Quantcast
Channel: Revistas - Latitud
Viewing all 761 articles
Browse latest View live

Manuel Carrerá en la arquitectura de Cartagena

$
0
0
Domingo, Abril 3, 2016 - 00:00
Por Juan Carlos Pérgolis y Rossana Llanos, de la Escuela de Arquitectura, Urbanismo y Diseño de la Universidad del Norte.
 
Hay edificios que trascienden por su significado, generalmente esto sucede por el reconocimiento de la comunidad hacia las formas de esas construcciones. Otros trascienden y son reconocidos por darle un especial sentido a la vida en la ciudad que los alberga. Este es el caso del Hotel Caribe, de Cartagena, obra del arquitecto cubano Manuel Carrerá, construido entre 1939 y 1945, que cambió el horizonte de sentido en la vida de los cartageneros.
 
Barranquilla tenía el puerto más activo del Caribe colombiano y era el destino de los vapores que traían turistas y pasajeros en general desde el interior del país; pero contaba, además, con el más moderno y confortable hotel de Colombia: el Hotel del Prado, iniciado en 1927 e inaugurado en 1930, considerado el primer hotel turístico de América Latina. Pero la competencia entre Cartagena y Barranquilla venía de tiempo atrás, desde que los sedimentos redujeron el calado del Canal del Dique, dificultando la relación de Cartagena con el río Magdalena, que fue aprovechada por Barranquilla, que construyó el ferrocarril a Sabanilla para conectar el puerto fluvial con el marítimo.
 
La alternativa de Cartagena, en aquel momento, fue atraer turistas, y para eso necesitaba un hotel, cercano a las playas, que con su imagen diera un nuevo sentido a la vida de la ciudad en aquellos años treinta. El lugar escogido fue la lejana Punta Icacos, en el extremo del sector llamado Bocagrande, más allá de la urbanización que la empresa Andian estaba desarrollando allí. Se gestaba así la turística ciudad futura.
 
Pero la arquitectura no es un fenómeno cultural aislado, es parte de un contexto que encierra diferentes manifestaciones. Sin dudas, existe una estrecha relación entre las identidades espacial y cultural de una sociedad en un momento, relación que define la imagen de la ciudad y permite ver el espíritu del tiempo. La presencia de este rasgo hace particularmente valiosa la obra de Carrerá, ya que permite, más allá del análisis arquitectónico, entender el contexto donde se construyó el gusto de la época y las determinantes que se tuvieron en cuenta.
 
Dos aspectos se unieron en la arquitectura del Hotel Caribe: por una parte, el gusto de la época expresado en la geometría del art decó, que hábilmente Carrerá mantuvo presente en algunos detalles ornamentales y, por otra, el espíritu cartagenero que quería lograr algo nuevo, atractivo para los turistas sin perder la tradición colonial de la ciudad. Ambos aspectos se aplicaron sobre una estructura arquitectónica moderna y funcional con la fuerte impronta del lenguaje ‘tropical’ que arquitectos norteamericanos ya habían experimentado en otros puntos del Caribe, en particular en Barranquilla (Hotel del Prado) y en Cartagena con la construcción del edificio de la compañía Andian) en 1929 en la Plaza de la Aduana.
 
Para concluir, dos aspectos merecen destacarse en la implantación que dio Carrerá a la obra, y ambos están relacionados con la forma de la planta que, por una parte, parece envolver la esquina del ‘Laguito’, ese pequeño cuerpo de agua casi cerrado que el mar forma al final de Bocagrande, hacia donde el proyecto abre los corredores de los pisos y las áreas de piscina y jardines y, por otra, la simetría –casi clásica– de esa planta que dio lugar a una fachada monumental, centrada en el acceso flanqueado por las dos torres que lo enmarcan. Esta solución de la planta permitió ubicar todas las habitaciones en este frente, con vista a la playa.
 
Edificio Salomón Ganenm
Este edificio de apartamentos ubicado en pleno Centro Histórico, al lado de la legendaria Universidad de Cartagena, construido entre 1945 y 1948, cuando aún no existía la ley de propiedad horizontal en Colombia, y no estaba regulada la intervención en centros históricos, rompía con su altura de 8 pisos la fisonomía urbana del caso histórico, lo que generó cierto escozor entre los tradicionales cartageneros de la época. Carrerá introdujo cierto eclecticismo al colocar un rosetón en la parte superior, balaustradas en los balcones, arcos de medio punto en el tercer piso y cornisas en el cuarto. CBL
 
Teatro Cartagena
Cuenta Carrerá en sus memorias que se le acercaron unos inversionistas cartageneros para que desarrollará un teatro, el Once de Noviembre, en Cartagena, y que varios miembros de la junta directiva del teatro lo presionaron para que la obra fuera de carácter colonial. «Tuve que cumplir esos deseos, además de que por motivos de orden económico, no fue posible el revestimiento de las paredes de fachada con piedra similar a la de las murallas de la ciudad vieja, ni yo, y menos mis patrocinadores estaban en condiciones de sufragar los cuantiosos gastos que eso requería». CBL
 


Imponente fachada y uno de los pasillos del Hotel Caribe en Cartagena.

 

Redacción
No

Latitud 10 de abril de 2016

Un encuentro que no se dio

$
0
0
Domingo, Abril 10, 2016 - 00:00

En las pocas biografías sobre Jorge Eliécer Gaitán –que confirma que las biografías no es el género más cultivado por nuestros escritores– se hace referencia a la invitación hecha al líder liberal por el presidente Juan Domingo Perón a visitar a la Argentina. Programada para mayo del 48, el asesinato de Gaitán el 9 de abril impidió ese encuentro.
Jefe único del Partido Liberal, Gaitán –que había hecho aprobar en 1947 el programa más a la izquierda de ese partido en toda su historia (pero al fin de cuentas bastante moderado)– se iba a entrevistar con Perón, un presidente autoritario, elegido en 1946 con el apoyo de los sindicatos y amplios sectores del ejército y de la Iglesia Católica. Enfrente, en esas elecciones estuvo José Tamborini, que aglutinó al partido radical y los pequeños partidos socialistas, demócratas progresistas y comunista, como también a la poderosa sociedad rural, la unión industrial y la bolsa de comercio. Una coalición variopinta y de contradicciones internas.
¿Qué podía unir a Perón y Gaitán, dos hombres de tan distintas ideologías políticas?

Cercanos en edad, ambos en Roma habían visto y después imitado la oratoria y los gestos teatrales del dictador fascista Benito Mussolini.

Perón, un militar nacionalista, con conocidas simpatías fascistas, a diferencia de la casta militar tradicional, se había convertido en representante y protector de los trabajadores. Uno de sus logros era, según un decir, haber sentado a la mesa a la clase obrera. No fue un fenómeno populista pasajero sino un hito que ha condicionado la historia de Argentina hasta nuestros días.

Ernesto Sábato contaba en una crónica que él y unos intelectuales de izquierda celebraban en 1955 la caída de Perón. En un momento bajó a la cocina por más hielo para llenar las copas y al entrar halló que los empleados, la cocinera, el chofer, el jardinero y la doncella de adentro estaban sentados, llorando en silencio. ¿En qué nos equivocamos? Se cuestionó.

¿Qué es el peronismo? Le pregunté a Luisa Valenzuela, una conocida escritora argentina en la Feria del libro en Medellín. Me contestó que en toda su vida se había hecho la misma pregunta.

En 1947 Perón envió a Evita Perón a la España gobernada por Franco a ofrecerle ayuda económica, sobre todo en carne y cereales. También se habló de los centenares de connotados nazis que encontraron refugio en ese país. La captura, años después, del nazi Adolf Eichmann en Buenos Aires es la prueba. Había, sin embargo, un discurso oficial antiimperialista contra Gran Bretaña y Estados Unidos. Al mismo tiempo se promulgaron leyes laborales muy favorables a los trabajadores y se presentó el proyecto de darle voto a la mujer.

Los universitarios que vinieron a Bogotá en abril del 48 al Congreso Latinoamericano de Estudiantes, un encuentro antiimperialista y de rechazo a la OEA, fueron patrocinados por el gobierno argentino. El más conocido de ellos fue el delegado cubano Fidel Castro Ruz. Hubo un encuentro entre estos muchachos universitarios y Gaitán en su oficina el 7 de abril. El jefe liberal aceptó inaugurar el congreso.

No se dio el encuentro entre los dos políticos. Pero el asesinato de Gaitán ha gravitado en toda la historia posterior de este país. El mismo líder decía que si lo mataban «el país se vuelca y las aguas demorarán cincuenta años en regresar a su nivel normal». Todavía estamos en eso.

A Perón lo derrocaron en el 55. En el primer intento, en junio, la aviación naval bombardeó la Plaza de Mayo y hubo trescientos muertos. Un amigo, de los muchos colombianos que para la época se fueron a estudiar a la Argentina, me contó su impresionante experiencia en ese momento.

Esa fecha la señala el general argentino Martin Balza en su reciente libro Mis memorias de Perón a Kirchner como el día en que se abrió la caja de Pandora en su país. «La violencia argentina de los años sesenta fue consecuencia de la impunidad que reinó para los usurpadores  del poder en los años anteriores», concluye. El 9 de abril es un día que suscita profundas meditaciones sobre nuestra historia y nuestro devenir. 

Ramón Illán Bacca
No

La dama que vendrá en el billete de 10.000

$
0
0
Domingo, Abril 10, 2016 - 00:00

Este año el Banco de la República emitirá una nueva familia de billetes destacando a distinguidos personajes y mostrando elementos culturales y paisajes del país. La denominación de 10.000 traerá un cambio interesante. En reemplazo de Policarpa Salavarrieta ahora mostrará la foto de una mujer posiblemente desconocida para muchos. Se trata de una famosa antropóloga pionera de los estudios de la familia colombiana. Pero, ¿quién es esa dama como para merecerse estar allí? Revisemos su historia y después ustedes dirán.

Según la visión del gran maestro de la sociología Orlando Fals Borda en 1999, «Virginia Gutiérrez de Pineda tiene asegurado un nicho privilegiado en la historia de las ciencias sociales colombianas. Creó escuela y opinión pública. Ofreció un legado muy valioso para la comprensión de nuestras realidades, que no podrá ser ignorado en la reconstrucción sociopolítica y en la de la conducta humana, que hoy necesitamos todos». Virginia no consiguió precisamente un nicho, pero sí un billete. Pero, ¿y cómo lo hizo? Pues desde joven ella demostró que era diferente y especial.

Estamos hablando de una mujer que se preparó profesionalmente en lugares de alta calidad y que trabajó al lado de grandes científicos. Nació en Socorro (Santander), en noviembre de 1921 en una familia de 16 hijos. Desde pequeña se destacó por su interés en la lectura, leyendo libros de literatura, en esa época, considerados prohibidos en Colombia. Sus intereses intelectuales la llevaron a aspirar a un grado universitario. En los años 40 el ingreso de una mujer a la universidad era considerado un evento excepcional. Virginia entró y en 1944 completó una Licenciatura en Ciencias Sociales. Aunque contempló la posibilidad de estudiar medicina se fue a estudiar al hoy llamado Instituto Colombiano de Antropología, donde se formó al lado de grandes maestros nacionales e internacionales. Obtuvo un máster en Antropología Social y Médica en la Universidad de California, en Berkeley, y recibió un doctorado en Ciencias Sociales y Económicas en la Universidad Pedagógica Nacional. Después se convertiría en profesora titular de la Universidad Nacional. Se casó con el antropólogo Roberto Pineda Giraldo y tuvieron cuatro hijos. Murió el 2 de noviembre de 1999.

Ella fue precursora en el abordaje de temas que entonces eran tabú en Colombia. Por ejemplo, habló de la alta prevalencia del machismo y el alcoholismo en las familias colombianas. Además describió muy bien la influencia de la cultura y la religión en la familia. Virginia se pasó muchos años visitando pueblos y veredas, entrevistando muchas personas y revisando archivos históricos sobre las familias. Así pudo ver que los diferentes patrones regionales culturales ejercían una influencia sobre la tipología familiar. Ella terminó dividiendo el país en cuatro grandes regiones a las que llamó Complejos Culturales.

LOS 4 COMPLEJOS CULTURALES
El complejo cultural andino o americano abarca los departamentos de Cundinamarca, Boyacá, Cauca, Nariño y Huila. En este predominaba una fuerte asimilación de la cultura religiosa con mucho liderato de esta en la estructura familiar. Esta región se identificaba por una dominante presencia del matrimonio en la conformación familiar.

El complejo santandereano o neohispánico, comprende la parte norte de la cordillera Oriental. En esta zona las formas familiares se repartían entre los matrimonios y las relaciones de hecho, y el rasgo principal familiar era el fuerte régimen patriarcal.

El complejo de la montaña o antioqueño, ubicado en el sector medio de la cordillera Central. En esta área, Virginia apreció un dominio de la Iglesia Católica sobre las familias, pero usando una conceptualización más positiva y esperanzada de Dios. Se registraban altos índices de nupcialidad y pocas uniones consensuales. La familia presentaba una gran tendencia matriarcal, teniendo relaciones amplias con los familiares de la madre.

