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“La literatura es un espacio para la creación, no para la prohibición”

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Domingo, Noviembre 13, 2016 - 00:00
Curioso que Giuseppe Caputo y yo estemos conversando en las escaleras de entrada de una casa. No nos veíamos desde mayo de 2015, en Iowa City, a mediados de una primavera que ya se sentía como verano. En aquella ocasión –también sentados en las escalinatas de una terraza de la calle Dubuque– lo despedíamos por su regreso a Colombia.
 
Desde entonces, Giuseppe –la última vez que lo llamé Caputo me pidió que no lo hiciera, le parece lenguaje de colegio militar– es el director de Contenidos Culturales de la Cámara Colombiana del Libro, en Bogotá. Pero lo más destacable en este momento, al menos en su vida profesional, quizá sea la publicación de su primera novela, Un mundo huérfano (Literatura Random House). El lanzamiento fue en agosto, en la Librería Lerner de Bogotá, con una conversación con la editora y periodista Marianne Ponsford. Por estar fuera del país, me tocó ver el streaming por Internet. 
 
Portada de ‘Un mundo huérfano’, ópera prima de Giuseppe Caputo, publicada por Random House.
 
—Mientras Ponsford te presentaba, te vi nervioso, ¿en qué pensabas? 
Giuseppe confiesa una timidez contrapuesta a su carácter y disposición siempre abierta:
—Estaba muy ansioso, fue un momento de mucha exterioridad. Pensaba: que se acabe esto rápido para llegar a mi casa, encerrarme en mi cuarto, bajar el blackout y ya. Por supuesto, me alegré de ver a tantos amigos, fue un momento de comunión de mundos distintos: mi familia de Barranquilla y de Bogotá, amigos del colegio, de la universidad, colegas, mis estudiantes. Era raro estar del otro lado –se refiere a su trabajo como editor en Alfaguara–, responder en vez de preguntar. Me sentí expuesto, vulnerable.
 
Un mundo huérfano ha levantado polémica alrededor del tema gay: escrita por un gay, protagonizada por un gay, con escenas de sexo gay. La escritora Gloria Esquivel, en entrevista para El Espectador, le preguntó si es una novela gay. Su respuesta: “«Al no existir un término como ‘novela heterosexual’, y al preguntar, entonces, si una novela es gay, se da por sentado que lo heterosexual es lo universal y que lo gay no puede ser universal sino un fragmentico de la experiencia». 
 
—¿Entonces cómo la defines?
—Es la historia de amor de un padre y un hijo, en un contexto de mucha adversidad, que pasa por lo que pasa cualquier historia de amor: momentos de cuidado, de ternura, de declaraciones de amor. Pero también por aburrimiento, incomodidad, celos, desesperación, por lo que pasamos todos con las personas que amamos. Hay una reflexión sobre si el amor es suficiente para superar las adversidades: yo creo que no. 
 
