Bambucos y corazones (dirigida por Gabriel Martínez, producción de 1944, estrenada el 9 de mayo de 1945) la Orquesta del Caribe interpreta Prende la vela y al parecer, la asesoría musical de la película, estuvo a cargo de Lucho Bermúdez.
5) En La canción de mi tierra (dirigida por Federico Katz y Carlos Chiappe, Cofilma, Medellín), se rodó en septiembre de 1944 y su estreno tuvo lugar el 2 de abril de 1945, se interpreta una pieza no especificada de Lucho Bermúdez.