El complejo litoral-fluvio-minero o negroide incluye la llanura del Pacífico, la Costa Caribe y varias regiones ribereñas del Magdalena y el Cauca. Este grupo cultural se mostraba subdesarrollado comparado con otras regiones. Aquí la religión ejercía una influencia menor. Se encontraba un predominio de las uniones libres. Las familias tendían a desintegrarse y reintegrarse nuevamente. Esto causaba una delegación en las madres de la responsabilidad de llevar el hogar y criar los hijos.

RETROSPECTIVA Y PRESENTE
Virginia escribió un total de 12 libros, comenzando con el inquietante estudio sobre el alcoholismo y la cultura en la clase obrera bogotana (1953). Sus dos obras cumbres: Familia y cultura en Colombia (1968) y Estructura, función y cambio de la familia en Colombia (1975).

Pero 40 años más tarde, al igual que Europa y Estados Unidos, la sociedad colombiana ha vivido un proceso de transformación.

¿Qué tanto persisten en Colombia de las características descritas por Virginia?
Los tiempos han cambiado. Por ejemplo, el valor de 10,000 pesos ahora es diferente. En el año 1975 el salario mínimo en Colombia era de $1.200 pesos, y el dólar se cotizaba a $ 31 pesos. Por otro lado, los comportamientos familiares no son autónomos, sino que se desprenden de la estructura y del ambiente social circundante. Los fenómenos sociales influencian y modifican el comportamiento individual y grupal. Las pasadas cuatro décadas trajeron un cambio radical en la estructura y el ambiente social del país.

Los siguientes ocho fenómenos sociológicos tienen que ver con la transformación de la familia en Colombia:

1- La popularización de la planificación familiar. Antes los métodos anticonceptivos no estaban al alcance de todos. El acceso de los solteros y casados a estos recursos desligó la práctica de la sexualidad con la concepción. Esto le dio más independencia a las mujeres y poder a las parejas para determinar el tamaño de las familias, ayudó al descenso dramático en el número de nacimientos y causó reducción en el tamaño de las familias.

2- El desarrollo profesional masivo y la incorporación de las mujeres a la fuerza laboral. Este fenómeno alteró los roles, la estructura y las costumbres de la familia. Aunque inicialmente se consideró un derecho femenino, el otro salario terminó convirtiéndose en algo indispensable para cubrir los gastos.

3- La invasión de los electrodomésticos. La adquisición de productos como la televisión causó una alteración en los rituales familiares, por ejemplo la disminución de la costumbre de comer juntos. También introdujo nuevos valores y costumbres, especialmente en los niños.

4- Las nuevas leyes y la popularización de diferentes formas familiares. La aprobación de la Constituyente de 1991 y varias otras leyes facilitaron la transformación de la estructura familiar. Estas nuevas leyes se refieren al matrimonio y al divorcio, los derechos legales de los padres y madres sobre los niños y otros más. Socialmente se volvieron frecuentes nuevas prácticas como tener sexo a temprana edad, la postergación o la renuncia al matrimonio, el vivir solo (familias unipersonales), las madres y padres solteros (familias monoparentales), las uniones del mismo sexo y otras costumbres.

5- La disrupción de la red social de apoyo en las familias y los vecindarios. Debido a la participación obligatoria en la fuerza laboral tanto de las mujeres como de los adultos mayores, los hogares y los vecindarios permanecen semivacíos por buena parte del día. La ausencia prolongada durante el día de los padres y otros adultos ha limitado el tiempo dedicado a la supervisión y apoyo a los niños y ha cambiado las costumbres familiares.

6- El advenimiento de la tecnología. El acceso al Internet es quizá el progreso más grande que experimentamos en el siglo veinte. Mientras la conexión digital ha facilitado el acercamiento a familiares y amigos y permite la construcción de una red virtual, al mismo tiempo ha incrementado el aislamiento y la desconexión de los miembros de la familia en sus propios hogares. Los niños, jóvenes y muchos adultos se enquistan en una especie de ciberautismo y aprenden a expresar los sentimientos con emoticones. Todavía no hemos alcanzado a entender el impacto de la tecnología en la familia del futuro.

7- Los procesos de migración y transculturación. Colombia ha vivido un proceso mayúsculo de migración interna, urbanización masiva y transculturación. Por ejemplo, según un boletín del DANE referente al perfil de Bogotá en el 2010, el 38.6 % de la población había nacido en otro municipio o en otro país. La transculturación se define como el proceso por el cual un grupo de personas adopta las formas culturales de otro grupo y termina cambiando sus propias prácticas culturales. Generalmente después de varios años de migración a otro ambiente cultural tratando de adaptarse, las personas terminan aculturándose o asimilándose a la sociedad huésped. En el caso de la asimilación, la persona adopta casi completamente la nueva forma de ser. En el caso de la aculturación, la persona mantiene su cultura pero aprende a funcionar y socializar competentemente en el nuevo ambiente. En cualquiera de los dos casos hay una transformación de las costumbres familiares.

8- La violencia en Colombia. Esta realidad ha tenido un impacto social gigantesco. Según el reporte del Centro de Vigilancia de Desplazados Internos, de Noruega, en el año 2015, con 6 millones de desplazados, Colombia ocupaba el segundo lugar en desplazamientos en el mundo, después de Siria. Los problemas sociales de las familias desarraigadas incluyen, entre otros, altos índices de pobreza absoluta, rupturas familiares y muchos niños creciendo sin padres en el hogar. La migración forzada a otros sitios causa no solo desintegración familiar sino que también ha transformado el ambiente social de muchas ciudades colombianas. Además, este fenómeno va acompañado de muchos problemas de salud mental por la exposición previa a situaciones traumáticas.

DESAFÍOS
Muchos de los factores mencionados representan un avance y un progreso de la sociedad. Al mismo tiempo presentan nuevos desafíos para los individuos, la familia y la sociedad.

Si Virginia Gutiérrez de Pineda viviera ahora, lo más seguro es que ella misma habría reconocido la necesidad de actualizar las investigaciones sobre la familia en Colombia. Esto no quiere decir que los cambios experimentados invalidan sus previos hallazgos. De hecho, problemas como el machismo, la violencia doméstica y el alcoholismo aún persisten en Colombia. Sus investigaciones siguen siendo un pilar fundamental que puede servir de base para nuevos proyectos. Afortunadamente existen algunos recursos que pueden servir de apoyo. El DANE ha publicado varios estudios que ayudan a mirar dónde estamos. Y el programa Observatorio de Familia del Departamento Nacional de Planeación también ha hecho varias investigaciones importantes. Dichos estudios muestran que en Colombia ha habido una reducción de la población joven y un incremento de la población adulta, una reducción de la fertilidad y aumento de la esperanza de vida. Han encontrado también un incremento de los hogares monoparentales, la mayoría liderados por mujeres (80%), con un 20% liderado por hombres. El estudio reciente del Mapa Mundial de la Familia mostró que, comparado con otros países, Colombia presenta unos altos índices de uniones libres y de hijos que viven con un solo padre. Como estos hay muchos otros datos interesantes. Ellos proveen una buena base para diseñar e implementar otras investigaciones.

Cariñosamente le extendemos una invitación a los estudiosos de la sociedad a que se lancen a hacer investigaciones actualizadas de la familia. Definitivamente hacen falta más estudios sobre la familia en Colombia. Ahora que hablamos de paz y de postconflicto va a ser necesario que conozcamos mejor nuestra realidad. Conocer los detalles de la estructura, las características y las costumbres familiares puede facilitar el desarrollo de estrategias y programas que ayuden a nuestros compatriotas. En sus diferentes formas, la familia sigue siendo la base y el pilar de la sociedad. Allí se forman nuestros ciudadanos. Fortalecer las familias nos puede ayudar a progresar como pueblo. Y de paso puede hacer feliz a Virginia Gutiérrez de Pineda. Cuando tengamos un billete de 10.000 pesos en las manos y miremos su imagen debemos pensar en nuestras familias y buscar maneras de nutrir y reforzar esta institución tan importante.

*Psiquiatra y terapeuta de Familia.
ramonrojano@aol.com
Ver referencias bibliográficas en la web de EL HERALDO.
http://www.scribd.com/doc/59360954/Gutierrez-de-Pineda-Virginia-Familia-...
http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-866926
http://app.eltiempo.com/estilo-de-vida/gente/perfil-virginia-gutierrez-d...
https://datoscede.uniandes.edu.co/anexo/materialrelacionado/e24_Metadata...
https://observatoriodefamilia.dnp.gov.co/Portals/0/Documentos/Bolet%C3%A...

http://virajes.ucaldas.edu.co/downloads/virajes10_5.pdf

http://www.officeformats.com/2013/01/historico-salario-minimo-en-colombi...

http://www.eltiempo.com/estilo-de-vida/gente/colombia-en-el-mapa-mundial...

http://www.elheraldo.co/tendencias/colombia-primero-en-latinoamerica-en-...

http://www.childtrends.org/?publications=world-family-map-2015-mapping-f...

 

Ramón Rojano De La Hoz, M.D.
sumario: 
La antropóloga social Virginia Gutiérrez de Pineda fue precursora en el abordaje de temas que hacia 1940 eran tabú en Colombia. Escribió 12 libros, entre ellos un inquietante estudio sobre el alcoholismo y la cultura en la clase obrera.
No

Somos tradición

$
0
0
Domingo, Abril 10, 2016 - 00:00

Carnavalera y conservadora parecen dos palabras opuestas, pero en el mundo de Macondo pueden convivir: así es la familia donde nací. En la casa Cepeda Tarud era imposible esconder que el precarnaval había comenzado. Desde las conversaciones en la mesa hasta la decoración de los cuartos, todo me indicaba, a mi corta edad, que algo divertido y emocionante estaba pasando.

Recuerdo lo que sentí ese día, cuando llevé por primera vez un traje de carnaval. Tenía tres años, vestida de garabato y de la mano de mi padre, Efraín, miraba hacia arriba: cientos de adultos bailaban una canción que nunca podré olvidar.

Yo quería estar ahí, cerca de los artistas que veía desfilar en la Vía 40, quería entender esa explosión de emociones que no cabían en mi racionalidad, quería bailar y soñar tanto, que cuando me preguntaban ¿qué quieres ser cuando seas grande?, respondía: reina del Carnaval de Barranquilla. El 23 de agosto de 2012, mientras esperaba el veredicto de la junta, entró mi madre, Sonia, a mi cuarto y me dijo: «Hola, reina», entonces me di cuenta de que ¡mi sueño se había hecho realidad!

Para muchos fue una sorpresa que la joven que se sentaba en primera fila en clase, que sentía éxtasis devorando libros y cuyo sueño era cambiar el mundo fuera la reina. Pero como soberana podía y quería seguir haciendo lo que más me apasiona: aportar a la construcción de una Barranquilla mejor; y lo haría mediante la cultura, un gran motor para el desarrollo.

Confieso que fue triste descubrir que muchas expresiones tradicionales estaban en riesgo de desaparecer y que el sentido de pertenencia hacia estas por parte de la gente era poco. Pero como nadie ama lo que no conoce, debía entender el significado de cada una de ellas y lo que motiva a los artistas del carnaval para poder contárselo a todos.

Por eso me vestí de farota, congo, caimán, coyongo, india, diabla, cantora de letanías, tigre, mapalé, guacamaya, negrita Puloy, muerte, torito, vendedora de alegrías, gusano, María moñitos, garabato y monocuco, y aprendí de ellos, en cada uno de sus barrios, su baile, su música y su historia.

Así descubrí un universo de riqueza cultural, identidad e historia que les conté a todos invitándolos a «Seguirme el Paso». Ese fue el nombre de la estrategia con la que llegué a Barranquilla, Santa Lucía, Sabanalarga, Campo de la Cruz, Ciénaga, Bogotá, Santiago de Cuba, Carolina del Norte y Washington, entre otros lugares, la cual comprendió actividades de baile colectivo, creación y difusión de videoclips, documental y revista didáctica, grabación de música tradicional y charlas.

Quería que todos conocieran la cultura de la fiesta, pero sobre todo a los seres humanos que traen a la vida a estos personajes y quienes con grandes esfuerzos nos brindan, cada uno, un espectáculo inolvidable, solo por amor, solo por pasión, solo por convicción.

Como fruto de este trabajo fui invitada a finales de 2013 por la Fundación Carnaval de Barranquilla a coordinar el proyecto que dio origen a este libro, con el que tuve el privilegio de ver a cincuenta artistas del carnaval discutir y escribir sus historias más íntimas, más sinceras y aquellas que han recibido como legado. Esto significó llegar a la esencia más pura de nuestro carnaval y su cultura: a los corazones y a las vidas de los artistas que forman parte de él. Y gracias a estas páginas todos podrían conocerlos.

Leerán de primera mano lo que les hace palpitar más fuerte el corazón, las interesantes historias de su cotidianidad y aquellas que han recibido por tradición oral. Esa historia que ellos nos cuentan aquí es también la nuestra, esa que nos corre por las venas y que nos une como una sola familia. Esa historia es nuestra tradición, la que gracias a los artistas del carnaval está viva y nos hace vibrar y exclamar con pasión desenfrenada: ¡Que viva el Carnaval de Barranquilla! 

