Domingo, Noviembre 13, 2016 - 00:00
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¿Qué se puede esperar de una sociedad que gira en torno al dinero pero que, a su vez, tiene obstaculizado el sendero hacia su consecución? Que la frustración los lleve a elegir a un candidato sin medir las consecuencias, uno como Donald Trump quien, supuestamente, tiene la fórmula para sacar de la crisis económica y social a los Estados Unidos. La personalidad de Trump ha detonado las alarmas mundiales e, innegablemente, ha traído a la memoria a hombres como Hitler, Stalin y Mussolini, representantes de un narcisismo capaz de amenazar la seguridad mundial.
¿Pero qué es un narcisista? Una persona que construye su vida con la necesidad imperiosa de aumentar y sostener su autoestima a través de suministros tomados de los demás. Si bien es cierto que todos los seres humanos buscan la aceptación, la diferencia con los narcisistas es que esta tendencia es el eje sobre el cual gira su vida. Para lograrlo van encontrando en la teatralidad, la desfachatez, la aparente confianza en sí mismos, la manipulación, la intuición de las carencias ajenas, el acomodo de las leyes a sus pretensiones, la frialdad ante los sentimientos ajenos, la mentira, la facilidad de expresión, la idealización de sí mismos y la desvalorización de los demás la forma de asegurarse un lugar preponderante dentro de un grupo social.
Lo peligroso del narcisista es la cosificación que hace de las otras personas en el camino hacia el logro de sus fines, como lo ha desentrañado el psicoanálisis. El narcisista anhela satisfacer un deseo personal que se encarga de esconder muy bien, utilizando a las personas como objetos, algo que en la persona cercana puede tener efectos devastadores a nivel emocional. En lo social, las consecuencias pueden ser impredecibles, como lo han expresado historiadores, políticos y jefes de Estado conocedores por igual del alma humana y de más de un conflicto bélico mundial.
Si bien es cierto que el carácter narcisista resulta atrayente como fenómeno de estudio, no lo es menos el de una sociedad que cae rendida a los pies de un ególatra. Las carencias económicas de una gran masa durante un prolongado lapso de tiempo llegan a conformar un solo cuerpo que se expresa sin medir las consecuencias, por impulso, en el momento de una decisión política. Carl Jung, al hablarnos del inconsciente colectivo, nos advierte que los seres humanos poseemos arquetipos, dimensiones básicas psicológicas que todos compartimos, por igual, de manera instintiva. Así las cosas, los sujetos de una sociedad sumida en la decadencia económica comparten el afán, la desesperación, el intenso deseo –palabras que implican afectividad– de buscar una salida sin mediación del pensamiento. La debilidad emocional de la muchedumbre es tal que, ante la evidencia de las anomalías psíquicas profundas de un candidato, prefiere “corregir” lo evidente, renunciar a la crítica y al análisis para llamar con otros calificativos la realidad que se muestra ante sus ojos. La muchedumbre se ve a sí misma infantilmente desvalida, desprotegida, inerme, anhelando la presencia de un salvador, obedeciendo sumisa las órdenes, venerando a un déspota como un niño a su padre omnipotente. En la zozobra económica les sucede lo que a una mujer sometida al maltrato permanente de su marido: disminuido su yo, en la huida desesperada de ese horror, no discierne, no piensa, no analiza y puede llegar a terminar en los brazos de un hombre peor. Y es aquí cuando aparece el sujeto narcisista que, hábilmente, detecta las necesidades de los demás y las utiliza para ejercer aquello que tanto le gusta, el poder.
En este contexto tienen gran importancia tienen los medios de comunicación que, alineados con la moda de la burla, los chistes y la banalización de temas relevantes, como la elección presidencial de la nación más poderosa del mundo, en un principio trataron con ignorante simpleza, con desconocimiento histórico y psicológico a un candidato ególatra, llamándolo “payaso”, dándole un protagonismo pintoresco al hábil avance de un hombre catalogado como borderline. Cuando quisieron reaccionar ya era demasiado tarde, como ya sabemos que fue tarde en 1938 la reacción del mundo ante la alerta de Churchill sobre el hipócrita acuerdo de Hitler con el Reino Unido.
El sistema democrático, en su camino hacia un mejoramiento de los procesos de elección a los cargos más importantes de las naciones, debería concederle un espacio preponderante a los estudios de psicología política que se desarrollan en las más prestigiosas universidades del mundo. Estudios que pueden contribuir a la detección temprana de individuos altamente autoritarios, capaces de abusar del poder, en extremo envanecidos de sí mismos, con el fin de que difunda esa información al elector, cuando aún le es posible ejercitar la capacidad de pensar.
Lucero Martínez Kasab: psicóloga, especialista en Filosofía contemporánea.
Lucero Martínez Kasab
sumario:
A propósito del nuevo presidente de los estadounidenses, un brevísimo ensayo que esboza la necesaria relación entre psicología y política.
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