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El Regreso

Domingo, Julio 17, 2016 - 12:00
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Ahora la anciana está a un lado de la selva con una gran tijera para cortar la noche. Hace siluetas de sombras y cacarea de vez en cuando. Las siluetas se arremolinan en los rincones y se esfuman con la luz de la mañana. 
 
El cielo de paraguas ha empezado a borrarse… los fantasmas del día cuchichean y ven pasar una iguana transparente, algunos murciélagos sin techo, Caperucita Roja, el lobo, el cazador y todos los cuentos que hay en la biblioteca del colegio bailan en una ronda interminable.
 
La anciana los saluda, da un tijeretazo y grita:
—¡Fin del cuento!
 
Sin prestarle atención, un caballo magnífico, con seis cabezas que parecen una, atraviesa riachuelos y trochas hasta llegar al patio de la casa de Nano porque ya es de mañana. Ese patio no tiene paredes… hasta él llega la selva.
 
A Nano le gusta jugar con la tierra y trepar en los árboles. Se cae, se raspa la rodilla, despierta y grita llamando a su mamá. Ella se le acerca y él empieza a contarle cómo se hizo una terrible herida peleando con un puma de los cuentos de Cástulo.
 
Cástulo barre los patios y es el hombre de confianza de esta casa y de todas las del barrio. Aquí los patios se acaban donde se abre la selva; casi nadie lo cree pero tienen sus propios fantasmas. Fantasmas asustados que no se atreven a entrar en ella por miedo a los muertos.
 
Entre la selva y los patios no están marcadas señales ni medidas, pero están ahí. Un poco más lejos, un poco más cerca. Más allá…De pronto Pulgoso ladra feliz, Muñeco estira el cuerpo, la escoba se retoca las mejillas para esperar a Cástulo, la piedra que es asiento se acomoda y los niños amanecen en su cama.
 
La almohada, el calorcito suave de las sábanas, la mano de mamá que alisa el uniforme, las pantuflas de papá y el sol irreverente que no cree en los fantasmas, se han puesto de acuerdo para anunciar las seis de la mañana. Todo es normal. Los niños se preguntan todavía de dónde saca el negro tantos cuentos.
José Manzur
No

Ella, la inconfundible Fitzgerald

Domingo, Julio 17, 2016 - 12:00
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Archivo particular
Se cumplieron dos décadas desde que el 15 de junio de 1996 el mundo de la música se quedara huérfano de la dama del jazz Ella Fitzgerald, de quien el público sigue disfrutando a través de las grabaciones su voz inconfundible.
 
Ella Jane Fitzgerald falleció hace 20 años en su casa de Beverly Hills, tras perder la batalla contra la diabetes que desde hacía años había intentado acallarla. Los más de 40 millones de álbumes vendidos de su obra hasta la fecha demuestran, sin embargo, que los amantes de la música siguen escuchándola.
 
Entre otros homenajes, el Lincoln Center en la Gran Manzana ofrecerá un concierto especial con motivo además de la competición Essentially Ellington High School Jazz Band Competition. En el 2017 se cumplirán cien años del natalicio de esta artista que todavía despierta pasiones toda vez que en su portal web se ofrecen a la venta afiches y fotografías suyas al lado de otros célebres de la música.
 
Cuando se cumplieron diez años de su desaparición su herencia musical fue reconocida con la incorporación al Hall de la Fama o Cuadro de la Gloria del Teatro Apollo de Nueva York, donde Fitzgerald comenzó su carrera hace más de 80 años.
 
Su voz era clara y de dicción perfecta, capaz de alternar entre las notas más bajas y las más agudas en bebop o en baladas. Cantaba sistemáticamente con una nota de alegría, algo que algunos le criticaron al considerar que representaba falta de esfuerzo.
Una cualidad paradójica para esta nativa del estado de Virginia, que creció en la pobreza y luchó con su música para sobrevivir como una cantante negra en un mundo de blancos.
 
Fitzgerald también luchó contra su timidez, la que se apoderó de ella cuando a los 16 años participó como bailarina en el concurso del Teatro Apollo e incapaz de dar un paso, salió del apuro cantando Judy al estilo de su ídolo, Connee Boswell.
 
Había nacido una estrella y sus 200 álbumes y más de 2.000 canciones sólo reafirmaron su título como la primera dama de la canción, un honor confirmado por sus 13 premios Grammy. La cantante también tuvo que superar las dudas de su primer mentor, Chick Webb, quien a regañadientes incluyó a la joven de 17 años y escasa experiencia en su orquesta.
 
El éxito del tema A-Tisket, A-Tasket (1938), convertido desde entonces en uno de los más populares de su orquesta y de Fitzgerald, le convenció de que había hecho lo correcto. Ya en solitario, Ella cantó con los mejores, desde Duke Ellington o Count Basie a Nat King Cole, Frank Sinatra o Benny Goodman.
 
Fue Dizzy Gillespie quien la animó a improvisar y a adoptar el bebop como otro de sus estilos, por el que se haría más conocida. Quincy Jones dijo que Fitzgerald fue no sólo la mayor influencia de su carrera, sino la de toda la música estadounidense, una de las grandes voces innovadoras del jazz.
 
Y aún así, todos los que conocieron a esta figura honrada con dos de las mayores condecoraciones presidenciales a un civil recuerdan la sencillez y timidez de su persona. «No digo nada para no meter la pata. Creo que se me da mejor cuando canto», solía decir ruborizada con tanto agasajo.
 
Reconocida especialmente por su comunidad, Fitzgerald fue la trigésima personalidad afroamericana a la que se dedica un sello postal en Estados Unidos, un honor hasta ahora reservado a líderes como Malcolm X y Martin Luther King. Con 2.000 canciones grabadas y entre otros galardones, la Medalla Nacional de las Artes —máximo reconocimiento cultural que concede el Gobierno de EE.UU. y que recibió en 1987 del presidente Ronald Reagan—, no hay muchos artistas estadounidense, vivos ni muertos, con su trayectoria.
 
Fitzgerald también luchó muchos años con un enemigo más mortal que su timidez, una salud frágil. Durante su última década de vida, Fitzgerald sufrió varias operaciones de corazón y la diabetes la consumió, primero la vista, luego su movilidad, al confinarla a una silla de ruedas tras la amputación de ambas piernas, y hasta su voz, silenciada finalmente ahora hace veinte años.
 
Sin embargo álbumes como 75 Birthday Celebration, The Complete Ella Fitzgerald Song Books, Ella in London o The Complete Ella in Berlin, entre otros, devuelven todavía el talento vocal de esta gran dama que en sus últimos años de vida disfrutó con «el sonido del aire, de los pájaros» y de la risa de su nieta Alice. Efe
Lara Malvesi
sumario: 
Con 2.000 canciones grabadas y trece Premios Grammy, se recuerda por estos días la trayectoria de la dama del jazz que vendió cuarenta millones de álbumes.
No

Barranquijazz en la memoria

Domingo, Julio 17, 2016 - 12:00
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Archivo El Heraldo 2007
Dicen los científicos que sin las condiciones objetivas no se puede hacer revolución ninguna.
 
En Barranquilla, es la fuerte cultura de la ciudad que crea las condiciones objetivas para hacer un Barranquijazz. Me refiero a la cultura posmamboista, la cultura que reconoce la palabra, que es canto, que es ley, que es asunto importante: la cultura marcada por la música de África. 
 
Estoy hablando de la clave. Para mí, no hay revolución cruzada, hay que mantener la clave. Es lo que nos une: los ritmos. Es realmente emocionante para mí experimentar un festival de jazz que centraliza lo que más me gusta: el jazz latino, que está en muy buenas manos, digo yo, en la generación actual, con muchas cosas pasando en muchas ciudades mundiales.
 
El jazz latino se ha ido trasformando al mainstream jazz repetidas veces en cada generación incluyendo la actual, pero queda demasiado ignorado por los festivales mayores. Repito: aquí el público lo comprende, sin traducción. Aunque Barranquijazz cuenta con un rango de jazz y la fuerte presencia con clave le brinda un sabor latino que lamentablemente es poco usual en los festivales mundiales de este género. Aquí se celebra un jazz latino, abierto a todos los demás. 
 
Su nombre aparte, Barranquijazz no podría pasar en cualquier otra ciudad de Colombia, mucho menos en otro país. Es original. Curramberísimo. Se fue formando sobre dos décadas, un mambo influenciado por el carácter único de Barranquilla, pero ese yin tiene su yang: con sus 20 años, Barranquijazz ha hecho mucho para afinar la cultura musical de la ciudad, creando las condiciones objetivas para un circuito de feedback positivo.  
 
Si no fuera por el trío increíble de Tony Caballero, Samuel Minsky y Mingo de la Cruz; que se han dedicado una buena parte de sus vidas adultas a este gran festival, no existiría. 
 
Pero tampoco podría existir, ni tendría sentido, si no fuera por el apoyo y la respuesta de la comunidad musical de esta ilustre encrucijada de río y mar. Barranquijazz sí tiene público. Siempre está presente Cuba en la programación (y era así cuando Cuba no estaba de moda), siempre está presente Brasil, siempre están presentes leyendas del jazz norteamericano, siempre están presentes las nuevas tendencias. El público comprende todo esto perfectamente bien, y ese público trae al concierto una electricidad.
 
Siempre está presente Colombia en la programación de Barranquijazz. Una de mis memorias más impresionantes del festival fue el éxito rotundo del ’08, delante de un gran público, de una obra de dimensiones mayores por Samuel Torres, nacido en Bogotá. Fue tocado por un grupo de los mejores músicos de Nueva York, donde vive Samuel, que atendieron al bambuco con exquisitez. 
 
Un factor determinante en la solidez del festival es la parte popular, denominado Barranquijazz a la Calle, que forma la base del festival. Hay programación gratis al público —conciertos de alta calidad artística, y el gran final de esa serie— donde yo presencié a Los Van Van en el ’08 siempre hay salsa o timba. Habrá José Alberto “El Canario,” excelente y dinámico desde siempre, pero ya convertido en una eminencia, grabando algunos de los más sabrosos números de su carrera ahora mismo. También estará Ray de la Paz. 
 
He tenido algunos momentos musicales muy ricos y memorables como la primera vez que yo vi al joven cubano Harold López Nussa tocar, que fue en un concierto gratis de Barranquijazz a la Calle. O mi encuentro como reportero con Diego El Cigala, hablando supersuavecito para descansar su voz después de llenar el gran salón toda una hora, o aquel charangazo con Palmieri, o el quinteto de Terence Blanchard, guau. Ron Carter! I got to talk to Ron Carter! Pasó en Barranquilla... 
 
Pero lo que más recuerdo son los pequeños momentos humanos. Fue en el ’13, creo, que yo estaba con un grupo de amigos después de un concierto de Barranquijazz, bailando todos, precisamente en el Salón Joe Arroyo. Uno de mis compañeros fue Jimmy Bosch, el gran trombonista y descarguero, que en otro momento del festival triunfó con una alta energía Obsesión junto con Néstor Torres. Lo conozco desde mucho, y lo aprecio mucho, pero no lo veo casi nunca, porque ya vive en Tokio, así es nuestro mundo.
 
¡Dime si este pueblo está informado! El VJ de homenaje puso un video de Jimmy, grabado en vivo en SOBs de Nueva York hace más de 20 años, tocando Descargarana, la primera ancla de su repertorio. Yo estaba presente en aquel show cuando filmaron el video, lo recuerdo bien. Ahora es un clásico.
 
Tantas memorias me pasaron por los ojos y en algún momento determinado, Jimmy comenzó a reírse. Yo pensaba que estaba riendo por mi manera de bailar, y le dije a Jimmy, «Uy, no te burles» o algo así. Y con una sonrisa beatífica, me dijo, a carcajadas, «I’m laughing because I’m happy» (Estoy riendo porque estoy feliz) Y yo me puse a reír también, por el puro placer de reírme, y seguimos bailando todos, en una versión zen de afrorriqueñayorquinacubana colombianacurrambería . . .
Ned Sublette
sumario: 
A cincuenta días de la realización del Barranquijazz 2016, un periodista estadounidense, especializado en jazz expresa sus vivencias sobre este certamen musical que este año celebra veinte años en la escena.
No

Y con ustedes Chelito y su Joe All Star

Domingo, Julio 17, 2016 - 12:00
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Archivo particular
Chelito de Castro está ansioso. Falta una semana para salir al ruedo con Chelito De Castro y su Joe All Stars. Seis de los trece músicos de la nueva orquesta —entre ellos el Guachi Meléndez, Nibis Velásquez y muchos otros— tocaron junto al Joe Arroyo en La verdad. Escucharon de labios a oídos sus onomatopeyas, a falta de conocimientos sobre gramática musical, y conocen el ‘joeson’ al dedillo.
 
Como es sabido en el medio, de varios años para acá Chelito De Castro venía trabajando exclusivamente en su proyecto de Acordeón Latino: fandangos, danzones, pasillos, bossa nova, tangos, etc., en un formato jazzeado. Temas clásicos del folclor latinoamericano que se da a la tarea de desarmar y ensamblar nuevamente con ingredientes de su propio magín hasta que la estructura se viste con un nuevo ropaje. Pero a finales del año pasado decidió desandar el camino y regresar otra vez al piano.
 
No fue algo planeado. Lo invitaron a participar en un programa del Canal Caracol sobre la historia de la música tropical en Colombia, y a los pocos días empezó a recibir llamadas de gente que quería escuchar nuevamente la música del Joe en fiestas particulares.
 
A una presentación la seguía otra y otra. La interpretación de los temas cumbres de La Verdad ocasionó una epifanía: Chelito acababa de desdoblarse en un muchacho delgado que miraba con extrañeza las hojas del calendario. La señal estaba clara. Al Joe había que recuperarlo tal como a él le hubiera gustado que lo hicieran.
 
Y dicho y hecho: se puso manos a la obra a buscar a los músicos que lo acompañarían en esa nueva empresa donde no habrá grabaciones, ni discos para la venta.Únicamente, presentaciones en vivo con el repertorio de los 40 años de vida artística del  gran Joe, que se fue de esta morada terrenal  el 26 de julio de 2011.
 
En este quinto aniversario de su partida, Chelito cuenta que en un ambiente de camaredería y profesionalismo los músicos han trabajado con entusiasmo pero también en medio de la nostalgía. Falta Joe, pero justamente por eso nace Joe All Stars, dice Chelito De Castro, líder y director musical de este proyecto. Parafraseando al cantante sentencia: «Será con la música que él interpretaba, para que no lo olviden».
 
En la nómina de la agrupación junto a Chelito hay veteranos y  talentos que se abren camino:  Felipe Charris, Diego Thorné, Joan Sierra, Juan C. Pérez, Alexis Mesino, Nadil Ayubi, Chichi Barros y Ricardito. Y en las voces además de Víctor Meléndez y Niber Velásquez, Junior Aragón, de 19 años, el mismo que sorprendió durante las honras fúnebres de Arroyo, por el gran parecido de su voz.
 
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Chelito De Castro es un músico polifacético, cuya propuesta con el acordeón ha pasado desapercibida para las clases populares, por distanciarse del vallenato. En todo caso, dice, más que acogida lo que busca es abrir caminos en un espacio donde sólo había selva tupida.
 
En rigor, el oyente raso lo recuerda por la presentación que el Joe hace de él en La rebelión, después de un tremebundo solo de trompeta («¡Y con ustedes: Chelito De Castro!»), aunque la frase vuelve a repetirse en temas como En Barranquilla me quedo y Pa’l bailador. Era el reconocimiento público de una amistad que nació cuando Chelito, de 18 años en ese entonces, daba sus primeros pasos en el mundo de las orquestas profesionales, y el Joe Arroyo regresaba a Barranquilla, tras su paso triunfal por Fruko y sus Tesos.
 
—Antes que un amigo —me cuenta Chelito— el Joe era un ídolo. No sólo para mí, sino también para los músicos de la orquesta en la que yo tocaba. Así que nadie lo pensó dos veces cuando el Joe nos propuso armar una orquesta que diera de qué hablar dentro y fuera del país.
 
De ese modo empezaron largas horas de ensayo en la casa de la cantante Zoila Nieto. Y más adelante, cuando iniciaron las grabaciones, en la casa del Joe. Cuando todos los músicos regresaban a sus casas, Chelito y el Joe preparaban algo de comer, salían al patio de la casa, acompañados de una grabadorita y de una botella de vino,  y se ponían a componer música hasta que los sorprendían las primeras luces del día siguiente.
 
De ese diálogo íntimo, fraternal, nacerían los arreglos de temas como Las cajas o el solo de piano de Mi Mary, entre otros. A veces, comenta Chelito, parecían un par de novios. Si el Joe llegaba tarde a una presentación encontraba al pianista con el rostro avinagrado, pero cuando empezaba a cantar y la gente lo ovacionaba, le guiñaba un ojo como diciéndole «¿si ves? La gente me adora», y Chelito no tenía más opción que distender los pliegues de su rostro y devolverle una sonrisa aprobatoria. 
 
