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Fernando Molano, el deseo narrado

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Domingo, Julio 30, 2017 - 00:00

La anécdota es conocida –la contó Fernando Molano en varias ocasiones y luego la narró en Vista desde una acera, su novela póstuma–: un día mataron al abuelo Vargas, del que la familia no tuvo mayor noticia en vida y cuyo capital heredaban las Carmelitas Descalzas, y a la casa de Fernando llegaron una cantidad de cosas viejas que le habían pertenecido. Entre los objetos que Fernando miraba con interés y fascinación habían algunos ejemplares de la revista Life. En uno de estos, había un artículo sobre la película basada en Oliver Twist, acompañado de un par de fotos en las que aparecía Mark Lester, quien interpretaba a Oliver Twist en la adaptación. «¿Cómo explicarlo? Yo no conocía la palabra éxtasis, pero juro que fue eso lo que sentí mirando así a Mark Lester, sin saber qué hacer», cuenta el narrador en Vista desde una acera. Y más adelante: «pero fue Oliver, o Mark Lester vestido de Oliver, por quien esa noche me hice el propósito de leer el libro como fuera, así tardara mil años intentando comprender todas las palabras». El descubrimiento de la lectura, verán, llegó a través del deseo. Más aún, a partir del deseo se configura la obra en tal medida que una de las escenas de la novela de Charles Dickens pasó, luego de ese primer acercamiento erótico y literario, a dar título a la primera novela de Molano: Un beso de Dick.

Fernando Molano nació en Bogotá el 9 de julio de 1961 y murió en la misma ciudad treinta y siete años después. Estudió lingüística y literatura en la Universidad Pedagógica, y Cine y Televisión, de la Universidad Nacional, a la que están dedicadas varias páginas de su novela póstuma. Publicó dos libros en vida: Un beso de Dick y el poemario Todas mis cosas en tus bolsillos, editado por la Universidad de Antioquia, y cuya publicación alcanzó a ver en 1998 antes de morir. Un beso de Dick, escrita entre 1989 y 1990, fue su primera novela y con la que ganó, dos años más tarde, el premio de la Cámara de Comercio de Medellín. La novela cuenta la historia de amor entre dos jóvenes en el colegio. Se trata de un relato que va repetidamente del escenario deportivo al escenario erótico, con una prosa entusiasmada tanto para narrar los partidos de fútbol como para describir los encuentros sexuales entre los dos muchachos. La novela se refiere a los obstáculos sociales y familiares que enfrenta la relación a la vez que, con audacia, descubre y describe las dinámicas eróticas y las simulaciones comunes en las conductas entre hombres. El escenario deportivo se revela como el espacio para el roce de los cuerpos, y las escenas en las duchas, las bromas y ‹montadas› que allí tienen lugar («pero ahí mismo recordé, como una revelación de Dios, las bromas de hacía un momento, el juego inocente con todo lo que nos está prohibido, y me maravillé de las cosas que uno puede esconder bajo las bromas») dejan en claro el juego erótico de seducción y supremacía a través del que los jóvenes buscan afirmar su virilidad sobre la de los demás. Finalmente, a través de la narración de estos espacios, se señala el entorno machista que, en la constitución de espacios en exclusiva para hombres, sugiere una y otra vez el contacto entre los cuerpos masculinos a la vez que lo censura.

Para el narrador de Un beso de Dick, como para el mismo Molano, la afirmación del deseo coincide con el acercamiento a las letras y la pregunta por el lenguaje. A la vez que descubre su atracción por otro hombre, el personaje se pregunta por metáforas y símiles. Como ocurre en varios de los poemas de Todas mis cosas en tus bolsillos, las figuras literarias le sirven como vehículo para representar su deseo. Resulta hábil y fascinante que a través de imágenes provenientes del fútbol –insignia de la masculinidad– se simbolicen emociones suscitadas por el amor homosexual y se encuentren similitudes entre los encuentros eróticos y deportivos («para besarnos mucho en las bocas y quedar abrazados como cuando se abrazan felices los futbolistas y se quedan quietos en una foto»). El recurso es novedoso en tanto usa imágenes tradicionalmente masculinas para hablar de un romance homosexual a la vez que resulta conservador, en tanto se aferra a las nociones estereotípicas de masculinidad. Pero, antes que tratarse de una debilidad, el carácter en apariencia conservador es valioso a nivel narrativo en tanto es consecuente con la educación que reciben los jóvenes según el rol de género que les ha sido asignado (y permite, entonces, imaginar la posibilidad de una educación que desmantele los roles tradicionales y cuestione las jerarquías patriarcales). Es por eso que, a pesar de desafiar la convención erótica, las jerarquías y roles, las actitudes de los personajes se mantienen con frecuencia alineados con las imposiciones tradicionales, como se ve en los pasajes en que se refieren a que «los diarios son una mariconería», o que no vaya a llorar «como un marica», o que alguien jugó fútbol «como con las uñas recién pintadas». 

