Domingo, Septiembre 25, 2016 - 00:06
La tesis de Alfredo Correa de Andréis acerca del empoderamiento de las organizaciones populares y sociales como un factor determinante en el fortalecimiento de la democracia, se pone de presente en las propuestas de participación política del Acuerdo Final del proceso de paz entre el gobierno y las Farc. Ante un Acuerdo que promete grandes cambios sociales y políticos, pero que ha sido pensado desde el nivel central, cabe plantear un análisis sobre los cambios en el panorama político del Caribe colombiano a partir del fin del conflicto con las Farc y la implementación de lo acordado. En su estudio sobre la cultura política del Caribe y la crisis de la participación democrática en los municipios de la región, Correa de Andréis plantea el papel de la cultura, historia y participación de las comunidades locales como una fuerza democrática capaz de promover las reivindicaciones sociales y políticas de los pueblos.
‘Chiñoño Botines’, ese personaje antidemocrático que emerge en los escritos de Correa de Andréis, surge del imaginario local personificando al político que refleja al municipio mismo, los partidos tradicionales y la conexión puramente económica y ventajosa con la población, pero nunca la representación del pueblo organizado socialmente. El personaje es un retrato de la crisis de la democracia en la región, una personificación que es fácil reconocer en “líderes” políticos actuales, en los gobernadores y alcaldes que se alimentan del erario público, y para quienes su única relación con la sociedad civil es el “coqueteo” temporal en épocas de campaña electoral.
El chisme como herramienta de crítica ha sido por excelencia el único elemento de control político que han acuñado los pueblos costeños contra el mal obrar de sus representantes, autores de una cadena de corrupción que parece indestructible, ¿qué podrá acabar ese organigrama de “calanchines” políticos, como los describía el periodista Ernesto McCausland?
Es la sociedad civil, según Orlando Fals Borda, la que con su cultura e historia diferente a la académica y a la de la élite, nos podría salvar de la destrucción. Es así como en ‘Una nueva cultura política’, el académico Alfredo Correa de Andréis, con una tesis más vigente que nunca, propone como salvación a la crisis de los valores de participación democrática el fortalecimiento de las organizaciones sociales y populares en su papel activo en la construcción de la transparencia y la eficiencia para democratizar decisiones determinantes como la de decidir cómo y dónde invertir el dinero público.
Sobre este punto en particular, el Acuerdo Final en los diferentes ejes que lo componen reafirma la necesidad de darle dientes a las organizaciones sociales para que estas ejerzan de manera directa el ejercicio de la oposición política a través de su participación en diferentes escenarios democráticos. En particular, el punto de ‘Participación política y apertura democrática’ determina la adopción de derechos y garantías para la oposición política, cambiando la tradicional concepción de que esta se ejerce directa y exclusivamente por los partidos políticos. Se dispone la creación de un Estatuto de garantías para la oposición política, aplicado directamente desde las organizaciones o movimientos sociales, y acompañado de una serie de garantías de seguridad para quienes conforman estos movimientos u organizaciones. Aquellos movimientos sociales y populares que se declaren en oposición a las políticas del gobierno, no solo contarán con las garantías del Estatuto para el ejercicio pleno de sus derechos y libertades, sino que además gozarán del derecho a ser parte de espacios participativos establecidos por medio de los cuales se deberán tramitar sus demandas. Un factor importante en cuanto a la participación, es que se abrirán espacios en las emisoras y canales institucionales para la divulgación de los trabajos adelantados por las organizaciones y movimientos sociales.
¿Puede este nuevo sistema de oposición a través de organizaciones sociales cambiar el panorama político del Caribe? Actualmente la poca crítica y control que se ejerce desde la ciudadanía refleja en gran medida los miedos y temores a enfrentarse a políticos que representan el poder obtenido a través de alianzas de corrupción, pero si estas organizaciones de la población civil logran tener garantías democráticas y de seguridad, además de incentivarse positivamente la oposición política ciudadana, el poder antes concentrado en los fortines y maquinarias políticas, ahora tendrá que ceder espacio a movimientos sociales empoderados democráticamente. Persistirán las mañas de picardía del político que sobrevive con su maquinaria y, como afirmaba Correa de Andréis, el chisme seguirá siendo elemento de crítica, pero las organizaciones sociales tendrán voz y voto para ir derrotando la cultura permisiva a los malabares de la corrupción.
Tatiana Dangond Aguancha
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