—Como músico, el Joe era un tipo de una creatividad impresionante —afirma—. Cuando uno trabajaba con él lo difícil era decidir cuál de las cinco ideas que tenía era la mejor. Como arreglista y compositor, lo veo como alguien que tenía gusto para diseñarse su propia ropa. Además, pensaba mucho en el bailador. Joe bailaba los discos cuando estábamos en pleno proceso de grabación y sabía en qué momento exacto la gente iba a estallar.
 
Nunca fue un director severo, como el tipo calvo de la película Whiplash, ante el cual sus compañeros pudieran sentirse intimidados. Todo lo contrario, recuerda Chelito. En las salas de ensayo reinaba la tranquilidad. Y si alguno de ellos se equivocaba, el Joe, en vez de reconvenirlo con palabras ofensivas, lo mucho que se atrevía a decirle era: «¿Jura?». Una vez, incluso, fueron a tocar a una caseta y cuando el Joe hizo el conteo los músicos entraron a destiempo, y fue como si alguien hubiera dejado resbalar los platos de porcelana en el piso de la cocina.
 
—Pero nadie dijo nada —explica Chelito—.  Paramos la música y nos mostramos extrañados, como si la culpa de todo la tuvieran los enchufes o los micrófonos. Después arrancamos de nuevo y pusimos a la gente a gozar. Yo creo que esa libertad que el Joe nos daba influyó para que siempre nos sintiéramos tranquilos en tarima, como si estuviéramos en el patio de la casa en pantalonetas y chancletas, aunque, eso sí, sin bajarle una línea al feeling.
 
En varias ocasiones alternamos con el Grupo Niche, que tenía unos músicos cabrones, pero demasiados serios por la presión que ejercía sobre ellos Jairo Varela. Nosotros, en cambio, éramos un grupo de locos sin estudios formales, pero con tronco de sabor bárbaro, y con el Joe adelante jalando el camión, que no era poca cosa.
 
***
 
Chelito De Castro nació en Barranquilla el 5 de septiembre de 1962. Fue registrado con el nombre de Darío Alberto de Castro Vásquez, pero siempre le han dicho Chelito por un pariente lejano que interpretaba el violonchelo. De hecho, comenta, los hombres de su familia parecieran conformar el equipo de violonchelos de un conservatorio: Chelito le dicen a su papá, el reconocido columnista de EL HERALDO, lo mismo que a sus tíos y hermanos. Irónicamente, vendría a ser él, el menos Chelito de la casa (pues lo reconocen por otra palabra de cariño), quien finalmente le haría justicia  al mote musical.
 
—Así es como me han dicho siempre —reafirma.
 
—¿No ha habido nadie que lo llame por su nombre de pilas? 
 
—Sí —responde—: las mujeres que he tenido cuando han querido regañarme.
 
 Allí está pintado Chelito. Te sientas a conversar con él y al rato ya te está sacando una carcajada. Quienes lo conocen de cerca no dudan en reconocer sus dotes para transformar cualquier anécdota, por muy insignificante que parezca, en un hilarante chascarrillo. Pero sería errado tomar la parte por el todo. Detrás de esa personalidad festiva, plena de frases ingeniosas, se oculta un tipo solitario, que puede encastillarse en un silencio testarudo si la persona que tiene al frente no le inspira confianza.
 
Su pasión por la música empieza en la infancia. No había cumplido los 9 años aun cuando un primo suyo, integrante de la orquesta de Pastor López, le vendió a su papá un acordeoncito con las teclas dañadas. En ese entonces era una rareza encontrar un acordeonista en Barranquilla, pero la suerte quiso que su hermana tuviera por novio a un muchacho que dominaba el instrumento. Así que cuando el hombre se ponía a tocar en la sala de su casa él se le paraba al frente para estudiar el movimiento de sus dedos. 
 
—Cuando tenía armado un repertorio de tres o cuatro canciones —rememora—, un tío me llevaba a tocar en los desfiles de carnavales. Él iba montado  en un carromula con una botella de ron y más atrás íbamos un primo en la guacharaca, otro amiguito en el tambor, y yo en el acordeón, amenizando la vaina. 
 
No tenía juguetes, sino instrumentos musicales. En el garaje de su casa tenía una batería hecha con puras calderetas. Por el barrio de una tía armó un «conjuntico» vallenato con otros niños. O si no frecuentaba la casa de René Betancourt, un compañerito que contaba con su propio piano.
 
En esos tiempos había unos almacenes en la calle 72 que decoraban con congas, pianos y guitarras para que se vieran más llamativos, y él podía pasarse horas y horas allí, al frente del almacén, imaginando que todos esos instrumentos eran suyos. Tiene muchos recuerdos de esa época, aunque quizá ninguno tan memorable como aquel en que aparece cazando mariposas en los alrededores del coliseo cubierto para una tarea que le habían pedido en el colegio.
 
 —En esas escuché una melodía —dice— y me fui siguiéndole el rumbo para ver de dónde venía. Se trataba del ensayo de los músicos del circo que estaba alojado en el coliseo. En una pausa del ensayo me puse a tocar la batería y la organeta y los manes me preguntaron si estaba interesado en viajar con el circo. Yo les dije que sí y los llevé hasta mi casa para que hablaran a mi mamá. «Cuidado le dices algo de esto a tu papá —dijo ella, después de cerrarle la puerta a los tipos— porque te puedes meter en un problema». 
 
***
 
Yo tenía ocho años cuando escuché el nombre de Chelito de Castro por primera vez. No sé cómo se lo tomaban los otros, pero la frase, para mí, más que una presentación ordinaria, era una invitación enérgica a abandonar cualquier conversación para atender al desenfreno de ese iracundo monólogo de teclas, a esa queja contenida en la garganta hasta madurar en un grito desfogado,  a ese puño enhiesto y nervudo ante el cual perdía toda eficacia el látigo del negrero.
 
Y ahora, próximos a cumplirse 30 años de la grabación del tema, el nombre dejaba de ser una abstracción para convertirse en un rostro de  ojos azules  y frente despejada, sombreada por una boina de color café. 
 
Cuando grabó el solo de La rebelión, refiere Chelito, era un pelao de 23 años en el que pocos creían. Es más, al llegar a los estudios de Discos Fuentes advirtió que  los productores habían buscado dos pianistas más por si no daba la talla. Pero el Joe creía en sus capacidades. Chelito se quitó la camisa, sacudió los dedos, cerró los ojos y luego, al recibir la entrada para improvisar, se dejó llevar por la inspiración. De ese modo nació uno de los solos de piano más emotivos y memorables de la salsa colombiana.
 
—¿No le incomoda que cierta parte del público lo identifique únicamente como el pianista de La rebelión y que ignore sus otras facetas musicales?
 
—Para nada. Gran parte de lo que soy se lo debo a ese impulso que me dio el Joe con La rebelión. En Miami, donde el tema ha llegado a convertirse en un himno, recibí el año pasado un reconocimiento de parte del mismo alcalde de la ciudad. Por eso, si tengo que ejecutar ese solo mil veces, porque la gente quiere escucharlo, lo seguiré haciendo con el mayor de los gustos.
 
Chelito prefiere mantener ocultas las verdaderas razones de su salida de La verdad. No fue, aclara, por ningún problema con el Joe ni con ningún músico de la orquesta. El caso fue que a los 29 años reanudó sus flirteos con el acordeón. Se extendieron entonces los rumores sobre su nueva faceta. Y recibió desde Miami una invitación indeclinable: grabar La gota fría para el próximo LP de Julio Iglesias.
 
Fue la primera de una larga serie de grabaciones al lado de cantantes de primera línea: El Puma, Ana Gabriel, Juanes y Rubén Blades, entre otros. De manera paralela, trabajaba como arreglista y productor para agrupaciones como Bananas (para la cual compuso también la emblemática canción Cielo de encantos) y cantantes de la talla de Juan Carlos Coronel, Jorgito Celedón y Peter Manjarrés. Menos conocida ha sido su faceta de cantante,  si bien él mismo prefiere llamarse «cantor», salvo por el tema A dos palos, que se convirtió en un hit de los carnavales  de esos días.
 
***
 
Después de lograr musicalmente todo lo que se había propuesto, Chelito De Castro decidió, a los 52 añosde edad, entrar a la universidad a estudiar música. No le interesaba ser profesor, sino cerrar una puerta que había dejado abierta a sus espaldas. Siendo  un muchachito de 12 años entró a estudiar música en el conservatorio. Sin embargo, tenía diferencias con un profesor alemán debido a su inclinación por la música tropical. 
 
Los estudiantes estaban allí, enfatizaba el profesor, para privilegiar el estudio de la música clásica. Una vez, él y un grupo de amigos olvidaron la advertencia y se reunieron en la sala de ensayos a tocar salsa. Chelito estaba demasiado embebido en el solo de timbales como para darse cuenta de que el profesor estaba detrás de él.
 
Lo próximo que vio fue una mano lanzando sus partituras al suelo. Hasta allí llegó todo. No quiso regresar a clases de música. Ni al año siguiente ni después, cuando habría podido ingresar a Bellas Artes sin el examen de aptitudes que usualmente realizan los aspirantes. Asociaba los estudios formales de música con esquemas que anquilosaban la creatividad.
 
 Así que continuó con su carrera como autodidacta. A los 14 años ya tocaba  el bajo y la guitarra. A los 16, recibía clases de piano de Cristián del Real y Hugo Molinares. Luego vinieron las giras con el Joe, y sus trabajos como productor. Volver a la universidad le dio la oportunidad de vivir una parte de su juventud que había pasado por alto. Pedía su merienda, como cualquier otro estudiante, en la cafetería de la universidad. Bromeaba en los exteriores del salón cuando el profesor aún no había llegado y luego se acomodaba en su puesto con semblante serio al momento de verlo venir. 
 
Se reunía con sus compañeros para preparar exposiciones y vivió en carne propia el terror de asistir a unos exámenes finales. Pero nunca se le ocurrió citar sus pergaminos para obtener privilegios. Ad portas de recibir su título como profesional en música, considera zanjada su deuda con el alemán. Ya no mira hacia atrás. Su prioridad es el presente y en el ahora está el inminente estreno de Chelito De Castro y su Joe All Stars. 
 
No lo mueven únicamente intereses musicales. La última vez que habló con el Joe, este le dijo por teléfono: «Mi hermanito, este amor es para esta vida y para las que vengan».  Le pareció un poco raro el mensaje, porque ellos, a pesar del cariño que se tenían, nunca se dijeron que se querían. Y días después  —se le eriza la piel al recordarlo— acompañaba al cortejo fúnebre que llevaba su ataúd hasta el cementerio. El Joe tenía razón: la amistad de ambos iba más allá de los simples afectos. 
 
—Puede sonar a cliché pero no hay otra forma de honrar su memoria que no sea tocando y bailando su música —reconoce chelito—. En el caso de nosotros, los músicos que lo acompañamos en La verdad y que nos reunimos ahora para preservar su legado, sentimos a Joe en cuerpo presente cuando interpretamos sus temas. Es como si siguiera aquí con nosotros vacilando la clave, jalando la tractomula, reventando botón, aunque no podamos verlo.
Alfredo Baldovino Barrios
sumario: 
Tras acompañarlo durante toda la vida musical de Joe Arroyo, ahora el músico y compositor Chelito De Castro le rinde tributo con la creación de Joe All Stars, una orquesta que divulgará y preservará el legado musical de Arroyo. No habrá grabaciones, sólo
No

Revista Latitud de 17 de Julio de 2016

Domingo, Julio 17, 2016 - 12:00
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Sección: 

¿Se acuerda de Gloria Gaynor?

Domingo, Julio 24, 2016 - 12:00
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Tomada de Internet
Quizá algunos de los que se acercaron este 21 de julio a la playa de la Zurriola de San Sebastián, norte de España, en la jornada inaugural del 51 Jazzaldia pensaban quedarse quietecitos sobre la arena ¿pero quién no baila con Gloria Gaynor?
 
La reina de la música disco ya no se mueve como antes, se ha ausentado un par de veces del escenario pero durante la docena de canciones que interpretó logró que nadie se resistiera a bailar o dar palmas con su música contagiosa.
 
Cuando aún no había anochecido, la cantante estadounidense apareció con una chaqueta,  pantalones pitillo de tonos plateados, y unas cómodas sandalias sin tacón, siguiendo el  ritmo de Goin’ out of my head. Anunció en un muy buen castellano que era un «gran placer» estar en San Sebastián, la primera ciudad de su gira española, a la que seguirán Port Adriano (Mallorca), Valencia y Barcelona.
 
El segundo tema del concierto fue otro de sus grandes éxitos, el archiconocido I am what I am, cuyo estribillo invitó a cantar y lo enlazó con el inevitable Never can say goodbye.
 
También hizo  una versión Killing me softly with his song, que hizo famoso Roberta Flack, y una más de otro famoso,  Every breath You Take que Sting compuso en los tiempos del grupo musical The Police. Además, a Donna Summer le rindió  tributo con Last Dance, tras la cual ha hecho la segunda escapada de la noche.
 
En el primer receso del concierto, participó Jonathan Arons con su trombón y en el segundo receso, una de las integrantes del grupo vocal presentó, entre nota y nota, a los diez miembros de la banda.
 
Gloria Gaynor interpretó Only you can do y Talkin bout Jesus, temas que pertenecen a su último disco, que aún no ha visto la luz, y que están vinculados a su faceta más espiritual, a esas canciones «cristianas» cercanas al góspel de su última etapa.
 
La despedida no pudo ser de otra manera que I will survive, su himno, recibido con un grito colectivo y con decenas de móviles, que lucían como los mecheros de antaño, aunque en esta ocasión para grabar el momentazo de la noche, que disfrutaron por igual niños, adolescentes, jóvenes y mayores.
 
Y si alguien esperaba escuchar en los bises canciones como Can’t take my eyes off you, First Be a Woman y otros éxitos de la dama de New Jersey, pues se tuvieron que conformar con el Everybody Dance, de chic, que muchos no supieron interpretar.
 
En la misma tarima donde estuvo Gloria Gaynor el sucesor fue John Nemeth & The Blue Dreamers.
 
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«‘I will survive’ fue un regalo que me hizo Dios»
 
La reina de  la música disco, Gloria Gaynor, voz de temas tan reconocidos como I am what I am o Never can say goodbye considera que los temas que le han hecho famosa traen «esperanza» e «inspiración» y agrega sobre I will survive: «siempre he creído que fue un regalo que me hizo Dios».
 
Y es que Gaynor, que estaba convaleciente de una operación y con dudas de si la compañía le renovaría el contrato, grabó ese tema en 1978 como una «cara B», a pesar de que ella les decía a los productores que «estaban locos» y que aquello sería «uno de los más grandes éxitos que nunca se habían escuchado».
 
Ahora se ríe y reconoce en una entrevista con Efe que fue un acierto que no le hicieran caso.
 
A sus 66 años y tras 42 de carrera cree que es precisamente ese mensaje positivo que aportan sus temas lo que le permitió sobrevivir al auge y caída de la música disco.
 
Tan convencida está del poder de su música que llega a España para inspirar «esperanza» al público con un repertorio ampliado recientemente «con un toque cristiano», con el que promete «sorprender».
 
«Quiero transmitir al público esperanza, aliento, que se inspiren y se empoderen», subraya la norteamericana (Nueva Jersey, 1949), que en sus conciertos en San Sebastián, Mallorca, Valencia, Barcelona y Madrid llevará lo mejor de los ritmos dance desde los años 70 hasta la actualidad con la gira Never can say goodbye. Mismo título de su versión del tema homónimo —que fue grabado por primera vez por los Jackson 5—, que se convirtió en la primera canción disco en alcanzar el número 1 en la lista Billboard, con lo que obtuvo el reconocimiento internacional y lanzó su carrera como cantante.
 
Pero también avanza que en sus conciertos españoles además de sus hits ofrecerá algunos temas de su reciente repertorio cristiano «que quizás no hayan escuchado antes. Les sorprenderá», afirma rotundamente.
 
La artista reconoce que esa mezcla de estilos es algo sobre lo que ha «reflexionado mucho últimamente», para concluir que «el optimismo y la felicidad que aporta la música disco» a la gente es «perfecto» en combinación con «la sensación que transmite la música cristiana».
 
Todo ello enfocado en un único mensaje: «tenemos que amarnos más entre nosotros», pide Gaynor, convencida de que cuando la gente «baila y canta» es difícil que se pelee o que se odie.
 
La norteamericana, que en su dilatada trayectoria cuenta entre otros con el premio Grammy y el Legend, es también conocida por su participación en el musical de Broadway Smokey Joe’s Cafe y sus apariciones en series como That 70’s show, Ally McBeal o Don’t forget the lyrics.
 