 

Daniela Cepeda Tarud
sumario: 
La autora de este artículo, la reina del Carnaval de Barranquilla 2013, coordinó el proyecto que dio vida al libro ‘Somos Carnaval de Barranquilla, la mirada de sus artistas’, que reúne voces y saberes de 50 de los miles personas que dan vida al carnaval.
No

Somos carnaval

$
0
0
Domingo, Abril 10, 2016 - 00:00
Imagen: 
Contenido para mayores de 18 años: 
No

Somos artistas

$
0
0
Domingo, Abril 10, 2016 - 00:00
Imagen: 
Contenido para mayores de 18 años: 
No

Somos ciudad

$
0
0
Domingo, Abril 10, 2016 - 00:00

Suenan los tambores, los pitos, las gaitas. Los grupos de danzas y comparsas se toman las calles para hacer sus ensayos. Toda Barranquilla se decora por fuera y por dentro. Las familias disponen el alma para vivir el carnaval y cada quien empieza a pensar cuáles serán sus atuendos. El comercio, formal e informal, ofrece todo para esos días. Vestimos nuestros cuerpos, como también nuestras casas, las calles, los carros. La cotidianidad se transforma.

Se desborda la alegría. Nos sacudimos la tristeza.

En este ambiente no hay distingo social, no importa de qué raza se es, el color de la piel, la herencia o la religión. Todo habita, todo convive. Nuestro carnaval es diverso, colorido, multicultural.

Hablar de Barranquilla y del carnaval es transportarse a muchos de los escenarios y senderos transitados por Gabriel García Márquez y que alimentaron la construcción del universo macondiano. Es Barranquilla una ciudad feliz, de alegría desbordante, cálida, acogedora, de barrios tradicionales, producto de la llegada de gentes de diferentes partes del mundo, que trajeron con ellas sus costumbres y tradiciones. Y son esas costumbres las que hoy permiten a propios y extraños el disfrute sin igual de un escenario donde es posible el encuentro entre añoranzas de distintos lugares del Caribe colombiano.

Esa multiculturalidad, representada en manifestaciones tradicionales con carácter folclórico, y con ellas otras expresiones artísticas contemporáneas, producto de la globalización, acuñadas en la conciencia de sus participantes, llámense artistas o espectadores, impregnan todo de goce y alegría. Estas nuevas tendencias hacen vibrar los colores de ese arcoíris llamado Carnaval de Barranquilla.

Con el correr de los años el carnaval se ha constituido en un escenario antropológico en permanente movimiento y transformación en el que a la vez que expresamos nuestro ser cultural, recreamos y actualizamos la tradición.

Ese gran público acude a pesar del calor sofocante a las calles para apreciar la puesta en escena de las danzas tradicionales, de las comparsas con elementos tradicionales y de fantasía, así como a disfrutar con los versos picarescos de los letanieros y los disfraces individuales y colectivos, que son la esencia del carnaval. Es este público el que en su goce se involucra de tal forma en los eventos que termina siendo parte de este.

 

Soley Del Castillo R., Carmen Meléndez y Rafael Morales
No

Silencio por el maestro de la percusión brasileña

$
0
0
Domingo, Abril 10, 2016 - 00:00

Caballeroso, siempre sonriente y atento escucha: ese era Naná Vasconcelos, considerado como el mejor percusionista del mundo, ganador de 8 Premios Grammy y con una carrera de casi 60 años, falleció recientemente a los 71 años de edad después de luchar con un cáncer. Después de haber tocado con los grandes Oliver Nelson, Miles Davis, Chaka Khan, Paul Simon, Talking Heads, Pat Metheny, Jan Garbarek, Don Cherry, B.B. King o Collin Walcott, aseguraba que la mejor experiencia musical la vivió el año pasado (2015), en una visita a Bahía, cuando una anciana de 103 años le cantó en dialecto africano.

Juvenal de Holanda e Vasconcelos nació en el estado de Pernambuco, en el nordeste de Brasil. Su padre era guitarrista, y Naná comenzó tocando bongós y maracas en su grupo a los 12 años. De joven descubrió “La voz de América”, programa radial de jazz nocturno, a partir de ahí aprendió él solo a tocar la batería y toda la percusión afrobrasilera.

Con la filosofía aprendida de Jimmy Hendrix «Todo es posible» y su conocimiento del jazz, se volvió adicto a los discos en acetato. Su mamá le dijo en una ocasión «va a tener que comer discos si sigue gastando toda su plata en música». Siempre fue flaco.

De Recife para el mundo, él y Airto Moreira redefinieron el término “percusionista”.

En 1960 se mudó a Río de Janeiro. En un viaje a Portugal, Angola y Francia conoció a Milton Nascimento, que apenas comenzaba con su carrera. Con él tocó tambores, ollas, campanas, patas de llama y el instrumento de una sola cuerda que se convirtió en su sello: el birimbao. Sacó el sonido del birimbao (que tiene origen humilde y fue creado de las tiras de metal que la gente sacaba de las llantas) de su uso tradicional en capoeira, lo llevó a otros espacios y se convirtió en uno de sus grandes ejecutantes.

Él siempre se refirió al instrumento como su ‘Steinway’, y era irrisorio cuando llegaba a los despachos de aeropuerto diciendo que quería subir al avión con su ‘Steinway’, y cuando viajaba siempre lo llevaba al hombro.

«Hoy por hoy yo escucho todo lo que sale del resto de los instrumentos a partir del birimbao. Técnicamente tiene todo, yo le encontré una forma propia, una manera, porque siempre pensé en hacer con él lo que Jimmy Hendrix hizo con la guitarra. Hendrix demostró que los instrumentos no tienen fin. Tú puedes conseguir un sonido orgánico para cada uno, por eso también trabajo con el cuerpo. Además, para cada instrumento tienes una combinación sonora que pasa por la voz. Tienes que conseguir un equilibrio, un balance natural».

Hizo actuar el birimbao incluso como solista junto a una orquesta sinfónica, y siempre aplicando su concepción orquestal de la percusión, con la que ha enriquecido las posibilidades armónicas y tímbricas de lo percusivo. Más tarde, con Gilberto Gil y el saxofonista argentino Gato Barbieri, quien lo llevó en un tour a Argentina y fueron invitados a USA con una sesión de jazz junto a los pesos pesados: el bajista Ron Carter y el baterista Lennie White.

APRENDIENDO DE OTROS
Además de tocar con los grandes del jazz en Nueva York, trabajó con música en una clínica psiquiátrica para niños: «Aprendí mucho más de ellos que ellos de mí. Tuve que desarrollar el trabajo con el cuerpo porque tenían dificultades de coordinación motora y debía pensar cómo ayudarles». Naná siempre creyó en la música como una vía para transformar y mejorar la vida de las personas.

En el 76 se muda a París, conoce al guitarrista y pianista Egberto Gismonti, que estudiaba allá, con el que grabó el disco Danza de las cabezas, que lo catapultó para muchos proyectos, incluyendo a Pat Metheny Group, y su inclusión le dio una dirección al sonido del grupo hacia la música brasilera.

Pat, al enterarse de su muerte, dijo que «además de ser uno de los mejores percusionistas en esta música, Naná era extraordinario y una persona maravillosa. Donde quiera que fuera (siempre con el birimbao colgado al hombro) hacía amigos y traía una alegría contagiosa a todos los que estaban a su alrededor. Su risa y su habilidad de traer felicidad a una situación se derramaba en el escenario. A medida que mi música fue tomando una onda ecléctica, él la balanceaba con su sonido natural y orgánico en una forma perfecta, incluyendo la forma como él usaba su voz. Ya nos hace falta Naná».

En Brasil, fue considerado como uno de los embajadores del ‘maracatú’, una música creada por los esclavos traídos de África y típica de los carnavales de Recife, donde solía derrochar su alegría. Contador de historias sonoras, podía grabar un disco para birimbao y orquesta sinfónica (Saudades) de la misma manera en que podía combinar percusión acústica y electrónica (Bush Dance o Rain Dance), o destacar su trabajo con voces y percusión del cuerpo usando los sonidos que podía hacer palmeando y golpeando su propio cuerpo (Zumbi) e incluso fusionarse con grupos de Break-dancers del sur del Bronx añadiendo un sonido orgánico y polirrítmico a las máquinas.

Su nombre aparece en bandas sonoras de películas como Buscando desesperadamente a Susan, de Susan Seidelman; Down by Law, de Jim Jarmusch; o Amazonas, de Mika Kaurismäki.

Era como ningún otro percusionista en el mundo. Básicamente, tomaba cualquier instrumento percutivo, hasta objetos, y creaba unos paisajes- sonidos extraordinarios que tocaban y conmovían a quien escuchase. Fue capaz de pintar con sonidos, sabía llenar de colores las músicas.

Este percusionista brasileño infinitamente inventivo que cambió la dirección y el sonido del jazz brasilero en la era después del bossa nova de los 70, prefería ser reconocido como un artista que sabía escuchar no solo la música sino el silencio, elemento que supo incorporar a su concepción orquestal de la percusión.

Cuenta Vinicius Cantuária, que estuvo de gira con él, que durante un concierto de ambos en Bélgica se produjo un corte de electricidad y Naná dijo al público que iba a hacer el sonido de la lluvia cayendo sobre los árboles: fue atribuyendo a grupos de espectadores distintos sonidos y empezó a dirigirlos de tal forma que Cantuária casi se puso a correr para no mojarse. Según David Byrne, «Naná podía continuar haciendo su show aunque no hubieran llegado los instrumentos… y, aún así, seguía siendo grande».

«Yo no hago música como percusión, busco contar historias a través de la música», dijo, y así lo hizo. Dejó más de 30 discos, una producción monumental, repleta de historias, de verdaderos universos musicales.

Siempre interesado por el tema del cuerpo, desarrolló una técnica de percusión corporal que practicaba no solo en sus grabaciones y conciertos sino en sus talleres destinados a transmitir nociones rítmicas corporales a todo tipo de personas, no solo músicos o bailarines. Naná decía que «el primer instrumento que tenemos es la voz, y el mejor instrumento, el cuerpo». Ha sido catalogado como un médium, un objeto vivo y orgánico, donde resonaba la música: no era músico, era la música.

Junto a Gilberto Gil, fue director artístico de las primeras ediciones de Percpan (Panorama Percusivo Mundial), festival ideado en Bahía por la antropóloga Beth Cayres, donde podía encontrarse con los pigmeos de la República Centro Africana, grupo nómada con quienes daría un notable espectáculo, o comitivas de andaluces, árabes, africanos y percusionistas brasileros de todas las regiones.

También dirigió en la ciudad colonial de Olinda el proyecto ABC das Artes ‘Flor do Mangue’ con niños de la calle, como una forma de incentivar la educación y la cultura. Lo financiaba con dinero ganado en sus conciertos por Europa.

Hace menos de un mes había participado una vez más –fueron trece en total– en la espectacular apertura del Carnaval de Recife, dirigiendo el tradicional ‘maracatu pernambucano’, al frente de 400 percusionistas. Decía que su manera de pensar música iba a continuar viva después de él.

En años recientes montó un proyecto, ‘La casa de Naná’, trabajando con jóvenes sin casa en Brasil, para mostrarles que la vida está llena de posibilidades y nadie sabía eso más que él.

Naná cambió la dirección y el sonido del jazz brasileño en la era después del bossa nova de los 70. 
Foto tomada de Wikipedia/ Flickr/Gerardo Lazzari 

*Fundación Cultural Nueva Música

Samuel Piñango
sumario: 
El brasileño Naná Vasconcelos, ganador de ocho Premios Grammy, fue uno de los exponentes del ‘maracatú’, música típica del Carnaval de Recife. Combinaba la percusión acústica y electrónica, sacaba sonidos de su cuerpo y hasta se fusionaba con grupos.
No

Latitud 17 abril de 2016

Hay ratos solemnes y otros de agonía

$
0
0
Domingo, Abril 17, 2016 - 00:00

Nunca pensó Sara María Baquero Salas que de su relación con Cristóbal Zuleta Bermúdez nacería un genial hombre llamado Emiliano Antonio Zuleta Baquero, quien pudo, al tiempo que labraba la tierra, construir un mundo musical distinto al de sus contemporáneos, que serviría luego para musicalizar tierras inhóspitas, que supieron de su presencia y lo posicionaron como un trovador cuya juglaría serviría de soporte para un naciente movimiento artístico, que hoy sirve de base, en la defensa de la cultura musical de la Patria. Menos se le llegó a ocurrir a Pureza del Carmen Díaz Daza que ella sería un vientre bendecido por la naturaleza musical, al brindarle al vallenato unos hijos que le pondrían un punto alto a la construcción, divulgación y posicionamiento de ese género musical, que al lugar donde llegan nos alientan el espíritu. Es por ello que «cuando un Zuleta canta y toca» trae con ello todo un legado que tiene vertientes que nutren este proceso musical, que trascendió de lo rural y hoy se pasea por las grandes urbes. Pero, ¿quiénes son esos pilares que nacieron en La Guajira, en un pueblito humilde, lleno de campesinos labradores de la tierra, conocido como Villanueva y que viaja con el remoquete de ser el epicentro del Cuna de Acordeones y que hace parte –junto a El Plan y La Jagua del Pilar– de la gran ruta del marquesote, por donde han transitado muchas generaciones que han contribuido a la construcción y consolidación del vallenato como música y alma de una nación como la nuestra?

