A Gustavo Turizo lo encontré por primera vez saliendo de un ascensor en un edificio del norte de Barranquilla acompañado de un bullicioso séquito que parecía querer robar un poco del brillo característico que emitía este artista de la costa Caribe.
La segunda vez lo encontré en una decadente discoteca del sur de la ciudad acompañado de dos enormes Drag Queens que parecían una fortaleza cosmética, no permitían que nadie se acercara al autor de la célebre instalación Las mujeres más lindas del mundo son hombres.
Pero sin duda la mejor manera de conocerlo fue y es a través de sus obras. Sus cuadros, especialmente, se salían un poco de los temas tradicionales. Lo de Turizo era una pintura de propuestas ‘alternativas’, para usar un término muy en boga por aquellos años noventa.
Su obra pictórica está conformada por imágenes sugestivas, donde lo grotesco, lo pop, lo kitsch y cierta demanda crítica contra el devastador consumismo de Occidente, que hallaron un espacio de conjunción en la paleta turiziana. Lastimosamente, la vida del autor fue muy corta, y quedó en el aire la sensación de que faltó mucho por decir de su arte. No obstante, lo que alcanzó a elaborar tiene la fuerza y la contundencia para resaltarlo quince años después de su partida.
Touched for the very first time es una mirada a uno de los artistas más versátiles e influyentes de la generación de los años noventa en la ciudad de Barranquilla. Gustavo Turizo cursó estudios en la Universidad del Atlántico; se destacó no solo como un artista interdisciplinario, sino que combinó su práctica como asistente curatorial, director de arte en cine y videos musicales. Fue coreógrafo, ilustrador y tuvo un sinfín de actividades paralelas. Esto le permitió ampliar sus medios de subsistencia en los años noventa.
Hoy, en retrospectiva, resulta interesante dentro del contexto de su obra comprender y ampliar la visión sobre qué significaba para él ser una artista en esos años en específico. De ello se ocupa una muestra en Espacio Odeón, en la ciudad de Bogotá, donde también se exhibió el video-instalación a dos canales del artista de La Guajira Eusebio Siosi titulada Sueños de la Outsui, y el video Lágrimas de Isis, de la artista cartagenera María Isabel Rueda.
Esta muestra reúne gran parte de la corta pero intensa producción de Gustavo Turizo. Una trayectoria que resultó trágicamente truncada por su inesperado fallecimiento en el 2002. Su producción transitó en medios tan diversos como instalación, fotografía y pintura,
además de colaboraciones con otros artistas de diferentes campos.
La muestra surge a partir del proyecto de investigación del colectivo La Usurpadora, que busca recuperar artistas del Caribe que han sido muy importantes e influyentes tanto a nivel local como nacional, pero que han sido relegados de la historia oficial del arte en Colombia. También, según los miembros de este grupo de espacio de arte independiente, este proyecto les tomó un año de investigación, entrevistando a personas que tenían obras de Turizo, entre ellos amigos, familiares y colegas artistas.
En ese proceso contactaron al curador Eduardo Vides, quien tenía archivado y referenciado el curriculum del artista. También apoyaron Martina Turizo, hermana del desaparecido; el Museo de Arte Moderno de Barranquilla, que tiene en comodato gran parte de la obra de Turizo. Se sumaron amigos y coleccionistas como Gustavo García, Magola Moreno, Fernando Castillejo, Danny González, Claudia Banoy, Johnny Insignares y Jéssica Mitriani, que facilitó una copia del cortometraje Rita va al supermercado. También aportaron a la búsqueda Deyana Acosta, con la Fundación Cayena, de la Universidad del Norte, y la Fundación Visión Cultural, de Roberto Caridi.
«Para nosotros la obra de Turizo representa un momento muy importante de producción artística de una generación que ha sido poco estudiada a fondo y que toca problemáticas de género desde una perspectiva conceptual y crítica pero muy sensible y sutil, desde lo autobiográfico», comenta María Isabel Rueda, un día antes de la instalación de esta retrospectiva.
A juicio de Mario Llanos, Turizo experimentó con telas estampadas de motivos kitsch y todo tipo de referentes de la cultura popular que impregnó de un humor muy sofisticado. En sus instalaciones como Las mujeres más bellas del mundo son hombres, con la que resultó ganador del Salón Regional de Artistas de 1995, el cual se llevó a cabo en el Museo de Arte Moderno de Cartagena, se le rindió una suerte de homenaje a sus amigos de la escena transexual, quienes sirvieron de modelos en la instalación.