La voz más conocida de las pistas de baile dice que se siente «genial» tras más de cuatro décadas sobre los escenarios y aún mejor cuando piensa en las citas que le esperan con el público español, al que no visita desde hace dos años. Ha prometido que su gira por España será «una gran fiesta» en la que podrá disfrutar «todo el mundo».

 

Ana Bargueño
sumario: 
Con 62 años de edad y cuatro décadas en el escenario acaba de participar en el Festival de Jazz de San Sebastián, España. Ahora, con repertorio cristiano, dice que está convencida que las letras positivas de sus canciones como la de su tema emblemático l
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Los acordes finales para el Libertador

Domingo, Julio 24, 2016 - 12:00
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Cortesía Museo Bolivariano de Arte Contemporáneo
El Libertador aquejado de salud emprende un viaje sin regreso. Después de salir de Santa Fe de Bogotá y recorrer el territorio nacional, atravesar Los Andes y bajar por el río Magdalena, llega a Santa Marta, a donde fue acogido con agrado y benevolencia.
 
¿A dónde se dirigía Bolívar? Es una pregunta sobre la que se ha especulado, lo cierto es que en esa ciudad lo sorprendió la muerte. En su última proclama el Libertador ofreció su vida, siempre y cuando cesaran las disputas entre los partidos políticos que comenzaban a enfrentarse por el poder.
 
El 17 de diciembre de 1830 murió en la Quinta de San Pedro Alejandrino, a donde había sido trasladado por su estado delicado de salud y el clima podría ayudarlo a superar sus quebrantos. 
 
El cadáver fue trasladado a la casa de la Aduana en Santa Marta, allí fue embalsamado por el doctor Alejandro Próspero Reverend, quien lo había atendido en sus últimos días, desde su llegada a Santa Marta, escribió 33 informes sobre el estado de salud del Libertador.
 
El general Mariano Montilla ordenó el sepelio lo mejor posible, el cual se realizó el día 20 de diciembre, con la asistencia de su séquito de militares, sus pocos amigos, los veteranos de la independencia y la población de Santa Marta, que se volcó masivamente para acompañar al más grande de los americanos. Sus restos fueron depositados en una humilde bóveda en la catedral. El gobierno nacional no tuvo mayor participación en las honras fúnebres.
 
Tal como lo definió el General Montilla su sepelio y honras fúnebres se realizaron con toda distinción y el recogimiento que exigía el personaje. El político y escritor Luis Capella Toledo nos dice sobre este hecho lo siguiente:
«jamás había desplegado Santa Marta tanta magnificencia, ni sentido tanto dolor. La ciudad que no había hecho nada por la independencia de la Patria, se enorgullecía de guardar en su seno las cenizas de aquel que lo había hecho todo». 
 
Refiriéndose a las personas asistentes y particularmente a las mujeres comenta que «en medio de las mujeres del pueblo que  iban acompañando al féretro, veíase una extranjera, como de treinta y seis años de edad, bella todavía, no obstante la palidez mortal de su semblante. Llevaba un cirio en la mano derecha  y en la otra una corona de siemprevivas. Por el movimiento de sus labios se comprendía que iba en oración».
 
El personaje que describe Capella es la francesita Anne Lenoit, la siempreviva, el amor de Bolívar, la única de sus amores que asistió al sepelio, que marchó de Tenerife a visitarlo y lo encontró muerto. Bolívar la había conocido 17 años atrás al principio de sus incursiones en el río Magdalena. Cuando sirvió a órdenes de Pierre Labatut  y de Rodríguez Torices, entonces Presidente de Cartagena.
 
La ciudad toda entró en luto, la tristeza embargó a todos los corazones y los samarios tuvieron que resignarse a la crueldad de la vida: la muerte. El Libertador había muerto en ella y sus admiradores y seguidores no tuvieron otra opción que aceptar la desaparición del genio de las Américas.
 
Los funerales tuvieron el acompañamiento de una marcha fúnebre compuesta para el momento por el maestro francés Francisco Sieyes y el Batallón Militar la ejecutó durante el sepelio. 
 
Aunque Mompox y Cartagena, tuvieron una importancia musical, tanto en el siglo XVIII como en el XIX, a Santa Marta le cabe el honor de tener una banda de música organizada y dirigida por el maestro francés Francisco de Sieyes, quien recibió la orden del general Mariano Montilla, al morir el Libertador, para que compusiera una marcha fúnebre para la ocasión.
 
Y así se hizo, fue estrenada «en el entierro, la cual fue ensayada con buen éxito durante los tres días que el cadáver del Grande Hombre permaneció en cámara ardiente, en la casa antigua Aduana de Santa Marta».  
 
La importancia de la existencia de la banda del maestro Sieyes en Santa Marta, es determinante al revisar el papel de la vida social y la música en la ciudad en el siglo XIX.
 
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José  C. Alarcón. Tomado del libro ‘Compendio de
Historia del Departamento del Magdalena’. 
 
Un detalle interesante desde el punto de vista histórico y social lo constituye el hallazgo que encontró el historiador y músico del siglo XIX, José Concepción Alarcón. Alarcón ejercía como maestro de teoría y piano en la Sección de Señoritas del Instituto Departamental de Música creado en 1890, desde la cátedra y por su actividad de músico y su olfato de historiador se dedicó a indagar, sobre quiénes habían participado en la banda que ejecutó la marcha; cuántos quedaban vivos y quiénes se sabían la marcha.
 
Este autor que se caracterizó por su búsqueda y precisión de algunos datos y hechos acaecidos en su tiempo, que combinó la utilización de documentos históricos para escribir la historia samaria, usó igualmente la tradición oral para reconstruir una historia más objetiva.
 
Alarcón reconstruyó la lista de los integrantes de la banda que participaron en el sepelio del Libertador Simón Bolívar, el hecho es tan significativo para la prensa samaria que el periódico La Semana, número 9 del  17 de enero de 1891, publicó la noticia con un título muy expresivo: «Valioso Hallazgo», era claro que a la fecha no se conocían a ciencia cierta quiénes eran los ejecutantes de la Marcha fúnebre preparada especialmente para ese día y la misma partitura de la pieza fúnebre.
 
La nota en comento dice: «Debido la laboriosidad del profesor señor don José C. Alarcón, y a la veneración que él tributa a la memoria del Libertador estamos en posesión de la marcha que se tocó en el entierro del padre de la patria Simón Bolívar. El señor Alarcón encontró este precioso documento en la memoria de los señores don Luis Santrich y don Luis Elías. Este último músico de la banda del batallón milicias de esta ciudad que prestó su servicio de plaza durante cuatro años; y cuya banda fue la que hizo el toque de la marcha, compuesta expresamente para ese objeto por el director don Francisco Sieyes».
 
Como se desprende de esta primera parte de la noticia, Alarcón con la ayuda de dos informantes testigos de excepción, reconstruyó en primer lugar la banda y sus integrantes. En segundo lugar, escribió la partitura que por conducto de Luis Santrich y Luis Elías le cantaron de memoria y él escribió la música. Veamos en primer lugar el tema de los integrantes de la banda y luego revisamos el tema de la marcha y todo lo que eso origina. 
 
El periódico reseñado afirma textualmente y para evitar equívocos que: «sabemos que componían dicha banda los señores; José María Sará, Requinto; Pascual Tapia, Clarinete; Cundino Zagarra, Clarinete; José Lucio Noriega, Clarinete; Francisco Javier Suárez, Clarinete; Pedro Fiol, Clarinete; Catalino Hernández, Flautín; José Jesús Maestre, Flautín; Ventura Sequeira, Flautín; Juan de Dios Prado,  Flautín; José Dolores Granados, Flauta; Luis Elías, Bugle; Pedro Surqui, Bugle; Manuel José Acosta, Trompa; Pedro Acosta, Trompa; Manuel Cabás, Trombón; José Rodríguez, Trompa; Lucas Sierra, Fagot; Gregorio Martínez, Fagot; José María Martínez, Fagot; Manuel Hernández (Michingo) Clarín; Juan Fiol, Clarín; Domingo Castillo, Redoblante; Vicente Mendoza, Bombo; José del Carmen Noriega, Platillero; Francisco Granados, Triángulo; José Martínez, Pandero».  
 
Resumiendo encontramos que la banda está integrada por: cinco clarinetes, cuatro flautines, dos bugles, dos trompas, tres fagotes, dos clarines, una flauta, un requinto, un bombo, un platillo, un redoblante, un triángulo y una pandereta, en total son 25 instrumentos. La nota agrega, que de los anteriores músicos, sólo hay vivos el señor Luis Elías, que para el momento contaba con 88 años y el señor Juan de Dios Prado, que residía en la vecina Barranquilla.
 
Lo cierto es que en la ciudad existe una tradición musical desde mucho antes del sepelio del Libertador, pero no deja de ser significativo el hecho de la existencia de una banda «organizada» y dirigida por un francés.
 
Por otra parte, la presencia de los instrumentos utilizados y ejecutados es una muestra que dicha actividad musical estaba acentuada en la sociedad samaria. Es pertinente anotar que la banda y la marcha fúnebre son dos hechos importantes para la historia social de la música en Santa Marta, por ello, nos parece oportuno hacer algunas referencias a la recuperación de la partitura de la marcha; la original, desapareció.
 
Esta labor estuvo en cabeza del historiador Alarcón, quien le revela al periódico La Semana, detalles sobre la misma y que el semanario comenta en los siguientes términos: «sabemos también que el señor Alarcón tiene arreglada la marcha para música militar, compuesta de requinto en Mi bemol; clarinetes, pistones, contraltos, barítonos, bugle, sexhornos y bombardinos en Si bemol, trombones en Fa, flautín en Re bemol, y corno, tal como están organizadas las bandas en Bogotá». 
 
Según se comenta la marcha fue arreglada por el mismo Alarcón para ser interpretada en piano, y se imprimieron varios números que se distribuyeron. Según la prensa Alarcón «para probar que lo que ha escrito es la misma marcha que se ejecutó por la banda de esta ciudad, en el entierro del Libertador, ha pedido al Juez de este Circuito en lo civil, se sirva hacer rendir declaración, precediendo a ella la audición de la pieza, a los señores Luis Elías y Domingo Machado, sobre su identidad.
 
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Pintura de Alejandro Obregón titulada
‘Don Simón en San Pedro Alejandrino’. Cortesía Museo Bolivariano de Santa Marta.
 
El señor Machado es el único que vive de los que formaron aquel batallón, y tuvo la honra de componer la guardia que tributó los honores fúnebres al Libertador, como guarda de honor».
 
Frente a estos hechos Jorge Luis Arango en sus Hojas de Cultura, encontró un expediente en el Museo Nacional, que trascribimos: «Señor Juez Municipal del Distrito: Yo, José C. Alarcón, colombiano y mayor de edad, a Ud. pido se sirva recibir declaración jurada a los señores Manuel J. Guardiola, María Dolores Barranco, Luis Elías y Domingo Machado, sobre los siguientes puntos: 1. Si conmigo los comprenden los generales de la ley; 2. Digan los primeros (Sr. Guardiola y Sra. Barranco) si saben de una manera cierta que el Sr. Luis Santrich, antes del ataque que le ha conducido de gravedad a la cama, me contó y yo escribí la marcha que sirvió para el entierro del Libertador Simón Bolívar. Así mismo dirán, la edad que sepan, cuenta el Sr. Santrich; 3. Digan los otros dos (Srs. Elías y Machado) si la notación musical que a continuación se inserta, la cual haré que oigan ellos ejecutar, corresponde exactamente a dicha marcha, si saben que la ejecutó en el entierro la música del batallón milicias de esta ciudad; y si saben que ella  fue impuesta expresamente para igual acto (20 de diciembre de 1830) por el director Francisco Seyes. 4. Si saben si además de dicho señor Elías y del señor Juan de Dios Pardo, haya vivo algún otro de los que componían aquella banda. Espero que al fin  se servirá Ud. certificar sobre la idoneidad de estos cuatro testigos. Y que concluidas que sean estas diligencias me las devolverá originales. Santa Marta, enero de 1891 (Fdo.) José C. Alarcón. Otro sí digo: Que en lugar de la declaración del Sr. Domingo Machado sirva Ud. pedir certificación firmada al Sr. Doctor José Antonio Granados, presidente del Tribunal Superior del Distrito Judicial del Magdalena, sobre las palabras que oyó a dicho Sr. Machado en su propia casa, el día 4 del presente cuando, por un acto de honrosa condescendencia, dicho doctor Granados ejecutó en la flauta la clave de sol de la pieza de música que corre inserta en estas diligencias. Presentado en su fecha y puesto al despacho (Fdo.) Avendaño, Secretario».
 
No conocemos los efectos reales de la diligencia solicitada, pero sí que la partitura fue incluida en el libro escrito por Alarcón a fínales del siglo XIX, en la edición de 1963 que estuvo a cargo del académico José María Valdeblanquez, quien hizo comentarios y adicionó algunas informaciones valiosas.
 
Pero la intención del historiador y músico Alarcón, no se contentó con adelantar las gestiones de esclarecimiento de la partitura de la Marcha Fúnebre que se interpretó en las exequias de Simón Bolívar, en Santa Marta con los dos sobrevivientes de tal acontecimiento: uno como músico y otro como integrante de la guardia de honor, sino que «por conducto del señor don Rafael Salzedo, ha remitido (…) a uno de los Jueces de Barranquilla un escrito, pidiendo la declaración al señor Juan de Dios Prado, previa audición de la marcha; y tanto en este escrito, como el dirigido al Juez de esta ciudad, la pieza figura escrita en papel sellado, en el mismo memorial».
 
Además de estos detalles interesantes para que sea reconocida la originalidad de la marcha el periódico revela que «a los cuatro días de haberle cantado el señor Santrich al señor Alarcón la marcha, le dio el ataque que lo ha reducido a cama. Les consta todo esto, a la señora Dolores Barranco y al señor Manuel I Guardiola. Por poco se pierde este documento, con la exactitud que lo guardaba la memoria del señor Santrich».
 
Son esos pequeños detalles de los que está llena la historia. De ahí la importancia de recurrir a la tradición oral para desenredar algunos hechos no dejados sentados en actas, normas o discursos. Esa es la historia de la partitura de la marcha publicada en el libro de Alarcón. 
 
Ahora bien, dado este descubrimiento y su respectiva reconstrucción, el periódico le parece oportuno solicitar a las autoridades civiles de todo orden que «como tributo a la memoria de Bolívar, debieran tanto el Supremo Gobierno, como los Departamentales, hacer que esa marcha formara parte del repertorio de las bandas del Ejército y de las oficiales, y hacer que sea ejecutada en todos los actos en que ella sea pertinente, tal como en las retretas fúnebres. Hasta en las Academias, Institutos y Escuelas Oficiales de Música, debe hacerse conocer y estudiar esa marcha, que si acaso no tuviere gran mérito artístico, el del objeto a que fue destinada, es inapreciable para Colombia, y lo será también sin duda para las naciones deudoras al genio del Libertador y que admiran su gloria».
 
El articulista compara la marcha con «Dios Salve a la Reina» que los ingleses entonan a todo pulmón afirmando que «en sí no es una composición de mucho mérito, pues actualmente lo que hay en ella de notable es la instrumentación y el arreglo de los maestros, y es de este modo como ha pasado a ser pieza expresiva del sentimiento nacional y causa de entusiasmo».
 
Así concluye este artículo/noticia que tiene un doble valor para nuestro estudio, por un lado la identificación de los miembros de la banda que interpretó la Marcha Fúnebre en el sepelio del Libertador y los instrumentos que se emplearon para ejecutar la melodía. En segundo lugar la recuperación del contenido de la misma pieza musical que estuvo a punto de perderse, como hemos señalado anteriormente , por estar en la memoria del Luis Santrich y el músico Luis Elías.
Èdgard Rey Sinning
sumario: 
Apegado a los hechos históricos que investigó el músico e historiador samario José Concepción Alarcón, el autor de este ensayo recuerda cómo la banda del Batallón Militar de Santa Marta ejecutó —con letra y música del francés Francisco Sieyes y bajo su pr
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Para no perderse en Punta del Este

Domingo, Julio 24, 2016 - 12:00
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Joe Arroyo, forever

Domingo, Julio 24, 2016 - 12:00
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Archivo
La noche del 28 de noviembre del año 2006, un grupo de melómanos barranquilleros tuvimos la ocasión de asistir a una cálida reunión musical en el marco de la Video-Tertulia Caribe que con los auspicios del Instituto Distrital de Cultura y Turismo de Barranquilla se celebraba mensualmente en el Hotel El Prado. La tertulia en homenaje al gran cantante colombiano Joe Arroyo comenzó con la proyección de un video sobre la salsa colombiana y con la presentación de un histórico programa de televisión nacional sobre la Colombia All Stars. 
 
