Domingo, Septiembre 18, 2016 - 00:00
Crónica de Crónica –su mejor “week-end” –
En Crónica Gabito publicó algunos de sus cuentos, como “La noche de los Alcaravanes”, que entusiastas cómo Jorge Zalamea, quien lo reprodujo, allá en Bogotá, en su quincenario Crítica. En una carta que me mandó entonces me dijo: “Ojalá pudieras mandarme otros cuentos como ese de García Márquez”. Gabito escribió también una crónica sobre el jugador uruguayo Berascoechea en la que destacaba –cosa que parece preocuparle un poco a Gabito– su elegancia en el vestir. Germán escribía casi todas las semanas y proporcionaba gran parte del material literario. Algunos cuentos como “La muerte en la calle”, de José Félix Fuenmayor, allí vieron la luz. Yo traduje del inglés un cuento que me entregó Julio Mario Santodomingo una noche en el viejo Chop Suey. Fue ilustrado por Alejandro Obregón. Tuve que bautizar el cuento porque Julio Mario me lo dio sin nombre. Lo titulé, evasivamente, “Divertimento” y así ha sido reproducido en varias publicaciones.
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De regreso a Nueva York, Álvaro publicó varios cuentos que después fueron a formar parte de su libro Todos estábamos a la espera. Esos cuentos, entre otros, fueron “Vamos a matar a los gaticos”, “El piano blanco”, “Nuevo intimismo”, “Jumper Jigger”. Además, escribió una crónica excelente sobre Vigorón Mejía, el futbolista inolvidable, y otra sobre un argentino que una noche quiso golpearlo en el Hotel Astoria.
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Con cierta intermitencia, don Ramón Vinyes enviaba desde Barcelona notas de crítica literaria y cinematográfica. Un día nos sorprendió con un cuento que reflejaba con ese humor suyo inimitable y sin rebuscamiento, sus padecimientos en el lecho, víctima de una enfermedad “ilustre” que debía llevarlo a la tumba, frustrando sus firmes anhelos de volver a Barranquilla.
De París, donde hacía cursos de postgrado, el doctor Juan B. Fernández Renowitzky enviaba, de vez en cuando, notas sobre la actualidad literaria y sobre esa ciudad que iba descubriendo a medida que pasaban los días.
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El germen de Cien años de soledad se publicó en Crónica. Fue como un anticipo, seguramente inconsciente, de la gran novela con la cual Gabito iba a ingresar, ya para quedarse allí, en la gran literatura universal. Esa pequeña joya de la narrativa se publicó en Crónica el 3 de junio de 1950, o sea hace treinta y un años, y lleva como título “La casa de los Buendía”.
Crónica exigió de nosotros un esfuerzo excepcional, y a mí me preocupa que ese esfuerzo no fuera reposado, tranquilo, rutinario, sino lleno de sobresaltos, tanto que, cada uno de los cincuenta y tantos números que señalan su paso por este mundo, lo consideramos un puro milagro. Don Ramón nos escribía desde Barcelona: “Siento mucho no estar allá para ayudarlos”.
En cada número de Crónica se incluía un cuento de policía. Yo recuerdo que traduje un libro de Allan Hynd sobre Dillinger, el sangriento pistolero de Indiana que fue conocido como el “Enemigo número uno”, y el cual se publicó por entregas.
Quizá valga la pena recordar aquí que yo le “pasaba” a Gabito cuentos de policía para que los resumiera, sin desvirtuar su sentido, a fin de que pudiera publicarse en una página del semanario. Y Gabito hacía el trabajo provisto, apenas, de un lápiz. Se limitaba a tachar las frases incidentales y los episodios también incidentales, agregando una que otra palabra, generalmente una preposición o un verbo. Y el cuento aparecía sin perder absolutamente nada de su alcance y sin disminuir el interés de los lectores aficionados por esta clase de literatura.
Años después, Gabito me diría: “Ese trabajito de resumir cuentos de policía fue para mí muy útil, una gran disciplina. Y puedo decirte que contribuyó a crearme esa técnica que es indispensable para el escritor, para el narrador.
En el último recodo del camino se advertía la fatiga. El semanario adquirió un giro que lo separaba de su itinerario inicial. En sus páginas el deporte adquiría una importancia inquietante y creciente. Hasta que al fin hubo que tirarle la toalla.
Después de todo, Crónica nos entretuvo, entre padecimientos y satisfacciones; nos enseñó, nos unió, especialmente a aquellos personajes de Cien años de soledad que fueron los primeros y únicos amigos que tuvo Gabriel. Esos amigos eran: Álvaro, a quien se recuerda todos los días; Gabito, errante y glorioso por la geografía; Germán y quien esto escribe, que siguen, como cualquier Coronel Buendía, “al pie del cañón”.
Humor inteligente, buena literatura y novedades deportivas. Portada de la primera edición de Crónica .
Portada del libro de Ediciones Uninorte.
“El germen de Cien años de soledad se publicó en Crónica. Fue como un anticipo de la gran novela con la cual Gabito iba a ingresar, ya para quedarse allí, en la gran literatura universal”.
Redacción Revistas
sumario:
Ediciones Uninorte, bajo su Colección Roble Amarillo, publicó en julio pasado un libro de bolsillo que recoge cuatro de las columnas periodísticas del considerado como el más erudito integrante del Grupo de Barranquilla. Latitud comparte con sus lectores
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