Patricia Iriarte Díaz Granados nació en Sincé (Sucre). Comunicadora y Magister en Estudios del Caribe, inició su carrera periodística en Bogotá trabajando con medios impresos como las revistas Zona, Cromos y el diario La Prensa, aunque la mayor parte de su vida ha transcurrido en Barranquilla. Iriarte es una escritora pausada e íntima, una voz evocadora que nos lleva por los patios, carnavales, ciudades, casas, cuartos y almas del Caribe. La autora presentó recientemente su poemario titulado Los cuartos de la casa, un recorrido guiado por un mundo alucinante en el que llueven mangos, despegan aviones hacía amados destinos, y en el que el fantasma de Raúl Gómez Jattin puede aparecer en cualquier momento y entregarnos su corazón. La intimidad revelada en estos poemas parece iluminada por una lámpara de gas; en otros instantes, los cuartos se iluminan por completo y cada cosa expuesta narra su propia historia, desde el inoportuno despertador hasta las cartas que nunca llegaron a nuestras manos.
Iriarte, que tiene en su haber varios títulos poéticos, conversó con Latitud.
P ¿Cómo defines este nuevo poemario?
R Como el fin de una etapa en mi escritura poética. En cierta forma, como una puerta que se cierra para abrir otras. Hasta aquí mis cuatro poemarios creo que reflejan una voz, una forma de decir, unos temas recurrentes. Ahora presiento que lo que escriba de aquí en adelante será distinto... y tiene mucho que ver con mi momento vital, que es de cambios interiores y de nuevas búsquedas. Con este libro se cierra un ciclo y se prefigura otro. Los poemas del capitulo titulado Rincón para meditar responden un poco a eso.
P ‘La casa desaparecida’, de Fito Páez, habla sobre la casa de la infancia como lugar que nunca desaparece de la memoria. ¿Cómo recuerdas la que habitaste?
R Es exacto lo que dice Fito, porque la mía no se ha ido jamás. Siempre aparece de alguna forma en mis sueños; abierta y habitada por una multitud, visitada por palomas que tejían sus nidos sobre las columnas del corredor, custodiada por árboles y recorrida por criaturas que marcaron para siempre mi sensibilidad. Pero curiosamente, aunque la metáfora del libro como casa puede tener su arraigo en aquella casa de la infancia, el libro no la menciona, no es un homenaje a ella ni a esos años de mi vida. Como decía Bachelard respecto de esos recuerdos o “diseños vividos”: “No hace falta que sean exactos, solo que estén tonalizados por nuestro espacio interior”.
P ¿Qué puertas abriste en tu memoria para escribir estos textos?
R En este caso no es la memoria la que actúa para dar vida a los textos, son ellos los que hacen posible la memoria. Cada poema es un conjuro contra el olvido.
P Aparece en este libro Meira Delmar, autora que te obsesiona, ¿ejerció ella alguna influencia en tu obra?, ¿qué hacer para que su legado no se pierda?
R Creo que Meira dejó su impronta en mí desde que leí, siendo todavía una adolescente, el poema Elegía. Luego conocí a otras poetas que también me cautivaron y la dejé un tiempo, pero cuando me dejé conquistar de nuevo por su palabra exquisita ya no la abandoné más. Como poeta me enseñó a pulir el verso hasta llegarle al alma. Ahora, para preservar su legado hay todavía mucho por hacer, una de esas cosas, publicarla masivamente. Tanto de ella como de Amira de la Rosa y Marvel Moreno habría que hacer tirajes generosos, gratuitos y acompañados de lecturas orientadoras que ayuden a apreciarlas y entenderlas.
P Has trabajado en el campo del reportaje musical, publicaste un libro sobre Totó La Momposina. ¿Hay algún proyecto de este tipo a futuro?
R Me gustaría actualizar esa biografía en un proyecto transmedia que ponga en evidencia su actividad constante y los diálogos que ha establecido con las músicas del Caribe, Europa y Africa, además de develar las ramificaciones musicales y culturales que ella y su familia han ido extendiendo por varios países del mundo. Para mí Totó sigue siendo un personaje fascinante, con mucha tela que cortar.
P Actualmente lideras un proyecto de promoción de lectura en los parques de Barranquilla y el Atlántico. ¿Cómo está respondiendo la gente a esa propuesta?
R Pues fíjate que hemos tenido una respuesta sorprendente, especialmente de los niños, que no tienen problema alguno en dejar por un momento sus juegos y entregarse a las actividades que les presenta el mediador o mediadora de lectura. Los adultos han sido más reticentes pero poco a poco los vamos seduciendo, porque están viendo que la lectura puede ser algo placentero y divertido, totalmente compatible con el disfrute de estos nuevos parques, más amables, iluminados y en general, seguros.
P Se ha hablado mucho de la hostilidad de esta ciudad con la cultura. ¿Crees que esto está cambiando de alguna forma, a juzgar por la creciente actividad cultural y el aumento de público en ciertos eventos?
R No creo que la hostilidad haya cedido en términos de que haya más apoyo, o la ciudad cuente con políticas culturales serias y presupuestos dignos. Lo que pasa es que la gente se multiplica para hacer mucho con muy poco, y los artistas, los gestores, los quijotes ¡no se quedan quietos!