Continuó con la actuación del Ensamble de la Escuela Distrital de Arte y Tradiciones Populares (EDA) que presentó los temas Confundido y La Rebelión en honor al homenajeado, de repente aquel sencillo y cariñoso acto de admiración, se convirtió en un inolvidable concierto cuando los hermanos Pla: Charlie y Ricardo se colocaron frente a la percusión y comenzaron a descargar, a ellos se unieron el pianista Gregorio Mendoza y el flautista Juventino Ojito, visiblemente emocionado Joe Arroyo no pudo resistir la tentación y como un gato se levantó de su asiento tomó el micrófono y dijo: «Quiero contarles mis hermanos un pedacito de la historia negra, de la historia nuestra, caballero».
 
El entusiasmo se apodero de todos los asistentes que se unieron en un inmenso coro que a todo pulmón repetía: «No le pegue a la negra, no le pegue a la negra, no, no...»
 
Esa noche salimos convencidos que la mejor terapia para el Joe Arroyo era el afecto de su público y muchos nos comprometimos a unir esfuerzos para que en el 2007 fuera el año de Joe Arroyo. La cosa comenzó a caminar con el taller musical El Goce de lo Nuestro que anualmente realiza el estadero de salsa La Troja en la pretemporada de Carnaval.
 
Siguió con el espectacular mano a mano entre Nelson Pinedo & Joe Arroyo con el respaldo musical de la Big Band Pacho Galán, la Noche de Tambó en honor a Joe Arroyo y nos quedamos soñando con una gran gala musical con la participación de los mejores músicos locales para formar una Barranquilla All Stars que toque las inolvidables composiciones del ídolo musical del Caribe colombiano. 
 
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“El Festival de Orquestas ha perdido mucho por no estar en el Coliseo. El Coliseo era mágico, sabemos que no es el sitio adecuado, pero la verdad los festivales del 89 para acá han venido bajando porque se hacen en estadios”.
 
“EMPECÉ A CANTAR DESCALZO”
Una noche del mes de julio del año 2004 estuve conversando con Joe Arroyo en su residencia y apartes de esa sabrosa conversación que originalmente se pasó por el programa radial Así Suena Nuestro Caribe de Uninorte FM Estéreo 103,1 Mhz los podrán leer en este sencillo homenaje al gran cantante colombiano.
Un saludo muy especial para todas las muchachas y muchachos de la Universidad del Norte. La verdad es que me siento muy contento y satisfecho de que me estén entrevistando esta noche. 
 
P  ¿Cuando llegaste a Barranquilla? 
R  Bueno, yo llegue a Barranquilla cuando tenía 13 años empecé a cantar con La Protesta. Recuerdo que me volé del colegio, estudiaba en el Colego Santo Domingo y en un recreo me vine para Galapa. Empecé a cantar sin zapatos en la orquesta La Protesta, impuse una moda; eso llamo mucho la atención. Como a los catorce o quince años por casualidad Fruko me escucho cantar en El Escorpión en Pradomar. En esos tiempos él estaba muy pegao con Cachumbambé y otros temas, su cantante estelar era Piper Pimienta, pero como que hubo un problema en Fuentes con Piper y no grabó el disco, entonces Fruko estaba buscando un reemplazo. Creo que era el último, ya debían haber probado muchos cantantes y al hombre le encantó la voz y eso fue de una. Nos encontramos un domingo, me escuchó cantar y me invitó a grabar en Medellín. Llegué muy entusiasmado y me dieron El Ausente, eso fue un batazo, un jonronazo que me abrió las puertas aquí en Barranquilla y en todo el país.
 
P   Álvaro José Arroyo González, nació en Cartagena de Indias el 1 de noviembre de 1955 y desde niño anda metido en el mundo musical, a la edad de 12 años, ya cantaba en el grupo de Michi Sarmiento en los grilles del Barrio de Tesca, en plena zona de tolerancia cartagenera; época ésta que es recreada literariamente por el novelista Roberto Burgos Cantor en su libro El Patio de los Vientos Perdidos. 
R   Yo estudie en el Colegio Santo Domingo, un colegio de curas, a mi me becaron para integrar el coro como cantante solista. Se regó la bola de que yo cantaba. Entonces Víctor Meléndez, el canoso que está conmigo, cantaba en Tesca todas las noches y cuando se cansaba me lleva para que le hiciera el reemplazo. Así empecé a cantar en Tesca En una ocasión me pilló un profesor y al día siguiente me echaron del colegio. Pero a los dos meses me fueron a buscar para cantarle al Arzobispo y así seguí hasta que llegue a La Protesta 
 
P  ¿En esa época cantabas con quién, con Michi y su Combo? 
R  Estaba Michi y su Combo Bravo, los Seven del Swing. Habían tres o cuatro sitios: El Principe, el Big Fox y el Club Verde, tenían que estar en esos tres sitios. 
 
P  Debían ser sitios bien candelas 
R  Eran bien candelas. Recuerdo que llegaban marineros de Rusia, EEUU, Canadá... todos iban a parar a Tesca. 
 
P  Esas mujeres debían cuidarte mucho. 
R  Si, me cuidaban porque yo era un bebé, yo era un niño, pero un niño travieso.
 
P   Luego de la grabación de El Ausente, Joe Arroyo regresó a Barranquilla y siguió trabajando con La Protesta de los Hermanos Cástulo y Leandro Boiga. Inolvidables los bailes en el Mau Mau de Juan Mina y el Escorpión de Puerto Colombia con la voz de Joe Arroyo abriéndose paso entre jóvenes ávidos de aventuras y sonidos fuertes. De allí fue reclutado definitivamente por la Orquesta de Fruko y sus Tesos, y los triunfos no se hicieron esperar, Fruko y sus Tesos se convertiría en la más importante agrupación salsera de Colombia, dominando desde su fundación en 1971, el ambiente de la salsa en la década de los setenta. 
R   Recuerdo que estaba pegao con Fruko con El Ausente y como cantaba con La Protesta metíamos El Ausente para complacer al público. Duré como tres años más en Barranquilla con La Protesta. Después me fui para Medellín y duré como trece años con Fruko y sus Tesos. Fue cuando grabé Tania, Catalina del mar y muchos otros éxitos... A Fruko le debo mucho. 
 
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“En Medellín duré como trece años con Fruko y sus Tesos. Fue cuando grabé ‘Tania’, 
‘Catalina del Mar’ y muchos otros éxitos. A Fruko le debo mucho”.
 
P  En los inicios de los ochenta; Joe deseoso de consolidar su estilo y dejar fluir sus ideas musicales, comenzó a acariciar la ilusión de crear su propia orquesta; la que finalmente fundó en 1981 con el nombre de La Verdad, nombre con que respondía a los incrédulos que se burlaban de sus sueños. 
R  En el 81’ me regreso a Barranquilla y armé La Verdad. Me vine con un billete de Medellín y aquí me quedé limpio armando la orquesta...Reuní los mejores músicos era un nómina muy alta y tenía que cobrar muy barato o sea que tenía que meterme la mano al dril para poder pagar la nómina. Pero eso fue muy interesante. 
 
P  En La Verdad de Joe Arroyo se reunieron los músicos jóvenes de mayor talento en la región, entre los cuales recordamos a Hugo Molinares en el piano, al fallecido bajista Hernando Barrios; a Moris Jiménez y Alberto Barros en los trombones, al percusionista Charlie Pla y Victor Meléndez en los coros. 
R   El super batatazo de La Verdad fue Rebelión. Yo opino que ese es el himno de la orquesta y me ha dado a conocer mundialmente, me abrió las puertas de Europa, Asia, nunca pensé que podría llegar a Africa. Es un tema que me salió, así de pronto y ha sido un tema insignia, lo mismo que Tania. 
 
P  En 1983, Joe Arroyo se enfermó gravemente y hasta se difundió la noticia de su muerte. Pero como el Ave Fénix, de entre las cenizas renació musicalmente, dando inicio al proceso musical más importante de las tres últimas décadas en el Caribe colombiano. 
R  Esa fue una época trágica. Mientras estaba cantando y trabajando me sentía que me estaba adelgazando y la garganta del lado derecho se me iba esponjando, no le paraba bola a eso y seguía cantando, pero me sentía muy agotado. Hasta que fui al Hospital Universitario de Cartagena y me dijeron: «tienes problemas de tiroides». Y ahí empezó toda la película de terror, porque mientras no sabía cuál era la enfermedad, no me sentía enfermo y a penas el médico me dijo eso, me tiré a la cama. Creo que me enfermó más el hospital. Aquí en Barranquilla me mataron muchos periodistas, me enterraron vivo. Duré casi ocho meses en el hospital. Me daban yodo radioactivo. Regresé por la puerta grande. Salí del hospital, volao en noviembre y el Capital Visbal me llevó para reemplazar a Oscar D’León. Me presenté con unos zapatos bien grandes. Eso fue maravilloso. La gente me acogió de una manera impresionante y me sané. Allí comenzó la carrera fuerte, me gané el primer Congo de Oro. Consecutivamente me gané 18 congos de oro y dos súper congos. 
 
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Registro de la Video Tertulia Caribe, en el hotel El Prado,  con el Joe y el autor de esta nota. 
 
P  El Carnaval de Barranquilla se convirtió en el escenario natural del Arrollador Joe Arroyo. Su presencia en el Coliseo Cubierto era magia pura. En la década de los ochenta Joe se convirtió en el ídolo musical de Barranquilla, ganador año tras año del Congo de Oro. Sus actuaciones en el Festival de Orquestas son memorables, la euforia del público alcanzaba sus más altos niveles cuando aparecía Joe Arroyo interpretando sus canciones. El público entraba en trance musical, realmente era el clímax del Festival de Orquestas. 
R  El Festival de Orquesta ha perdido mucho por no estar en el Coliseo. El coliseo era mágico, sabemos que no es el sitio adecuado. Pero la verdad los festivales del 89 para acá han venido bajando, porque se hacen en estadios. 
 
—Sobretodo había una magia muy especial que era la aparición tuya. A la gente se le olvidaba el cansancio, la gente vibraba realmente, era como llegar al cielo.  Para mí, esos eran momentos muy importantes. Me preparaba, me cuidaba full para llegar el lunes de carnaval al festival de orquestas bien. Recuerdo que en una ocasión, me operaron de la nariz cuatro dias antes de Carnaval y me le medí al Carnaval, estaba pegao con Centurión de la noche, La noche y A mi Dios todo se lo debo. Esa fue una tarde esplendorosa. 
 
P  En este período que arranca en 1984, Joe Arroyo ha contribuido al rescate del folclor de la Costa Caribe colombiana, aportando temas de mucha calidad, así como también ha ayudado a reafirmar la identidad de la salsa colombiana y logrado una valiosa síntesis de ritmos caribeños. Sin dudas otro de los grandes méritos de Joe Arroyo es su capacidad para seleccionar los temas de nuestro folclor, recreándolos con respeto y orgullo. 
R  La mayoría de los casos selecciono los temas, yo los escojo y casi siempre los compongo. Estoy pendiente al bailador y a las muchachas del servicio, ellas son las que pegan los temas. Siempre escojo tres o cuatro temas tropicales, gracias a Dios tengo esa capacidad polifacética de hacer varios ritmos. Eso es una gran ventaja. En esa forma cojo varios mercados y la música colombiana se va difundiendo internacionalmente. Fijate en España hace poco me pedían Tamarindo seco. Eso es importante para la difusión de la música criolla en otros países. 
 
P  Joe Arroyo ha enriquecido el cancionero colombiano con excelentes composiciones. Es un poeta natural que al igual que Benny Moré, Ismael Rivera y Héctor Lavoe nunca aprendió a leer el pentagrama. 
R   Yo no me afano para componer, porque cuando me pongo a decir voy a componer, no me sale nada. Es cuando Dios quiere, a la hora que sea. Me levanto con la nota y comienzo a grabar. Tengo grabadoras por toda la casa. Me llega una idea y la voy grabando. Casi siempre en el mismo instante me sale todo el tema. No lo dejo para mañana. Cuando me monto en un tema es hasta que lo termino. A veces en un día me salen dos o tres temas. Como a veces estoy tres-cuatro meses sin salirme la musa. Hay una parte muy sublime entre el sueño y la soledad. Cuando uno se está durmiendo hay un clímax, a todos los seres humanos les vienen tremendas ideas, tremendas cosas. Pero el común denominador se duerme y esas ideas se pierden. A mi cuando me salen esas cosas, estoy entre el sueño y la soledad, me vienen unas ideas bonitas, me paro y comienzo a grabar, se me quita el sueño, eso es un momento sublime...
 
P  ¿Y después como haces para pasarlo a la música? 
R  Le voy quitando, le voy agregando y lo voy decorando. Yo lo compongo y me sale de inmediato, el tema, los pitos, todo. El arreglista tiene que escucharme y poner los compases.  
 
Joe nunca te vamos a olvidar, tu voz seguirá acompañando la rumba brava y alegrando la vida en todo el mundo. ¡Hasta siempre comandante Joe!
Rafael Bassi Labarrera
sumario: 
Contando con el apoyo de Cachaco Correa, gran amigo de Joe Arroyo, el autor de esta entrevista, tuvo dos encuentros con el Centurión de la noche. En estas páginas van los pormenores de esas experiencias y las respuestas del Joe, a quien se recuerda de man
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Revista Latitud 24 de julio de 2016

Domingo, Julio 24, 2016 - 12:00
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Harlem empieza a cambiar de color

Domingo, Julio 31, 2016 - 00:00
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EFE
Históricamente se ha reconocido a Harlem como hervidero de la cultura negra y latina de Nueva York, pero los procesos de gentrificación que imperan en la ciudad han cambiado el color al barrio, ahora más diverso a nivel cultural, social y también económico.
 
Jóvenes profesionales y estudiantes blancos de clase media-alta se han asentado en el distrito en detrimento de muchas familias locales de ingresos bajos que, al ver cómo el precio de vida en el barrio se ha disparado, se han visto obligadas a marcharse.
 
Es una de las principales consecuencias de la gentrificación, mutación urbana que se da cuando un barrio pobre se pone de moda, se revaloriza y se encarece, por lo que los vecinos locales con las rentas más bajas son desplazados de sus hogares hacia otros suburbios más asequibles.
 
Es una situación similar a la que experimentan otros barrios de grandes capitales occidentales como Chueca, en Madrid, El Raval de Barcelona o Hackney en Londres.
 
El precio de vivir en Harlem, donde viven cerca de 200.000 vecinos según el último censo, es relativamente asequible en comparación al resto de la isla de Manhattan, donde el coste medio de comprar un apartamento es de un millón de dólares.
 
Pero a pesar de que el coste de la vivienda sea más asequible que en el resto del islote, el sueldo anual medio de los vecinos del barrio, inferior a los 37.000 dólares anuales, es insuficiente para seguir el ritmo a las subidas del precio de alquiler.
 
Y es que ahora, un apartamento de dos dormitorios económico en Harlem puede costar entre 2.000 y 4.000 dólares al mes, según un informe publicado a finales de mayo por la Universidad de Nueva York. 
 
Del estudio se extrae que una de las formas para identificar cuándo un barrio sufre gentrificación es observar la tonalidad de la piel de las personas. La población blanca es la que más crece en este tipo de barrios aburguesados: hasta un 20 % más que en el resto de la ciudad.
 
La directora del informe, Ingrid Gould Ellen, explicó a los medios en la presentación del estudio que «las dramáticas subidas de los alquileres es lo más preocupante en barrios de ingresos bajos» como Harlem o Williamsburg.
 
En este sentido, los vecinos de Harlem no ven en las nuevas edificaciones y en la renovación comercial del barrio un beneficio para sus vidas cotidianas, sino el presagio de su propia marcha a otro lugar.
 
«Este presagio ya está ocurriendo», cuenta a Efe el guía turístico y original de East Harlem, Kevin Adams. «Es el presente, muchos ya no formamos parte del nuevo Harlem», señala.
 
La mayor parte de los históricos edificios o clubes como el Lenox Lounge están abandonados, y otros han sido derribados. El Teatro Apollo es uno de los pocos emblemas que aún aguanta esta apisonadora modernización.
Entre el Lenox Lounge y un Starbucks, la clase trabajadora mayor y original de Harlem durante la mayor parte de su vida se queda con el histórico club, pero los nuevos residentes están encantados con las cadenas de comida rápida y las nuevas tiendas de diseño.
 
Ahí reside la respuesta a la división insurgente que padece el barrio. «Harlem se está transformando para los blancos y los jóvenes. A nosotros nos han olvidado y aún podríamos vivir aquí muchos años», lamenta el guía turístico.
 