En el 2016, el Festival de la Leyenda Vallenata decidió rendirle un homenaje a Emiliano Alcides y Tomás Alfonso, los reconocidos Hermanos Zuleta Díaz, de quienes se puede decir que esa vida intensa que han vivido se la han dedicado por completo a vivir para la música vallenata. El primero revolucionó los sonidos existentes del acordeón con nuevas armonías, al crear nuevas visiones que lo ubican, al tiempo como creador de excelsas obras vallenatas, en un punto excepcional de la creatividad musical, hecho que puso a pensar a más de un ortodoxo frente a quién estábamos. El segundo, con su canto, guacharaca y sus composiciones decidió modelar un nuevo mundo de la interpretación vallenata, cuyo tinte campesino local predominaba.

Logran Poncho y Emilianito consolidar una nueva ruta para la música vallenata, con un mayor sentido de pertenencia y un lenguaje apegado a las raíces de la provincia, pero ante todo con unas inmensas ganas de lograr ser reconocidos por su arte. Hoy por lo menos han transcurrido más de cuatro décadas, en la que ellos decidieron ponerse al pecho un acordeón y lanzar a los cuatro vientos un canto, con el natural llamado que hace nuestra tierra a sus privilegiados gladiadores musicales. Es mucho lo que se puede decir sobre los hermanos Poncho y Emilianito. Nacieron y despertaron al compás de unos acordeones que bendijeron ese momento. Crecieron escuchando música en su casa, en la finca, en la esquina de su pueblo natal, en el bautizo, en el entierro, en la contienda de versos. Ellos no tenían otra salida que ser eso que con orgullo son: músicos de tiempo completo.

Sobre Poncho puedo decir que es un cantor de reconocida solvencia vocal, cuyo timbre guajiro viene de los viejos palabreros wayuu, cuya incidencia gutural se evidencia cuando su voz trasciende a unos tonos inimaginables en el mundo vallenato. Esa picardía unida a lo melódico son fortalezas que han prevalecido en su actividad artística.

Una parranda con su presencia es a otro precio. No hay en el vallenato artista alguno que avive el espíritu como él. Su memoria privilegiada reconstruye y entrelaza tiempos de una manera prodigiosa. Con Poncho se vive la verdadera historia de los cantos vallenatos. Sabe de dónde y cómo se construyó la melodía o la letra de la más encopetada de las obras nuestras. Él es un libro abierto que puede contar durante horas y horas cómo es que le cae el agua al molino. Qué obra es o no del autor y compositor que la firma. Y tiene que ser así, ya que su casa era una especie de punto de encuentro, al que casi de manera obligada llegaban los nuevos, los desconocidos y los ya renombrados hombres ejecutantes del acordeón. Si por los lados del cantor todo está circunscrito a la palabra viva, no es menos lo que hace su hermano Emilianito cada vez que enciende su acordeón de notas gruesas que saben a él, que nacieron en variados tiempos, pero que con su presencia logró un ribete distinto. Convencidos estamos los que vivimos de cerca todo lo hecho por ese revolucionario del acordeón, que puso un punto tan alto que, pese al paso del tiempo que todo lo vence, cada vez que el acordeón siente los dedos de Emilianito se alegra y, de paso, nos hacer vivir los mejores momentos. Emilianito así como es de exquisito con la ejecución de su instrumento, sin proponérselo, logró estar en las grandes ligas como autor/compositor. Su obra ha logrado trascender de tal manera, que le compite a sus contemporáneos, en un sitial de honor, en el complejo listado de los mejores.

Si bien es cierto que La gota fría es un canto legendario de su padre Emiliano, el cual le dio la madurez a la modalidad de la piqueria, no es menos cierto que Mi hermano y yo, de su hijo Emilianito, es un canto rodeado de clasicismo, que desnuda el alma del artista, en cualquier género en donde desarrolle su actividad, y que ha refrendado la calidad artística que rodea a esos hermanos, que heredaron todo ese mundo de la música, que sin lugar a dudas hicieron más grande el sendero del vallenato con lo que recibieron de generaciones anteriores. Ellos no necesitan de nada distinto a lo que el pueblo colombiano, amante del vallenato, ha podido hacer con su obra durante todo este tiempo en que no han hecho más que quererlos, aplaudirlos, seguirlos y sellar en un fuerte aplauso nacional lo mucho que ellos significan para la cultura musical nuestra.

Nada es color de rosa en la vida humana. Y en esto del arte son muchas las dificultades que les ha tocado sortear. Poncho y Emilianito son un vivo ejemplo de la lucha contra la adversidad, y de superación ante tantos obstáculos que solo con talento se pueden vencer. Para lograr el primer grupo ganador de la categoría aficionado en el Festival Vallenato 1969, les tocó salir de Tunja, donde estudiaban bachillerato, y después de dos días de transitar en un bus llegaron al concurso para alzarse con el triunfo. ¿Qué decir del primer Grammy para el vallenato? Pese a estar disgustados esos dos hermanos, la fuerza natural de su música les hizo obtener ese triunfo mundial. ¿Qué decir de tantos congos, discos de oro, platino y, ante todo, ese cariño que permanece por parte de los diversos estratos sociales de nuestra nación? Pese a sus errores, como cualquier ser humano, los Zuleta Díaz se levantan orgullosos de ser dignos representantes de su tierra guajira y del vallenato, Poncho y Emilianito son irrepetibles, cuyo molde, en un arranque de profunda humildad, fue entregado por su señora madre al Dios revolucionario de la música, para que este se lo entregara a los hacedores de las buenas canciones e interpretaciones y le diera vida, en cada tiempo que él quisiera, a los nuevos talentos, para no dejar morir nuestra música vallenata.


Los hermanos Zuleta Díaz, en el Carnaval Internacional de las Artes 2015.

*Escritor, compositor, gestor cultural para que el vallenato tenga una categoría dentro de los Premios Grammy Latino.

Félix Carrillo Hinojosa*
sumario: 
El Festival de la Leyenda Vallenata 2016 rendirá homenaje a Emiliano Alcides y Tomás Alonso, los reconocidos Hermanos Zuleta Díaz.
No

Un ‘best-seller’ también es literatura

$
0
0
Domingo, Abril 17, 2016 - 00:00
Shutterstock

Un escritor tiene la obligación de intentar escribir una obra que permanezca en el tiempo, pero eso no tiene qué ver con el consumo masivo de la misma, sino con su calidad estética, aunque lo ideal es que se venda mucho en el transcurso de los años (o de los siglos), como sucede con El Quijote, con Hamlet o con Cien años de soledad. Por supuesto, desde el punto de vista del arte es deplorable que una obra se escriba solo para ser vendida sin que importen sus atributos, tal como sucede con grandísima parte de los best-sellers, a los que, incluso, sin llegar aún a serlo, ciertas editoriales les ponen un sello que los identifica como tales o son promocionados por los medios sin ningún pudor literario, lo que les garantiza la rapidez de su venta y, de paso, enormes tirajes. De hecho, best-seller significa “mejor vendido”, expresión donde el adjetivo “mejor” está puesto por la gran cantidad de ejemplares
que un público ávido adquiere en poco tiempo. 

Con seguridad, aparte de que les guste o no, si varias personas leen un best-seller, todas estarán de acuerdo en qué ocurre en el libro, pero si leen una obra literaria clásica, cada una dará una versión diferente de lo narrado. Esto ocurre porque la obra literaria sugiere, no es fidedigna, ofrece posibilidades de interpretación, lo que es inherente a la intención de lo artístico, en tanto el primero dice lo que es tal cual es y empleando palabras que expresan lo que significan en la realidad. Estaríamos entonces ante la primera distinción entre el best-seller y la obra literaria: la veracidad.

Otra diferencia entre un libro clásico y un best-seller es que este último, luego de su éxito de ventas, se olvida, lo que no ocurre con la obra tradicional. Tengamos presente que, con contadas excepciones, a esta última la leen los propios literatos y ciertos aficionados, y que el best-seller, que también se apoya en la palabra escrita, elemento primordial de la literatura, tiene muchos más lectores, por lo general, individuos con una sensibilidad muy sui géneris, a los que en realidad no les hace falta la lectura, que han adquirido el libro y llegan a leerlo, o al menos a comenzarlo, por pose o porque está de moda, como ha sucedido con Harry Potter y la piedra filosofal o con Cincuenta sombras de Grey. En verdad, a numerosos compradores de best-sellers no les gusta leer porque no pueden gastar el tiempo en eso, ya que ellos son personas que mueven el mundo, es decir, grandes dirigentes políticos, empresarios, deportistas, científicos, militares y hacedores de otro tipo de arte distinto a la literatura. Y tienen todo el derecho a que no les guste leer, el mismo que tengo yo a que no me guste descifrar, o siquiera atisbar, los estados financieros de una entidad bancaria.

Es probable que la mayor ola de consumo de best-sellers se haya acrecentado con la primera novela de la serie juvenil Harry Potter, una de las grandes sagas literarias de la historia, y luego  con El código Da Vinci, novela de misterio que combina el suspenso y el esoterismo, y también es probable que a partir de estas dos obras el gran público haya descubierto que los libros no son aburridos.

Muchos individuos afirman que la literatura clásica no es divertida, tal vez porque desconocen que esta requiere de un esfuerzo mental para lograr un placer estético mayúsculo, esfuerzo para el que ellos no están preparados, como sí lo están para los best-sellers con sus historias corrientes y sus trucos. Entre esos trucos, algunos consisten en narrar un asunto trascendental, que por lo común es un peligro que puede afectar la suerte de una nación, de un grupo social o de un individuo; en presentar a los protagonistas lejos de la perfección, pero sí optimistas y capaces de enfrentar ese peligro, incluso cuando el autor lo acrecienta por requerimientos de un argumento sinuoso y terrible; y en describir padecimientos, intrigas, enredos y conspiraciones que se desarrollan en escenarios geográficos atractivos que tienen algo de exotismo e interés.

Desde algunas élites literarias, los best-sellers han llegado a ser considerados desechos o contaminantes de la literatura, lo que no es justo con algo que depara un rato feliz y divertido. Si bien un best-seller no es Thomas Mann o James Joyce o Franz Kafka, tampoco es un programa de concurso en televisión o uno de chistes ramplones y previsibles, y no implica falta de educación del gusto. Es cierto que la mayoría de ellos se puede predecir, que no son innovadores en cuanto a los asuntos de que tratan ni en cuanto al estilo de su escritura, y que no les interesa el hecho artístico que pueda encerrar el libro, sino vender, atrapar y que se corra la bola para seguir vendiendo. Pero también es cierto que tienen una historia qué contar, sencilla, nunca traída de los cabellos, que relatan de la mejor manera sin recurrir a monólogos interiores, a adornos literarios, a anécdotas descritas en dos o más planos simultáneos, a narradores omniscientes, en fin, a argumentos que se devuelven en el tiempo, que son técnicas narrativas que sí aparecen en las grandes obras literarias.

Otra virtud de los best-sellers, tal como podríamos comprobar si leyéramos algunos de los que puntearan una lista elaborada con base en los mejores registros de ventas, es la gama de géneros y de subgéneros que abarcan: misterio y terror; aventuras riesgosas; hechos del pasado con protagonismo de personajes históricos auténticos; elementos de fantasía, como la ciencia ficción; episodios que retratan el desarrollo físico, sicológico y social de un individuo; crónicas policíacas; erotismo, que puede ser de amor cortés o de sexualidad explícita, todo adobado con méritos del autor, como buena información, erudición abrumadora y reflexiones juiciosas.

Una gran obra literaria puede llegar a ser un best-seller. Ejemplos de esto son El Quijote, Cien años de soledad, El nombre de la rosa, varias de Balzac, algunas de Dickens. Pero también un best-seller puede convertirse en un clásico, como sucede con El conde de Montecristo o Los tres mosqueteros, de Dumas, o con Drácula, de Sam Stoker. Quizá los avatares de la vida moderna han conducido a la novela literaria a una suerte de crisis, pero no la veo en trance de muerte. Desde luego, sugiero a los autores historias más breves y llanas, puesto que el público de hoy pide concentración y no longitud, reclama fantasías salvadas por el lenguaje y no elucubraciones estéticas, por más arte que las obras de contenidos complejos y formas audaces generen, por más deleite, por más euforia...