Al mencionar su respuesta a El Espectador pretendía zanjar el tema de lo gay, pero Giuseppe continúa. Claramente es un asunto que preferiría no tener que tocar para no reducir su trabajo a ello, pero que está dispuesto a discutir:
—La clave de la pregunta «¿es una novela gay? no está en la respuesta que yo pueda dar sino en lo que realmente quiere saber quien pregunta: ¿qué haya sido escrita por un gay la hace distinta?, ¿que tenga un personaje gay implica que está dirigida solo a un público gay? Ni lo uno ni lo otro. Es una situación compleja porque habiendo salido del clóset hace siglos no puedo ni pretendo desvincularme de la palabra gay.
—¿La parte más difícil de escribir?
—Las últimas páginas.
—Por qué?
—Le daño el final a quien no la haya leído –sonríe–. Solo puedo decir que no las he vuelto a leer. Durante la corrección de estilo le pedí al editor que se encargara él de esa parte.
—¿La más fácil?
—Digamos que todo fue fácil en el sentido de que disfruté mucho escribirla. Mi parte favorita es el monólogo de Olguita sobre Jesús, una pieza clave para entender la esencia de la novela (el padre, el hijo, su relación) y que habla de otra de sus orfandades, aparte de la social y económica: la religiosa.
La novela ha explotado en redes sociales; Alonso Sánchez Baute, Laura Restrepo, Piedad Bonnett, Carolina Sanín y Horacio Castellanos Moya son solo algunos de los escritores que la han alabado; lo han entrevistado para El Tiempo, Semana, Vice Colombia; la primera edición, 1.500 ejemplares, se agotó en menos de dos meses (va por la tercera). 
—¿Consideras esto como indicadores de éxito?
—No. Sí me sorprende, estoy muy agradecido, que lo hayan leído tan rápido. Quiero pensar que todo esto no tiene que ver conmigo sino con el libro, que el libro ya es independiente. Este buen recibimiento es un azar bienvenido. Ante todo, quiero preservar la escritura como un espacio de felicidad en el que nada irrumpa, ni las críticas negativas ni las positivas, ambas pueden ser paralizantes.
—¿Has tenido comentarios negativos? 
—Al menos no de frente.
—¿Qué se viene ahora?
—Reescribir enteramente la novela que escribí durante el MFA en NYU. No será inmediato, me tomaré el tiempo necesario, no tengo afán.
Nos conocimos en Iowa City, otoño de 2014. Yo empezaba mi primer año del MFA de Escritura Creativa de la Universidad de Iowa y él su segundo –ya había obtenido el mismo título en NYU.
—¿Por qué repetir maestría?
—Fui a Iowa por el espacio para escribir que brindan los talleres. Estar aislado en Iowa City, sobre todo en el invierno, sepultado en la nieve, no es fácil. Fue una época de sacrificios, sobre todo económicos, pero le doy un abrazo al Giuseppe que tomó esas decisiones, creo que valieron la pena.
—¿Cómo valoras los programas de escritura?
—El taller de NYU me cambió la vida. Dicho eso, creo que graduarse de escritura creativa no significa nada. 
—¿Ni siquiera profesionalmente?
Piensa, pone cara de incredulidad:
—Me imagino que sí lo tuvieron en cuenta en el Instituto Caro y Cuervo y en los Andes, donde dicté clases de escritura. Más que el título, creo que valoraron la experiencia de haber estado en talleres. Una persona puede pasar por un taller e impermeabilizarse, si no es capaz de escuchar, habrá perdido su tiempo.
—Pero se requiere talento, ¿no?
Más incredulidad.
—Es un tema muy ambiguo. No sé si se requiere talento para escribir, para mí sobre todo se trata de relacionarse desde el gozo con la escritura. Si se vuelve un tema burocrático, de trabajo, de ansiedad, ¿entonces para qué?
En NYU Giuseppe concibió Un mundo huérfano, y en Iowa City escribió gran parte de ella. Durante el Taller de Ficción dirigido por el escritor Horacio Castellanos Moya, su asesor de tesis, Giuseppe presentó los tres primeros capítulos. La metodología es simple: los participantes leen los textos y llegan al taller a conversar sobre ellos. Comparando lo que leí en ese entonces con la novela publicada, siento que no fueron muchos los comentarios que Giuseppe incorporó.
 
—El objetivo de los talleres debería ser que los participantes logren entender cada texto discutido según el deseo del autor en el texto. En ese sentido, un taller puede ser tan bueno como inútil. Con la llegada de ustedes –se refiere a la generación que empezó conmigo– el taller se enriqueció porque fue un grupo con una verdadera diversidad de voces –una filóloga española, una periodista paisa, una abogada ibaguereña, una química mexicana y escritora de fantasía y yo, un ingeniero de sistemas barranquillero–. Trabajo mucho los textos, los pienso con cuidado, cada decisión es tomada después de pensar mucho. Los talleres me sirvieron para arreglar detalles, imprecisiones, pero nunca me cuestioné la estructura o el todo.
 
La ruleta es el capítulo que ha causado mayor polémica por su alto contenido de sexo homosexual y uso de drogas. Cuando lo leímos en Iowa, Castellanos Moya sugirió –siguiendo normativas no escritas de la corrección política de los gringos y de la Universidad– que quien no se sintiera cómodo haciendo parte de la sesión o cuyas creencias o susceptibilidades fuesen heridas por el texto, podía abandonar el salón. Nadie se retiró. 
 
—Entendí perfectamente el comentario de Horacio y agradecí el gesto como una manera de decir que la conversación continuaría, con él, y a pesar de cualquier resistencia posible frente al mismo. Sí me sorprendió que en ese mismo taller habíamos discutido el capítulo anterior de la novela, el de la masacre; en textos presentados por otros participantes se describía violencia física y psicológica contra las mujeres, infidelidad, secuestros. Todo eso está tan codificado, tan socialmente naturalizado, que no causa shock, pero sí lo hace escenas de sexo consensuado entre hombres. 
 