Parece que es ahora cuando los empresarios se han dado cuenta de todas las ventajas del barrio, que está a apenas 30 minutos en autobús del Aeropuerto Nacional de LaGuardia, tiene una de las universidades más reconocidas de Nueva York y está a 20 minutos de Midtown en metro, tocando a Central Park y muy cerca del río.
 
Desde la comunidad negra de Harlem, por otro lado, plantan cara a este fenómeno a través de grupos antigentrificación, como «Development without displacement», cuenta a Efe el activista de origen senegalés Brandon Jacobs.
 
Jacobs, de 61 años y durante más de 30 vecino de Harlem, señala que «el dinero viene hacia aquí, y el dinero que viene es el que desplaza a las familias pobres», que según el activista se marchan a El Bronx u otros estados de EEUU como Connecticut o Rhode Island.
 
La comunidad latina, por su parte, prefiere el sur, y muchos se dirigen a Florida, Carolina del Norte o del Sur.
 
No obstante reflexiona, el veterano Jacobs, «hay que ser cautelosos antes de tomar la decisión final de marcharse. La mayoría sólo queremos vivir y criar a nuestros hijos donde nos criamos nosotros».
 
LA GENTRIFICACIÓN. Según la Real Académia de la Lengua Española (RAE), la gentrificación es el proceso mediante el cual la población original de un sector o barrio, generalmente céntrico y popular, es progresivamente desplazada por otra de un nivel adquisitivo mayor. 
 
Según la Efe, Harlem se ha reconocido históricamente como hervidero de la cultura negra y latina de Nueva York, pero los procesos de gentrificación que imperan en la ciudad han cambiado el color al barrio, ahora más diverso a nivel cultural, social y también económico. Jóvenes profesionales y estudiantes blancos de clase media-alta se han asentado en el distrito en detrimento de muchas familias locales de ingresos bajos que, al ver cómo el precio de vida en el barrio se ha disparado, se han visto obligadas a marcharse. 
Emili Serra
sumario: 
Se presagia que los habituales habitantes y vecinos afroamericanos del sector neoyorkino se desplacen a otros sectores debido al aumento de los alquileres. La zona es apetecida por la población blanca, que ahora encuentra muchas ventajas en el entorno.
No

La Habana, poesía en movimiento

Domingo, Julio 31, 2016 - 00:04
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Nora Carbonell Muñoz
Un aire de irrealidad
 
A partir de su historia,  las narraciones de sus visitantes y lecturas como Crónica de la ciudad de La Habana,  de Eduardo Galeano, concebía esa capital como una maravillosa congestión de aromas y sonidos caribeños, mojitos y espléndidos cuerpos siempre a punto de un pase de son;  una ciudad que reflejaba la resistencia y la esperanza de un pueblo excepcional. Así, que hace tiempo tenía el nombre «La Habana» escrito en mi cuaderno de itinerarios. Y si mi visita a esa ciudad se efectuaba dentro del marco de un festival de poesía, yo sería una favorita del destino…y llegó la ocasión, después de muchos aplazamientos. 
 
La UNEAC —Unión Nacional de Escritores y Artistas de Cuba— me escribió para invitarme al XX Festival Internacional de Poesía en La Habana. En la carta me informaron que se realizaría entre el 22 y 29 de mayo en la sede de la UNEAC en el barrio Vedado; sin dilatar más la decisión, preparé mi equipaje y emprendí el viaje hacia la isla. 
 
Al bajar del avión, en el aeropuerto de sillas y paredes rojas, me enfrenté a una conocida sensación de inconformidad: el mismo calor que hacía en Barranquilla por esos días —a finales de mayo pasado— y tediosas filas hasta para comprar un helado… además, me desesperó la dificultad para la  comunicación. A los tres días, al fin pude conseguir una llamada internacional con una señal más o menos clara, y entonces, advertí a mi familia que volvería a saber de mí,  una vez  regresara a Colombia. Hecha esa precisión para los demás y para mi conciencia habituada a la ininterrumpida conexión actual, me concentré en el Festival y en la poesía de las calles habaneras. 
 
Encontré la poesía de las calles habaneras en la majestuosidad de su construcciones coloniales y neocoloniales, algunas pintadas con los colores del trópico; otras, mustias por la pátina del tiempo y el abandono; en el Centro Histórico de La Habana Vieja, declarado monumento nacional por el Gobierno Cubano  en 1976 y Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1982, en el cual los turistas son una romería del asombro, con sus pieles y cabellos de todas las tonalidades: los jóvenes con sus morrales en la espalda y los otros, mayores o con más recursos, alojados en lujosos hoteles. Nimbados todos por un aire de irrealidad.
 
La poesía descontextualizada de los almendrones o autos construidos entre 1920 y 1950, rueda en sus motores poderosos y en  sus carrocerías de níquel y plomo, destartaladas algunas y otras relucientes, como símbolo de la resistencia del pueblo cubano. 
 
En las callecitas del centro, bares, restaurantes, en la Plaza Vieja, la de Las Armas o la de San Francisco; en todas partes, grupos de músicos con sus voces y melodías cadenciosas nos hacen olvidar el calor agobiante y la escasa variedad de platos en los restaurantes populares. Porque si se quiere conocer la verdadera Habana, hay que hospedarse en una casa de familia —autorizada por el Estado para este servicio— y fraternizar con su gente en las calles.
 
La señora en cuya residencia me bajé, me contaba durante los desayunos preparados con afectiva diligencia, que había sido la primera directora de la Casa-museo Lezama Lima y me narraba interesantes anécdotas sobre esa experiencia. Una aseadora de la mansión donde funciona la sede de la UNEAC en La Habana, me relató que aquella casa era de un marqués que enloqueció hasta suicidarse, cuando se la expropiaron. Un anciano, sentado a mi lado en una banca de la Fragua Martiana —sitio que fue una cantera donde José Martí estuvo prisionero—  me dijo con ojos emocionados, que había conocido al Che Guevara y que recibió de sus manos un vaso de leche, en un encuentro revolucionario.   Leyendas, fantasías y realidades,  lo que cuenta la gente nos ofrece una versión distinta, más emocionante que la que leemos en textos bibliográficos o digitales. 
 
Y la poesía se desliza por el malecón: de día, con el mar increíblemente azul, y de noche, con los jóvenes que hacen de esta zona, su lugar de  expansión; allí bailan, cantan, toman sorbos de ron habanero y encuentran la amistad y el amor. Allí, socializan sus sueños o se despiden de ellos. 
 
La poesía de las calles habaneras, muy abundante y eterna para pretender agotarla en las líneas de este texto.  
 
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Veinte días de poesía con epílogo en la Sierra Maestra
 
Este festival que reúne a un centenar de destacados poetas nacionales e internacionales,  surgió en 1996, con el auspicio del Instituto Cubano del Libro, la Oficina del Historiador de la ciudad, la Unión de Escritores y Artistas de Cuba y el Proyecto Cultural Sur. En su XX versión, a la cual asistí, sesionó en centros culturales y sociales de la capital, escuelas, colegios, universidades, plazas, parques y comunidades, con un prólogo de 20 días de lecturas en todas las provincias cubanas y un epílogo en la Sierra Maestra del 1 al 5 de junio, donde se alió con el Festival Al Sur está la Poesía.
 
«Difícil realizar un evento que pretende llevar la poesía y a los poetas a escenarios que trasciendan los espacios habituales y restablecer el contacto con el hombre común, en las condiciones económicas de Cuba. A pesar de ello el Festival se instala como una posibilidad para operar tanto en el ámbito comunitario, como en privilegiar la relación de los poetas con sus lectores y la creación de foros que respondan a los intereses de creadores de todas partes del mundo para quienes Cuba es referente de la utopía» se lee en Cubapoesía,  blog oficial del Festival.
 
Para esta XX versión, el poeta Alex Pausides, vicepresidente de la Asociación de Escritores de la UNEAC y coordinador general  del Festival Internacional de Poesía de la Habana, trabajó apoyado por un comité laborioso y entusiasta, conformado por escritores y gestores de expresiva fraternidad, entre ellos: Pierre Bernet, Karel Leyva, Pedro López Cerviño, Jesús Sama, Carmen González, Marlene Alfonso, Surama Zayas, Betsy Rojo, Josué Aguilar y Mercedes Prendes. 
 
Al festival llegaron poetas de todos los puntos cardinales: de Turquía, Siria y Senegal, pasando por España, Italia y Canadá hasta países de Suramérica como Perú, Ecuador, Argentina, México y Colombia. Entre los invitados, nombraré algunos, no por su fama o protagonismo, sino por el eco que me quedó de sus recitales:  la mexicana Claire Joysmith con su libro Silencio de azules, la colombiana Clara Schoenborn con su poesía cuestionadora y Carolina Samudio, argentina radicada en Salgar, Atlántico; el poeta ruso Evgueni Evtushenko del cual sabremos más  adelante; el argentino Jorge Paolantonio —quien habló en La Habana de lo feliz y querido que se sintió en Poemarío, el Festival de Poesía de Barranquilla—;  Roberto Pasquali, italiano —quien además de unos versos sugerentes y universales,  tiene un enorme archivo audio-visual de poetas del mundo, con tesoros como las voces de Alfonsina Storni y Alejandra Pizarnik y la del Che Guevara, recitando poesías— y la iraní Ghazal Zeinab Ghazi, —la joven que se acerca  a la orilla del verso con el mismo amor y desolación de quien labra su propia mortaja—. 
 
Pausides, sereno y caballeroso anfitrión, nació en Manzanillo, Cuba, fue director de El caimán barbudo, importante publicación del movimiento de la poesía de Cuba generado en el contexto de la revolución cubana, en sus primeros años. Autor de más de quince libros, entre ellos: Canción de Orfeo, La extensión de la inocencia, Habitante del Viento y Arte Arcaico, el cual presentó en este festival. Los versos de Alex, habitados por los mitos, atravesados por el animal doméstico de la melancolía, saltan de la semilla de la infancia a la tierra fértil de sus convicciones políticas; como el labrador de un tiempo que sabe finito. 
 
Jamila Medina Ríos, nacida en Holguín, Cuba, es una poeta de verdad, verdad; no construida por aparatos mediáticos ni impelida por sociedades de favores mutuos. Estuvo de paso en el festival sin que pudiera darle el abrazo del reencuentro, pero «encontré» su breve libro: Del corazón de la col y otras mentiras, casi oculto entre muchos otros que  se vendían a precios increíbles durante los días del evento o en las librerías del centro, por la Calle del Obispo. Su poesía experimental, furiosa —con la furia mansa de la estratega— transcurre llena de mundo, de búsqueda y exploración como un joven río que corre para avistar el mar. Otros libros suyos son Primaveras cortadas y Diseminaciones de Carvert Casey. 
 
Los poetas invitados al XX Festival de La Habana, participamos en lecturas, laboratorios de escritura, lanzamientos de libros; asistimos a muestras artísticas, recitales en honor a Fidel Castro, visitas a instituciones culturales, presentaciones teatrales, encuentros con la comunidad, desplazamientos a las sedes de la Uneac en Matanzas y Varadero, etc. Por  espacio y decisión, me referiré brevemente a tres eventos que me impactaron de manera particular: la presencia de Evgueni Evtushenko en Cuba, los recitales en el barrio Cayo Hueso y la intervención en proyectos culturales comunitarios.
 
Un joven apasionado de 83 años
 
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Fue la estrella del festival. No por ser uno de los más importantes poetas rusos, sino por la pasión intemporal activada en sus manos que reforzaban los versos pronunciados en un español claro, con variaciones tonales y explosiones silábicas que atrapaban nuestra atención. 
 
Candidato varias veces al Premio Nobel de Literatura y  súbdito de «Su Majestad La Vida» —según sus propias palabras—,  el poeta llegó al festival, acompañado por Masha, su quinta esposa, treinta años más joven, a la cual dedicó, con la exaltación de un adolescente,  el poema Te amo más que a la naturaleza;  luego, en sus diversos recitales no sólo leyó, sino que habló sobre literatura, cine, Rusia, política, guerra, paz y sobretodo, sobre la vida que ama y la muerte que no teme. 
 
Evtushenko, nació en Siberia, en 1933. De su obra, formada por libros de poemas, novelas, ensayos y guiones cinematográficos, menciono tres poemarios, dejando a los lectores, la inquietud de bucear en su bibliografía: Entre la ciudad si y la ciudad no, No te mueras antes de morir y Manzanas robadas. Éste último fue publicado en Cuba en 2012, en edición especial, auspiciada por el Festival Internacional de Poesía de La Habana. 
 
Admirado entre sus contemporáneos y los jóvenes de la antigua Unión Soviética, sus debates públicos con los intelectuales oficiales de su país y sus ciclos de conferencias en el extranjero, formaron su imagen de poeta polémico y comprometido contra la injusticia y la deshumanización. Su poesía, de profundo contenido social, abarca todos los temas y se pasea muy lozana por el mundo.   
 
Su presencia en el barrio Romerillo de La Habana,  leyendo poemas bajo árboles de la avenida, entre el público y los transeúntes que se detenían para escucharlo, me enfrentaron a la verdad de un Poeta cuya grandeza y humanidad se transmutaron en una obra perdurable y contundente, con nobel o sin él. 
 
Recitales en Cayo Hueso
 
Inicialmente,  Cayo Hueso fue un barrio de tabacaleros y hoy es referente cultural de Centro Habana. Allí,  los poetas del Festival fuimos distribuidos en tres grupos para los recitales: algunos fueron al Callejón de Hamel, en cuyas paredes se encuentra plasmada la pintura afrocubana del muralista Salvador González. Los del segundo grupo, leyeron en la puerta de una residencia donde los vecinos se aglomeraron para escucharlos, bajo la luz mortecina de un farol. Los del tercero, fuimos al Callejón del Poeta, espacio para el desarrollo y expresión del arte literario, llamado así en recuerdo de un poeta alemán, George Wearth, del cual no se encuentra mayor información.
 
En el Callejón del Poeta, hombres y mujeres de piel oscura, asomados a los balcones o sentados en sillas plásticas, escucharon con atención los versos de Evtushenko de Rusia, Roberto Fernández Retamar de Cuba, Marcos Rivadeneira de Ecuador, Antonio Armenteros de Cuba, Jorge Paolantonio de Argentina y los míos. Leímos en dos turnos, con fondo de tambores, ladridos de perros y sombras en la muralla. Fue alucinante, confuso para mis sentidos. Si no tuviera fotos del momento, diría que realmente, no sucedió.
 
Cayo Hueso en Cuba, donde la religión, la santería, la pintura, la percusión, el baile, la poesía se concentra en callejuelas que son el epicentro de la cultura afrocubana de la ciudad.  
Proyectos con la comunidad
 
Proyectos con la comunidad 
 
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La Fiesta de las Artes en la Comunidad, Poesía en Movimiento y el Museo Kcho en Romerillo son tres de los proyectos a los que tuvimos la fortuna de asomarnos.
 
El primero, la Fiesta de las Artes en la Comunidad está enmarcado en un programa llamado Imagen Tres,  auspiciado por la Uneac y dirigido por el artista plástico Cecilio Avilés, que se desarrolla en varias localidades de la isla, y en la capital se desarrolla bajo los laureles del Paseo del Prado. Todos los sábados, allí se reúnen los artistas para promocionar su obra y ofrecer manifestaciones teatrales, de pintura, baile y poesía. Los pintores trabajan a la vista del público quien no se resiste a invertir en algún pequeño lienzo, en una vasija pintada o una escultura hecha con reciclaje. Los artesanos ofrecen sus manualidades, apetecidas por los turistas que aprovechan la oportunidad de comprar algo económico y original. 
 
Pero el proyecto no se queda en la exposición y venta de obras, los artistas ofrecen talleres a niños y jóvenes de manera gratuita y organizan tertulias para dar espacio al debate y la reflexión. El eje central es la posición del artista en su entorno social o comunitario. «Allí se analiza la sinceridad y el enfrentamiento a los tabúes, la impaciencia y sus motivos en la creación, las obras honestas y comercialización burda, las realidades financiaras para la creación del arte en la Plástica. Además se presentan libros, discos y otros productos culturales» leí en una página que menciona el proyecto. 
 
En medio de esta celebración cultural, el sábado 28 de mayo pasado, con los artesanos y artistas apostados a lo largo del Paseo del Prado, intercambiamos poemas por tejidos, libros por pinturas y sonrisas por abrazos.
 
Otro proyecto patrocinado por la Uneac es el llamado Poesía en Movimiento y se lleva a cabo, una vez al mes dentro de la sede de esta organización, en el barrio Vedado, como ya había escrito. «Este barrio se llama así, porque estaba vedado para los cazadores porque era un bosque frondoso…» me dijo una amable señora, mientras pasaba la escoba por un corredor de la sede. En el patio Hurón Azul, una vez al mes,  se dan cita: trovadores populares, cantantes profesionales, grupos de teatro y performance, poetas y narradores, y el público saborea un té con panela, mientras disfruta la dicha del arte.
 