Obras clásicas literarias
Cien años de soledad, Gabriel
García Márquez
Don Quijote de la Mancha, Miguel de Cervantes Saavedra
Ulises, James Joyce
Doctor Faustus, Thomas Mann
La metamorfosis, Franz Kafka
En busca del tiempo perdido, Marcel Proust
Gargantúa y Pantagruel, François Rabelais
El sonido y la furia, William Faulkner
El lobo estepario, Hermann Hesse
El nombre de la rosa, Umberto Eco
Pedro Páramo, Juan Rulfo
Rayuela, Julio Cortázar
Ana Karenina, León Tolstoi
Madame Bovary, Gustav Flaubert
Lolita, Vladimir Nabokov
Hamlet, William Shakespeare
El extranjero, Albert Camus
Crimen y castigo, Fedor Dostoievski
Cumbres borrascosas, Emily Brontë
El corazón de las tinieblas, Joseph Conrad

Best-sellers
Juan Salvador Gaviota,  Richard Bach
Cincuenta sombras de Grey, E. L. James
Harry Potter y la piedra filosofal, J. K. Rowling
El código Da Vinci, Dan Brown
Millenium, Stieg Larsson
El niño con el pijama de rayas, John Boyne
El invierno en el mundo, Ken Follet
El fin de los escribas, Glenn Cooper
Carrie, Stephen King
El médico, Noah Gordon
El alquimista, Paulo Coelho
Los pilares de la tierra, Ken Follet
La reina de la lluvia, Katherine Schoeles
El capitán Alatriste, Arturo Pérez-Reverte
Theodore Boone, John Grisham
Tiempo prestado, Danielle Steel
Dominación, C. S. Sansom
El cumpleaños secreto, Kate Morton
Coma, Robin Cook
Parque jurásico, Michael Crichton

*Escritor. Autor de las novelas ‘Los ideales vertiginosos’ (Plaza & Janes), finalista del VIII Concurso Nacional de Novela convocado por esa editorial; Y se hizo la noche sobre ti (Tercer Mundo); y ‘Una silueta en la partitura’, mención honorífica unánime en el Concurso Nacional de Novela 2001 del Instituto Distrital de Cultura y Turismo de Bogotá. 

Enrique Dávila Martínez*
sumario: 
Desde alguna élites literarias, los ‘best sellers’ han llegado a ser considerados desechos o contaminantes de la literatura, lo que no es justo con algo que depara un rato feliz y divertido.
No

Jugar con la imaginación

$
0
0
Domingo, Abril 17, 2016 - 00:00

La serie de fotografías La casa en el aire lleva el título de la canción del mismo nombre, que sonaba insistentemente en la radio con ocasión de un homenaje que se le rendía al Premio Nobel colombiano Gabriel García Márquez, recién fallecido en esos días. Me encontraba fotografiando varios barrios residenciales de la ciudad de Barranquilla, y ante tal excitación y algarabía, las casas empezaron a salirse de su contexto habitual.

Las solemnes intervenciones relacionadas con la muerte del Nobel, que a ratos se sentía como la de un noble, acicalada por esa música que bien podría denominarse el barroco costeño, parecían transformarlo todo. Una especie de hechizo envolvía el ambiente y se apoderaba de amigos y enemigos que unidos en un frente común se jactaban en elogios y halagos de alto turmequé, aún en los recintos gubernamentales y públicos adornados con las tradicionales mariposas del reconocido color.

Las entidades detentoras del poder, que siempre fueron motivo de crítica inmisericorde bajo la pluma de Gabo, parecían pasar por alto las contradicciones inherentes al festejo, y se desbordaban en adulaciones y halagos, pasando por alto su exilio y sus afiliaciones personales, tan cuestionadas en otro momento.

Inspirada en lo que sucedía, y ya de regreso en casa, me cobijé en el silencio de una habitación extraña pero que aún guardaba recuerdos de mi infancia y adolescencia. Tomé el primero de los libros de Gabo que encontré a mano: Doce cuentos peregrinos, y su lectura se fue fusionando con aquello que la cámara había registrado. Muy pronto el efecto psicótico de la palabra bien montada empezó a alterar no solo el contenido realista de las imágenes, sino que logró abstraerlas de su argumento original para crear un universo alternativo donde la magia prevalecía y se apoderaba del entorno.

Los cuentos de García Márquez, inspirados a su vez en el cine, notas periodísticas, guiones de televisión, recuerdos y sueños son de por sí obras de arte; son una especie de radiografía capaz de mostrar lo excéntrico dentro de lo sencillo, lo fantástico dentro de lo habitual y lo mítico dentro de lo racional. Interpretarlos resultaría supremamente complejo y atrevido, por lo cual estas imágenes que componen La casa en el aire son solo el producto de una inspiración fundada en el peregrinaje en tiempo y espacio al que nos induce su lectura.

La temática social que se maneja en las historias de García Márquez, capaces de abarcar tanto el entorno público como el más íntimo y privado, resulta muy universal, y de fácil identificación. El poder, la soledad, el amor y la muerte hacen de sujeto y objeto en esa obra que narra y cuenta testimonios más reales que el realismo mismo y más mágicos que los artificios de la memoria. Y, ¿qué mejor manera de dejar plasmado un testimonio histórico que a través del cuento tejido con ese hilo del legado periodístico que rescata hasta el más insignificante detalle de un lugar o una experiencia vivida?

Si «el pueblo de Nápoles tiene el mismo olor que el de Riohacha» y «la ciudad de New Orleans se parece a Barranquilla», el adjetivo macondiano puede calificar instancias en cualquier lugar del mundo. Por ello la serie, si bien se centra en el tradicional Barrio Abajo con su espíritu y personalidad propios, cuna del fútbol, el béisbol y las marimondas, y lugar de residencia en su momento de celebridades regionales como el mismo Gabo, se extiende también a otros ámbitos tanto locales como internacionales, y es aquí donde se invita al espectador a jugar con la imaginación. Fotografías de esta serie han participado en la exposición del Salón de Arte Anapoima 14-15, en la subasta de arte organizada por la fundación Give to Colombia, e ilustraron la charla sobre García Márquez dictada por el escritor Juan Carlos Botero, en la librería Books and Books, en la ciudad de Miami (2015)..


“Busco argolla de viudo o “El verano feliz de la sra. Forbes”. (“Looking for a Widower Ring” or “Mrs. Forbes Lucky Summer”). Foto Gisela Savdie

Estas imágenes  de la serie “La casa en el aire”, de Gisela Savdie,  y los  textos de Juan Carlos Botero, que se presentan en esta edición de Latitud  hicieron  parte de una presentación sobre García Márquez organizada por Books and Books y ‘Letra Urbana’, en la ciudad de Miami en 2015. 

* Odontóloga de la Universidad Javeriana, dedicada actualmente a las artes plásticas y a la escritura. Tiene grado de Miami International University of Arts and Design, y es Masters of Art de Barry University.
Es columnista en EL HERALDO de Barranquilla y editora de la revista ‘Letra Urbana’, en Miami.

Gisela Savdie*
sumario: 
La autora de las fotografías explica en este artículo cómo la lectura del libro 'Doce cuentos peregrinos', de García Márquez, se fue fusionando con lo que registraba su cámara en Barranquilla.
No

Lo mágico convertido en vida diaria

$
0
0
Domingo, Abril 17, 2016 - 00:00

A manera de introducción
Desde 1967, cuando Gabriel García Márquez publicó ‘Cien años de soledad’, muchas veces se ha hablado de la importancia de este gran escritor. Sin embargo, con el paso del tiempo, y a pesar de que su fama se ha multiplicado como pocas veces antes en la historia de las letras, a veces parece que el gran público pierde de vista la verdadera dimensión de este autor colosal, su trascendencia y el lugar que de veras ocupa en la historia de la literatura universal.

En otras palabras, con frecuencia se desconoce el auténtico tamaño de su importancia. Y para comprender a fondo en qué consiste esa importancia, aquello que lo separa de los demás novelistas en castellano, tanto vivos como fallecidos, habría que mencionar un sinnúmero de virtudes y aspectos fundamentales, pero ante todo hay que resaltar tres esenciales: el impacto cultural que la obra de García Márquez ha tenido en el mundo, la singularidad histórica que representa este escritor en la tradición de la novela en castellano, y un tercer aspecto que pocas veces se menciona: la riqueza estilística de su producción, tema del cual se ocupa el presente artículo, y que hace parte de una conferencia que dictó el autor en Miami, organizada por Books and Books y ‘Letra Urbana’, en 2015. (JCB)

Uno de los aspectos que quizás resultan más admirables del trabajo de García Márquez es uno que casi nunca se menciona: su riqueza estilística. Este escritor es conocido en todo el mundo, más que nada, por su forma genial de narrar, su famoso estilo denominado “realismo mágico”, aquel recurso literario que resultó tan apropiado para describir la realidad latinoamericana y en donde lo mítico, lo fantástico y lo cotidiano se parecen hilvanar con la maestría de un orfebre. No obstante, y aunque parezca paradójico, lo cierto es que las obras que García Márquez escribió en ese estilo constituyen apenas una fracción de su vasta producción narrativa. Son obras maestras, sin duda, pero son pocas, y no fueron las únicas obras maestras que él escribió. El primer texto que García Márquez redactó bajo el dominio de ese recurso es el relato “Los funerales de la Mamá Grande” (1962). Luego siguieron sus dos novelas cumbres escritas en el mismo estilo inconfundible, pero con grandes diferencias desde el punto de vista de los narradores: Cien años de soledad y El otoño del patriarca. Y entre una novela y la otra, publicó en 1972 su hermoso libro de cuentos La increíble y triste historia de la Cándida Eréndira y de su abuela desalmada. Pero las cinco obras que García Márquez escribió antes de “Los funerales de la Mamá Grande” (y que incluían su primera obra maestra, El coronel no tiene quien le escriba) fueron redactadas en otro estilo, o, más precisamente, otros estilos.

En efecto, el proceso de formación narrativa de García Márquez comienza en 1947, una tarde precisa después de leer La metamorfosis, de Franz Kafka (y cuya estremecedora lectura no solo permite que el joven colombiano se descubra como escritor, sino que apenas se repone de la conmoción se sienta y redacta su primer cuento, “La tercera resignación”, publicado en ese mismo año). Y durante los siguientes 20 años García Márquez trabaja sin cesar, escribiendo periodismo y literatura a diario, hasta que su larga fase de aprendizaje concluye en 1965, cuando inicia la creación de Cien años de soledad e inaugura lo que posteriormente se conocerá como su etapa de madurez narrativa. En ese largo proceso de formación, García Márquez tuvo tres grandes períodos, claros y delimitados, cada uno dominado por la presencia de un maestro literario que marcó su prosa con hierros al rojo vivo e influyó en sus textos de manera trascendental: Franz Kafka, William Faulkner y Ernest Hemingway. En ese tiempo, y mientras luchaba a muerte con estos formidables precursores, tratando de asimilar sus fecundas e instructivas —pero a la vez peligrosas y agobiantes— influencias en sus propios escritos, procurando evitar su anulación como artista, García Márquez escribió cinco libros de incuestionable calidad, pero redactados en estilos diferentes y con notorias deudas a cada uno de estos inmensos maestros. Me refiero a la colección de sus primeros cuentos, los relatos de corte urbano y onírico, escritos a la sombra de Kafka, y que luego fueron recogidos bajo el título Ojos de perro azul. Luego su primera novela, La hojarasca, cuya deuda con Faulkner ha sido claramente iluminada por la crítica, pues por primera vez aparece el trópico en su obra, el lenguaje barroco y hasta el humor, junto con los muchos otros elementos aprendidos de su maestro del sur, el inolvidable creador del condado de Yoknapatawpha. Y en seguida tres libros estupendos, en donde la prosa garciamarquiana cambia de manera drástica: la exuberancia del lenguaje desaparece y su escritura es sometida al riguroso proceso de síntesis y concisión que le enseñó Hemingway, y en donde surge, por primera vez, el héroe cuyo modelo principal es el viejo Santiago de El viejo y el mar: el anciano humilde y digno, cuyo heroísmo se manifiesta en su honestidad, en su resistencia estoica, en su paciencia, y en la grandeza con que soporta y capotea la adversidad, y que Hemingway resumió en esa breve obra maestra con una frase perfecta: «Un hombre puede ser destruido pero no derrotado». Los textos que García Márquez escribió en ese entonces, bajo la influencia tutelar de Hemingway, incluyen varios cuentos magistrales, como “La siesta del martes” (cuyo primer párrafo, dicho sea de paso, es casi una copia textual del primer párrafo del relato de Hemingway, “A Canary for One), y los libros El coronel no tiene quien le escriba, La mala hora y Relato de un naúfrago. En suma, como se puede ver, el estilo de cada uno de estos textos es claramente diferente a lo que después se dio a conocer como realismo mágico.

De otro lado, todo lo que el autor escribió después de El otoño del patriarca y de la Cándida Eréndida, lo hizo también en un estilo distinto. Claro: en cada obra de García Márquez predomina su imaginación formidable, la belleza y la musicalidad de su prosa, las frases tan brillantes y el peso terrenal de su pensamiento que siempre han hecho de este creador un verdadero gigante literario. Pero solo en las cuatro piezas mencionadas encontramos aquel estilo genial denominado realismo mágico.

¿En qué consiste este estilo mundialmente famoso? Es una forma de narrar y de describir la vida diaria del continente en donde las propiedades de la realidad están invertidas. Es decir, en donde lo fantástico es descrito con absoluta normalidad, mientras que la normalidad es descrita con dimensiones extraordinarias. Por esa razón, los muertos se pasean por la calle como si eso fuera algo natural, y una muchacha se eleva y desaparece sin dificultad en el cielo del atardecer, y las esteras voladoras son descritas como una miserable sobrecama, y una llovizna de minúsculas flores amarilla cae durante la noche hasta que sofoca a los animales que duermen a la intemperie, mientras que el hielo posee la rareza de un metal precioso, la olla del arroz se mueve sola en la mesa hasta desplomarse al suelo, el olvido adquiere la dimensión de una peste medieval, un imán logra despertar el ánima de las cosas hasta el punto de que los tornillos y los calderos se arrastran por la calle, y tras un balazo un hilo de sangre sale de un cuarto y atraviesa el pueblo hasta llegar a otra casa en donde asusta a la madre del muerto. Es la magia convertida en cotidianidad, en donde lo imposible y la fantasía y lo improbable suceden con completa naturalidad, mientras que lo común y corriente es investido de elementos fabulosas o sobrenaturales.