En Un beso de Dick, como en el resto de su obra, Molano narra y reivindica el cuerpo («¡Dios, yo tengo todo el cuerpo vivo!», descubre el personaje en las primeras páginas). Incluye pero no se limita a los encuentros sexuales, y así mismo reflexiona sobre el amor como un ejercicio de atención e interpretación, pues a través y desde el amor se llenan de sentido poemas y pinturas. Si en algunas ocasiones los diálogos llegan a ser torpes son solo aceptados porque se entiende que el furor del erotismo juvenil así los hace: bien porque se escribe desde la concupiscencia y la fogosidad del primer amor, o a lo mejor debido a la ausencia de un protocolo definido, pues se trata de una relación que escapa el modelo y la convención.

Como el deseo, también la muerte atraviesa los textos de Molano. El narrador de Un beso de Dick empieza su relato dirigiéndose a un amigo muerto. El texto, entonces, puede entenderse como una carta a él, y, en ese sentido, hace preguntarse sobre la posibilidad del amor y la escritura como duelo y expresión más allá de la muerte. También es la muerte la que da pie a la narración de Vista desde una acera, publicada por primera vez en el año 2012.

La presencia de la muerte incentiva ambos relatos, en el primero, por la ausencia de un personaje, y en el segundo, debido al tránsito a la muerte de uno de los personajes. El amor aparece en oposición a la muerte como forma de trascender a través de la escritura. A partir de la enfermedad de su pareja, Fernando vuelve a la infancia: ve desde la adultez las dinámicas de violencia e imposición familiar con las que creció, el sexismo, las rudas maneras de la ternura, las rutinas de adultos sin amor. Entiende que la infancia es un período de leer entre líneas, asomarse a hurtadillas y callar. «Supongo que hacerse el desentendido es una suerte de disciplina para conservar la seguridad de un orden, como el de una familia, por ejemplo», sentencia con lucidez.

La narración de Vista desde una acera alterna entre el presente de la enfermedad y los relatos de la infancia y juventud de los amantes. Se incluyen en el relato las primeras experiencias sexuales, los entornos familiares, la llegada a la juventud, la universidad y los acercamientos a movimientos sociales y políticos, de los que Fernando sospecha, pues nota que en general se apoyan en la negación del cuerpo y la sexualidad. En ese sentido, la prosa de Molano reivindica una vez más el cuerpo y el deseo: su proyecto literario se funda en aquello reprimido por el discurso político y, al hacerlo, reconoce que su experiencia en el mundo, y su literatura, puede ser política. Mientras que en una entrevista que dio a David Jiménez Panesso, su amigo y maestro, luego de la publicación de Un beso de Dick, decía, entre otras cosas, que para él era «intrascendente que se tratara de un amor homosexual o un amor heterosexual» y que encontraba estúpida la «militancia con respecto a lo gay», pues a lo que aspiraba era a vivir su vida, por medio de su vida y su obra, lo que Molano hizo fue reivindicar el deseo y, en ese sentido, ser parte de una discusión política que todavía hoy es relevante cuando no urgente. 

Algunos de los pasajes de Vista desde una acera están dedicados a la Universidad Nacional, donde Molano fue estudiante, y a la defensa de la educación pública, y otros de los pasajes se refieren con cariño a la Biblioteca Luis Ángel Arango, lugar en el centro de Bogotá a donde Molano asistió desde su juventud y hasta poco antes de su muerte. Fue allí donde se encontró años después el manuscrito de Vista desde una acera, texto inacabado que Molano empezó a escribir por una beca de creación de Colcultura que recibió en 1995. En el libro, que no por estar inacabado es inconsistente, se lee: «y toda la vida me quedé pensando en lo lindo que sería poder uno escribir alguna historia, en la que dos niños se amaran de verdad y uno de ellos recordara a Dick», en referencia una vez más al personaje de Dickens. Es gratificante y conmovedor que, en efecto, en sus novelas y poemas la historia se escribió. Y a quien se recuerda es a Fernando. 

Pedro Carlos Lemus
sumario: 
Musas y motivos del escritor que hizo del amor entre hombres su norte literario.
No

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