Y finalizo este itinerario, sintetizando lo que vi y aprendí en el Museo Orgánico Romerillo (MOR) —orgánico, en su acepción de «armonía y orden en el concepto»— , cuyo fundador y director es el artista plástico Alexis Leyva Machado, conocido como Kcho.
 
Inspirado en la idea de integrar el arte a la vida de las personas para lograr cambios socio-culturales profundos; el MOR funciona en Romerillo, barrio marginal y depreciado urbanísticamente. Este proyecto establece un diálogo directo de la población con el arte: las pinturas y esculturas lucen en los muros y casas del barrio, en el mercado popular, en las paradas de las guaguas y en donde se pose la mirada: además, los espectadores participan activamente en los eventos del museo. Dentro de él, conviven obras de cubanos como Rita Longa, Amelia Peláez, Raúl Martínez, Servando Cabrera, Mariano Rodríguez, Ever Fonseca, Ernesto Rancaño, Antonia Eiriz, con las de artistas internacionales, en una simbiosis de estilos, épocas e ideologías. Allí vi, dentro de una vitrina iridiscente, los grabados que hizo Wilfredo Lam sobre el relato El último viaje del buque fantasma de García Márquez. 
 
Una vez terminado el Festival, me tomé un tiempo para clarificar las emociones y sensaciones que me dejó esta visita a La Habana, Cuba; y poder escribir este relato. Erradiqué el recuerdo de la sombra decadente de algunas de sus maltrechas edificaciones, mi sensación de ahogamiento por el rebusque desaforado de algunos naturales y cualquier otro inconveniente. Finalmente, sobre esa penumbra y ese desafuero,  brillaron el coraje de su historia, la calidez de su pueblo  y la autenticidad de su cultura. No podía ser de otra manera.
Nora Carbonell Muñoz
sumario: 
Relato didáctico y cargado de poética, a través de una visita a la capital cubana, de la mano de la creación de invitados y participantes en el XX Festival Internacional de Poesía de La Habana, efectuado en el mes de mayo del presente año.
No

Sonsonete = memoria sonora

Domingo, Julio 31, 2016 - 00:00
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Despertamos, unos con el sonido de algún ave que hizo nido cerca a nuestra ventana, algunos con las noticias de la mañana y otros con las bocinas de los buses escolares que se fusionan con los gritos de las madres a las que la cantaleta para despertar a sus hijos no fue suficiente para que estuvieran listos a tiempo.
 
El camino al lugar de trabajo es un túnel sonoro de vendedores ambulantes que con su voz e instrumentos de trabajo se encargan de hacerse notar. El mediodía, lleno de salpicaduras de aceite que no dejan en paz a la tapa del caldero y llega la noche con uno que otro concierto de ranas y grillos a nuestro paso.
 
Este podría ser el paisaje cotidiano de cualquier barranquillero, que precisamente por ser cotidiano, es imperceptible para muchos, pero ahí está.
 
Si tenemos claro el concepto de patrimonio, interpretándolo como la serie de valores, elementos o espacios que generan un sentimiento de cercanía e identidad, el sonido es también parte de ese imaginario que podríamos catalogar como patrimonio, porque precisamente nos acerca a las ciudades, nos ubica en un lugar conocido o nos recuerda un momento de nuestras vidas.
 
La ciudad se comunica de maneras maravillosas, sólo hay que quitarnos la venda de los oídos. Cada calle tiene sus sonidos particulares, cada barrio, edificios o lugares públicos, como una estación de metro, el mercado, un centro comercial, una iglesia. Los sonidos pueden llegar a ser firmas, un tipo de ADN sonoro que se nutre a diario con las voces de quienes llenan estos lugares, los oficios que se desarrollan y las fuentes de ruido que se conjugan, a veces de tal forma, que terminan siendo composiciones familiares que tranquilizan mientras están activas y que paralizan o generan incertidumbre si por algún motivo, dejan de existir un minuto.
 
Los pregones de los vendedores ambulantes también nos conectan con las ciudades, son maneras creativas de enriquecer el paisaje sonoro y lograr distinguirse entre la selva de cemento atestada de tráfico, luces y humo. Son como pequeñas cajitas musicales a las que te acostumbras a escuchar y sabes que al abrirlas, alejada de la delgada figura de bailarina de ballet, encontrarás gente real, con historias, con color, carne, ojeras, con ganas de vivir y cuentas por pagar.
 
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‘Tumba techo’ de Joe lo eligió el  colectivo Locos por Juana.
 
En Barranquilla, desde #todomono, se viene gestando desde el 2013 un proyecto de recuperación de memoria sonora de la ciudad llamado ‘Sonsonete’, que tomó todas esas historias convertidas en sonido como insumo para crear música. Se pensó como un regalo de la ciudad para la misma ciudad: hubo un proceso investigativo que desencadenó en una biblioteca sonora con cientos de audios, un transitar casi diario por muchas esquinas de Barranquilla, explorado sus sonoridades y esa «bulla» que nos caracteriza. Guardando celosamente sonidos efímeros que entran a ser parte del directorio auditivo: pregones de palenqueras, el pito del carro de raspao, el freno de un bus de puerto, el jingle de Emisora Atlántico o una tradicional canción de la novia de Barranquilla, Esthercita Forero.
 
Posteriormente se entregaron los archivos a diferentes artistas de la movida músical independiente, no sólo local y nacional, sino global, que se dieron a la tarea de reinterpretarlos y entregar una composición musical en la que se viera reflejada Barranquilla. Los sonidos vuelven a casa para seguir transportando al ciudadano a otros tiempos a través del sentido auditivo.
 
El proceso con los artistas ha resultado en un maravilloso trabajo colaborativo; algunos nunca antes han estado en la ciudad, sin embargo por medio de los sonidos y con sus creaciones, nos transportan a la cotidianidad reinterpretada por diferentes puntos de vista y sesgos de contemporaneidad sonora que va de la mano de la movida que en Latinoamérica se gesta en materia de música. Barranquilla siempre ha sido una ciudad musical, desde la esquina de San Juan (en el centro) pasando por los músicos a las afueras del Hotel El Prado con sus tambores y gaitas, hasta el hoy olvidado Parque de los Músicos. La ciudad necesita conectarse con su tradición y sus legados, y la música es un muy buen instrumento para lograr esta meta. 
 
Hoy a tres años de estar grabando infinidad de sonidos provenientes de las calles y trabajando de la mano con más de 20 artistas y proyectos musicales, el resultado, no sólo es una radiografía de lo que pasa en la ciudad, el resultado es un producto nostálgico, emotivo y alegre que nos permite escuchar lo que fuimos y somos.
 
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El grupo argentino Alto Perú interpreta el tema ‘Cunde, Cundé, Cunde’.
 
En dos volúmenes de ‘Sonsonete’ la voz de Jairo Paba, Ernesto McCausland, el afilador de cuchillos, el pregón de la galleta griega, las canciones del Joe, el jingle de Radio Libertad se preservan de nuevas maneras y se entregan al ciudadano para su deleite y disfrute, pero sobre todo para la apropiación del ser Barranquillero tomando su diario vivir como un acto infinito de creatividad Caribe.
 
Hacen parte de esta iniciativa artistas como Simón Mejía (Bomba Estéreo), Frente Cumbiero, Colectro, Locos por Juana, Dj Orión, Don Alirio, Monosóniko, Sicotrópico,  Femputadora, Dj Reyes, Noblezza el Colombiano, Svper, Cumbia Drive, Uproot Andy, Bozá, Alto Perú, Paraísos Artificiales, Sonora Selecta, León Murcia y Ejcopolamina. Talento local, nacional e internacional comprometido con la construcción de puentes sonoros para quien conoce Barranquilla y para quien desee conocerla.
 
El trabajo está disponible en la plataforma soundcloud. https://soundcloud.com/sonsonete-todomono
 
Equipo #todomono
sumario: 
Tomando como materia prima los sonidos de la ciudad, desde el pito del carro de raspao hasta el pito del afilador de cuchillos así como otros insumos de la categoría urbana, varios artistas desde el 2013, los están integrando a sus canciones.
No

Estoy cerca de cerrar mi círculo: Poniatowska

Domingo, Julio 31, 2016 - 00:00
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“Enamorarse” es una palabra que a la mexicana Elena Poniatowska se le queda corta para hablar de la relación que mantiene con los personajes de sus novelas; ella prefiere decir que éstos se la «comen», como sucedió con la protagonista de su último trabajo, Lupe Marín.
 
«Me comen, comen mi vida, comen mis horas (...) porque el tiempo va transcurriendo y yo sigo escribiendo sobre ellos», afirma la autora en entrevista con Efe.
 
Poniatowska sentía que debía una novela a su amiga Lupe Marín, quien fuera esposa del pintor Diego Rivera y del crítico Jorge Cuesta, porque pensaba que de ella «se hablaba poco» y era «poco conocida».
 
De aquí nació Dos veces única, novela que reafirma la presencia de Marín, escritora y modelo de artistas como Juan Soriano o el propio Rivera, en la historia del México del pasado siglo.
 
Marín, mujer con «una esencia tapatía muy importante, una esencia de Guadalajara», fue feliz cada vez que viajaba a Francia, donde todo el mundo «quería saber quién era» cuando pasaba por las calles caminando «como una pantera», con su imponente altura y sus ojos verdes, relata la escritora, ganadora del Premio Alfaguara de Novela 2001 con La piel del cielo y el Premio Rómulo Gallegos 2007 por su la obra El tren pasa primero.
 
Lupe Marín fue la segunda esposa del muralista Diego Rivera. Tuvieron dos hijas y un hijo. Ella también estuvo casada con el poeta Jorge Cuesta quien en 1942, a los 38 años de edad dio punto final a su vida destrozándose los genitales con un picahielos.  
 
Lupe Marín, quien falleció en 1981, modeló para su esposo y para la misma Frida. Una de las hijas de Lupe y Diego, también de nombre Lupe fue la primera mujer en ingresar a la Escuela Superior de Ingeniería y Arquitectura del Instituto Politécnico Nacional. Desde 1959 hasta su muerte en 1969 fue la jefa del Departamento de Arquitectura del Instituto Nacional de Bellas Artes.
 
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Elena Poniatowska hace poesía y también ha escrito cuentos para niños. Fue Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos 2007.
 
La novela de Poniatowska  Dos veces única, vuelve a situar, como ya hicieron trabajos tales como Tinísima y Leonora, a una mujer en el centro de la narración.
 
Un interés que ha sido una constante para Poniatowska, para quien «las mujeres son las grandes olvidadas de la historia, están siempre marginadas» o se las exhibe considerándolas «locas», sin hacerles justicia.
 
«Como ellas barren, como son escobas, finalmente las barren fuera de todos los acontecimientos», señala la autora de 84 años, nacida en París.
 
Cuando llegó a México a los 10 años, le maravilló que hubiera «muchas zonas que descubrir en un mapa», y desconocidas frutas como la guanábana y el zapote, además del aguacate, «que es verde y bello, que es como mantequilla pura».
 
Y aunque no haya sido protagonista de selváticas expediciones, su afán explorador la ha volcado en su trabajo con la pluma, con el que ha ido rescatando retazos del país a través de sus habitantes.
 
Lejos de profundizar en nombres «muy trabajados», a veces los protagonistas de sus escritos, recuerda, han sido aquellos que «tienen tan poco dinero que sólo salen a la calle, se sientan en el camellón y ven unos coches que vienen para acá, unos coches que se van para allá, y esa es su diversión».
 
En estos momentos, el personaje que devora las horas de Elena es Estanislao Augusto Poniatowski, último rey de Polonia y antepasado de la escritora por parte de su padre, a quien quiere dedicarle su próxima novela.
 
«Empecé a leer sobre él y me resultó muy afín, lo quise mucho, porque era muy sensible, tenía depresiones, era muy enamorado», afirma la premio Cervantes 2013, quien aventura que, por lo que sabe, «los polacos son muy enamorados todos».
 
Poniatowska hojea un grueso volumen en el que ha recopilado documentación sobre Estanislao —«soy tan coda (tacaña) que es puro papel reciclado», bromea— y al que se enfrenta con un marcador amarillo y un lápiz para anotar pequeños recordatorios y aquellos datos que llaman su atención.
 
En su punto de mira, para otro futuro trabajo, también está José Poniatowski, mariscal de Napoleón y de quien enseña un grabado que inmortaliza su muerte en la Batalla de Leipzig en octubre de 1813.
 
«Murió tirándose al río Elster, lo siguieron todos sus soldados antes que entregarse al enemigo, que eran los rusos», comenta sobre el mariscal, quien además actuó a modo de «celestina» entre María Walewska y Napoleón.
 
La autora lamenta que haya tan poca información en español sobre el monarca polaco.
 
Para escribir está empleando fuentes en inglés y francés, idiomas que domina, pero el gran obstáculo es que no sabe «ni jota de polaco». O al menos, no más de una decena de palabras que enumera de carrerilla, entre las que se encuentran «techo, piso (suelo), hotel, leche».
 
«Entonces me cuesta muchísimo trabajo, pero sí me interesa muchísimo regresar», comenta Poniatowska.
 
Regresar a sus orígenes polacos no de forma física, porque por problemas de salud hoy en día se le hace impensable viajar al país europeo —«quién sabe, a lo mejor más tarde»—, pero sí hacerlo a través de la narrativa.
«Dicen que la vida es un círculo, que empiezas, que la cierras... yo ya estoy muy cerca de cerrar mi círculo», asegura la mexicana, ganadora en el 2004 del Premio Mary Moors Cabot de periodismo de la Universidad de Columbia.
Isabel Reviejo
sumario: 
La ganadora del Premio Cervantes 2013, con una novela reciente sobre su amiga, la primera esposa del pintor Diego Rivera, anuncia otras dos obras sobre sus antepasados: el último rey de Polonia y el último mariscal de Napoleón.
No

El libro perdido

Domingo, Julio 31, 2016 - 00:10
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Le llevé un libro a un joven pariente, me habían dicho que le gustaba la lectura, sobre todo de historia de Roma. Vi su desilusión al entregarle el regalo. No quería ese libro que calificó de «Positivista». Yo le llevaba una de las  joyas  de mi biblioteca La sociedad romana de Friedlander. Una vieja edición, actualmente inconseguible, que a mi vez había  recibido de regalo de  un pariente que me premió  el entusiasmo con que había oído las clases de mi profesor de literatura en bachillerato, Hugo J. Bermúdez. Un personaje samario, erudito y  lingüista que más adelante le dio su nombre a un colegio en Santa Marta. Fallé  en ese intento que tenemos los viejos, de pretender que una emoción muy propia ante un libro u obra de arte, se replique en otra persona en un medio, tiempo y contexto distinto.
 
Pero como una cosa lleva a otra de la misma naturaleza, empecé a buscar libros que me  agarraran. Algo que se relacionara con los encantamientos de mi juventud. Hurgué entre mis libros y en varias bibliotecas en busca de una  biografía sobre una de mis grandes admiraciones, Leonardo de Vinci. Había visto una semana antes un documental sobre este genio y me llamó la atención el juicio de uno de los comentaristas que afirmaba que Leonardo dejó muchas obras inconclusas porque él ya había entendido su esencia con una fría reflexión de cómo llegar a lo más perfecto, si los demás no lo captaban, allá ellos.
 
En diversas publicaciones, cada vez que se nombraba a Leonardo recomendaban el libro de Dimitri Merejkovski, un ruso de principios del siglo veinte, poeta simbolista y  cultivador del ocultismo, muerto en el exilio en París.
 
Se recalcaba que su biografía novelada Le roman de Léonard de Vinci había sido la  base para el famoso estudio de Freud Un recuerdo infantil de Leonardo de Vinci. (La editorial suramericana tradujo la obra del francés como El romance de Leonardo de Vinci)
 
Encontré el libro y lo devoré, hacía tiempo que no quedaba tan emocionado con un libro. Se encuentra a un Leonardo impasible ante la desgracia. Le dañan sus esculturas, se vuelve irresoluto para terminar otras, no le prestan atención a sus sugerencias y no alcanza en toda su vida un bienestar sólido. Un trauma de infancia es que el labrador Accattabriggi di Piero del Vacca, se hubiera casado por dinero con Caterina, su madre después de recibir el pago de su abuelo, Antonio da Vinci, por hacerlo.
 
Por un momento medité sobre qué tanta distancia tenemos de esos nombres. No sé si la teoría  sobre los seis grados de separación también se aplica a seres del pasado.
 
Y en esa vuelta de lecturas le comenté a una barranquillera, profesora de una universidad en Estados Unidos mis recuerdos sobre Meira Delmar, motivo de su investigación. En los años sesenta era un joven lector  y había prestado, en la biblioteca departamental, Fiesta una novela de Hemingway. El libro se me había perdido en  cine, posiblemente en el San Jorge y supongo que en un doblete mejicano de una ranchera, con Antonio Aguilar  y una rumbera con Ninón Sevilla.
 