Eso es lo que diferencia las primeras obras anteriores que señalamos, y también las que se publicaron después de El otoño del patriarca, pues en todas esas no se da lo imposible transformado en natural, lo que resulta definitivo para poder hablar de realismo mágico. Por eso, cuando la crítica norteamericana reseñó El amor en los tiempos del cólera y celebró el realismo mágico de la novela, se equivocó de cabo a rabo. Sin duda, en esa obra también encontramos la belleza de la escritura garciamarquiana y la imaginación desbordante del autor, junto con la estructura acertada y las imágenes conmovedoras, más la gracia, la poesía, el humor y la melodía de la prosa que es tan envolvente y cautivante de principio a fin, pero, ¿acaso ocurre lo imposible, lo inaudito y lo mágico convertido en vida diaria? ¿Hay estelas voladoras, o silenciosas lloviznas de flores que caen del cielo, o muchachas que se elevan por los aires en la luz del crepúsculo, o muertos que aparecen para conversar de asuntos domésticos con los vivos? Quizás el único relumbre de esa característica, como un guiño sutil al final del libro, y es lo que le proporciona una tremenda fuerza a la conclusión de la historia, es cuando el capitán del buque de vapor le pregunta a Florentino Ariza, quien se encuentra por fin feliz en brazos de su amada, Fermina Daza, hasta cuándo podrán navegar por el río Magdalena, en ese “ir y venir del carajo”; entonces Florentino Ariza le responde, ecúanime y sereno, en pleno dominio de su voluntad inquebrantable: “Toda la vida”. No obstante, como ya lo hemos dicho, esta novela tampoco está escrita en el famoso estilo conocido como realismo mágico.

De la misma manera, este tipo de eco o de resonancia de aquella técnica narrativa no solo ocurre en El amor en los tiempos del cólera. En otros libros siguientes de García Márquez (y que comprenden varias obras maestras) también se distinguen algunas pinceladas de ese célebre estilo anterior, pero no pasan de ser más que eso: pequeños guiños, atisbos y reminiscencias, mientras que la estructura general de cada una de estas piezas está levantada sobre una forma de narración claramente distinta. Por ejemplo, en Crónica de una muerte anunciada el narrador nos dice que a su madre le parece muy bien que Bayardo San Román se case con Ángela Vicario, pero que ella se niega a saludar al padre del novio porque aquel hombre “ordenó dispararle por la espalda a Gerineldo Márquez”, uno de los célebres personajes de Cien años de soledad, el compañero de armas del coronel Aureliano Buendía. Igualmente encontramos otro trazo de realismo mágico en una escena anterior: cuando el narrador nos advierte que Santiago Nasar jamás dejaba sus armas cargadas en la casa desde aquella vez que la sirvienta sacudió la almohada para quitarle la funda y la pistola se disparó por accidente al chocar contra el suelo, entonces el balazo desbarató un armario, atravesó la pared y “convirtió en polvo de yeso a un santo de tamaño natural en el altar mayor de la iglesia, al otro extremo de la plaza”. Una imagen, por supuesto, que nos recuerda el misterioso pistoletazo que le causa la muerte a José Arcadio Buendía en Cien años de soledad, cuando el hilo de sangre, como vimos, pasa por debajo de la puerta del dormitorio y emprende un recorrido tortuoso hasta atravesar el pueblo y llegar a la cocina en donde Úrsula está a punto de partir 36 huevos para el pan, y entonces exclama: “¡Ave María Purísima!” No obstante, la verdad es que todos los títulos que García Márquez ha publicado después de El otoño del patriarca, y que incluyen obras tan prodigiosas como Crónica de una muerte anunciada, El amor en los tiempos del cólera, La aventura de Miguel Littín clandestino en Chile, El general en su laberinto, Noticia de un secuestro, Vivir para contarla, Doce cuentos peregrinos, Del amor y otros demonios y Memorias de mis putas tristes, más tantos volúmenes de sus artículos de prensa, todos están redactados en un estilo que no se puede definir como realismo mágico.

Lo cual es admirable. Porque luego de aquel genial aporte literario, el brillante recurso que el cubano Alejo Carpentier nombró, por primera vez en 1949, “lo real maravilloso” (en el prólogo de su espléndida novela El reino de este mundo), habría sido perfectamente válido que García Márquez siguiera escribiendo sus demás obras en ese mismo estilo, como Balzac que no alteró la forma de narrar sus novelas, y tampoco lo hizo William Faulkner. Pero García Márquez prefirió dejar atrás esa manera de escribir, y él mismo se encargó de cerrar la puerta después de haber fabricado esa técnica extraordinaria. Lo cual significa que, cuando se analiza la totalidad de la admirable producción de nuestro Premio Nobel, y se cuenta el número de títulos y la diversidad de estilos con que los escribió, eso refleja una creatividad y una riqueza estilística que no se había visto antes en un novelista en castellano.

En suma, en medio de la arrolladora avalancha de estupendos escritores que produjo el español durante los siglos XIX y XX, sin duda García Márquez es el más leído, el más estudiado y el más traducido de todos. Por supuesto, muchos otros han escrito novelas deslumbrantes en español, pero casi ninguno desde Cervantes ha escrito tantas, pues la obra total de García Márquez es abrumadora, tanto en calidad como en número de páginas. Se trata de un cuerpo de títulos asombroso, un legado de peso pesado y un conjunto de publicaciones robusto y rebosante de sustancia. Mejor dicho, pocos autores en nuestra lengua han creado una obra novelística que sospechamos más perdurable (con la posible excepción de Juan Rulfo) y a la vez tan vasta y extensa. Pero, sobre todo, como ya lo hemos señalado, muy pocos novelistas en nuestra lengua han ostentado un mayor alcance universal o han ejercido una influencia cultural, a nivel mundial, que se pueda comparar con justicia a la de Gabriel García Márquez. En fin, para resumirlo en términos caseros, son muy contados los novelistas en castellano, después del autor de Don Quijote, que han escrito tantos y tan buenos libros como este famoso hijo del telegrafista de Aracataca.  


Gabriel García Márquez, en Bogotá, donde trabajó como reportero en el periódico ‘El Espectador’, en 1953.

SOBRE EL AUTOR

*Bogota (1961). Premio Juan Rulfo (1986) y Concurso Latinoamericano Versión XIX de Cuento, de Puebla, México. Autor de nueve libros, entre ellos ‘El arte de Fernando Botero’, ‘Las ventanas y las voces’, ‘La sentencia’, ‘El arrecife’ y ‘Las semillas del tiempo’.

Juan Carlos Botero*
No

Enitbar: una década de espectáculo y aprendizaje

$
0
0
Domingo, Abril 17, 2016 - 00:00

Él la miraba fijamente, sus ojos atestiguaban el martirio. No trató de contenerse, sencillamente no era capaz. Dejó caer unas palabras, muy pocas, tratando de reducir la magnitud de su suplicio:

—No seas así…

Ella, que hasta entonces se había mostrado indiferente, dejó de mirarlo a través del espejo. Se dio la vuelta y caminó hacia él, contoneando las caderas a la par de su mirada, sumando los pasos cuidadosamente, como si le coqueteara a cada centímetro del suelo. Su objetivo era claro: quería ampliar la tortura, demostrar que ella había ganado.

Se acercaron, se tomaron de las manos, desaparecieron sus respectivas defensas, se conquistaron de nuevo.

Se miraban tan fijamente, que por un momento olvidé que eran casi unos niños. Entonces se escucha un ruido, tras él aparece una chica. A primera vista parece de la misma edad que ellos, pero sus pasos tienen el peso de la autoridad. Parece que además de luchar contra ellos mismos, tendrán que oponerse a un tercero.

Necesito que articules mejor y hables más fuerte, que te entregues más. En esta escena tienen que reflejar pasión, expresar más el romance de los dos, y tú te estás quedando corto…

Todo hace parte del ensayo de una representación teatral titulada “Pelea con palabras bonitas”, preparada por un equipo de actores en el que ninguno suma la mayoría de edad. La dirección y la producción es de Paola Serrano y Liz Calvo, un par de chicas que corren hacia todos lados, y que si bien exudan experiencia y profesionalismo, no superan los 25 años. Esta presentación hizo parte de los eventos programados por la Fundación Cofradía teatral, organizadora de Enitbar, como preludio del festejo que por estos días tienen en Barranquilla, la décima edición del Encuentro Internacional de Teatro de Barranquilla.

Durante la presentación, las miradas se afincan en la figura de la protagonista. Logra apropiarse tanto del papel, que transmite una ilusión de experticia que no encaja con su físico de adolescente. Tiene 17 años, se llama Delay Upegui y acaba de terminar el colegio. Su primer acercamiento con el teatro fue a través de las jornadas artísticas de la fundación CofradíaTeatral tres años atrás. Delay es una de las jóvenes que ha sido beneficiada por el programa “Crea, Imagina, lee, escribe y convive por medio de la interdisciplinariedad de las artes escénicas”. Un proyecto que la fundación adelanta con los jóvenes del barrio Primero de Mayo desde hace cinco años, y que pretende explorar el talento artístico de los jóvenes con el fin de que puedan capitalizarlo y con ello desarrollar procesos de empoderamiento y emprendimiento. Ella es además una de las presentadoras de las funciones del Encuentro Internacional de Teatro de Barranquilla.

Para Paola Puello, codirectora del encuentro, este proceso es trascendental, ya que se constituye en un semillero, «una garantía de la continuidad del proceso».

En esta ocasión, Enitbar ha preparado un despliegue, una programación con 200 artistas, miembros de 23 compañías nacionales e internacionales para que presenten 84 funciones en 10 espacios de la ciudad. Adicional a ello, el festival brinda otras actividades como funciones itinerantes y nocturnas, talleres, jornadas de cuentería, encuentros con creadores, performances y las Verbenas teatrales, una nueva iniciativa que busca rescatar la tradición a través de la música y el teatro, una modalidad de encuentros abiertos al público, en los que se busca que la ciudadanía se reconcilie con la cultura del picó y las formas de festejo con las que la ciudad se congratulaba en el pasado. Se llevarán a cabo el 16 y el 23 de abril, en el barrio Chiquinquirá, cerrando la cuadra aledaña a la sede de la fundación Cofradía (carrera 32 entre calle Murillo y 46). Estas dos primeras fechas serán la base para la construcción de un museo sensitivo, una experiencia artística que espera multiplicarse por otros sectores de la ciudad a lo largo del año. De este modo, Enitbar propone una agenda diversa, que promete mantener la ciudad inmersa en una exhalación dramática durante todo un mes.

Enitbar hoy en día es uno de los eventos más importantes de la agenda cultural de Barranquilla. Ha sido exaltado por organismos nacionales e internacionales como la O.E.I. y el Ministerio de Cultura, al ser el único festival de teatro en Latinoamérica que se sostiene a través de la formación de público.

Cada año ha venido incrementando la afluencia a sus funciones, trazándose en el 2016 una meta de más de 25.000 espectadores. Para ello cuenta con el apoyo del Distrito, a través de la Secretaría de Cultura y de otros entes privados como Cotelco, Promigas, Cámara de Comercio, Alianza Francesa y el Teatro José Consuegra, que se ha constituido en el hogar del festival, entre otros patrocinadores y artistas aliados.

Sin embargo, y como es lógico, no es tarea fácil crear un evento cultural con una estructura sólida, menos en una ciudad como Barranquilla, que no salvaguardó la prolífica tradición teatral de otras épocas.

El reto es aún mayor si esa iniciativa surge de la estricta gestión ciudadana, como es el caso de Enitbar. El actor, director y gestor cultural Nibaldo Castro, alma y voz del festival, comenta cómo este es el resultado de un proceso que se inició en 1993. “La ciudad como aula de aprendizaje” ha sido el proyecto bandera de Cofradía Teatral y la síntesis de su propósito: la formación de espectadores.

Para ello, durante más de una década el proceso estuvo enfocado en la sensibilización y acercamiento a las artes escénicas, tanto para adeptos como para no conocedores. Fueron años de trabajo arduo y sacrificio, recorriendo los colegios de la ciudad con pequeños montajes y proyectos discretos de escaso presupuesto y sin remuneración alguna, creando alianzas con otros hacedores culturales para llegar a lo que Castro denomina la segunda fase, el verdadero objetivo: la instauración de un festival de teatro en Barranquilla que fuera capaz de sostenerse con recursos propios.

En el 2005 las expectativas se vieron satisfechas cuando acudieron más de 8.000 espectadores, la mayoría niños y adolescentes. Diez años después el festival ha logrado triplicar esa primera cuota, y la meta seguirá en ascenso, conceptúa Nibaldo Castro.