—Si la pregunta es: ¿aceptamos la violencia, la inequidad y discriminación social, racial por estar rodeado de ellas hasta el punto de que ya no nos escandaliza? Respondo “Sí”. ¿Estoy de acuerdo con que sea así? No. 
—La convención, lo tradicional, el statu quo –dice Giuseppe– no es lo normal. Puede que sea la normativa de algunos, no la mía. Ponsford me preguntó si me consideraba un transgresor. No. Los temas gay hacen parte de mi vida diaria. Imagínate la etiqueta: “Sexo heterosexual, en matrimonio monógamo, para reproducción”. A esa etiqueta le damos carácter de perfección, nadie se atreve a cuestionarla. Si le quitamos elementos, el concepto se va marginalizando. Si quitamos “matrimonio”, es pecado. Si quitamos “placer”, es lujuria. Cada cambio produce una ruptura en lo que se había considerado hasta entonces la normativa. 
 
Aquí, retomamos las conversaciones repetidas en Iowa City sobre la responsabilidad del escritor en los temas elegidos y en el tratamiento que les da. Le pido que me aclare cómo valora él a los autores que incluyen personajes o temáticas que van en contra de la igualdad, a un machista, por ejemplo.
—No tengo problema con que un personaje sea homófobo, misógino, machista. Sí me aburre y emproblema que la visión total de la obra, del autor, sea eso. No se trata de ignorar la existencia del machismo. Se trata de entender, como personas que trabajan con el lenguaje, cómo este ayuda a naturalizar el miedo y el odio por aquello que se sale de la normativa. La literatura es un espacio para la creación, no para la proscripción.
—De acuerdo. Pero insisto en que no puede, no debe haber censura, de ningún tipo. Callar al que piensa diferente no soluciona el problema, lo esconde, por el contrario, y el que piensa lo que piensa lo seguirá pensando. 
—Nadie está censurando a nadie: que escriban lo que quieran. Mira: La parte de los crímenes, de Roberto Bolaño, una historia sobre la violencia machista, con asesinatos de mujeres, plagada de chistes y de policías machistas, pero la visión de Bolaño no es machista. Diría incluso que es una novela directamente feminista. Sí me parece que un escritor debería saber diferenciar entre lo político y la naturaleza, lo que dice Barthes en sus Mitologías. No tragarse procesos políticos como si fueran paisajes. 
 
Parece que finalmente, después de tanto tiempo, cerramos una tarea pendiente. Las narrativas violentas que promueven la discriminación, la desigualdad, las que pretenden ignorar a quienes no se ajustan a las normativas sociales se combaten con argumentos, es una labor de educación. 
 
—La narrativa LGBTI alrededor del mundo ha evidenciado una homofobia dormida hasta hoy. Algo curioso: la escena de la masacre del libro se me ocurrió en un bus de Iowa City a Chicago, pero me costaba darle forma y contexto, no podía ubicarla temporalmente, me decía que en estos tiempos esto no podía ocurrir. Estando el libro en la imprenta ocurrió la masacre en el bar gay en Orlando. Luego el libro sale en medio de la polémica de las cartillas de educación sexual de Mineducación, la gente marcha en lo que para mí fue un ataque homofóbico sin precedentes en Colombia, con el apoyo de instituciones –iglesias cristianas, la Procuraduría, el procurador–. Retomo lo que hablábamos antes: ¿cuál fue el objetivo de esa marcha? ¿Se quiere en algún momento segregar en guetos a la comunidad homosexual? ¿Habrá intención de un genocidio social, cultural o un genocidio a secas? Creo que ni ellos mismos tienen claridad sobre lo que implican sus protestas. La violencia a veces pasa por la irreflexión. 
 
Efraín Villanueva: nacido en Barranquilla, Colombia (1982). Renunció a su carrera en IT para dedicarse a escribir. Tiene un título en Creación Narrativa, de la Universidad Central de Bogotá (2013) y es MFA en Escritura Creativa de la Universidad de Iowa (2016). Ha sido colaborador en medios ‘online’ como Granta en Español, revista ‘Arcadia’, EL HERALDO, Pacifista, Vice Colombia, Iowa Literaria y Tertulia Alternativa. Actualmente reside en Alemania.
 
Efraín Villanueva
sumario: 
Una conversación con el escritor barranquillero Giuseppe Caputo, autor de la novela ‘Un mundo huérfano’.
No

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