Tenía que pagar el libro y entré a la oficina de la directora, Meira. Al verla recordé que había visto su cara en los periódicos y era una famosa  poetisa. Le pregunté que si  ella era la autora de aquellos versos que decían:
«Como un abanicar de pavos reales/ en el jardín azul de tu extravío/con trémulas angustias musicales/ se asoma en tus pupilas el hastío».
 
La risa, profunda, inacabable que dio, me preocupó. Como pudo, y entre nuevos ataques de  risa me dijo: «No son míos, sino  de ese gran poeta modernista  y autor de boleros llamado Agustín Lara». Esa vez no me cobraron el libro perdido. Y décadas después, nuevamente se repitió la risa entre la investigadora y este columnista que  seguimos  recitando la letra del bolero: «El hastío es un pavo real, que se aburre de luz en la tarde…».
Ramón Illán Bacca
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Revista Latitud 31 de julio de 2016

Domingo, Julio 31, 2016 - 00:30
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Sección: 

Historias en las Favelas

Domingo, Agosto 7, 2016 - 00:00
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Antonio Lacerda y Fernando Maia (EFE)
El asentamiento de poblaciones de muy bajos recursos económicos es un fenómeno que se repite en la geografía latinoamericana y en muchos otros territorios. Bajo la denominación de favelas, en Brasil sobresalen a manera de cerros, ante el desmesurado y moderno crecimiento urbano de sus alrededores. En Vidigal, por ejemplo se concentra una de las mayores organizaciones del crimen organizado de Río de Janeiro y según algunos se puede observar a la distancia la vivienda del futbolista David Beckman. Pero en medio de la lucha por la supervivencia en estos lugares persiste la búsqueda de la superación. Estos relatos son de periodistas de la agencia Efe, a propósito de la mirada que tienen puesta en la Nación carioca y sus Juegos Olímpicos 2016.
 
La otra «villa olímpica»
Vidigal, como su vecina Rocinha —una de las favelas más populosas de Río de Janeiro—, está bajo el control de Amigos de los Amigos, una de las mayores organizaciones de crimen organizado de la ciudad;
Aleixandre tiene 17 años. Entrena en la «villa olímpica» y le habría gustado ser futbolista pero ahora ni siquiera aspira a acercarse a alguna de las estrellas de las Olimpiadas de 2016 porque su cancha está en la favela de Vidigal, en el Río de Janeiro que no verán los «olímpicos».
 
Como Aleixandre, más de 1.500 niños y adolescentes de Vidigal entrenan en la «villa olímpica» de la favela, una modesta instalación deportiva de la Alcaldía de Río de Janeiro con espacio para practicar una decena de deportes, desde fútbol a atletismo pasando por baloncesto y voleibol.
 
La «villa olímpica» de Vidigal, en uno de los puntos más altos de la favela, es la única de las 22 construidas por la administración municipal en «comunidades» (favelas o zonas marginales) que está en un morro (montaña).
 
Abierta en 2012, en los terrenos que ahora ocupa el recinto, los niños y jóvenes de esta zona jugaban al fútbol años antes. Un narcotraficante local se ocupó de limpiar la maleza y abrir un espacio al deporte para los adolescentes, pero murió durante un tiroteo y la prefectura lo convirtió en un polideportivo. En esta «villa» empezaron a pegarle al balón jugadores locales que luego pasaron al Flamengo, al Botafogo y al Corintians y se formó también algún baloncestista y una atleta profesional.
 
A la entrada, un cartel ubica al visitante: «Villa Olímpica de Vidigal». A un lado, una impresionante vista al mar. Al otro, un basurero, calles a medio asfaltar y, a pocos metros, un puesto de la policía, que se instaló de forma permanente desde que se pacificó la favela, en 2011.
 
«Es una instalación modesta, pero los padres saben que aquí sus hijos pueden estar tranquilos, pueden hacer deporte y estar seguros, es importante para sus vidas y para que puedan ser buenas personas», explica a Efe Tiberio, que se ocupa de la coordinación del recinto.
 
Aleixandre se siente seguro en la villa olímpica. Al menos más que en las calles, aunque Vidigal está considerada una de las favelas más ordenadas. Tanto que en los últimos años ha vivido un «boom» alimentado por la llegada de extranjeros atraídos por su extraordinaria ubicación —sobre el acomodado barrio de Leblon y con una vista espectacular de Río— y por los vecinos «ilustres», como David Beckham.
 
«Beckham tiene una casa aquí, en la parte de abajo» presume Aleixandre, que sabe muy bien cómo actuar en caso de disturbios en la favela: «Hay que correr, esconderse y tirarse al suelo», dice como si relatara un hecho cotidiano. Su amigo Ariel, de 17 años, asiente con la cabeza. «Correr y tirarse al suelo» repite.
 
La presencia policial no evita los tiroteos y los enfrentamientos con los «bandidos», como los vecinos se refieren a los narcotraficantes.
 
Pocos adolescentes quieren hablar del tema y de la presencia de la policía en el barrio. «La policía es peor que los bandidos. Todos son corruptos. A algunos ya los conocemos y ayudan, pero la mayoría es ruin», se atreve a comentar uno de los jóvenes que entrena en la «villa».
 
Aun así, todos presumen de Vidigal. «Es legal demais (es demasiado)», dicen. Y aseguran que quieren vivir para siempre en la favela. Andreia, sin embargo, no ve el momento de salir. Se casó con 16 años y a sus 42 tiene tres hijos. «No quito el ojo de encima de ellos. Los llevo y los traigo del colegio. Les acompaño cuando bajan a jugar y a hacer deporte. Me da miedo que alguien se los lleve o que les pase algo», reconoce. Andreia esquivó las balas perdidas de un tiroteo en su propia casa y no quiere que sus hijos vivan una experiencia similar. «La favela ha mejorado mucho, pero aquí no hay expectativas de futuro, no hay salida», se lamenta.
 
Empieza a caer la tarde y Moisés, de 13 años, se acerca a la «villa olímpica» de la mano de su hermano de 4. Moisés tiene instrucciones claras sobre cómo cuidar de su hermano y reaccionar ante un incidente: «Si encuentro a una persona con un arma no tengo que correr porque me puede disparar, tengo que seguir andando».
 
Cuando se le pregunta quién puede llevar un arma no lo duda ni un momento: «La policía va con armas. De ellos hay que tener miedo. El bandido es bueno»
 
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Niños corren en la pista de atletismo en la villa olímpica de Vidigal.
 
Un milagro en la favela mayor
Cambiar la vida a miles de niños de Heliópolis, la mayor favela de Sao Paulo, al crear hace dos décadas una orquesta que ha llegado a tocar para el Papa es el «milagro» obrado por Silvio Baccarelli, inspiración del brasileño Sérgio Machado para su nueva película, El profesor de violín.
 
Por eso y aunque, según confiesa en una entrevista con Efe, se tomó «algunas libertades», el cineasta —nacido en Salvador de Bahía en 1968—, se basó en la conmovedora historia de Baccarelli (1931) para crear a Laertres, el protagonista del filme.
 
El profesor de violín, parte del momento en el que, en la década de los 90, el joven Laertes es rechazado por la prestigiosa Orquesta Sinfónica del Estado.
 
«Era una persona con miedo que pensaba que no iba a poder dedicarse nunca más a lo único que sabe, la música, y esta es la historia de cómo consigue cambiar», explica Machado.
 
La «evolución interna» del profesor, su capacidad de superar sus miedos y lo que «aprende» gracias a la experiencia de la creación de la orquesta juvenil actúan como ejes de la historia, así como los «cambios» que su acción provoca en la «comunidad», asegura el realizador.
 
Pero esta tierna y emotiva historia, que recuerda por momentos a Los chicos del coro y Billy Elliot, refleja también la dureza de la vida en las favelas brasileñas a la que Laertes tratará de imponerse a través del poder transformador de la música y el fuerte vínculo que le unirá a sus alumnos.
 
Una de las «libertades» que se tomó Machado en El profesor de violín fue convertir a Baccarelli en un hombre negro, al que da vida el también brasileño Lázaro Ramos, actor, presentador, cineasta y escritor de literatura infantil muy popular en su país.
 
El director también conversó «en cantidad de ocasiones» no solo con el profesor y sacerdote — quien se ha emocionado «mucho» al ver su historia en la gran pantalla— sino también con algunos de los «poco más de 20» miembros de la primera generación de la orquesta Baccarelli.
 
«Fue muy importante el contacto con Graciela —una de las chicas—, que es hija de un traficante de Heliópolis que, después de haber tenido una vida muy difícil, se convirtió en una importante violista», cuenta el director.
Y es que, según Machado, una «gran parte» de los jóvenes de Heliópolis son hoy músicos profesionales gracias a la formación recibida en las orquestas del Instituto Baccarelli, que, además de haber actuado en el festival Rock in Río y compartido escenario con «los mejores músicos del mundo», ofreció un recital para el Papa Benedicto XVI en 2014.
 
Ante el inminente comienzo de los Juegos Olímpicos en Río de Janeiro, Sérgio Machado admite que es para él un «misterio» si su país «superará o no esta» prueba: «La población está mucho más preocupada por la situación política y no sé lo que va a ocurrir», confiesa.
 
«Hasta ahora la gente no ha prestado mucha atención ni se ha implicado con los Juegos porque es un momento en el que todo se centra en los problemas económicos y políticos», asegura este brasileño que, dice, se ha dado cuenta al igual que sus compatriotas de cómo el Congreso de su país es «aún más corrupto» de lo que creían.
 
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En  Recantus de Belford Roxo, uno de los barrios  más pobres y violentos de la zona metropolitana de Río, los aros olímpicos fueron hechos con llantas viejas.
 
La realidad de Ciudad de Dios
En 2002, el director brasileño Fernando Meirelles mostró al mundo la realidad que se vive en las favelas de Brasil con la película Ciudad de Dios, una comunidad que pronto volverá a las pantallas con el documental CDD50. Esas son las siglas de Ciudad de Dios 50 años y se refieren al medio siglo que tiene esta favela situada en la zona oeste de Río de Janeiro.
 
La película, que conquistó a la crítica, mostró al mundo a inicios de la década del 2000 la violencia, la corrupción policial y el narcotráfico en esta favela de más de 47.000 habitantes.
 
No obstante, el documental CDD50, que comenzó a ser producido en 2011, quiere mostrar también el lado más amable de esta comunidad, el de sus vecinos de toda la vida.
 
Bruno Rafael, uno de los directores del documental destacó que la película Ciudad de Dios ayudó a impulsar la favela, la cual hoy en día es recorrida por turistas y brasileños e incluso 
ha si sido visitada por el presidente de Estados Unidos, Barack Obama.
 
Sérgio Leal, conocido como TR, es otro de los directores del documental y ayudó en la producción de la película que adoptó como título el nombre de esta barriada carioca.
 
«Yo ayudé en las investigaciones de la película. Tengo 44 años y llegué aquí con 11 meses de vida. Ayudé con informaciones para la película de Fernando Meirelles: la música, el lenguaje de la época, la ropa, los coches. Intenté reunir la realidad de tres décadas», subrayó.
 
 
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Menores de Heliópolis, la mayor favela de Sao Paulo participan en una orquesta que dirige Silvio Baccarelli. Muchos son hoy día músicos profesionales.
 
«Yo también lo quiero»
Dos conjuntos de aros olímpicos hechos con neumáticos usados instalados en una de las ciudades más pobres de Río de Janeiro reclaman que los beneficios de los Juegos Olímpicos lleguen también a las zonas más desfavorecidas de la metrópoli brasileña.
 
Los aros, uno formado por ruedas de automóvil y otro de camión, extraídos de un vertedero, fueron montados y pintados por Janio Feitosa de Oliveira, un vecino del barrio Recantus de Belford Roxo, una de las urbes más pobres y violentas de la zona metropolitana de Río.
 
Los símbolos olímpicos de goma recauchutada están apostados en una calle polvorienta, transitada por camiones, coches de caballos y rebaños de cabras, a orillas del contaminado río Botas, una vía fluvial que desprende un intenso olor acre y que desagua en la bahía de Guanabara, la sede de las pruebas olímpicas de vela.
 
Oliveira asegura que pretende llamar la atención de las autoridades para atraer más inversiones para su barrio que, según él, ha recibido «muy poca ayuda» en las últimas tres décadas.
 
«Yo estoy aquí para ayudar al pueblo, para hacer una ciudad diferente. Del mismo modo que ellos están cambiando allá la ciudad (por los Juegos Olímpicos), yo también la quiero cambiar aquí», explicó Oliveira en entrevista a Efe.
 
El creador de los aros de goma, que es pastor evangélico, se cansó de esperar la ayuda gubernamental y se ha encargado de realizar con sus propias manos obras en su barrio, como varias paradas de autobús o un parque infantil, y también tapa los agujeros que se abren en la calle con el paso de los camiones.
 
También puso una red para capturar la basura que flota por el río y la recolecta él mismo, para evitar que acabe en la bahía de Guanabara.
 
«Todo lo que ellos tienen allá, lo quiero también aquí. Si ellos tienen parada de autobús o autobús con aire acondicionado, yo también lo quiero», comentó.
 
Oliveira no cuestiona la realización de los Juegos Olímpicos,  tan solo pide que, del mismo modo que los responsables de los Juegos Olímpicos se gastan «cien millones por segundo», dediquen un poco de dinero con el que se puede hacer «mucho» por mejorar la calidad de vida en Belford Roxo.
 
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Teniendo como fondo grafitis en la antigua sede del Regatas do Flamengo, en Río fue instalada una pieza artística inspirada en el atleta Mohamed Younes. La  obra, del francés JR está  hecha con andamios de construcción 
y lona.

 

Redacción Revistas
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Borges, el retórico

Domingo, Agosto 7, 2016 - 00:01
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Desanquilosar el arte
En 1922, en el manifiesto o proclama de la revista mural Prisma, órgano del movimiento vanguardista llamado «Ultra», decía Borges sobre la metáfora: «Nosotros los ultraístas en esta época de mercachifles que exhiben corazones disecados y plasma el rostro en carnavales de muecas queremos desanquilosar el arte. Lícito y envidiable como cualquier otro placer es el que motivan las palabras eficazmente trabadas, más hay que convenir en lo absurdo de honrar los que las venden, traficando con flacas ñoñerías y trampas antiquísimas. Nuestro arte quiere superar esas martingalas de siempre y descubrir facetas insospechadas al mundo. Hemos sintetizado la poesía en su elemento prioridad: La metáfora, a la que concedemos una máxima independencia, más allá de los jueguitos de aquellos que comparan entre sí cosas de forma semejante, equiparando con un circo a la luna. Cada verso de nuestro poema posee una vida individual y representa una visión inédita. El ultraísmo propende así a la formación de una mitología emocional y variable».
 
Será desechada para buscar metáforas más complejas, donde el término de comparación que vincula dos realidades no sea evidente y resida, muchas veces, en la propia subjetividad.
 
La metáfora
La metáfora es el instrumento para desanquilosar el arte. En esta búsqueda de renovación Borges encontró una literatura ejemplar, la islandesa, que en el año cien después de Cristo se las ingenió para crear un lenguaje en que las cosas no eran nombradas por su nombre, sino mediante enigmas metafóricos.
 
Los islandeses no decían, en sus poemas, la espada, no la nombraban directamente, sino que decían «hielo de la pelea» donde la espada en combate quita el calor de la vida. O llamaban a la espada «remo de sangre» porque navegaba en ríos de sangre, o mejor impulsaba la guerra (un navío) por los ríos de la sangre (la guerra).
 
Para los islandeses, según Borges, el brazo era «fuerza del arco» y con esto pasaban a ser una realidad inherente al arco, una calidad de arco.
 
Y volviendo a la sangre propiciada por las espadas, los islandeses la llamaron «agua de la espada» como si también la sangre perteneciera a la espada como su virtud y no al cuerpo desangrado. La sangre era un río, un riacho en los combates. También la llamaban, evocando las agitadas aguas del mar, «marea de la sangre», o «sudor de la guerra» donde los hombres que guerrean sudan sangre.
 
La nave era para los islandeses «el caballo de los piratas» el oro fue maravillosamente llamado el «resplandor de la mano» y a su vez la mano era conocida como «el país de los anillos de oro» Y por fin el aire lo llamaban «la casa de los pájaros».
 
Las letanías
En su afán de librar a la literatura de la garrulería Borges se hizo un virtuoso del laconismo. Las letanías borgeanas son una manera económica de la descripción.
 
En El Aleph es un objeto de un diámetro de dos o tres centímetros y allí está el universo. Borges lo describe mediante la letanía famosa: «Vi el populoso mar, vi al alba y a la tarde, vi las muchedumbres de Américas, vi una plateada telaraña en el centro de una negra pirámide, vi un laberinto roto (era Londres), vi interminables ojos inmediatos escrutándose en mí como en un espejo…».
 