En opinión del profesor Eduardo Chavarro, docente del programa de Arte dramático de la Universidad del Atlántico y quien también se ha desempeñado en la Academia Superior de Arte de Bogotá y la Escuela Nacional de Arte Dramático, califica el proceso de Enitbar como «un fenómeno cultural» que ha hecho parte de la consolidación de las manifestaciones artísticas que estuvieron opacadas por el Carnaval durante mucho tiempo, y que ahora empiezan a reclamar su espacio en la creatividad de la sociedad caribeña. Para él, el empeño de la organización de Enitbar por crear ciudadanía y sostener una estructura demuestra la capacidad que tiene Barranquilla como escenario, y del mismo modo inspira la aparición de otros procesos.

Es difícil poner esto último en duda, cuando hablamos con algunos de los antiguos miembros de Enitbar que colaboraron en su aparición y que hoy lideran procesos independientes.

Heidy Mercado, quien ha trabajado durante años como asistente de dirección en el festival, considera que hacer parte de Enitbar durante tantos años ha permitido alimentar su proceso como actriz, al tener contacto con tantas compañías de distintas culturas y con diferentes formas de acercarse al arte dramático. Hoy Heidy es docente de teatro de las Casas Distritales de Cultura, donde comparte los saberes acumulados durante toda su experiencia profesional, que completa más de una década.

Estarliz Noriega, quien se acercó al teatro a través de la labor de divulgación que inició en la fase “La ciudad como aula de aprendizaje” en los años noventa, estuvo vinculado a la fundación y al festival desde sus orígenes. Desde entonces ha consagrado su labor profesional al teatro. Hoy dirige su propia fundación, desde donde creó el Festival Nacional de Teatro Intercolegial Festín, otro evento con sede en Barranquilla que en cinco años «ha reunido más de un centenar de colegios de todo el país, promoviendo la obra de hacedores y multiplicadores artísticos a nivel nacional».

Los colegios, tanto privados como oficiales, son los grandes objetivos en el proceso de formación de público de Enitbar, prueba de ello es que en el 2015 logró la participación de estudiantes de más de cuarenta colegios del área metropolitana. Muchos de estos ya son asistentes habituales al festival, llegando a incluir la salida al teatro dentro de sus respectivos proyectos educativos institucionales.

Para Aydé Mackenzie, docente de Lengua castellana del Colegio Americano, la programación de Enitbar y su orientación como espacio formativo ha sido útil en más de una ocasión para articular procesos curriculares, por lo que se ha convertido en una herramienta propicia para diversificar las didácticas en la enseñanza de la literatura: «además hemos encontrado en ello una oportunidad de enseñar a los estudiantes pautas de comportamiento en un acto cultural público, desde el hecho de saber mantener el celular apagado, ingresar a un recinto, hasta discutir la trascendencia de una exposición teatral de forma provechosa».

Como se puede observar desde distintos frentes y voces, Enitbar ha logrado instalarse como parte de una escenografía que busca asimilar desde nuestro contexto una de las manifestaciones artísticas más antiguas y sublimes, acercarla a una dimensión de la que todos podemos ser partícipes y con la que podemos sentirnos orgullosos. La invitación está abierta, para  acercarnos a ver teatro, ese respiro colectivo que cada mes de abril oxigena la cultura barranquillera. 

Delay Upegui
Del semillero de Cofradía Teatral

Fui beneficiada con el proyecto “Crea, imagina, lee, escribe y convive por medio de la interdisciplinariedad de las artes escénicas”.

Heidy mercado
Docente de teatro

«Tener contacto con compañías teatrales de distintas culturas  alimenta mi proceso como actriz».

John William Archbold
sumario: 
Opiniones de quienes han trabajado en varias de las fases del Festival Internacional de Teatro de Barranquilla.
No

Cervantes IV centenario de su muerte

$
0
0
Domingo, Abril 24, 2016 - 00:00

El mundo de la literatura rinde tributo al español Miguel de Cervantes Saavedra, autor de la primera novela moderna ('Don Quijote') y quizás el más importante escritor de habla hispana de todos los tiempos, cuando se cumples 400 año de su fallecimiento. 


Redacción
No

Dos gigantes: Cervantes y Shakespeare

$
0
0
Domingo, Abril 24, 2016 - 00:00
Ilustración: Patricio Otniel

Han pasado cuatrocientos años de la muerte de Miguel de Cervantes y William Shakespeare este 23 de abril. Murieron el mismo día y es así como podemos hablar en este aniversario que los une. Del inglés se dice que es la más alta figura literaria de todos los tiempos, y el español escribió el Quijote, y con decir eso basta.

De este par de colosos se ha escrito todo lo posible. En estos días se ha publicado en periódicos españoles recetas con los libros indispensables para entender el pensamiento de Cervantes.

Un aporte colombo-americano sería la biografía novelada El callejón de Cervantes, de Jaime Manrique Ardila. Su intención fue destacar a Cervantes, pues, según él, es un autor opacado por su creación, don Quijote. El año pasado –en datos tomados de un artículo de Sandra Lafuente– culminó la búsqueda de los restos de Cervantes. Se reunieron arqueólogos, antropólogos, forenses, expertos en momias y en vestidos antiguos, restauradores, sacerdotes, abogados y un alpinista. Aleteaba el espíritu de todas las series policíacas gringas con sus aparatos sofisticados que descubren hasta las huellas de un fantasma.

En el convento de las Trinitarias Descalzas de San Ildefonso, en Madrid, donde estaba su sepulcro, empezaron los trabajos. Excavaron, palearon, analizaron y salieron centenares de restos. La televisión estuvo presente, las expectativas se multiplicaban. Pero como dicen los antropólogos «Si tienes poco hueso, di poco». Apareció una mano con heridas de arcabuz. «Lo tenemos», se dijeron. El forense analizó la mano y era la mano derecha, y en Cervantes la mano herida fue la izquierda. Al final se encontró un cajón con huesos  revueltos de varios muertos, y eso es todo lo que queda del paso por la tierra de don Miguel de Cervantes Saavedra. La futilidad de todo en la vida ya lo había advertido cuando escribió: «El tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan y con todo esto llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir».

Sobre Shakespeare no podía faltar un nuevo libro sosteniendo que el verdadero autor de esas obras geniales era otra persona distinta a la que firmaba como Shakespeare. El alemán Kurt Kreiler publicó en el 2009 El hombre que inventó a Shakespeare, y sostiene que el verdadero genio es Edward de Vere, conde de Oxford. Da miles de coincidencias y razones de peso y pesos para su autor. Una tesis que está rondando hace años, y que Kreiler la ha puesto de nuevo sobre el tapete. El film Anonymous, estrenado en el 2011, se basa en una teoría parecida.

Santiago Posteguillo en “¿Escribió Shakespeare, las obras de Shakespeare?” sostiene la socorrida tesis de que todas esas obras maestras fueron escritas por el dramaturgo inglés Christopher Marlowe, muerto en 1593. El que obras de un Shakespeare vivo siguieran siendo estrenadas se explicaría porque Marlowe era un agente secreto de Isabel Primera. Llevaba misiones dedicadas a sabotear los proyectos de los católicos de Reims y de los opositores camuflados en la Universidad de Cambridge. Para desempeñar su labor se hizo pasar por muerto en una reyerta de cantina y colocó a un joven actor llamado Shakespeare para que se hiciera pasar como autor de sus obras.

Otros aspirantes a ser Shakespeare son Sir Francis Bacon, el dramaturgo Ben Jonson, y el preferido por los impugnadores, el conde de Oxford. El mismo Freud cuestionaba la figura convencional en las biografías oficiales del genio de Stratford-upon-Avon.

«El silencio es el mejor heraldo de la alegría. Fuera bien poca mi felicidad si pudiera decirte cuánta es» una frase que podría tomarse como una posible repuesta del cuestionado Shakespeare.
 

Ramón Illán Bacca
No

Shakespeare el maestro de la dramaturgia, a cuatro siglos de su muerte

Cervantes, el funcionario del rey que cobraba 3.000 euros al mes

$
0
0
Domingo, Abril 24, 2016 - 00:01

A partir de 1580, Cervantes entra de lleno en la corte de la Monarquía Hispánica. El alférez cautivo Miguel de Cervantes que llega a Madrid, que se acerca a Lisboa en 1580 siguiendo las huellas de Felipe II y las de sus influyentes secretarios, demanda una ‘merced’ en pago a sus servicios prestados tanto en Italia como en Argel o por el Mediterráneo como espía. Ya no pretende una ‘patente de capitán’ como en 1575, sino uno de los puestos vacantes en América. Así se lo escribe a Antonio de Eraso en 1582 y así lo vuelve a solicitar –sin mucho éxito– en 1590 al Consejo de Indias concretando los puestos vacantes a los que aspira: la contaduría del Nuevo Reino de Granada, la gobernación de Soconusco (Guatemala), la contaduría de las galeras de Cartagena de Indias (Colombia) o el corregimiento en La Paz (Guatemala). «Busque por acá en que se le haga merced». Con esta escueta respuesta, el Consejo de Indias insta a Cervantes a que busque por España un puesto de trabajo vacante para concederle la tan requerida merced, y que se olvide para siempre de los puestos vacantes en América. Así, 1590 será el final del ‘sueño americano’ del literato.

Comisario de abastos, cobrador de impuestos y juez
Desde la primavera de 1587, Miguel de Cervantes es comisario del rey, que necesita de nuevos funcionarios reales para la preparación de la Armada contra Inglaterra (1588). Y será en estos puestos vacantes andaluces en los que Cervantes encontrará su ‘merced’: de comisario de abastos pasará a ser cobrador de impuestos (desde 1594) e incluso «juez ejecutor de Su Majestad», que se dedicaba al cobro de los impuestos atrasados. Si el trabajo no era el más deseado –podemos imaginar–, el sueldo no estaba mal, pues como juez ejecutor podía llegar a cobrar 550 maravedís por día, el equivalente a unos 3.000 euros al mes, para hacernos una idea. Sin contar dietas. Este será el camino de su supervivencia. Y también el camino para comenzar a formar una familia. En diciembre de 1584 se casa con Catalina Palacios, una joven toledana de tan solo 19 años natural de Esquivias. Ese mismo año, fruto de sus amoríos con Ana Franca, nacerá su única hija, Isabel. Desde su vuelta a Madrid, Miguel de Cervantes no ha dejado de frecuentar los círculos literarios del momento, cuyos protagonistas verán sus nombres escritos en la fábula poética Viaje del Parnaso, que publicará años después (1614), y cuyas obras se imprimirán con poemas laudatorios escritos por Cervantes.

Durante estos años de antesalas y de escritos oficiales, de peticiones y de puertas cerradas también dedicará su tiempo a la escritura de La Galatea. El 14 de junio de 1584 le vende al librero Blas de Robles el privilegio de impresión de la obra, fechado el 22 de febrero de ese mismo año, por 1.336 reales. Este es el único dinero que recibirá Cervantes por su obra. Pero no solo en este libro de pastores, que vio la luz en 1585 en Alcalá de Henares, puso Cervantes sus esperanzas, sino también en el teatro. Entre 1580 y 1587, el propio autor complutense confiesa que compuso más de 20 o 30 comedias con un cierto éxito en sus representaciones: «Que todas ellas se recitaron sin que se les ofreciese ofrenda de pepinos ni de otra cosa arrojadiza; corrieron su carrera sin silbos, gritas ni barahúndas».

Su ingenioso hidalgo cobra vida sobre el papel
Como sucediera con la imprenta, tampoco en el teatro el escritor es el dueño del texto, sino el «autor de comedias», el empresario que invertía su dinero en la representación de las mismas. Nada sabemos de nuestro autor, nada más que algunas conjeturas, desde el verano de 1600, cuando se despide de Sevilla, hasta el verano de 1604, ya instalado en Valladolid, donde se encuentra en esos momentos la corte. Este último será uno de los años más importantes de la vida de Cervantes, ya que en su Navidad se leyeron los primeros ejemplares de El ingenioso hidalgo don Quixote de la Mancha con un gran éxito.

En 1605, las reediciones se suceden (algunas de ellas, ilegales), y no solo se imprime en Madrid, sino también en Lisboa o en Valencia, y los ejemplares se embarcan desde Sevilla con destino a Perú... y en las fiestas siempre aparecen personajes que representan a don Quijote y Sancho, como la que se celebra en Valladolid el 10 de junio de 1605 para celebrar el nacimiento del futuro Felipe IV.

Gracias a un incidente a las puertas de su casa la noche del 27 de junio: el asesinato del Gaspar de Ezpeleta, conocemos las costumbres de Cervantes y de su familia, las conocidas como las Cervantas, que no son otras que sus hermanas e hija, que viven con él, y su esposa Catalina en Valladolid: «Entran de noche y de día algunos caballeros [...] de que en ello hay escándalo y murmuración, y especialmente entre un Simón Méndez, portugués, que es público y notorio que está amancebado con doña Isabel, hija del dicho Miguel de Cervantes». Su hermana Andrea, al preguntarle sobre el oficio de su hermano, responde escuetamente: «Un hombre que escribe e trata negocios», y que «por su buena habilidad tiene amigos», que no son otros que hombres de negocios de dudosa respetabilidad. La familia Cervantes no se quedará mucho tiempo en Valladolid: el 24 de enero de 1606 se anuncia oficialmente el cambio de la corte a Madrid, y allí encontraremos a Cervantes y a su familia en los últimos años de su vida.