Pero para muchos, la obra de Turizo no tuvo el reconocimiento que merecía a nivel local, ya que su trabajo era demasiado contemporáneo para una sociedad tan extremadamente conservadora como lo es aún hoy en día la ciudad de Barranquilla.
Gustavo Turizo, Barranquilla, (1962- 2002).
Por ejemplo, la obra Touched for the very first time hace referencia al tema Like a Virgin, de Madonna, de quien Turizo era un fan acérrimo, por ello su cercanía a muchos transformistas de la ciudad que en los diferentes bares LGBTI hacían los shows de doblete de la Material Girl.
Hay una pieza en la exposición que es todo un libro que ‘Turi’ hizo con los recortes de prensa que él encontraba de Madonna. Él los organizaba, recortaba y pegaba, y puede uno ver todas las etapas de Madonna con los dibujos e intervenciones que él hizo. También en la muestra está enmarcada una revista Interview –que le había regalado un amigo a Turizo–, cuya portada es Madonna, y está autografiada por Andy Warhol y la misma diva, comenta María Isabel.
Marco Mojica, quien fue amigo del artista y también formó parte de esta curaduría, nos da ciertas pistas sobre su curiosa personalidad:
«Era un tipo muy inteligente, con un humor tan agudo que uno no podía sino partirse de la risa con cada uno de sus comentarios. No le interesaban los conflictos, y menos los dramas, quizás por eso, cuando enfermó se encerró en sí mismo, no quería salir. No sé qué le preocupaba, quizá muchas cosas o quizá ninguna. Lo apasionaba Madonna y cualquier vaina que tuviera que ver con ella. Lo trasnochaban las fiestas, de eso no me cabe la menor duda. Le escuché alguna vez definir su obra como un pastelillo victoriano, muy bonita por fuera pero por dentro lleno de estiércol. El ser gay se convirtió en el tema central en la obra de Gustavo, fundamentalmente autobiográfica. Manejaba el tema con un sentido del humor tan impecable, que pudo crear una instalación titulada ‘Marica el último’. Esta corta frase encierra todo lo que significa ser homosexual en el Caribe. Para comenzar, Gustavo tenía la gran fortuna de ser no solo un artista conceptualmente sólido sino también con habilidades técnicas excepcionales para la pintura. De sus series de pintura que –a mi juicio– son las mejores son las que están realizadas sobre telas estampadas. Gustavo solía ir al Centro a comprar telas para luego montarlas en bastidores y pintar sobre ellas; el resultado era unas pinturas indescifrables donde lo kitsch (otro de sus temas favoritos) de las telas contrastaba con esas imágenes inquietantes que pintaba sobre ellas».
Sin duda, Turizo dejó una huella en el arte hecho en esta zona del país. Su mirada desenfadada y provocadora aún se pasea de voz en voz de aquellos artistas que se niegan a olvidarlo, pero también en su familia, quien le recuerda de manera permanente. Así lo rememora su hermana Martina Turizo:
«De mi hermano Gustavo tengo muchos recuerdos bellos. Era excepcional, buen hermano, hijo, amigo, tío, en fin, amaba a su familia. Era un intelectual de tiempo completo, sabía de arte en toda su extensión: música, cine, amaba la lectura, le gustaba el teatro y por sobre todo la pintura. Siempre fue muy alegre, entusiasta, excelente bailarín, le gustaba mucho el carnaval. A veces era como un niño jugando cuando creaba, planeaba y luego plasmaba sus ideas sobre el lienzo. Para él, su mundo giraba en torno a la imaginación. Según cuenta mi madre, desde muy pequeño mostró su interés por el dibujo, a muy temprana edad lo manifestó al tener papel y lápiz en sus manos. Siempre estaba dibujando. Mi madre siempre lo apoyó. Contrario a mi papá, que le decía que eso no servía para nada. Nunca fue discriminado dentro el núcleo familiar. Él siempre mantuvo su condición bien escondida, pero nosotros siempre lo aceptamos y respetábamos, pues era algo muy personal. Amaba el inglés, el cine, la televisión, era amante de los dulces, el chocolate y el cucayo. Le gustaba mucho viajar. También decorar. En cuanto a su vestir, marcaba diferencia siempre. Este homenaje lo merecía hace tiempo y llega en un buen momento».
El artista plástico Fernando Castillejo, docente de la facultad de Bellas Artes, resumió la obra de Turizo de la siguiente forma: «maravillosa, inspiradora, premonitoria, reveladora y brillante».
Gustavo Turizo, Barranquilla, (1962- 2002).
Pintura de la serie ‘Seis grados de separación’, de Gustavo Turizo.