El lector notará que esta letanía es un poema donde la palabra al parecer simplemente nombra las cosas, y sin embargo, produce el efecto de una enigmática metáfora donde el populoso mar, las muchedumbres, los laberintos, la plateada telaraña y esos «interminables  ojos inmediatos» conforman otro sentido donde sentimos la necesidad de fundir los laberintos y las muchedumbres y Londres y la telaraña y los ojos inmediatos como una pulsación radiosa y confusa de la realidad.
 
Oxímoron
«En la figura literaria que se llama oxímoron se aplica a una palabra un epíteto que parece contradecirla, así los gnósticos hablaron de luz oscura, los alquimistas de un sol negro». De esta manera define Borges una figura que el utilizó copiosamente. Por ejemplo, cuando en El Aleph se refiere a Beatriz Viterbo, nos dice: «Beatriz era alta, frágil, muy ligeramente inclinada, había en su andar (si el oxímoron es tolerable) una como graciosa torpeza, un principio de éxtasis».
 
En El Zahir, refiriéndose ahora a Teodelina Villar de cuyo velorio acaba de salir nos cuenta: «Salir de mi última visita a Teodelina  Villar y tomar una caña (trago) es un almacén (cantina) era una especie de oxímoron».
 
Lo que quiere decir que el concepto puramente retórico de la figura se ha ampliado. El oxímoron se da no solamente entre un sustantivo y su calificador (luz negra), sino que también dos acontecimientos, dos situaciones, dos personajes, etc; que se yuxtapongan y sean contradictorios realizan la figura oximorónica.
 
Así en El Aleph los dos personajes masculinos de la ficción forman oxímoron: uno es Carlos Argentino Daneri o el intelectual ingenuo que piensa que basta la descripción de la realidad para que esta se nos entregue; el otro el narrador o el intelectual irónico que sabe que la realidad solo se nos entrega mediante una audaz visión esencialistas de la misma. En la figura comentada.
 
Ha habido, pues una ampliación del concepto de oxímoron.
 
Tanto lo ha ampliado Borges, que su concepto de la realidad es en algún aspecto oximorónico. Si admitimos que «graciosa torpeza» funde los contrarios, hacen una sola cosa de lo gracioso y lo torpe, el zahir (lo simple) y el aleph (lo complejo) conforman una misma realidad, tal como el tiempo y la eternidad, etc. Todo lo contrario a la tendencia maniqueísta que deslinda rígidamente la realidad, Borges concibe en estado de simbiosis y de fusión. Un último y maravilloso ejemplo de esta fusión se nos da en Pierre Menard, autor del Quijote. El lector Menard es el autor. Cervantes sería no el autor, sino precisamente aquel que supo leer (la realidad de su tiempo).

Acerca del autor

Carlos Juan María Buchar (1933-1994), natural del corregimiento El Retén, en Aracataca, Magdalena, fue escritor de ensayos y textos breves. Estudió Filosofía y Letras en  España y dictó la cátedra de literatura latinoamericana en la Universidad del Atlántico. 
 
En opinión del escritor Guillermo Tedio si hay alguien que merezca en la Región Caribe el título de crítico, ese es Carlos J. María. «Del mismo modo que estaba pendiente de leer, interpretar, criticar y valorar la literatura colombiana, latinoamericana y universal, se interesaba en la producción de los nuevos escritores, que leía con ahínco y dedicación, pero sin perder nunca su sentido crítico, a veces demoledor», escribió Tedio para un especial que Latitud le dedicó a la vida y obra de María Buchar el 16 de noviembre de 2014.
 
En la misma publicación Orlando Araújo Carlos J. María «tuvo una nueva perspectiva, más moderna y esclarecedora, una superación de los enmohecidos métodos de la vieja escuela filológica y de la crítica tradicional».

 

Carlos J. María
sumario: 
Reproducimos un interesante artículo en donde el autor desglosa varios de los giros literarios con los que el escritor argentino Jorge Luis Borges consiguió renovar y crear un mundo estílisco singular en la literatura. Es un texto corto pero profundo, y
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La ciencia que desenmascara a los que les gusta el poder

Domingo, Agosto 7, 2016 - 00:00
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¿Cuál es la razón para que se le apliquen estudios emocionales a las personas que aspiran a ser repartidores de encomiendas y no se haga lo mismo con los servidores públicos que dirigen organismos donde está de por medio la calidad de vida de millones de seres de una Nación? Hay una ciencia que brinda esa posibilidad: la psicopatología.
 
La psicología, el estudio del comportamiento humano, es una ciencia que, a medida que investiga, contribuye con el desarrollo de otras áreas del conocimiento. Es así como el mundo empresarial se beneficia de sus hallazgos logrando mayor efectividad en los empleados al revaluar los sistemas de recompensa, al enaltecer la sensibilidad como un factor determinante en los líderes o al incluir espacios lúdicos dentro del tiempo de trabajo.
 
Otro tanto se puede señalar de la pedagogía que ha realizado enormes avances basados en los estudios sobre los procesos de pensamiento en niños, jóvenes y adultos; la farmacología, ayuda con el equilibrio psicológico al descubrirse la conexión entre  los neurotrasmisores y  las emociones, entre otros ejemplos, que denotan la vital importancia de la psicología.
 
En este orden de ideas, la psicopatología, área encargada de estudiar las enfermedades mentales, que van desde aquellas con base orgánica hasta las generadas por las relaciones afectivas, ofrecería un gran servicio a la humanidad si se la usara para examinar científicamente la personalidad de los candidatos a cargos públicos, tal y como sucede en el mundo empresarial, donde la escogencia de un nuevo integrante para una compañía es un proceso cuidadoso porque se tiene conciencia de lo que representa para el engranaje total de la organización la personalidad de un nuevo funcionario. Para tal efecto, se estudian y analizan índices de salud y enfermedad mental a través de entrevistas y test sofisticados que ofrecen, en gran medida,  una idea de cómo es el mundo psíquico del candidato a un cargo.
 
Esta propuesta, la del análisis público de la personalidad de futuros jefes de Estado o de los directores de organizaciones de gran influencia en la sociedad como los bancos internacionales, las comunidades políticas regionales o las empresas multinacionales parte  de Andrzej Lobaczewski, psicólogo polaco, quien vivió años de persecución, tortura y sufrimiento por la invasión rusa a Polonia. Este hombre, descrito, por quienes lo conocieron, como poseedor de una gran bondad, estudió el proceso de la maldad del ser humano —entendida esta como la capacidad de infringir dolor  o hacer daño premeditado a otro ser viviente—, y cómo puede extenderse de forma masiva cuando existe un grupo político con líderes poseedores de ciertos rasgos de personalidad que atentan contra los demás. 
 
Es la  psicopatía, de la que estamos hablando, condición humana que define a los individuos capaces de causar sufrimiento y dolor a otros seres vivos sin sentir culpa o remordimiento; presente, no solo en los asesinos en serie, sino también en los sujetos aparentemente sanos ocultos detrás de una máscara de cordura, como lo dijera Hervey Cleckley. Son seres integrados a la sociedad, aparentemente normales en su cotidianidad sin embargo, ejercen sobre las demás personas que los rodean una influencia nefasta en sus vidas porque los consideran como cosas y no como seres humanos. 
 
Lobaczewski, Abogó por mostrarle al mundo que psicópata no es solo la persona que comete crímenes en serie, que degolla y desmembra a seres humanos sino también quien de una manera más sutil, refinada, subclínica hace sufrir a otro ser. Son individuos en  búsqueda de una satisfacción eminentemente narcisista, egoísta, sin consideración por la dignidad de las demás personas; hábil en detectar situaciones de poder para conseguir sus fines; diestro en devolver contra el otro quejas o reclamos que le son realizados por quienes advierten injusticias en su proceder; desprovisto de sentimientos de culpa;  especialista en identificar a las personas ingenuas, si la maldad existe, también existe la bondad, cualidad caída en desuso por considerársela obsoleta en medio de esta sociedad salvaje.
 
NO TODO LO QUE PARECE ES
La psicopatía, campea en medio de todos los estratos sociales, profesionales y culturales. Prevalece en el hombre sobre la mujer más no la excusa de exhibir igual que él comportamientos alarmantes. Se anida, peligrosamente, por la ascendencia sobre un sinnúmero de seres humanos, en los ansiosos por el poder político.
 
¿Sabe el pueblo cómo es la estructura emocional de los candidatos a la presidencia de su país, a las alcaldías, al congreso? ¿Conocen los sindicalistas el perfil psicológico de su líder? ¿Distinguen los empleados de una multinacional las características emocionales del hoy llamado, CEO,  Chief Executive Officer, director ejecutivo de su empresa? 
 
La democracia, en su intento por depurar los procesos mediante el cual las personas llegan al poder está exigiendo que los candidatos entreguen a la luz pública su declaración de renta, el inventario de sus bienes, de sus posesiones para, una vez terminado el mandato, quede claro que no atentaron contra las finanzas públicas. En este sentido, un gobernante que administrará la economía -que es la vida- , el futuro de las personas y el planeta, ¿no debería mostrar su estado de salud mental tal y como chequea su estado físico, antes de posesionarse de su cargo? ¿Cuál es la razón para que se le apliquen estudios emocionales a las personas que aspiran a ser repartidores de encomiendas y no se haga lo mismo con los servidores públicos que manejarán el medio ambiente y la vida de millones de seres de una Nación? 
 
El empresario utiliza estos procedimientos porque sabe bien que un trabajador puede robarlo, tratar mal  a sus clientes, desperdiciar el tiempo, dañar su reputación, esquilmar a sus compañeros, adulterar las cifra de las ventas, crear un clima laboral lleno de terror, de persecuciones de todo tipo donde los empleados de menor rango sufren lo indecible bajo el mando de funcionarios  déspotas, crueles, desalmados; lo que echará por tierra todo su esfuerzo creador.
 
De igual forma, cada ciudadano debería tener el derecho de saber a quién le está entregando el manejo de las finanzas públicas, el poder de las decisiones políticas, la estrategia económica del país, el cuidado del medio ambiente. De esta manera, se estrecharían los márgenes de desvarío psicológicos de los gobernantes.
 
El perfil emocional de los servidores públicos debería ser obligatorio por la inmensa responsabilidad que reposa en sus manos: el destino de una Nación.  ¿Cómo serían los perfiles emocionales de Hillary Clinton y Donald Trump sometidos ambos a las mismas pruebas psicológicas en las que los norteamericanos son tan especialistas?
 
Un plan de desarrollo de Gobierno diseñado por  mentes  brillantes alrededor de un candidato, una ideología política esperanzadora, una concepción de la economía benefactora con los trabajadores no son garantía de progreso en ningún rincón del mundo si la personalidad del líder carece de buenos sentimientos, ecuanimidad, humildad,  trasparencia,  empatía y confianza plena en sí mismo por encima de las prebendas del poder. 
 
Es preciso conocer si padeció de enfermedades cerebrales -de donde se derivan graves trastornos de personalidad-; la evolución de posibles experiencias traumáticas de la infancia que hayan menoscabado profundamente su dignidad humana y que no se hayan resuelto de una manera sana; los complejos profundos del ego ocultos tras comportamientos inofensivos porque, una vez establecido en el poder, su personalidad deberá responder a múltiples circunstancias  y de esas respuestas dependerá el futuro del pueblo.
 
DESDE LA INFANCIA
La psicopatología, el estudio de la enfermedad mental, es una herramienta invaluable para contrarrestar otros conocimientos psicológicos utilizados perversamente por las campañas políticas que maniobran el funcionamiento del cerebro a nivel de la comunicación, del efecto de los colores en los seres humanos, de las palabras, de los acercamientos aparentemente nobles  que maquillan los lados oscuros del alma del candidato en cuestión.
 
La misma ciencia en mención desnudaría la publicidad engañosa con que se quiere «vender» un candidato; le entregaría al pueblo armas conceptuales, nuevos paradigmas psicológicos, ampliaría su espectro del conocimiento humano para fortalecer la capacidad consciente de decisión ante los candidatos. 
 
La aplicación de los avances en psicopatología para la formación desde la infancia de los seres humanos ejercería una acción psicoprofiláctica que ayudaría a construir una mejor sociedad, puesto que los padres les enseñarían a sus hijos a detectar los dobles mensajes de un embaucador, la ansias de poder de un tirano, la perversidad detrás del maltrato a un animal, la ambición desequilibrada ante una inusitada cantidad de dinero; a  no temerle a la pasión del amor, como hoy en día se estila enseñar, incluso por las redes sociales, sino a la calculada frialdad con que se relacionan ciertas personas con los demás seres humanos y, a la distancia que toman ante el sufrimiento de los demás. Los padres, reforzarían aún más  esa intuición innata de los niños de detectar y  rechazar las malas personas.
 
Los ejemplos de gobernantes desviados hacia el mal nos remiten a la antigua Roma, a Calígula, quien ejerció un terror sanguinario que aún nos llega cargado de un derramamiento de sangre que oscureció el poder en Roma. Calígula, vio asesinar a su familia a los catorce años. Fue obligado a vivir de adolescente excesos sexuales, perversiones, abuso, soledad.
 
 Los nuevos informes sobre la personalidad de Hitler indican que vivía bajo los efectos de drogas que influían enormemente sobre su temperamento despertando aún más su personalidad paranoide. De Stalin, igual de cruel, vengativo y sanguinario que los dos anteriores, se dice que poseía un daño a nivel cerebral desde su nacimiento. 
 
Nelson Mandela, quien sufrió el rigor de 27 años de prisión política, es la otra cara de la moneda, la de la bondad, de la empatía y la conmiseración que no debe quedarse como una figura mítica inalcanzable, sino como un ser humano real que no renunció a sus nobles  sentimientos, visibles ellos a través de su coherencia política para mejorar la situación de discriminación racial del pueblo sudafricano sin recurrir a la violencia. No se mantuvo en el poder, no abusó del él, por el contrario, dio un paso al costado para que fuera elegido su sucesor dedicándose a apoyar idénticas causas de liberación en otras partes del mundo.
 
Colombia, está cercada de gobernantes que adulteran datos en sus hojas de vida; de funcionarios indolentes ante los niños muertos de hambre; de gerentes narcisistas que humillan públicamente a profesores inermes; de presidentes que envuelven al pueblo utilizando palabras como «error» a lo que debería llamarse robo; sin remordimientos, que matan a jóvenes inocentes para cumplir con cifras positivas de descenso de la insurrección; astutos, que desvían ríos para favorecerse privadamente de sus aguas sumiendo en la sequía pueblos enteros. Así las cosas, es casi nulo el sentimiento de culpa por los padecimientos de las personas o el pueblo que tienen bajo su mando porque, su conformación emocional carece en grandísima medida de una cualidad imprescindible para no avasallar al otro -que también es el medio ambiente-, para no atropellarlo, para no usarlo como una ficha de ajedrez: la empatía. 
 
La empatía, ese sentimiento de dolor por el dolor del otro que se siente en el corazón propio y que conduce a la compasión no se encuentra presente en quienes tienen rasgos de psicopatía. Un líder local o mundial de cualquier organización administra detrás de las cifras del desempleo, de las exportaciones, de los sueldos, etc., principalmente, la alegría o dolor de los seres humanos.
 
Sostener en la más alta cúpula del poder a seres emocionalmente enfermos que trasmiten su visión distorsionada del mundo, que acomodan las leyes a su capricho, que desconocen el padecimiento de su pueblo es permitir que de manera jerárquica, de arriba hacia abajo, se vayan uniendo otras personas internamente identificadas con procedimientos patológicos de abuso del  poder hasta constituir  un movimiento enfermizo  que esclaviza a toda una sociedad.
 
Hay que deslindar los conceptos de bien y mal unidos a las figuras de Dios y Satanás para darles cuerpo y sangre terrenal de forma tal que los seres humanos asumamos que todos podemos ser buenos, que todos podemos ser malos según nos comportemos ante el sufrimiento de los seres vivos y,  en esa medida, busquemos el camino hacia una mejor formación como personas que repercutirá en la ascensión al poder político de aquellos que demuestren que no solamente poseen el conocimiento técnico necesario para dirigir un país sino que también son seres emocionalmente capaces de gran compasión, de empatía, de benevolencia ante el sufrimiento de los demás y ejerzan así, un buen ejercicio del poder. 

Sobre la autora

Psicóloga graduada en la Universidad Metropolitana de Barranquilla con especialización en filosofía contemporánea en la Universidad del Norte. Directora de la Fundación y 
Academia de Teatro Pierrot.   
Lucero Martínez Kasab
sumario: 
No

Revista Latitud 07 de agosto de 2016

Domingo, Agosto 7, 2016 - 00:00
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