El ‘Quijote’ comienza a traspasar fronteras
Con casi 60 años, Cervantes vuelve a Madrid, a la que fue su ciudad de juventud, a la ciudad de sus primeros estudios, la que le descubrió como escritor después del cautiverio de Argel y en la que morirá. Vuelve a la capital con toda su familia, que se reduce de manera dolorosa en los años siguientes: en 1609 muere Andrea, y dos años después, Magdalena. Su hija, Isabel, casada con Diego Sanz de Águila, se había distanciado y en la casa terminaron por quedar solo Catalina y una sobrina, Constanza, hija de Andrea. Cervantes se instaló cerca de la calle Huertas, vecino de Lope de Vega, Góngora, Quevedo y tantos otros escritores. Su llegada a la corte coincidirá con el triunfo del Quijote fuera de España: en 1607 se publica la edición de Bruselas, realizada por Roger Velpius, y un año después Robles sacará una nueva edición en el taller de Juan de la Cuesta; y son también los años de las primeras traducciones: inglés (1612), francés (1614)... Sin embargo, el enorme éxito del libro, dentro y fuera de España, no repercutirá en una mejora económica de Cervantes, ya que el privilegio de impresión lo había vendido a Francisco de Robles, según costumbre de la época.

Son tiempos de nuevos sueños y de renovadas desilusiones, del deseo de acompañar al conde de Lemos en su corte literaria en Nápoles; son los años de volcarse en la vida en papel. Miguel de Cervantes dedicará los últimos años de su vida a hacer lo que no había hecho nunca antes, sobre todo después del éxito editorial del primer Quijote en 1605: a publicar.

La mayor parte de las obras cervantinas verán la luz en estos años, obras que ya tenía escritas o muy avanzadas en los años anteriores: las Novelas ejemplares (1613), Viaje del Parnaso (1614) y las Ocho comedias y ocho entremeses nuevos, nunca representados (1615) o la segunda parte del Quijote (1615).

Son también los años de incansable trabajo para terminar Los trabajos de Persiles y Sigismunda, una novela dentro del género bizantino; una obra de aventuras culta por la que Cervantes pensaba entrar en el Parnaso de las letras castellanas, ya que para él, como para el resto de sus coetáneos, el Quijote es un libro cómico, menor, que pertenece a un género de entretenimiento, como es el de los libros de caballerías. Serán los escritores y lectores ingleses del siglo XVIII los que comenzarán a valorar el Quijote como una sátira, como una gran novela digna de ser imitada, la que pone las bases de la novela moderna.

Sobre el autor

<

Doctor en Filología por la Universidad de Alcalá, actualmente, catedrático de Filología Románica de la Universidad Complutense de Madrid, coordinador académico del Instituto universitario ‘Miguel de Cervantes’ (Alcalá de Henares), presidente de la Asociación de Cervantistas, y vicedecano de Biblioteca, Cultura y Relaciones Institucionales de la Facultad de Filología de la Universidad Complutense de Madrid. Además de ser el director del proyecto Banco de Imágenes del Quijote 1605-1915, se ha dedicado a la traducción de textos medievales y de autores modernos. Preparó el prólogo para la edición del poemario del poeta colombiano Jaime Jaramillo Escobar: ‘Poemas principales’ (Valencia, 2000).
 

**Tomado del portal 20 Minutos, con la autorización del autor.

 

Juan Manuel Lucía Megías
sumario: 
Lupa a facetas distintas a las de escritor le pone al autor del ‘Quijote’ un filólogo español, catedrático de Filología Románica de la Universidad Complutense de Madrid.
No

Macbeth no es solo el de Shakespeare

$
0
0
Domingo, Abril 24, 2016 - 00:00

«La vida… es una historia contada por un idiota, llena de ruido y furia, que nada significa».
Macbeth

Shakespeare narra que Macbeth y Banquo, generales del rey Duncan, después de una campaña militar triunfante, encuentran unas arúspices, que como oráculos bienhadados, anuncian para Macbeth  que obtendrá un título nobiliario y, además, que será rey de Escocia. Banquo, entonces, les pregunta: ¿y con él qué va a pasar? Las adivinas le responden que su descendencia será de reyes, pero que él no será rey. Estas premoniciones, que obnubilan a Macbeth, no lo hacen detener a cuestionarse cómo llegaría a ser rey. Su rey ya tenía a Macduff y Malcolm, sus herederos. Simplemente lo toma como una verdad inalterable de su destino. Sin embargo, Banquo duda de esos presagios y lo expresa así: «Mira que a veces el demonio nos engaña con la verdad, y nos trae la perdición envuelta en dones que parecen inocentes».        

Macbeth escribe a su mujer, Lady Macbeth, sobre el futuro que les espera, y el camino de la destrucción de sus vidas se abre inexorablemente, para dar paso a la construcción de su propio y personal infierno de traición, sangre y muerte. No bien llegaban estos generales ante su rey con las buenas nuevas de su batalla triunfal, y ya Macbeth había recibido su título nobiliario, con lo cual los anuncios de sus adivinas cobraban pleno valor y credibilidad. Su reinado, en consecuencia, estaría próximo a ser una realidad natural de su ascendente y fulgurante carrera. Pero cuando el rey Duncan designa a Malcolm como su Príncipe de Cumberland. Tal título era otorgado tradicionalmente al heredero de la corona de Escocia. Tras lo cual Macbeth empieza a buscar el camino de su profetizado reinado, animado y estimulado por Lady Macbeth, quien, conocedora del carácter de su marido y de su lealtad a su rey, le dice: «…mas temo tu carácter: está muy empapado de leche de bondad para tomar los atajos». Y Macbeth responde:

«Me atrevo a todo lo que sea digno de un hombre. Quien se atreve a más, no lo es».

Hasta este punto de la terrible y trágica historia, Macbeth conservaba su cordura. Después, el plan de convertirse en parricida sigue su curso y con él da cabal rumbo, y el infeliz desenfreno de su desbordada y mortal ambición lo destruyen: asesina a su rey.

En la sala del teatro Colón, con su pasada centuria a cuestas, se percibe una atmósfera de tensión y un público expectante, absorto en el desarrollo de la trama, captura las angustias de los personajes que transfieren a estos sus angustias y desatinos; todo lo cual engalanado con el ambiente medieval que está ante sus ojos en un escenario espléndido, pues la representación del castillo de los Macbeth, unido al vestuario de los actores, integran una unidad que le da a la puesta en escena una certeza de que ocurre lo que expresan sus protagonistas. Dada la lúcida idea del director del teatro Colon, Manuel José Álvarez, de presentar alternadamente la ópera de Verdi sobre Macbeth y la tragedia de Macbeth de Shakespeare, audacia que ocurre por primera vez en el mundo, esas voces del bel canto han quedado impresas en la sala.

Qué duda cabe, pero es el camino de la ambición a ultranza el que han decidido recorrer Macbeth y Lady Macbeth. El ambicioso es desleal, traicionero, deshonesto, ruin, miserable en su más nítida esencia, para lograr sus mezquinos propósitos se erige sobre su más baja condición, extrayendo de su ser lo más retorcido y corrupto de su alma. El ambicioso miente y engaña, y al traicionar, sus actos dan paso a sus más bajas pasiones desnudando la podredumbre de su existencia.

Los Macbeth no son solo los de Shakespeare, estos existen, han existido y existirán por siempre. Esos Macbeths de la corrupción, esos desalmados que se roban la comida de unos niños desnutridos, que saquean los presupuestos y el erario y luego posan y se pavonean con la ostentación de sus fortunas mal habidas, como Macbeth por su castillo después de que la locura lo perdierapara siempre. Esos Macbeths de falsos positivos, de falsos testigos, de sobrecostos en obras públicas, de licencias ambientales ilegales, de políticos traficantes de votos y acumuladores de privilegios.

Macbeth no murió por la espada de Macduff, Macbeth está vivo: vive en cada ser despreciable que ha saqueado al erario de su nación. Vive en ese ser siniestro que se cree la estulticia de que él es el único que puede salvar su país. Vive en cada miserable que roba a viudas y después se apoltrona en las cómodas y confortables sillas de una magistratura. Vive en las entrañas del magistrado prevaricador que vende sus fallos por el vil metal. Vive en quienes prestan un servicio público incompetente y costoso. Vive en los cínicos que anuncian por los medios estafas descomunales. Vive en ese ser despreciable que traiciona a sus amigos. Vive en esos asesinos descuartizadores de seres humanos. Vive en los traficantes y extorsionistas de la fe que van tras el dinero de sus feligreses. Vive en los lunáticos codiciosos del poder. Vive en los terroristas que asesinan en nombre de su Dios.

Macbeth, al llegar al poder deja un cadáver, el del rey Duncan. Pero para sostenerse, lo hace sobre una alfombra o reguero de cadáveres. En esos que dejan ese reguero de cadáveres para consolidar su poder, allí vive Macbeth. Él sigue presente como guía siniestra de sus seguidores. Esos, que como a Lady  Macbeth, no podrán jamás borrarse la sangre de sus manos.

Macbeth, que sabe lo que ha hecho, dice: «Estoy tan metido en un lago de sangre que, si no fuera a seguir avanzando, más penoso aún sería regresar». El camino hacia el infierno que Macbeth y Lady Macbeth construyen no tiene retorno, es de una sola vía, sin regreso posible, y ese es el precio que se paga cuando la ceguera de la ambición destruye los valores y principios de una vida digna, noble, decente y respetuosa de los derechos de los otros.

Nuestra nación, que ha sido azotada por una constante violencia macbethiana, que nos lleva a recrearnos en la violencia de los años 50, con sus muy tristemente célebres ‘especialidades’ de variadas formas de asesinatos: el corte de franela, el corte de corbata, bocachico y no sé cuántas vesanias más, que jamás pensamos podíamos superar, las conocidas masacres de los paramilitares, los de ayer y los de hoy, que en fin de cuentas son los mismos, hoy, hoy tenemos las siniestras ‘casas de pique’ de Buenaventura. Esa violencia macbethiana de esta sociedad, cuando ya la creíamos superada aparece una forma peor de crueldad y maldad. Tal vez nuestro inconsciente colectivo reclama la expresión notable de la obra:

 

«Dicen que sangre llama sangre».

No obstante lo dramático de Macbeth –que nos lacera tanto, porque, en fin de cuentas, es como mirarnos en un espejo en el cual se nos reflejan nuestras miserias–, el teatro nos brinda una reflexión que, para la coyuntura actual del país, bien vale la pena pensar: ya no más sangre. Pero en el contexto de una justicia firme y seria que castigue a quienes debe castigar. El propio Macbeth lo expresa:

«La ecuánime justicia ofrece a nuestros labios el veneno de nuestro propio cáliz».


La obra teatral ‘Macbeth’ es una coproducción con la Compañía Estable, con adaptación de Joe Broderick, bajo la dirección de Pedro Salazar.

Fomento a las artes
Catalogado por la BBC de Londres como uno de los teatros más sorprendentes del mundo por su imponente arquitectura, el Teatro Colón de Bogotá busca convertirse, además, en el principal centro de producción de las artes representativas y musicales del país. En esta nueva etapa se instituye además como la casa natural de la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia.

Como único teatro de carácter nacional, sus objetivos son fomentar la creación, circulación y formación de los diversos lenguajes artísticos a través de espectáculos de excelente calidad para todo tipo de público.

En el teatro, bajo la dirección del colombiano  Manuel José Álvarez Gaviria, se acaba de presentar, alternadamente la tragedia ‘Macbeth’ y la Ópera de Verdi, dentro del marco de los 400 años del fallecimiento de William Shakespeare. Conmemoración que el teatro hace conjuntamente con el aniversario también de los 400 años de la muerte del español Miguel de Cervantes Saavedra.

Estos montajes hacen parte del tributo que ofrecen en Colombia el Ministerio de Cultura, la Biblioteca Nacional y el Instituto Caro y Cuervo.

En la puesta en escena participan voces de repercusión mundial como

Dimitra Theodossiou (Grecia), Vladimir Stoyanov (Bulgaria), Sergio Escobar (España) y Valeriano Lanchas (Colombia). Los acompaña un coro de 70 personas, 17 músicos y un grupo de baile de 13 artistas nacionales, entre ellos 4 acróbatas. La dirección musical es del italiano Pietro Rizzo, y la dirección escénica, del español Ignacio García, quien recientemente ganó el premio a Mejor Director de la Asociación de Directores de España. También participan la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia, el coro de la Ópera de Colombia y el Grupo de Vientos de la Orquesta Sinfónica de la Policía Nacional.

El montaje de ‘Macbeth’ es en coproducción con la Compañía Estable, adaptación de Joe Broderick, bajo la dirección de Pedro Salazar. Dentro del elenco colombiano se destacan Marcela Benjumea, Christian Ballesteros, Diego León Hoyos, Andrés Estrada y Ernesto Benjumea, entre otros.

 

*D.E.A. en Derecho de Medio Ambiente, Universidad de Alicante - España. Miembro Senior de la Federación Interamericana de Abogados, con sede en Washington, D.C. 

Mario Williams
sumario: 
A luz de una puesta en escena de la tragedia de Macbeth y de la ópera de Verdi, que por estos días presenta el Teatro Colón de Bogotá, publicamos este análisis, en perspectiva con la realidad colombiana, sobre la naturaleza humana, inspirado en Macbeth.
No
Viewing all 761 articles
Browse latest View live